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La mejor razón por Hiyu

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Notas del capitulo:

Ninguno de los personajes que se mencionan me pertenecen. 

Una de las cosas que más detestaba Satoshi era el cigarrillo, pero cada vez que salía al balcón del edificio, llevaba con él una cajetilla llena. Siempre era la misma cajetilla, con la misma cantidad de cigarrillos. Sacaba uno, lo ponía en su boca y jugaba haciendo las mímicas de que lo encendía, que inspiraba de él y que luego salía humo por su boca. «¿Qué es una escena en el balcón sin un cigarrillo?», se decía cuando estaba allí.

Otra cosa que detestaba Satoshi era el bullicio urbano, pero había conseguido un departamento justo en el centro de Tokio. Vivía en el décimo tercer piso, pero detestaba las alturas. A ratos, Satoshi también detestaba estar respirando aire contaminado gracias al tubo de escape de los automóviles que pasaban como rayos allá abajo sobre la carretera. Detestaba, también a ratos, que Fukutaro fuera la única criatura con vida que tenía para conversar, pero sabía que más pronto que tarde, detestaría estar rodeado de muchas personas en una charla demasiado animada; incluso si éstas se trataban de sus amigos o su pareja. Sí, incluso a Ryo detestaba a veces; era una de las razones que no vivieran juntos a pesar de los años de relación que podían presumir.

«¿Para qué seguir viviendo en un mundo que te termina aburriendo, que terminas detestando?», se preguntaba cuando acomodaba los codos al borde del balcón y soplaba el humo imaginario de un cigarrillo comprado con sólo un fin decorativo. Entonces, miraba hacia abajo y aun con el vértigo que le producía aquello, sonreía. Haber escogido ese lugar para vivir, por lo menos por un tiempo, no había sido mala suerte o que no hubiera otras opciones. Era para tener asegurada su última opción, la altura necesaria para sentir el viento y luego nada más. Tener asegurado eso que le decía: adelante, puedes hacerlo ahora, o cuando termines tu cigarrillo, o mañana; cuando quieras, ahí está. Pero luego de la tercera mudanza, aún no tomaba ese ahora, aún no terminaba el cigarrillo y tampoco llegaba ese mañana, aunque muy cerca estaba. Cada noche, desde que llegó allí en realidad, lo consideraba terroríficamente como la única opción posible pero entonces alguien, en algún piso, se ponía a escuchar música a un volumen poco respetuoso y que más de alguien detestaba. Pero no él, no Satoshi. Era lo único que no le causaba rechazo aunque no sabría decir bien por qué ni tampoco podía pensarlo mucho pues todo se iba con la melodía; con el estruendo de las guitarras, el martilleo de la batería y ese sonido grave del bajo que tan bien sostiene lo demás, entremezclado con la voz del vocalista. Su propia voz. Sus letras, sus sueños, sus miedos, sus esperanzas; todo lo que había recorrido, bueno y malo, pasaba frente a él en lo que durase la canción en turno. Y cuando esa persona terminaba de escuchar su música, Satoshi guardaba el cigarrillo nuevamente en su cajetilla, caminaba hacia el interior del departamento, echaba la cajetilla dentro del cajón de a la mesilla y luego el vocalista se tumbaba sobre la cama.

Esa era la forma en que pasaba cada noche y que no cambiaría por nada. Temería que si algo se alterase, por más pequeño que fuera, el viento no trajera consigo la mejor razón para no saltar: girugämesh.
Notas finales:

Nuevamente una idea corta, publicada por impulso. 

¡Muchas gracias por leer!


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