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Naturaleza muerta por Kunay_dlz

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Notas del capitulo:

Aquí seguimos con el fic.  n.n

 


 


Naturaleza Muerta


VI


Dicen en la aldea que esa roca blanca es Ana


Cubierta de sal y de coral, espera en la playa


 


 


 


Pasaron los días, las noches, semanas… pasaron las estaciones y, el príncipe Wolfram jamás abandonó su promesa de esperar.


Muchas personas vinieron a verlo, vinieron a convencerlo de volver al castillo con su madre y sus hermanos, algunos trataban de hacer que regresara a esas tierras que antes gobernaba, allá donde era querido por la gente que la habita. Ninguno tuvo éxito. Ni los emisarios, ni los consejeros, ni la misma reina y sus hijos… la ida hacia el puerto de Shin Makoku era en vano.


Las cosas no fueron tan sencillas como parece. Hubo peleas, enfrentamientos… incluso ataques físicos. Aquellos que lograron derrotar al joven príncipe lo llevaban al castillo, lo encerraban, esperaban al momento oportuno para hablar con él y hacerle ver el daño que se estaba haciendo.


Inútiles eran esas capturas. El cautiverio del príncipe tan solo duraba un día… siempre, cuando menos lo esperaban, el joven príncipe ya estaba nuevamente en la playa, con su mirada fija en el horizonte, con silenciosas lágrimas que no paraban, con la brisa en su cara como si le restregase su tragedia.


La familia del príncipe estableció que alguien vigilara a Wolfram, que alguien viera que se alimentara, que descansara, que saliera de su deplorable estado. Uno de sus hermanos, Sir Conrad, fue quien partió al muelle con un pequeño grupo de sirvientes y guardias… llevaba a cuestas las esperanzas de la familia Real.


No importó la paciencia y el esfuerzo de Sir Conrad para con su pequeño hermano… el joven príncipe apenas le reconocía. Escapaba de su vigilancia, llegaba al mismo lugar en la playa, llegaba al lugar donde esperaría a Yuuri… toda la eternidad si era necesario.


El joven príncipe sentía la necesidad de no alejarse, de no pensar en otra cosa que en Yuuri… el joven príncipe no sabía que estaba bajo un embrujo. La voluntad de fuego sucumbía a una calma aplastante, la actitud arisca se desvanecía cada día que transcurría, el orgullo que pudo haber salvado de alguna forma estaba hecho trizas en algún lugar de su ser.


Las brillantes hebras que tenía por pelo fueron opacándose; los bellos ojos esmeralda fueron perdiendo brillo, fueron perdiendo la manera de expresar, fueron perdiendo el color; la piel tersa y marfilada fue adquiriendo porosidad y un color traslúcido; el hipnotizante aroma que Yuuri tanto disfrutaba, fue tornándose salino.


Esos cambios eran tan lentos, tan sutiles que sumados a la esquiva actitud que el joven príncipe había adoptado, no eran tan notables. Cuando Sir Conrad se acercaba, una fuerza ajena a simples humanos intervenía para bloquear la apariencia del joven príncipe.


Quien quiera que pasase cerca del joven príncipe, escuchaban sus súplicas convertidas en susurros, a veces dedicaban una mirada al mismo punto en la lejanía donde él miraba, otros, un poco más valientes, se decidían a decirle un par de palabras de consuelo. Sin embargo, pese a cada acción, palabra y deseo. El joven príncipe permanecía en su lugar de espera. Permanecía quieto, con la mirada hacia el mar… con el llamado hacia Yuuri… con su promesa de esperar.


Una noche, en la que el muelle fue azotado por una tormenta sin igual, con vientos furiosos, olas implacables y el rugido del Mar, varios pescadores temieron la ira de su deidad, temieron la ira del Mar… temieron por el príncipe que seguía a la espera del ‘Rey del Mar’.


Si tan solo se rindiera…” pensaban unos, “Si tan solo olvidara a Yuuri” pensaban otros, “Si tan solo no se hubieran conocido” se atrevían a afirmar unos más. Lo que tenían claro, era que el amor del príncipe Wolfram y del Rey del Mar jamás debió haber sido, ahora era tarde para los dos.


Al amanecer, no había rastros de la comitiva del castillo: Sir Conrad no estaba a la vista, no había sirvientes ni soldados en la cercanía, parecía que nunca hubiesen venido al puerto.


Tal vez lograron convencer a príncipe de volver. Tal vez su presencia ya no era requerida. Tal vez, tal vez, el Mar se ha encargado de ellos… y del príncipe. El príncipe tampoco estaba a la vista.


En la playa… justo en el lugar habitual del príncipe, había una figura hecha de sal, había restos de algas, coral y algunos desperdicios del Mar alrededor de la estatua con rasgos humanoides. Nadie quiso acercarse, por temor, a lo que podrían descubrir, por temor a lo que el Mar era capaz de hacer.


Los pescadores decidieron cerrar esa parte de la playa, en la que algunos creían que debían darle privacidad al príncipe que sigue esperando a su Rey.


 


 


>>Continuará...


 

Notas finales:

Gracias por leer.


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