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De Aristocracia y Otras Estupideces. por Menz

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Notas del capitulo:

Hola, lo prometido es deuda.

 

!Accio Ep. #1!

-¡Excelente!- Exclamó el profesor Robbins, dirigiéndose a todos los músicos.- Maestro, espléndido arreglo.- el hombre felicitó al director de la orquesta.- Alejandra, - ahora el profesor se dirigió a ella.- estuvo bien.- ¡¡Bien?! ¡¿Solo bien?! Se había pasado dos meses rompiéndose el alma ensayando esa pieza. Era verdad que su especialidad era la guitarra, pero Robbins se empeñaba en hacerla tocar el piano y era precisamente en ese instrumento con el que el profesor quería que tocara en la presentación del día siguiente.

-Gracias, profesor.

-Una vez más.- indicó el hombre.

Ella volvió a acomodarse en el taburete y fijó su mirada en la partitura que estaba frente a sus ojos. Cuando el director dio la indicación, ella empezó a tocar. Sentía que lo hacía bien pero en todo ese tiempo, su profesor solo había pasado del “Practica más” al “bien” ¡ella quería el excelente! se concentró en lo que hacía.

Una hora después salía de la escuela con la mochila al hombro. Se colocó bien la bufanda y el gorro pues el frío estaba de la chingada. Miró su reloj antes de guardar sus manos en los bolsillos de su chaqueta y caminar a la estación de metro más cercana.

-¡Hey, Ale!-  Dos chicas castañas y un chico rubio, que cursaban estudios de teatro se acercaron a ella.

-Hola.- su voz sonó algo apagada debido a la bufanda.

-¿Irás a la fiesta después de la presentación?- Le preguntó James.

-Supongo que sí.- Respondió encogiéndose de hombros.

-¿En serio?- exclamó contrariada Andrea.

-Eh… sí, ¿por qué?- ¿Era malo que fuera?

-¡Paga, perra!- Le exigió Megan a Andrea.

-¡Explíquenme!- Pidió mientras sus amigas forcejeaban y James se partía de risa.

-¡Suéltame!- Andrea se defendía de la emboscada de Megan, quien intentaba quitarla la mochila y le jaloneaba su cabello.

-Verás, -dijo James observando divertido a sus amigas.- ellas apostaron sobre si irías o no a la fiesta. Andrea dijo que seguramente después de la presentación correrías a tu departamento para hacer una video-llamada con tu novia y Megan apostó a que esta vez te portarías como una persona sociable y nos acompañarías.

-¿y tú que apostaste?

-Yo solo apuesto en Las Vegas.- Respondió el chico con ese inconfundible acento inglés.

-Oh, claro. Olvidaba que eres primo de la reina Isabel. Tú vas a lo grande.- Se burló de su amigo.

-Cállate.- James la empujó juguetonamente. Se quedaron parados un momento observando a las chicas que ya se aventaban patadas.

-¡Oigan! ¿No sería mejor esperar a la fiesta? Porque ahora digo que sí, pero que tal si a la hora no voy.- Dijo para picar más a sus amigas.

-¡¿Ves?!- Bramó Andrea antes de saltar de nuevo sobre Megan.

-Te gusta ver arder el mundo…- dijo divertido James.

-No puedo evitarlo.

-¿Vamos a comer algo?

-¿Ahora?

-¡No, que va! ¡El año próximo!- Ironizó su amigo.

-Pues contigo nunca se sabe.

-Si. Ahora, tarada.

-Uy, lo siento James. Es que…

-¡Tienes videollamada!- Exclamaron las chicas sin dejar de madrearse.

-¡Pues no! Cristina estará en lo del campeonato hoy.- comentó para defenderse ¡no era una asocial!

-¿Entonces?- James quería una explicación.

-Quedé de tomar un café con mi amigo Drew. De hecho ya debe estar esperándome.- Volvió a mirar su reloj.

-Pues nos la debes… de nuevo.

-Si. Lo siento. Tengo que irme.

Se alejó mientras escuchaba a James intentando separar a las chicas. Esas dos estaban súper locas y les encantaba hacer alboroto por todo. Bajó rápido las escaleras de la estación del metro y corrió antes de que las puertas se cerraran. Al menos no estaba lejos de la cafetería, solo a dos estaciones. Respondió un mensaje de Drew, que ya estaba en el lugar.

Lo que había vivido esos dos meses había sido genial. Le encantaba la ciudad, le encantaba viajar en metro, le encantaba el anonimato. Observaba a una pequeña como de 2 años, sentada frente a ella en el regazo de su madre. Los ojos azules de la niña no dejaban de mirarla y le sonreía cuando ella le hacía muecas para divertirla.

Cuando la segunda estación llegó, se apresuró a bajarse. Al menos la cafetería estaba ahí, justo saliendo a la superficie. La campanilla del local sonó cuando abrió la puerta.

-Disculpa la tardanza. – Dijo saludando a su amigo con un abrazo.

-No te preocupes, me he entretenido mirando a esa chica.- el moreno movió la cabeza para indicarle en que dirección mirar. La aludida estaba en la mesa siguiente.

-Es linda.- comentó cuando se sentó frente  a Drew, dándole la espalda a la chica que si no se equivocaba, tenía rizos castaños y ojos verdes.- Pero no es mi tipo.

-Tu tipo tiene nombre y apellido.

-Si y me encanta admitirlo.

-Dos capuccinos.- Le dijo Drew a una empleada que apenas y se acercaba. La mujer giró sobre     sus talones y fue a hacer el pedido.- ¿Aun no viene a visitarte?

-No, no ha podido.- Dijo triste.- Creí que sería más fácil poder visitarnos.

-Estas en Juilliard y Cristina está por empezar con el campeonato internacional, es obvio que sería difícil. Pero no te desanimes. Su ausencia valdrá la pena.

-Sí, lo sé. Solo quisiera abrazarla y que me de calorcito. Creo que NY está siendo atacada por dementores, cada día hace más frío.

-No seas tonta, es por el otoño.- La mesera les dejó los cafés.- ¿Cómo van tus ensayos?

-Bien…- Tomó un sorbo del líquido caliente, cosa que le cayó de maravilla.- ese es el único halago que el profesor me da. “Bien”

-Es el maldito Juilliard, carajo. Que te digan “bien” es algo extraordinario teniendo en cuenta que apenas llevas dos meses ahí.

-¿Tu que sabes?

-Vivo aquí desde hace 6 años, sé lo que te digo.- Drew sonrió y luego le dirigió otra mirada a la chica castaña.- ¿Nadie de tu familia vendrá a tu presentación?

-No, no pueden.

-¿Cristina está en Los Ángeles?

-Sí, desde hace cuatro días. Dijo que intentaría venir al concierto de mañana pero me llamó para decirme que su entrenadora no le dio autorización. El campeonato empieza la próxima semana, tienen entrenamientos.

-¡Pero puedes ir a verla entonces!

-¡Tampoco! No al menos hasta en un par de semanas.

-¿Cuánto estará ahí?

-Tres semanas y cuando clasifique viajará a Inglaterra y estará ahí un mes.

-¿Y crees que clasifique?

-Por supuesto.- dijo sin asomo de duda.- Ella es genial.- el moreno miró otra vez a la chava.- ¿Quieres disimular un poco?

-No.- Contestó Drew saboreando su café.- En verdad es linda, aunque… creo que te está mirando a ti.

-No me interesa.- ella también dio un sorbo.

-Vamos, a mi no me engañes. Llevas dos meses sin estar con nadie.

-Y puedo seguir así el tiempo necesario hasta que mi novia esté a mi lado.

-Yo no le diría a nadie…- susurró su amigo.

-¿Por qué no le hablas tú?

-Porque a mi no me mira.- respondió el chico esbozando una sonrisa.

-Pues que mala suerte para ti. ¿Irás a mi concierto mañana?- Prefirió cambiar de tema.

-Claro.

-Después habrá una fiesta, ¿Vamos?- No quería ir sola.

-¿Irán chicas lindas?

-Claro. Pura artista.

-Las artistas son ardientes.- Ese Drew nunca cambiaría.

-Así como yo.

-Eso no lo sé y tampoco me interesa averiguarlo.- Dijo su amigo exagerando un tono de asco.

 

Estuvieron platicando como una hora más, hasta que el moreno dijo que tenía que marcharse así que pagaron la cuenta y se despidieron en la puerta del local. Drew silbó para parar a un taxi amarillo que pasaba por ahí. Su departamento estaba en un edificio situado a tres esquinas de ahí, así que decidió caminar. Era ya media tarde y pensó que sería buena idea pasar a comprar pasta de dientes y jabón, así que se metió a una tienda. Al hacerlo, miró por el rabillo del ojo la silueta de una mujer que caminaba detrás de ella.

Buscó entre los pasillos las cosas que hacían falta en su departamento y compro algo de comida chatarra. Pagó y cuando salió de nuevo a la calle, la brisa fría se había intensificado. Sentía su cara helada. Se cubrió bien con la bufanda y caminó lo más a prisa que podía. Ya quería sentir el calor de su departamento. Fue entonces cuando se percató de que alguien caminaba igualmente a prisa detrás de ella. Giró levemente la cara y si, efectivamente alguien la seguía. Dobló por un callejón esperando… Cuando la mujer dobló en la esquina, se topó cara a cara con ella. La jaló del abrigo que traía y la acorralo contra la pared.

-¿Por qué estás siguiéndome?- Preguntó enfadada.  Entonces la poca luz del sol que quedaba le dejó ver el rostro de la chica, que era la misma que estaba detrás de ella en la cafetería. La observó en silencio unos segundos con la respiración agitada. La mirada y la sonrisa de esa chica la atrajeron como imán y lo único que pudo hacer fue besarla. Atrapó esos labios primero con temor de que se tratara de un sueño o una alucinación. Sintió las manos de la rubia tomarla del rostro y corresponder el beso con el mismo temor, rosando suavemente sus labios. Después de unos segundos se separó unos centímetros de la chica y le tocó el cabello, sonriéndole. Jaló las hebras de pelo rubio tras descubrir lo que en verdad era: una peluca. El color azabache surgió entonces…- Cristi…- dijo con la voz ahogada.

-Hola, mi amor.- Cristina le sonrió, con los ojos con rastro de lágrimas.

-Cristi.- volvió a decir para convencerse a sí misma de que eso era real. La azabache la abrazó fuerte, buscando su boca de nuevo. Ese beso fue diferente al primero. Dejó que la desesperación que había  sentido las últimas semanas por no tenerla cerca, desapareciera con ese beso. Su novia le mordía juguetonamente los labios y soltaba risitas.

-Aquí estoy amor.- Se mantuvieron abrazadas hasta que el tiempo se volvió irrelevante.

-Tus ojos… son…

-Pupilentes.- Terminó la chica sacando una cajita de su chamarra y quitándose los lentes con cuidado para guardarlos. Fue entonces que pudo ver de nuevo la mirada gris de su novia.

-Pero, ¿por qué?

-Quería darte una sorpresa.

-Creí que querías asaltarme.- Su novia soltó una carcajada.

-¿Y  pensando eso me encaraste?

-Me pareció que eras la misma chica de la cafetería y pues… no parecías muy peligrosa.

-En eso te equivocas. Soy muy peligrosa.- Cristina la sujetó de los hombros y cambió de posición con ella, empujándola contra la pared.

-Esto me gusta…

-Te diré algo, Alejandra…- La chica acercó sus labios a su oreja derecha.- tengo frío.- terminó con voz seductora. No pudo reprimir una carcajada por la broma de su novia.

-Vamos amor.- Besó la frente de Cristi y entrelazó sus dedos a los suyos, para guiarla al depa. Caminaban las últimas dos esquinas que faltaban para llegar a su destino. Ella no cabía en sí misma de tanta felicidad que sentía. No podía dejar de sonreír mientras su novia se le pegaba al brazo para refugiarse de la brisa.- ¿y tu equipaje?- se acababa de dar cuenta que Cris no traía nada con ella.

-En tu departamento.

-¿Ah?- Pero, ¿Cómo? Pensó un momento.- Drew…- Cris asintió.

-Fue mi cómplice. Él me recogió en el aeropuerto hace algunas horas y le llevó a tu departamento para que dejara mis cosas antes de ir a la cafetería.- Entraron al edificio.

-¿Y por qué el disfraz?

-Me pareció divertido.- Presionó el botón del elevador para subir al piso 7.- Pero no vayas a creer que lo que te preguntó Drew fue por petición mía, eh.

-No amor, que va. Si tú no eres celosa.- Ironizó.

-¡Te juro que no le pedí eso!- Caminaron hasta la puerta número 705. Ingresó la clave de acceso a su celular y la cerradura electrónica les cedió el paso.- ¡Por fin!- su chica entró brincando y dando vueltas.

-Esto es vida.- se sintió aliviada de abandonar la calle fría. Se quitó la chamarra y la dejó por ahí junto con su mochila.- ¿Quieres algo de comer o beber?- Cris movió la cabeza negativamente y extendió la mano para que se la sujetara. Dejó que la azabache la empujara sobre el sofá y sonrió cuando su chica se le montó.

-Te quiero a ti. Te extrañé mucho.

-Y yo a ti. No te imaginas cuánto. Me encantó esta sorpresa, me encanta tenerte aquí conmigo.- sujetó a su novia de la cintura y la tiró a un rincón del sofá.- Creí que tendrías entrenamiento este fin de semana.- Empezó a dar besitos en las mejillas de la azabache.

-Te mentí. La entrenadora dijo que nos tomáramos estos días para relajarnos. Solo nos quedan dos entrenamientos antes de iniciar las competencias.- su novia le acariciaba el cabello.

-¡Verás mi concierto mañana!- Acaba de darse cuenta de eso.

-¡Sí! – Pero la sonrisa que tenía se fue esfumando de a poco. Cris estaría ahí viéndola y escuchándola… y ella no se sentía segura de poder llegar a ese excelente.

-¿Qué pasa, amor?

-Eh…verás… Juilliard es más difícil de lo que creía.- Se sintió apenada.

-¿Por qué?- Cristina la miró con suma atención.- anda, dime.- La chica sonrió para animarla a hablar.

-Siento que no soy lo suficientemente buena.- Admitió sin mirar a su chica. Hubo algunos segundos de silencio, hasta que su novia la sujetó de las mejillas para dirigir sus ojos a los suyos.

-Estás en el mejor conservatorio de música del mundo, en el más exigente, el que tiene la tasa de ingreso más baja de todas las universidades… la gente muere por entrar a Juilliard y muy pocos logran hacerlo. Eres talentosa mi amor, eso nadie lo pone en duda. Lo que tienes que hacer es dejar de presionarte, no razones tu estancia aquí, disfrútala, siéntela. No toques para ser perfecta a los ojos de tus profesores, toca para sacar de ti todo lo que sientes. Esa es tu fortaleza Alejandra. Haz que todos escuchen lo que eres, lo que sientes.- se quedó callada pensando en que su novia tenía razón. Había pasado esos dos meses perfeccionando su técnica, queriéndola hacer impecable, esperando que sus profesores le dirigieran halagos.

-Yo… ojalá tuviera un piano aquí…- murmuró girando la cabeza por todos lados como si por arte de magia pudiera aparecerse uno en ese momento.

-Amor, tranquila.- Cristi la abrazó, invitándola a recargar la cabeza en su pecho. Se acurrucó sobre el cuerpo de su novia, abrazándola por la cintura.- Todo saldrá bien y yo te aplaudiré mucho.

-¿Y me pedirás un autógrafo después?

-Claro. Y como soy tu fan loca número uno, intentaré llevarte a la cama.

-¿Y eso tiene que ser hasta mañana?- Preguntó mirando el rostro de la chica, con la esperanza de que Cristi respondiera que no. Su novia solo sonrió y  le sostuvo la mirada.

Entonces entendió.

Escaló sobre el cuerpo de su novia, para que su rostro quedara frente al suyo. Con su mano derecha delineó el cuerpo de la azabache, con una caricia suave. Todo eso era tan irreal que no quería ser brusca y terminar despertando. Coló despacio la mano bajo la blusa de Cristina. Sí… esa era la piel de su novia… era ella… eso era cierto. Se inclinó para besar a la chica y sonrió al escuchar un suave gemido saliendo de sus labios.

Abrió la boca cuando sintió la lengua de Cris querer colarse en ella. Todo se había resumido a ese momento. Hizo a un lado al mundo y se dejó llevar por los besos y las caricias de Cristina, de la mujer que amaba con locura.

La penumbra las cobijaba y no necesitaba más sentidos, solo su tacto. No necesitaba ver el cuerpo de Cris, pues sus manos lo veían por ella. El frío que había sentido antes, ahora era remplazado por calor, un calor que se intensificaba mientras pasaban los minutos.

Levantó los brazos para que su novia le quitara la remera que traía puesta y jadeo cuando Cris encajó sus dientes en su hombro.

-Vamos a la cama.- Escuchó cerca de su oreja izquierda.

Se fueron moviendo entre las sombras, golpeando algunos muebles. Sus manos inquietas empezaron a desnudar a su novia.

-Auch.- Se quejó cuando la azabache la acorraló en el marco de la puerta de la habitación y la madera se incrustó en su columna vertebral.

-¿Te hice daño?- Preguntó agitada Cris.

-Todo bien.- Respondió antes de emboscar de nuevo la boca de la chica.

El sonido que hizo la cremallera de su pantalón cuando Cristina lo bajó la excitó más. Su novia forcejeó un momento con la prenda hasta que logró que se deslizara hasta el suelo. ¿Ah, si? Pues si Cristina le quitaba los pantalones ella no se quedaría atrás. Desabrochó el sostén de su novia y lo aventó lejos.

Pisó las puntas de su pantalón para poner liberar sus pies de ellos y sujetó la cintura de Cristina para guiarla, entre besos, hasta el colchón. Una vez que Cris estuvo sobre la cama, aprovechó para quitarle también los jeans.

Las manos de la azabache le rodearon el cuello y se dejó llevar por la chica, recostándose sobre ella y volviendo a enfrascarse en una batalla de besos.

La oscuridad desprendía sonidos de besos húmedos, de jadeos ahogados, de dos cuerpos entregados al amor, a la pasión.

Cristina giró sobre ella y eligió su cuello como nuevo punto de ataque. Se dejó hacer por las caricias de la chica. La volvía loca sentir sus pechos restregándose en ella, su hermoso cabello cayendo como cascada sobre su rostro, causándole un cosquilleo conocido ya.

Se sentó en el colchón haciendo que Cristina se montara en ella y buscó sin demora sus senos: Los acaricio y luego se dedicó a besarlos y a jugar con sus pezones.

-Ale… amor…-  La azabache le tomó una mano y la condujo hasta su entrepierna, haciendo que la colara entre su panteleta. Entonces pudo sentir cuan excitada estaba su chica. Tenía abundante flujo mojándole la zona genital y las piernas.

-Cristi.- Su voz le temblada, excitada.  Unió su boca a la de Cristina al mismo tiempo que la penetraba. La azabache la tomó de las mejillas y apagó sus jadeos con ese beso, dejándola explorar dentro de ella…

La noche apenas comenzaba.

 

 

Abrió los ojos y en un segundo todas las imágenes del día anterior golpearon su cabeza. Se movió entre las cobijas y  se incorporó sobre sus codos al escuchar música y sentir un olor delicioso entrando por la puerta.

Se levantó de la cama y la observó. Estaba hecha trizas. Se apresuró en acomodarla tantito y se metió al baño. Sonreía como boba escuchando la voz de Cristina mientras ésta cantaba.

Cuando llegó a la cocina se quedó de pie sin hacer ruido, solo mirando la escena. Como solía hacer cuando estaban solas, Cristina solamente traía encima una de sus camisas. La chica usaba una cuchara como micrófono y se movía mientras preparaba unos huevos estrellados y tocino.  Se acercó sigilosamente y observó el tiradero que su novia tenía ahí.

-Aún tienes que aprender a mantener limpia la cocina mientras preparas la comida.- Dijo, haciendo que la azabache se sobresaltara.

-Todo buen chef deja así su cocina.

-Claro que no.- Respondió con una sonrisa retadora. La chica flexionó  los dedos, índice y medio, en una clara invitación a acercarse.

-Buenos días, mi amor.- dijo Cristi antes de darle un beso en los labios.

-Bueno días, hermosa. ¿Te ayudo?

-Saca el jugo de la nevera, por favor.- Hizo lo que su novia le decía y sirvió los vasos. Se sentó en la mesa, observando hipnotizada a la mujer frente a ella, que seguía bailando y dándole vuelta al tocino para que no se quemara.

-Recuerdo que cuando te conocí, no sabías ni ponerle mayonesa a un emparedado.

-¡Que exagerada eres! Eso sí sabía hacerlo.- Dijo ofendida Cristi apuntándole con la cuchara, como si fuera una espada.

-A que no.

-Cállate.- Pero su novia estaba sonrojada pues eso casi casi era la verdad.

La azabache sirvió el desayuno y sin duda ya estaba mejorando en eso de preparar comida. Cris la veía complacida mientras ella comía y comía. Ojalá pudiera comer así de rico todas las mañanas. Normalmente le daba mucha pereza levantarse temprano para prepararse algo y solo compraba un café rumbo a la escuela, de esos que le gustaban a su novia para recordarla hasta con ese detalle.

-Amor, esto de verdad te quedó rico.

-Gracias. Ha decir verdad eso de pasar tanto tiempo viajando ayuda bastante con eso de ser independiente.

-Me parece genial que seas independiente.- Se llevó a la boca un trozo del tocino, estaba crujiente.

-Lo dices para que te prepare de comer, ¿Verdad?

-No, como crees.- Cristi negó con la cabeza, como un gesto de resignación.

-¿Qué haremos hoy?

-Pues… Ir a la escuela, ¿quieres conocer Juilliard?

-¡Claro!

 

 

Aunque ella quería ir ya al conservatorio, Cristina le insistió en que esperaran a que fuera la hora adecuada para el concierto. La azabache le insistió en que ese día no practicara, si ya lo había hecho todos los días por semanas. Después de casi discutir con la chica, prefirió relajarse y aprovechar que estaban juntas para hacer una video-llamada a casa.

Cristina se encargó de reunir a todos los integrantes de su familia y conectarse con ellos cerca del medio día.

-¡Hola!- Saludaron en coro a la pantalla. Los condes, los enanos, Angie, Álvaro y Sebastián les respondieron.

-Que bueno verlas juntas.- Dijo Sofía con una amplia sonrisa.- ¿Qué tal el frío por ahí?

-Terrible, mamá.- Respondió Cristina.- Ayer sentía que me congelaba.

-¿Ya salieron del departamento hoy?- Quiso saber Guillermo.

-Aún no,- respondió ella.- en un rato más iremos a la escuela.

-¿A que hora es tu concierto?

-A las 7pm.

-¿Y todo bien?- Intervino Sebastián.

-Sí, eso creo. ¿Cómo estás?

-Viejo pero no tanto aún.

-¿Estás seguro de eso?- Le tomó el pelo al anciano.

-Tan seguro como que te daré un bastonazo en la cabeza cuando regreses.- Sofi soltó una carcajada.

-¿De que te ríes, enana?

-De nada.- Dijo su hermanita tapándose la boca.

-Hermana, ¿ya tuviste tiempo para… pasear?- Preguntó Memo con la mirada ansiosa.

-Ah, sí… ya.- Sabía lo que su hermano quería preguntarle. Si ya había comprado sus videojuegos.

-¿Qué se traen ustedes?- Preguntó Álvaro acercándose a la pantalla como si quisiera verle las micro expresiones para descubrir que tramaban.

-Cosa de hermanos.- Respondió tajante Memo.

-Yo también quiero saber que se traen.- Se metió Cristi.

-¡Extraño a mi hermano!- Se defendió ella.

-Te estoy vigilando, Alejandra.- Se quedó inmóvil ante la mirada de medusa de su azabache. Escuchó las risas de todos.

-¡Niñas! Las extraño.- Angie rompió el encanto.- Cristina, te necesito aquí cuanto antes. Preparar una boda es complicado.

-¿Por qué no contratas a alguien?- En cuanto terminó de preguntar eso se arrepintió. Angie tomo aire y empezó.

-Alejandra, casarse es lo más bello que le puede pasar a alguien y no dejaré que otra persona planee el día más feliz de mi vida. Quiero ser yo la que elija el más mínimo detalle, por ejemplo el color de los manteles, los centro de mesa, los pétalos que los pajes tiraran sobre la alfombra roja, la música, el grabado en la tarjeta del menú, los adornos que tendrá la calesa en la que llegaré a la iglesia…

-¡Y Álvaro, ¿Qué hará?!

-Llegar puntual.- Dijo el hombre como si fuera una frase memorizada. Y seguramente lo era. No era difícil imaginarse a su tía repitiéndole una y otra vez al hombre esa línea. Sonrió a ver a ese par. Tantos años de historia que al fin terminarían en boda. Aunque seguramente aún casados, seguirían afirmando que el otro era un odioso insoportable.

-¿Vendrán pronto?- Quiso saber.

-En eso estamos.- Respondió su papá.- Pero creo que nos veremos en Los Ángeles en la competencia de Cristina.

-¡Genial papá!

-Yo no podré ir a la primera competencia.- dijo triste.- Pero te veré en la televisión.- dijo girando la cara hacia su chica y plantándole un beso en la mejilla.

-Más te vale.- Su azabache entrelazó sus dedos.

-Sería ponernos de acuerdo.- Sugirió Sofía.- Para coincidir y pasar unos días todos juntos.

Y así quedaron. En organizarse para verse en Los Ángeles y también prometieron que irían a su concierto de fin de semestre. Era cerca de las 4pm cuando salieron del departamento. En una mano tenía la de su chica y en la otra llevaba el traje que usaría durante la presentación.

Cristina lucía feliz de caminar de nuevo por esa ciudad. Miraba por todas partes, especialmente las vitrinas de las tiendas.

-Mañana podemos salir de compras.- Dijo sabiendo que era lo que su chica quería con toda su alma.

-¡Gracias, amor! Te amo.- Exclamó eufórica su azabache aprisionándola en un abrazo. Después de viajar unos cuantos minutos en el metro y de caminar un poco más…

-¡Tadá!- Habían llegado ya al Lincoln Center, cede de Juilliard. El enorme complejo artístico era impresionante.

-Es genial que estudies aquí.

-Si, apenas puedo creerlo. Por cierto, ¿arreglaste lo de la universidad?

-Sí, en cuanto regrese me aplicarán unos exámenes y si los apruebo es como si nunca me hubiera salido de la escuela.

-Perfecto, seguro los aprobarás.

-Obvio.

-Ven por aquí  

El gran edifico lleno de ventanales estaba ahí frente a ellas. Subieron las escaleras hasta la biblioteca, donde se guardaban partituras históricas como el manuscrito de la Novena Sinfonía de Beethoven, con anotaciones de puño y letra del músico. Le explicó a su novia algunas anécdotas de todo lo que se tenía en ese lugar. Mozart, Bach y Schubert también estaban ahí.

-Amor, esto es…- Cristina miraba con respeto e incredulidad todo aquello. Ella entendía como se sentía su novia. Así se había sentido ella la primera vez que vio todo aquello. Y aun lo sentía aunque  ya lo había asimilado.

-¿Así que tu eres la famosa Cristina?- Giraron al escuchar esa voz. Dos chicas estaban de pie detrás de ellas, con los brazos cruzados y mirándolas con cara de pocos amigos.

-Sí.- Dijo firme Cris, con el ceño fruncido. Las dos chicas intercambiaron una mirada y luego…

-¡Ah!- Se le fueron encima a su novia, abrazándola como sándwich y brincando.

-¡¿Qué pasa?!- Le preguntó la azabache entre risas.

-Pasa que son un par de locas.- Megan y Andrea seguían con su escándalo.

-¡Esto es una biblioteca!- Una mujer con cara de estreñimiento salió detrás de unos anaqueles y los miró con reproche.

-Lo siento…- susurró Megan. La mujer dio media vuelta totalmente indignada pero las chicas siguieron brincando en cámara lenta.

-Ya, par de ridículas.- James apareció.- Hola Cristina.- El chico apartó a sus amigas y saludó de beso a Cris.- Me llamo James y ellas son Megan y Andrea. Somos amigos de Alejandra, que por cierto, se la pasa hablando de ti todo el tiempo. Ya hasta sé como te gusta el café, cual es tu color favorito, que talla de calzado eres, el shampoo que te gusta….

-¡No es verdad!- Se defendió pues sentía que su cara ardía.

 

Se pasaron un rato agradable en la cafetería, platicando con esos tres. Su novia y las dos chicas habían congeniado perfectamente y planeaban como irían vestidas a la fiesta. James miraba con descaro a una de las profesoras que estaba sentada una mesa mas adelante. A su amigo siempre le habían gustado las mayores. Ella soplaba su chocolate caliente para poder tomárselo sin quemarse la lengua.

A las 6pm todos fueron al auditorio. Las presentaciones en Juilliard eran constantes y esa era la primera en la que ella participaría.  James, Andrea y Megan se apresuraron a sentarse en la segunda fila, justo delante del piano y dijeron que separarían lugar para Cristina.

La azabache la acompañó al camerino que le tenían asignado. Se lavó la cara, los dientes y se desvistió para ponerse ya la ropa negra que usaría.  Estaba en silencio poniéndose el pantalón, sumida en sus pensamientos.

-¿Estás bien?- Preguntó Cristi detrás de ella.

-Sí.

-No parece.

-¿Viste la lista de invitados?- Normalmente la colocaban en la entrada del auditorio.

-No, ¿Quiénes vendrán?

-Richard Clayderman y Raúl Di´Blasio. Las dos piezas que tocaré ellos las han interpretado.- Sintió su boca reseca.

-Hey, ¿Qué pasó con la chica de la que me enamoré? Ella no le temía a nada.

-A lo mejor ella ya está madurando.- Se puso la camisola negra de mala gana.

-Entonces es mejor que no madure.- Cristina se paró frente a ella y empezó a abotonarle la ropa.- A ese escenario no subirá Alejandra San Román ni Alejandra García. Subirá una chica sin nombre, sin pasado, cuyo único motor en la vida es la música y por supuesto el amor….- La azabache sonrió y le dio un piquito.- Estaré ahí mirando a esa chica y pensando como hacer para pedirle su número telefónico e invitarla a una cita.- Abrazó la cintura de su novia.

-Eso suena bien. Gracias por estar aquí. Te amo.

-Yo te amo a ti.

Terminó de vestirse, se arregló el cabello y el rostro. El delineador negro acentuó su mirada esmeralda, haciendo de ella su rasgo más llamativo. Escuchó que alguien le gritaba detrás de la puerta que ya era hora.

Junto al escenario ya estaban algunos de los compañeros que también participarían en el concierto. Los músico  de la orquesta ya estaban tomando sus lugares y el telón estaba aún abajo.

-Debo irme.- Susurró la azabache.

-Te veo después.- Su chica la abrazó  fuerte y le estampó un beso en los labios.

-Piensa en mi, en tu mamá, en papá, en todos los que te amamos.- Asintió y observó a su chica alejarse. Respiró hondo y caminó  en círculos para relajarse.

Escuchó aplausos y miró que el telón iba subiendo ya. Una chica caminó al centro del escenario, sujetando con fuerza su violín. Pudo ver a su novia, a sus amigos en la segunda fila y justo delante de ellos, los artistas invitados sentados junto al profesor que la evaluaría esa noche.

Uno a uno los ocho compañeros que darían recital pasaron. Ella iba al final. Cuando el número ocho terminó su actuación ella solo podía escuchar un zumbido en su cerebro. Sintió una mano empujándola hacia adelante y con paso torpe camino al centro del escenario donde un piano la esperaba ya.

La luz le daba en la cara y el aire le pesaba. Se sentó en el taburete y miró la partitura… ¿Cómo empezaba eso? Giró el rostro y se fijó en los ojos de Cristina, encontrando paz en ellos. Recordó lo que la chica le había dicho: en ese momento no era nadie, solo una chica llena de música y amor. Miró de nuevo la partitura y la imagen de su madre colocando una partitura en el pequeño piano de su departamento le llegó a la memoria. Esa fue la primera vez que vio una partitura y desde ese momento quiso aprender a leer lo que había en ella. Hizo una señal al director y éste llamó la atención de los músicos de la orquesta.

Empezó con “Claro de Luna”. Era una pieza suave y conforme avanzaba en ella sentía sus dedos más ágiles, fusionándose con el negro y el blanco de las teclas. Su corazón bombeaba impulsado por la melodía. Ya no estaba en Juilliard, ya no estaba rodeada de personas. Eran solo ella y el piano.

La música de la orquesta cobijaba lo que ella tocaba. Sonrió al sentirse en vuelta en la música, como si fuera una burbuja que la elevaba. 

Apenas la última nota sonó, el silencio reinó unos segundos en el auditorio.  Pero no era un silencio incómodo, era mas bien como si todos estuvieran con ella en ese ensueño, en esa otra dimensión. Enseguida empezó con “Corazón se niño”. No quería dejar de tocar nunca, quería vivir en ese taburete y tener por acompañante de piso a ese piano.

Sus dedos se movían con agilidad. Ni siquiera veía la partitura, solo tocaba, improvisando algunas partes, pensando en Sofi corriendo por los terrenos de la propiedad de su familia. En Memo galopando sobre el pasto, en el resto de su familia en el jardín. En Cristina. 

La pieza terminó y los aplausos estallaron. Sus dedos le picaban al sentirse separados de las teclas. Querían seguir sobre ellas.

Cristina.

Miró a su novia que estaba de pie aplaudiéndole, no le importaba ver a nadie más, solo a esa chica.

Cristina.

Sin pensar en lo que hacía, levantó una mano llamando a tres de sus compañeros, los mismos con los que a veces se ponía a tontear. Dos violinistas y un chelista, quienes entraron al escenario algo sorprendidos.

Ella volvió a sentarse al taburete e ignoró la mirada extrañada del director de orquesta, quien enseguida empezó a buscar entre sus anotaciones. Pero ya no había más partituras.  Hizo una indicación con la cabeza a sus amigos y las primeras notas de A Thousand Years empezaron a sonar.

Toda la gente  volvió a prestarles atención. Los violines y el chello se mezclaban con el piano. Giró de nuevo el rostro para sonreírle a Cristi. Eso era para ella.

Los percusionistas de la orquesta se metieron a la improvisación también, animados por el director de la orquesta. En ese momento ella supo que a eso quería dedicarse por el resto de su vida, quería estar sobre un escenario haciendo que el mundo escuchara sus composiciones. Quería llenar al mundo con su música.

Una lágrima rodó por su mejilla  cuando la música terminó y la última nota se perdió en el aire…. El sonido de los aplausos  resonó en todo el auditorio.  Acarició con ternura el piano antes de levantarse del taburete. La gente estaba de pie, aplaudiendo.

Hizo una inclinación de cabeza para agradecer a todos. Envió un beso a su novia, recibiendo otro de vuelta. Luego se dirigió al director de la orquesta para estrecharle la mano y caminó fuera del escenario. Sus compañeros se acercaron a felicitarla a ella y a los que la habían acompañado.

-Alejandra…- Robbins estaba a unos metros de ella, con el rostro serio. Esperó unos segundos  el regaño de su profesor, aunque sinceramente ya la tenía sin cuidado.- Excelente.- El hombre le dedicó media sonrisa y extendió la mano para estrecharle la suya.- Espero que el próximo concierto vuelvas a sorprenderme.

-Claro, profesor.

-Ven, te presentaré a unos amigos.

Siguió a su maestro, que la guio hasta la primera fila donde estaban los invitados especiales. Pero ella pasó de largo y abrió los brazos para recibir en ellos a Cristina. La chica dio un salto y se le colgó del cuello. Escuchó la risita de su chica y buscó sus labios para besarla.

-Ya veo porque tocó con tanta pasión.- Dijo uno de los invitados, aplaudiendo un par de veces.

 

 

 

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Algo así https://www.youtube.com/watch?v=QgaTQ5-XfMM

 

Notas finales:

Dejen Rw. 

Besos Cachondos.

!Travesura realizada!


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