En el balcón se encontraba apoyado en el barandal, mirando hacía el cielo que ya había oscurecido hacía no más de media hora, era su momento de meditación, el cual se daba de vez en cuando.
Alois sabía que estaba solo.
Si, tenía a sus sirvientes qué acataban todas sus órdenes sin chistar. Pero emocionalmente estaba completamente solo.
Nadie lo quería. Nadie lo apreciaba.
¿Le importaba acaso a alguien?
Quizá a Hannah. Pero ella no era de relevancia para él.
Porque ella le quitaba la atención de Claude, aquella aprobación que siempre buscaba.
¿Por qué le importaba tanto?
¿Como fue que llegó a tener tal apego emocional hacía su mayordomo?
Después de todo, tenía claro que para Claude él solo era un alma más que devorar... No le importaba en lo absoluto lo que le pasase.
Suspiró.
Ojalá Luka aún estuviese vivo, así tendría alguien que lo consolara en esos momentos, cuando su mente decidía torturarlo un rato.
Divagó hacía las otras personas que residían con él o las cuales conocía aunque sea visualmente.
Los trillizos, se tenían entre ellos...
Claude lo despreciaba, no necesitaba a nadie y mostraba indiferencia hacía todo, ¿Alguna vez tuvo apego a algo? Alois dudó.
¿Hannah? A decir verdad no parecía tener a nadie, y más importante ¿Por qué seguía ahí?
¿Quién en su sano juicio aceptaría sin razón servir a alguien que constantemente te maltrata y humilla?
Viajó en sus recuerdos hasta Ciel.
Ah, ¿Por qué no podía ser como él? ¡¿Por qué a él todos lo querían?!
No lo entendía.
Aquel muchacho perdió todo de manera trágica, al igual que él. Entonces... ¿Por qué él SI tenía gente que lo apreciara y cuidara?
¡Él también quería afecto! ¡Él también quería que alguien se preocupase por él!
Su labio inferior tembló, se reprendió a si mismo por ser tan blando.
Se rodeó con sus propios brazos en un vano intento de brindarse el consuelo que necesitaría de alguien más.
Alguien a quién no tenía.
Una lágrima traicionera estuvo a punto de resbalar por la orilla de su ojo derecho, más sintió unos brazos bastante conocidos para él alzándolo, era Claude.
—Ya es tarde, majestad. Hace frío aquí afuera, podría resfriarse.— Dijo con indiferencia tan marcada en él.
Alois aferró sus manos a la camisa del mayor, intentando verse igual de arrogante que siempre. Aunque... Sabía que no lo engañaría.
—Claude... Duerme conmigo. Es una órden.
El demonio lo miraba con algo parecido a una mísera pizca de sorpresa en sus ojos, más su expresión no varió en lo más mínimo, estaba acostumbrado a los caprichos inapropiados que tenía su contrarista. Porque Claude no se mostraría inferior, llamándolo amo en algo que no fuese público.
—Yes, your Highness.
Qué importaba. Posiblemente moriría pronto, y solo.
Así que aprovecharía mientras pudiese mandar sobre el demonio, para por lo menos engañarse a si mismo, pensando en la mentira de que sus sirvientes le tenían afecto. En especial Claude.
De esa manera se durmió, apegándose al cuerpo de su mayordomo.
Le gustaba la hermosa mentira en dónde Claude lo quería, tal como él lo hacía.