Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ojos que no ven, corazón que siente por AndromedaShunL

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Los personajes pertenecen a Masami Kurumada.

Puede que penséis que es algo ooc, pero... me da igual que lo sea, juju.

Notas del capitulo:

Una one-shot que se me ocurrió de repente. Espero que lo disfrutéis.

Recuerdo aquel día de primavera en el que fuimos a pasear por el parque. Yo te iba describiendo hasta las hojas verdes que colgaban hermosas en las ramas de los árboles y tú asentías con una sonrisa complacida. Soplaba una brisa fresca que te mecía el cabello rubio y de vez en cuando abrías los ojos, azules como el cielo, para mirarme sin verme. Aunque yo sabía que podías contemplar mi corazón con la misma sencillez con la que yo contemplaba las flores en la hierba.

            Nos sentamos en un banco en frente de un pequeño estanque, con los rayos del sol bañándonos la piel. Me dejé llevar por la grata sensación, pero me hiciste salir de mi ensimismamiento cuando tomaste mi mano con torpeza y entrelazaste tus dedos con los míos. Te acercaste a mí y me besaste los labios después de palparlos con la otra mano, tanteando mi rostro hasta encontrarlos.

—Te quiero, Mu —susurraste—, pero no tienes por qué estar conmigo. Serías más feliz con cualquier otra persona.

—Shaka, no digas tonterías. Yo también te quiero a ti. Te amo. No podría estar con alguien que no fueras tú.

—Ni tan solo puedo verte.

—No me importa —exclamé rápidamente, aunque te lo había dicho otras tantísimas veces, y aún hoy sigo repitiendo lo mismo—. Te quiero tal y como eres. Te quiero por quien eres —mis mejillas se sonrosaron y bajé la mirada al suelo.

            Abriste los ojos y me volviste a besar con más intensidad. Adoraba tus besos. Adoro tus besos. Y adoro tus ojos azules como no adoro el resto de las cosas en el mundo.

 

Y aquel día en que fuimos al autocine, acompañados de nuestros amigos de clase, a ver una tonta película de acción. Ellos se reían y observaban sentados sobre el capó. Nosotros nos quedamos detrás, sentados encima de los asientos del descapotable, y yo te iba contando una a una las escenas que aparecían en la pantalla. Estabas abrazado a mí y me susurrabas palabras de gratitud al oído por todo lo que estaba haciendo por ti, y yo te decía que no tenías porqué dármelas, que lo hacía con todo el amor del que disponía, y que lo seguiría haciendo por el resto de mis días.

 

Y ese otro día en el que nos dio por preparar una tarta de cumpleaños para Aldebarán. Acababan de terminar las clases en la Universidad y por fin llegaba el nuevo verano, que parecía iba a ser bastante más caluroso que el anterior. Pero eso no era lo realmente importante.

            Me habías obligado a mirar en cientos de páginas de Internet para buscar recetas de tartas de chocolate, y cando te decía una que sonaba muy bien y fácil de preparar, negabas con la cabeza tras unos segundos meditándolo y me decías que buscase otra. Y al final del todo te acabaste decidiendo por la primera que habíamos encontrado.

            Nos pusimos a preparar la tarta y todo parecía ir perfecto hasta que te empeñaste en ayudarme. Estabas completamente serio y concentrado en lo que hacías, pero yo te veía y estabas haciendo un completo desastre. Cuando acabaste, porque me habías echado de la cocina, molesto, me llamaste de nuevo y me enseñaste lo que habías hecho. Sentí enormemente en el alma no haber podido contener la risa y pensé que te ibas a enfadar.

—¿Qué pasa? ¿No tiene buena pinta? —Preguntaste.

            Te acercaste a mí con la cuchara de madera en las manos y comenzaste a alzarla mientras yo dejaba de reírme. Entonces, salí corriendo hasta el salón y cerré la puerta echándome en el sofá y ocultándome con un pequeño cojín. Por supuesto, abriste la puerta y te abalanzaste sobre mí como si me vieras tan nítidamente como yo había visto el estropicio de tarta. Me diste algún que otro coscorrón al tiempo que me revolvía debajo de ti y, como de costumbre, terminamos besándonos sobre el sofá con tanta pasión que parecía que se nos iba a salir el corazón del pecho.

 

También recuerdo los días en los que éramos pequeños e íbamos aún a la escuela. Muchos compañeros eran muy crueles contigo y se aprovechaban de que no podías verles para robarte los lápices o escribirte insultos en el pupitre. Yo intentaba mantenerlos a raya y les decía que te dejasen en paz, pero era imposible. Descubrí, entonces, lo crueles que podían ser los niños y el enorme corazón que guardabas bajo tu piel, pues casi nunca te enfadabas con ellos a pesar de que yo te contase todo lo que hacían.

           Quería que supieras la verdad y que no se rieran a costa de tu ignorancia frente a los hechos.

 

Y el día más feliz de mi vida fue cuando me pediste estar contigo. Tu actitud fría ante todo me había dejado tantas dudas en el alma que no me lo esperaba, pero aún así yo había continuado ayudándote en todo lo que podía. Recuerdo que muchas veces te enfadabas por ayudarte demasiado, diciendo que aunque no pudieras ver podías valerte por ti solo. Y la verdad es que tenías razón. Muchas veces trataba de hacer yo todo tu trabajo, lo requirieses o no. Hoy en día también te sigues enfadando por ello, aunque estoy convencido de que eso ya es por seguir la tradición o, quizás, por conseguir más arreglos de discusiones en el sofá o bajo las sábanas de la cama.

 

—Gracias por estar conmigo a pesar de no poder apreciar tu belleza —me dices mientras sostienes mi mano entre las tuyas, acurrucado junto a mí en el sofá.

—Gracias a ti por estar conmigo conociendo solo mi corazón.

—No me es necesario nada más que tu corazón para ser feliz. Aunque mis ojos apagados y tristes no puedan verte, soy consciente de que te quiero.

—Tus ojos azules son los más bonitos que he visto en mi vida, Shaka, y jamás me cansaré de contemplarlos.

Notas finales:

¡Muchas gracias por leer! Espero que les haya gustado.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).