Fragment -Memory
Como odiaba que todos lo trataran como si fuera un idiota. Era un niño, eso era cierto, pero no necesitaba que le dijeran tantas tonterías. Sabía que su madre había muerto; sabia, también, que ella no regresaría, que no lo estaba esperando en ningún lugar. Y, por sobre todo, sabía que no existía ningún Dios.
Era apenas un niño, pero ya había conocido la perdida, el dolor que esta conlleva y la soledad que la acompaña. Después de la muerte de su madre había sido, literalmente, ignorado por su padre quien, con el dolor perforándole el alma, se terminó refugiando en su trabajo. Dándole a su hijo todas las comodidades que el dinero podría comprar, pero alejándolo cada vez más de su lado. Porque ambos tenían la misma sonrisa, los mismos ojos… el mismo color de cabello…. Era inevitable, se repetía una y otra vez. Su padre no lo odiaba, no. Odiaba el gran parecido que tenía con su madre. Lo sabía, lo entendía… pero no por eso le dolía menos.
Llego a un punto, a sus apenas 9 años, en que ya no le apetecía llegar a casa; en el que odiaba a todos y a todo. No, odiaba la vida. Porque era la vida la causante de la enfermedad de su madre, era esa jodida vida la que le había arrebatado todo.
Ese día, llego corriendo dispuesto a ponerle fin. Lo había planificado todo, ni un solo error podía ser permitido. El final del dolor estaba cerca.
“No lo hagas” susurro aquella voz, al mismo tiempo que una fuerza inexplicable detenía su mano “No lo hagas” repitió.
xXx
La ciudad empieza a desvanecerse al atardecer
Giro mi espalda y camino por el solitario camino
Siento tu mano deslizarse entre mis dedos una y otra vez
Y lo que quedo fue una efímera calidez.
Aquellos cabellos rojos, brillan intensamente al atardecer. Solitario, camina de regreso del colegio. Muchas miradas siguen su espalda.
“Miren ahí va Akashi”
“Ahí va el gran heredero”
“Ahí va el emperador”
Miles de susurros, a los que prestaba oídos sordos. Llegar al colegio, pasar las clases, el entrenamiento, soportar todo eso acompañado de tantísimos parloteos era un verdadero logro. Sin embargo, ellos mismos lo habían dicho. Él era Akashi Seijuuro, por supuesto que haría eso y mucho más.
“Como siempre… tu eres el mejor Sei”. Aquella voz. Detuvo su andar y giro la espalda. Lo único que encontró allí fue su sombra proyectándose sobre el asfalto. Sin embargo, es consciente de la calidez que, ahora, cubre su mano. Como la sombra de un suave tacto.
Cada vez que siento tu mano tocar mi corazón
Quisiera abrazarte un poco más
Y la persistencia de tu esencia que susurra en mi oído.
Se desvanece para siempre en el brillante cielo
En la oscuridad de su habitación, agotado tanto física como mentalmente, no puede esperar a quedarse dormido. Desde aquella tarde, siente ese tacto, el suave olor de las rosas y la lavanda, aquella voz que, en sus oídos, es la mejor melodía que ha podido escuchar. Pero, conforme el día avanza y las estrellas pueblan el cielo, todo se va desvaneciendo. Tan lejano como sus sueños.
Escucho el sonido de tu voz, escucho el eco en mis sueños
Volviéndose memorias que empiezan a caer
Y las lágrimas que lloré son borradas por la lluvia
Te prometo que aquí voy a estar, esperando por ti
Tal y como lo había predicho, el sueño no tarda en apoderarse de su cuerpo. Oh, bendito Morfeo que le has otorgado tal don, tal obsequio.
Una tras otra, las imágenes de su infancia se van acumulando. Frente a sus ojos, como una película los pasajes de un pasado que no quiere olvidar y que, lamentablemente, comienzan a desvanecerse.
Recuerda las lágrimas, el dolor. Recuerdos eternos que, sin embargo, comenzaron lentamente a desvanecerse mientras el brillo de aquella sonrisa, de aquella amistad “infantil” se hacía más fuerte.
Despertó, como hace mucho no había podido. Con una enorme sonrisa en el rostro. Mirando al cielo y a nada en particular, levanto la mano mirando su dedo meñique *. Sí, no podía olvidarlo; lo esperaría porque, de alguna manera se volverían a encontrar.
Los días van pasando silenciosos y la noche es como una historia sin fin
La única luz que brilla en el tranquilo cielo
Son las estrellas conduciéndome hacia ti
Día tras día, noche tras noche; el sol sale cada mañana, las estrellas iluminan el firmamento. La vida sigue avanzando, sin detenerse, sin cambios evidentes.
Sin embargo cada noche; rendido, agotado tanto física como mentalmente recuerdo. Recuerdo el día que te conocí, el día que me salvaste de cometer el error más grande.
-FlashBack-
¿Era acaso un castigo divino? ¿Dios, de alguna manera quería hacerle notar su presencia? Atrapado en su cuarto, arrinconado en la esquina de la cama sus ojos rojos solo reflejaban una cosa: miedo.
“No tengas miedo, no te hare daño” respondió aquel ser extraño, con la voz más amable que pudo conseguir. “No te hare daño” Repitió.
Era apenas un niño y, a pesar de todo, nunca había creído en fantasmas pero entonces ¿Cómo podía explicar aquella cosa flotando (si, flotando) en su cuarto cuando la puerta estaba cerrada con seguro? -¿Quién eres?- logro articular, tembloroso y con un toque demandante en la voz. Fuera lo que fuera, esa cosa parecía un niño. De cabellera castaña, simplón y sin chiste excepto, claro, por la peculiar característica fantasmagórica. El otro lo medito un momento antes de responder con voz temblorosa, tan diferente a la de Seijuurou, cargada de miedo. “K-Kou-Kouki”
¿Acaso esa cosa le tenía miedo? ¿Qué no debía ser al revés?
-¿Qué eres? ¿Eres un fantasma?-
-Noo!!- Grito el otro, agachando la mirada, conteniendo las lágrimas. –perdón… pero, no estoy muerto-
-Entonces ¿Qué eres?-
-No lo sé… solo sé que no estoy muerto-
-¿Cómo puedes saberlo?-
-Porque escucho la voz de las personas llamando… diciéndome que… no muera-
-¿Por qué estás aquí? Yo no te conozco-
-Eso no lo sé… pero, tal vez, fue para detenerte ahora… ¿Por qué querías hacerte eso?- la mirada castaña le perforaba la piel, le quemaba. Sin fuerzas para mantenerla, concentro la atención de sus orbes en la hermosa esquina de la alfombra.
-Eso no es de tu incumbencia- respondió fuerte, golpeado. Al no recibir respuesta, se atrevió a levantar la vista. Vio como aquel extraño, mordiéndose el labio. Avergonzado y , quizá, un poco ¿dolido? Suspiro. –Duele mucho,… perder a alguien…-
Sin una palabra, sin un sonido ese tipo lo consoló. Se acercó, lo abrazo (algo que creía físicamente imposible), mientras, suave y lentamente aquella calidez lo envolvía. Surgiendo de su interior, trayendo sus recuerdos y, al mismo tiempo, borrando el dolor.
Desde ese dia a Seijuurou no le parecía tan malo llegar a casa.
Cuando encuentre otra pizca de memoria en mi interior
La historia crecerá un poco más
Y la mirada en tu rostro mientras decías adiós
Se desvanece para siempre en el oscuro cielo
¿Cuánto tiempo había pasado desde entonces? Era incapaz de decirlo con certeza, sin embargo, jamás olvidaría los momentos de felicidad que aquel castaño le dio. Día tras día, cuando no tenía que ir a la escuela, se esforzaba por encontrar al verdadero Kouki. Porque lo que veía era el, lo sabía, confiaba en ello; pero, el necesitaba un cuerpo. Volver a casa.
Seijuurou se veía dividido en dos. Por una parte quería conservar al castaño cerca de él pero si encontraba su cuerpo o lo que fuera, lo más seguro era que lo perdería; por otro lado, sabía que Kouki merecía regresar y que no podía dejar que sus acciones egoístas perjudicaran al otro.
Aquella noche, esa última noche quedo marcada a fuego en su memoria.
En medio de la lluvia de estrellas fugaces, en medio del oscuro paisaje, con las mil y un lágrimas guardadas desde hace mucho tiempo en su interior derramándose Kouki se desvaneció.
Sonriente.
Me ahogo en esas memorias, me siento caer desde el alto cielo
Borrando todo a su paso y dejándome en gris
Pero estaré en la lluvia, hasta que sepa que te he encontrado
Aquí estaré siempre, esperando por ti
Finalmente había perdido el control. Había dejado que aquella parte todopoderosa de su interior lo consumiera por completo. Lastimo a sus amigos, los separo. Pero, sobre todo, se perdió a sí mismo. Tanta era su obsesión por ganar, por ser el mejor que dejo de preocuparse por lo demás, de ayudarlos, que confiar en ellos. Ganar lo era todo.
Fue Tetsuya , a base de fuerza y dedicación, quien junto con el Tonto amante del baloncesto Kagami Taiga y los chicos de Seirin , le devolvió aquel antiguo ser que, pensó, se había desvanecido. Pero, sobre todo, le devolvió, sin saberlo ni pretenderlo, a aquel amigo que creyó haber perdido.
Quizás Kouki no lo recordara, quizás temblaba de miedo cada vez que lo veía. Quizás, para él, no había sido más que un sueño efímero y pasajero. Sin menor importancia, pero Seijuurou, terco como él solo, solo podía plantearse una meta: Que el castaño chihuahua lo recordara.
Prometió esperarlo por siempre, bueno, siempre es una palabra demasiado larga.
Ahora que lo había encontrado, no permitiría que el olvido fuera la excusa para alejarlo.
Porque Seijuurou no podía olvidarlo y Kouki…tampoco.