"Nada es para siempre, a menos que supliques."
-Anónimo
Nuestro pequeño departamento olía a ti. A alcohol, a tabaco, a Itachi. Eso era algo muy extraño, ya que para ser honestos nunca estabas en casa. Aunque bueno...yo tampoco pasaba mucho tiempo en ella. Ya sabes, cuatro paredes terminan por sofocarme.
Creo que en eso nos parecemos, y por eso convivimos tan bien. Somos nómades. Tú no me preguntas a donde voy ni que hago en tu ausencia, y eso me hace feliz. Me hace feliz de una manera muy relativa.
Tienes 15 minutos semanales para mí. Me los das todos juntos de sopetón, haciéndome trastabillar a la hora de responder. Son el único momento donde te veo, donde puedo asegurar que existes. Llegas con esa penumbra en tus ojos, y aquel aroma a nicotina impregnado en tu cabello. Me encanta, me paraliza. Te quedas unos segundos observándome en la entrada, para luego soltar un casi inaudible "Estoy en casa".
No tienes idea, mi querido hermano, de cuando me contengo toda la semana para no levantar desesperado el teléfono y suplicar que vengas, que seques mis lágrimas de niño moribundo. Porque frente a ti, Itachi, me siento como un infante. Tú eres mi hogar, esos escasos 15 minutos son mi motor, mi droga para subsistir en este infierno en el que los demonios me acosan incluso en sueños.
No hablamos mucho. Te cuento de forma resumida mi semana, obviando algunos detalles, como las largas noches de insomnio provocadas por tu ausencia. No te digo con cuántas personas me he acostado fingiendo que eran tú, pero estoy seguro de que sabes que algo no va bien. Cuando se trata de ti nunca nada va bien.
Me cuentas sobre tu aburrido trabajo de policía, nombras muy por encima como van los estudios y te quedas callado. Te dedicas a examinarme con aquellos ojos que a veces parecen estallar en llamas, haces que me derrita con un solo pestañeo. No puedo decirte los pensamientos obscenos que inundan mi mente en esos momentos, porque me llamarías depravado y mis adorados 15 minutos me serían arrebatados.
¿Cómo explicarte que mis demonios se van a dormir cuando llegas a casa? Me sumerges en un Nirvana que me salva de entregarme a los peores impulsos, pero ya no me son suficientes. Quiero más, Itachi, necesito más de esta droga. Necesito más hogar. Necesito más olor a alcohol y tabaco. Te necesito aquí, conmigo, en mi cama.
Se siente bien estar contigo. Tan bien... es adictivo, es mi éxtasis perfecto.
~+~
Anoche cometí un gran pecado. Soy impulsivo, lo admito, pero necesitaba que sepas lo que siento hacia ti. Soy un asco, ¿no?
Nos arruiné la vida mandándote aquel mensaje. Ya no había marcha atrás.
No mentí, hermano. Realmente te amo con cada poro. Pero ahora me doy cuenta de que fue un error decírtelo. No contestas, y sé que no lo harás. Porque sé perfectamente que tú también me amas. Me lo demostraste hace años, cuando me hiciste tuyo por primera vez y te quedaste dormido llorando contra mi pecho desnudo, implorándome perdón, diciendo que todo fue una gran equivocación.
~+~
Hoy es domingo de vuelta y tengo un ataque de nervios. No llegas a casa, ¿dónde estás?
Golpeo todo lo que encuentro en mi camino y lloro con amargura. Ha pasado una hora y no tengo noticias de ti. No contestas mis llamadas, me desespero. ¿Por qué haces esto Itachi? ¿Es por mis sentimientos enfermizos? ¿Por mis malas conductas? Haré lo que quieras, pero me voy a volver loco si no vuelves. Quizás ya lo estoy y no lo quiero aceptar.
¿Y si conociste a alguien? Eso es, te enamoraste. Encontraste a alguien más importante que yo y me remplazaste. Duele. Duele en el pecho, justo donde está el corazón. Me duele todo. No puedo respirar. Estoy tirado en el suelo hiperventilándome, y tú todavía no llegas. ¿Qué clase de hermano mayor abandona a su hermano asmático? Esto no es bueno, mi querido redentor, estoy agonizando, y estoy seguro de que esta vez no me darás mi hermoso remedio de 15 minutos.