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De Aristocracia y Otras Estupideces. por Menz

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Notas del capitulo:

Holaaa!

Resucité y por fin les traigo el segundo epílogo y el último. Me cuesta mucho despedirme de esta historia pero aquí me tienen, valiente y fuerte jajaja.

Muchas gracias por seguir este fic, en verdad me conmueve su apoyo y paciencia. Un beso cachondo para todas, así bien sabroso.

 

!Accio cap. final!

Tenía que admitir que estaba nerviosa, ansiosa, casi al borde de la locura. Quería salir corriendo hasta el pueblo, ida y vuelta. Mil veces.

Respiró hondo intentando controlarse.

Estaba parada frente al espejo mientras varias personas le acomodaban la ropa y el cabello, pero ella los ignoraba. Estaba sumida en sus pensamientos.

¿Cómo llegó hasta ahí? Sonrió de medio lado al saber exactamente la respuesta a eso. Amor. Vil y puro amor.

En los últimos años su carrera había despegado. Era una compositora reconocida. Su trabajo había sido premiado en diversas ocasiones. Así como daba conciertos con su guitarra, colaboraba con otros artistas componiendo para ellos o trabajando como arreglista. Podía decir que a los 27 años había logrado gran parte de sus sueños. Y en pocas horas cumpliría el más importante.

Escuchó la puerta de su habitación abrirse y Guillermo entró por ella.

-¿Me permiten unos momentos a solas con mi sobrina?- Dijo el hombre a nadie en particular, pero todos en ese cuarto se movieron de inmediato. Su papá seguía igual a pesar de estar a punto de cumplir  50 años. Llevaba un traje gris muy elegante.

-¿Qué pasa, papá?

-Cristina se marchó.

-¡¿Qué?!- ¡¿Pero qué coño?! Guillermo soltó una carcajada.

-¡Tu expresión!

-¡No juegues con eso!- Se quejó sobando el lado izquierdo de su pecho, ¡casi se le sale el corazón!

-Lo siento… es solo que…- Su papá seguía riendo.

-¡Bueno, ya!- Sentía su cara arder de vergüenza. Era obvio que Cristina no se iría, pero sus nervios la estaban matando.

-¿Todo bien?- Preguntó el conde con una mueca burlona en el rostro.

-Todo perfecto… estás muy elegante, incluso más que yo.

-No sé porque no usas la corbata o un lazo… déjame ver…- Su papá se puso a buscar entre la hilera de trajes que le habían llevado.

-No quero parecer muy formal.

-¿Formal? Cristina te matará si no luces impecable.- Le recordó su papá. Pensó entonces en lo histérica que había estado su chica los últimos meses.

-Tienes razón…- tragó en seco.

-Creo que esta servirá.- Su papá le colocó el lazo en el cuello y empezó a anudarlo. Ella se quedó quieta observando la expresión del hombre, que tenía un brillo especial en los ojos.

-¿Estás bien?

-Sí, lo estoy.- Guillermo tironeaba de la cinta.- Aunque siendo franco, tengo que decirte que esto es raro.

-Seguramente. No sabes si abrazarme o desterrarme de tu casa.

-Exactamente.- Su papá le sonrió.- Listo, ¿Qué tal?- Giró para verse en el espejo. De verdad se veía bien, con ese traje negro, el lazo y el pañuelo blancos.

-Genial.

-Eres igual de guapa que tu padre.

-Eres la personificación de la modestia. ¿Dónde están las chicas?- Se dio un último vistazo en el espejo.

-En casa, con Cristina.- Levantó una ceja al tener una idea…- No. No puedes verla.

-¡¿Porqué?! ¡Esto es tonto! ¡Llevamos casi una semana sin vernos!

-No seas impaciente. Vamos, es hora.

-¿Ya?- Miró su reloj y sintió un cosquilleo en la panza.

- ¿Estás nerviosa?

-Claro, ¿tú no?

-No.

Caminó junto a su papá sintiendo como su cuerpo se volvía más torpe con cada paso. Se mantuvo en silencio en el elevador y luego en la recepción. Esa última semana había vivido en un hotel, una idea que debía “agradecerle” a su tía Angie.

Los empleados del hotel les sonreían a su paso hasta la calle. Ahí un rolls royce  negro y una camioneta escota los esperaba.

-Buenos días, señorita.- Saludó Marcos, mientras sostenía la puerta del rolls esperando a que subieran a él.

-Buenos días.

-¿Lista para el gran día?- Quiso saber el chofer.

-Nací lista.- Bromeó. Se acomodó en el asiento y esperó a que el auto se pusiera en marcha.

Avanzaban sobre la avenida, donde muchas personas hacían bulla cuando pasaban.  Las aceras estaban llenas de gente. Ese era una fecha especial para el condado. Después de todo, no todos los días se casaba un San Román.

Y ese día se casarían dos. Ese día se casaría ella.

Miraba por la ventana devolviendo los saludos. Sin duda eso de tener una boda discreta era algo imposible dadas las circunstancias.

La comitiva se enfiló hacia el puente de salida de la ciudad, rumbo a la mansión.

-Ahora sí, habla. ¿Que sucede?- Le preguntó su papá, sentado a la derecha.

-No sé, es solo… ¿es normal estar aterrada?- Guillermo arrugó el rostro, pensativo.

-Sí. Es totalmente normal. ¿A qué le tienes miedo?

-A que no funcione, a arruinar las cosas.

-No creo que lo hagas.- Guillermo le dio unas palmaditas en la pierna.- Hace muchos años en un baile te pregunté qué sentías por Cristina, ¿recuerdas?- Ella asintió.- Los papás siempre sabemos… yo lo intuía. Notaba algo entre ustedes, no sé… El amor no se puede ocultar. Sé que han sido años difíciles para su relación pero mira a donde han llegado. Si lo que tienen no fuera lo suficientemente fuerte, hubieran fracasado en el primer obstáculo.

Eso era verdad. Después de su graduación las cosas se habían complicado  para ellas. Cristina viajaba constantemente por sus campeonatos y ella por su trabajo. Sus carreras absorbían gran parte de su tiempo y en varias ocasiones le pareció que su relación se acabaría… pero cuando se reencontraban toda la angustia de estar separadas desaparecía. Esos pocos días que pasaban juntas era una recarga de pilas para ambas. Amaba a Cristina más que a nada en el mundo. Y ahora por fin sería su esposa.

-Gracias.- Le dijo a su padre, sinceramente.- Necesitaba escuchar eso de ti.

-Siempre que lo necesites aquí estaré.- Guillermo pasó un brazo sobre sus hombros, estrechándola.

-Eres el mejor papá del mundo.

-Lo sé. Ustedes tienen mucha suerte.- Bromeó el hombre.

 

 

El camino empedrado de la propiedad apareció ante ella. Por fin habían llegado. Apenas entró se dio cuenta que su tía Angie  se había vuelto loca con la decoración. Literalmente toda la propiedad estaba cubierta de flores, ¡¿por qué tantas flores?!

-Pero, ¿Qué?

-Sabes que a tu tía le emocionan las bodas.- Su papá parecía muy divertido por su expresión.

-Mi tía enloquece con las bodas.

Varios invitados ya se encontraban ahí y al bajar del auto se dedicó a saludar a todos.

-Esto está genial.- Le comentó Lalo después de abrazarla.- ¿Verdad, amor?

-Sí. Seguramente Cristina eligió cada detalle de la decoración, no confío en tu buen gusto.- Intervino Katty, que presumía orgullosa su pancita de 6 meses de gestación. Lalito venía en camino.

-Alejandra, no creí  vivir lo suficiente para ver llegar este día.- Mimí le pellizcó los cachetes.

-Con eso de que no te decidías…- le tomó el pelo Vicho.- Cristina fue muy paciente contigo.

-No tardé tanto.

-¡Siete años!- Exclamó Lalo.- En cambio yo se lo pedí a los 8 meses de noviazgo.- Declaró el chico con tono engreído.

-Sí, porque tenías miedo de que Katty te dejara.- Respondió desafiante.- ¿Recuerdas aquella llamada tuya a mitad de la noche?

-¿Qué llamada?- Preguntó divertida su amiga.

-¡Cállate, insecta!- Lalo se le fue encima.

-¡No me despeines!  

-¡Quietos, quietos!- Vicho intentaba hacer que dejaran de darse manotazos.- ¡¿Alguna vez madurarán?!

-¡Ella empezó!

-¡Él empezó!- Gritaron a la vez.

-¡Ale!- Sintió como algo se prendía en su pierna.

-Hola Minimí.- Alzó al pequeño engendro de rizos castaños y ojos verde oscuro.

-¿Quién es esta preciosura?- Interrogó Katty, haciéndole cariñitos al pequeño.

-Es mi primo. Se llama Primogénito, tiene 5 años y es el más cool de la familia, ¿verdad, enano?

-¡Sí!

-¿Primogénito?- todos tenían cara de what? Ella soltó una carcajada

-Solo escuchen… Enano, ¿Cómo te llamas?

-¡Primogénito!

-¿Es el hijo de tu tía? ¿De verdad se llama así?- Su amiga, besuqueaba al niño.

-No.- la risa le estaba ganando.- es que cuando venía en camino su hermanita él no estaba muy contento con eso, entonces Cristina le explicó que eso no era malo y que él era el primogénito. Y yo le dije que ese era su nuevo nombre… y me creyó. ¿Te llamas Alvarito?- Interrogó al niño.

-¡No! Soy Primogénito.- respondió el pequeño con el ceño fruncido.

-¡Que mala eres!- Se quejó Katty.- ¡Y tú deja de reírte!- La chica reprendió a Lalo que estaba muerto de risa.

 

 

Siguió saludando a los invitados, con Primogénito pegado a ella. Al menos había logrado tener una boda con poca gente, pues la primera lista que les presentó Angie, ¡tenía 1600 personas! Pero después de hablar con Cristina sobre el tipo de ceremonia que querían, había depurado a la mayoría de esa lista, dejando solamente a 200 invitados. No quería que su boda fuera un acontecimiento político, no pretendía que los aristócratas que se la habían pasado tirándole mierda desde que llegó a ese lugar, compartieran ese momento con ellas. Solo quería a las personas que en verdad las estimaban y que estaban felices por los votos que harían ese día.

Así que dentro de la propiedad solo estaban su familia y amigos cercanos, la algarabía estaba fuera. En todo el condado había eventos para conmemorar ese día, pero era algo que las personas habían organizado.  La Corona no había mandado ningún representante y para ella mejor. No quería que se metieran en su boda.

-¿Qué tal los nervios?- Valeria acababa de llegar, de la mano de Darío.

-¿Nervios?- Bromeó, saludando a sus amigos.- Tengo todo bajo control.

-¿Hace cuantos días no duermes bien?- Interrogó Darío con una mirada analítica.

-Como dos semanas.- confesó enseguida. Su amigo soltó una carcajada.- Síguele, ya te veré cuando al fin te toque ponerte el lazo.

-Eh… bueno…- Darío ensanchó su sonrisa y abrazó a Valeria por atrás.

-¿Qué? ¡No! ¿Ya?- Alternaba la vista de uno a otro. La pelirroja levantó la mano y le enseñó el anillo.- ¡Wow! ¡Felicidades!- Volvió a abrazarlos.- ¿Cuándo fue?

-El fin de semana pasado. Me llevó a esquiar a Aspen y ahí me lo pidió.- Explicó su amiga.

-Vaya, que romántico.

-No más que tú. Mira que hacer un concierto en los campos Elíseos para pedirle matrimonio a Cristina…. Y dices que no te gusta llamar la atención.- Bromeó Valeria.

-Era una ocasión especial. Solo se pide matrimonio una vez en la vida…. O al menos es lo que pretendo.- Se encogió de hombros.

-¡Aquí estás!- Alguien la abrazó y la levantó del suelo.

-¡Me arrugas la ropa!- Se quejó, forcejeando para que Memo la bajara.

-Hola, chicos.- Al fin su hermanito la soltó y saludó a Valeria y a Darío.

-Hola Memo, cada día te pones más guapo.- Lanzó un halago la pelirroja.- Con razón Mariana está loquita por ti.- También saludaron a la novia de su hermano, que sonreía feliz, colgada del brazo del chico.

-Yo soy el afortunado.- Concedió Memo, mirando con admiración a Mariana. Después de tanto tiempo, seguían juntos a pesar de que habían puesto pausa a su relación cuando Memo tuvo que irse un año a estudiar a Inglaterra. Pero ahí estaban de nuevo juntos. A sus 20 años, su hermano se había convertido en un hombre apuesto, alto, con porte gallardo y sonrisa encantadora. Era muy querido en el condado y se decía que era tan honorable, respetuoso e inteligente como su padre. Y lo era. Ella estaba muy orgullosa de  su “enano”. Se había sobrepuesto de la operación y aunque aún cojeaba un poco, ahora su condición no representaba un riesgo para su salud, podía hacer lo que quisiera.

-Hola Mariana.- Le dio un beso a su cuñada.- Eres una belleza pero hoy….

-Muchas gracias. Tú te ves increíble. Cristina de desmayará cuando te vea.

-Si… hablando de eso.- Miró hacia la habitación de su chica.

-No.- Dijeron todos a la vez.

-Pero…

-Que no.- Volvieron a decir.

-No seas impaciente, la ceremonia empezará en una hora.- dijo Memo mirando su reloj.- Mientras tanto ven, quiero hablar una cosa contigo.

-De acuerdo. Primogénito, quédate con Mariana.- El enano asintió.- Con permiso, chicos.- Esperó a que Memo terminara de decirle algo a su novia y caminó junto a él a un costado del jardín. Pudo ver entonces la elegante mesa en donde firmaría el acta de matrimonio y el arco de flores detrás de ella. ¡¿Por qué tantas flores?!- ¿Que pasa?

-Verás, Cristina y yo discutimos hace unos días por la luna de miel.

-¿Qué tiene de malo?

-¡Pues que ella es una controladora!

-¿Y te acabas de dar cuenta?- Bromeó.- Explícate que no te entiendo.

-Me dijiste que la luna de miel sería de cuatro semanas, ¿no?

-Si… ¿Y?

-Pues que Cristina tiene programada una reunión con el consejo directivo en 18 días.

-Pero tú te harías cargo de eso, ¿no?

-Eso creí. Pero hace unos días estábamos revisando la documentación y me dijo que ella la presidiría, que adelantaría su regreso para esa fecha y luego retomaría el viaje.

-¡A mi no me ha dicho nada!- ¡¿Qué le pasa a Cristina?!

-Nos peleamos horrible. Yo le reclamé que no confiara en mi lo suficiente como para hacerme cargo de la empresa y ella me dijo que quería estar presente por si algo se complicaba… y así nos la pasamos peleando por casi una hora, hasta que al final ella me reclamó por haber roto su oso de felpa cuando éramos pequeños.

-Rayos… estas semanas ha estado… algo…

-¿Loca? ¿Histérica? ¿Fuera de sí?

-Estresada.

-¡Es una loca!

-Bueno si,- aceptó.- pero es mi loca. Mira, por nada del mundo interrumpiré el viaje y menos por una cochina reunión.

-Que papá nunca te escuche hablar así de su amada empresa.- bromeó su hermano.

-Me daría un sermón de tres horas. Cris confía mucho en ti, solo que ya sabes como es. Se preocupa demasiado, siente que tiene que estar para controlar las cosas por si algo sale mal. Además que desde que tomó posesión como presidenta de Grupo San Román ha estado más perfeccionista de lo normal… y si a eso le sumas los preparativos de la boda pues… No te preocupes, tendrás mucho trabajo estas semanas y yo estaré feliz de la vida con mi esposa, lejos de aquí.

-Eso espero. Te lo dije porque no quiero que te tome desprevenida la situación. Aunque…. Estoy seguro de que tienes tus trucos para mantener entretenida a mi hermana.- dijo Memo con expresión burlona.

-Infinidad de trucos.- Siguió el juego.

-Estoy muy feliz por ustedes.- Su hermano volvió a abrazarla.- Te quiero mucho, hermana.

-Y yo a ti, hermanito.

-¿Hermanito? Ya soy más alto que tú.

-Por unos centímetros nada más, no te creas tanto….- Se quedó viendo hacia un lado.- ¿Quién es ese sujeto que tiene a Sofi de la mano?- Memo miró hacia donde le indicó.

Su hermanita estaba parada junto a un chico de unos 15 años y sonreía feliz de la vida mientras el pervertido ese ¡Le tomaba la mano! ¡La mano! Sin decir una palabra, los dos caminaron hacia Sofi, que sin duda se había convertido en la adolescente más bonita del condado.

-Bueeeenas tardes.- Dijo colocando las manos en los hombros de su hermana pequeña, jalándola hacia sí para apartarla del pervertido ese.

-Ay no…- escuchó murmurar a Sofi

-¿Tu quien eres?- Preguntó aparentemente tranquila, al mocoso ese.

-Ale, por favor…- suplicó Sofi.

-Eh… yo…- El chico miraba a su hermanita y luego a ellos.- Me llamo Alfredo de Toledo. Soy primo de Darío.

-¿De Darío, eh?- Memo analizó de pies a cabeza al chico.- ¿Por qué nunca te había visto antes?

-Vivo en la capital, vine de visita unas semanas.

-¿Hace mucho se conocen?- Le preguntó a Sofi que, por la expresión que tenía, estaba a punto de darle un puñetazo.

-Nos conocimos el verano pasado en las fiestas de la capital.- respondió la chica.- ¿Puedo hablar con ustedes?- Su hermanita los jaló, apartándolos de su amigo.- ¿Qué les pasa?

-¿Qué nos pasa? ¿Qué le pasa a él que te tiene de la mano?- Le reprochó a su enana.

-¡Él me gusta!- Exclamó la chica apretando los dientes, aguantando el coraje.

-No me parece.- Objetó Memo.

-¡Tú ya andabas como bobo por Mariana a los 13 años!

-¡Eso es diferente!- Se defendió su hermano.

-¡Sí! ¡Solo míralo Sofi! ¡Tiene cara de pervertido!- Los tres miraron al aludido. Observó los lentes cuadrados del chico, su cabello perfectamente peinado, su traje impecable y sus zapatos relucientes.

-Para su información él es el mejor promedio de su internado, además de que es presidente del club de lectura y tiene bajo su cargo la revista de su colegio.

-¿Ves? ¡Es un raro! Tal vez sea un psicópata.-Le hizo ver a su hermanita.

-¡Pero si es igual de raro y nerd que tú!

-¿Quién lo invitó?- Interrogó Memo mirando al chico. Sofi bufó molesta y salió corriendo hacia el área de la alberca.- ¿Dijimos algo malo?

-Creo… creo que sí.- Observó a su hermanita desparecer.- Espera.- Dejó a Memo ahí parado y se acercó a ese tal Alfredo.

-Hola.- Saludó tímidamente el chico.

-Hola… Sofi mencionó que perteneces al club de lectura, ¿es verdad?

-Sí… desde que tengo 10 años.

-¿Y tu familia?

-Están en la capital. Yo… bueno, vine a visitar a Sofi.- Alfredo se sonrojó.- Perdón por venir a tu boda sin invitación.- Se sintió una desgraciada con su hermanita. Y sí, ese chico en realidad era un nerd.

-¿Invitación? Si eres amigo de Sofi no necesitas invitación.- Le tendió la mano al chico.- Bienvenido a Castilnovo.- Alfredo parpadeó varias veces mirándole la mano, hasta que se la estrechó.- Te estaré vigilando.- Habló amenazante.

-¿Cómo?- El chico palideció.

-Ahm… lo siento. La costumbre.- Soltó una carcajada.- Verás, Sofi es prácticamente mi hermanita y… tu sabes. Me puso algo loca verla con un chico.

-Entiendo, pero… bueno… ella es muy linda y…

Si, ya entendí Don Juan. Iré a buscarla.- Memo se acercó a ellos.

-Mi turno.- Su hermano se tronó los dedos.

-No seas tan duro, creo que es un buen chico.- Observó la mueca de disgusto de Memo y se alejó para buscar a Sofi.

Encontró a su hermanita sentada frente a la alberca, se enjugaba los ojos. Rayos. Se sentó junto a ella.

-¿Qué quieres?- La chica ni la miró. Ella la abrazó por los hombros y le beso la sien.

-Lo siento, enana.

-Eres una idiota.

-Lo sé.- Sonrió.- Soy una idiota por ti. Es solo que… eres mi hermanita, ¿Cómo esperabas que me comportara?

-Como una persona normal.- le reprochó Sofi, poniéndose de pie con los brazos cruzados.

-Sabes que no soy normal. Soy rara y nerd.- A su pesar, la chica rio.- ¿Me perdonas?- Se paró junto a su hermana.

-Yo… yo solo quiero una historia de amor como la de ustedes o como la de Memo.- Hizo voltear a su hermana para mirarla a los ojos.

-¡Y la tendrás! Eres genial, linda, inteligente, divertida. Solo que… eres mi pequeña hermana, me cuesta verte como una jovencita capaz de enamorarse y andar por ahí de la mano con algún chico. Te miro y aun veo a esa pequeña que me pedía que la cargara de caballito hasta su habitación.

-Eso aún puedes hacerlo.- Sofi la abrazó.

-Te amo, enana.

-Y yo a ti, hermana.- Sí, desde hacía un año que Sofi conocía la verdad sobre quien era ella. Eso las había unido aún más, si es que eso era posible. Adoraba a su hermanita pero también debía admitir que el tiempo había pasado y que así como ella había crecido y se había enamorado, pronto le tocaría el turno a Sofi de tener su primer amor.

-Vamos, tu amigo te está esperando.

Así que regresaron hasta donde se encontraban todos. Ahí estaba Memo, abrazando a Alfredo como si fueran amigos de toda la vida y muriendo de risa junto a Mariana, Valeria y Darío.

-Iré con ellos.- Le dijo Sofi, visiblemente aliviada de ver la actitud de Memo.

-Claro, yo saludaré a mis amigos.

-Ale…- Sofi llamó su atención.

-¿Si?- Su hermanita le beso la mejilla.

-Gracias, loca.

-Ya vete antes de que me arrepienta.- Observó a su hermanita acercarse a Alfredo y colgarse de su brazo. Sonrió y negó con la cabeza. Ahora sí caminó hasta sus amigos.

-¡Ahí esta!- Nico la abrazó con ganas, haciéndole crujir las costillas.

-Hola a todos, gracias por venir.- Saludó a Nat y a Lisa con un beso a cada una. En esos años, Natalia se había civilizado un poco ya que desde que se habían vuelto famosos, muchas personas se acercaban a ella por autógrafos y ni modo que las golpeara a todas.

Sus amigos colaboraban con ella en sus giras y debía admitir que le fascinaba trabajar con ellos. Nico era el más “guapo y solicitado” ya que al ser el único soltero, andaba de coqueto con todas. Ahora su amigo era soltero por elección, ya que decía que así podía andar con todas sin tener remordimientos de conciencia. Aunque ella estaba segura de que Nico esperaba a esa chica especial y por eso no se precipitaba.

-La decoración está súper linda.- Observó Lisa.

-Sí. Aunque eso de tener tantas flores…- ¿Cuántas flores habían traído para decorar la mansión?

-¿Y se marcharán hoy de viaje?- Quiso saber Natalia mientras le acomodaba un mechón de cabello a su novia.

-No. Hoy nos quedaremos en una suite en nuestro hotel y saldremos mañana temprano a París.

-¿Ahí será la primera parada? Creí que irían a Grecia primero.- Interrogó Lisa.

-No… París tiene un significado especial, ahí le pedí matrimonio otra vez.

-¿Otra vez?- Nico parecía confundido.

-Si, verás… Antes de que me fuera A Juilliard nos habíamos comprometido a que cuando termináramos las carreras y nos sintiéramos estables en nuestros trabajos, nos casaríamos. Y en París fue la confirmación de ese deseo, sentí que era el momento de realizar ese sueño y quería pedírselo de forma linda.

-¡Y mira que lo fue! Ahora Lisa querrá  una pedida espectacular, ¡por tu culpa!- Natalia la golpeó.

-Tendrás que esforzarte mucho, amor.- La rubia besó a su chica.

-Con permiso…- Nico parecía no haber escuchado nada de los último dicho en esa conversación, caminó con paso seguro hasta una de las damas de la boda y empezó a charlar con ella.

-Cristina creó un monstruo.- Murmuró Nat. Y era verdad. Desde que Cris había asesorado a Nico sobre moda e imagen, el chico se había vuelto un casanova. Eso le hacía gracia. Del chico tímido ya no quedaba nada, aunque sabía que la dulzura y lealtad de Nico continuaban intactas.

-Señorita Alejandra…- Pierrot, el organizador de la boda se acercó a ella.

-¿Sí?- Nos nervios habían vuelto con solo ver al hombre.

-Es hora.- ¡¿Ya?!

-La novia bajará en diez minutos, debe colocarse en su sitio.

-Bueno chicas…- Lisa y Nat le dieron un abrazo.

-Tus últimos diez minutos de soltería.

-Pierrot hablaba por el chícharo que tenía colocado en el oído, indicando que ya la estaba llevando. Ese era el hombre que se había encargado de la boda de su tía Angie y desde entonces la mujer y él se habían vuelto “íntimas amigas”. Así que cuando su familia se enteró que la boda con Cris era inminente, Angie llamó de inmediato a Pierrot… y se volvieron locas organizando todo. Cristina y ella se sentaban a escuchar y a elegir lo que esos dos les presentaban. La decoración, la comida, los centro de mesa, la música, las invitaciones…. Nunca creyó que una boda necesitara tantos detalles.

Se hizo la tonta caminando detrás del organizador y se desvió hacia la derecha. Robó una hermosa rosa de las que había ahí y se apresuró a llegar a las criptas.

-Hola mamá.- Dijo acariciando el nombre de su madre.- Perdón por pasar tan a prisa, pero tenía que decirte que estoy feliz. Hoy es el día más importante y aterrador de mi vida.- sonrió.- Sé que estás aquí conmigo, -se tocó el corazón.- puedo sentirte.- Dejó la flor en el nicho.- ¿Sabes? Esto es gracias a ti, es gracias al consejo que recibí en ese momento tan oportuno. Si no hubiera sido así seguramente me hubiera ido y hubiera abandonado a Cristina. Gracias por darme la fuerza necesaria, por recordarme lo que soy. Y…. espero darte nietos pronto. Ojalá sean artistas como nosotras. Te amo, mamá. Te veré en mis sueños.- Se quedó unos segundos en silencia, recordando la sonrisa hermosa de Laura. Cuando giró, su padre estaba ahí.

-Yo también espero nietos artistas pronto.- Bromeó Guillermo, estrechándola en un abrazo.

-Tendré que convencer a Cristina. Ella es la mujer de negocios.- Empezaron a caminar, aunque su papá la mantuvo rodeada por los hombros.

-Estoy seguro que para formar una familia contigo, no pondrá primero el trabajo.

-¿Crees?

-Claro, ella no cometerá los mismos errores que yo. No perderá la mitad de su vida encerrada en una oficina.- Vio a Pierrot suspirar aliviado cuando la vio.

-¿Qué pasó?- Quiso saber al ver la palidez del hombre.

-Pierrot creyó que habías huido. Se pudo histérico.- Su papá contenía una carcajada.- Pero yo sabía perfectamente a donde habías ido, así que fui a buscarte.

-¡Llevamos dos minutos de retraso!- Le dijo el organizador en cuanto estuvo cerca de él.

-Pierrot…- tomó al hombre de la solapa de su saco, de manera amigable.- respira, eso… mi vida nunca ha sido a base de horarios, no esperes que mi boda sí lo sea.- Jugó con el hombre.

-¡Pero Cristina ya está por bajar!- En serio Pierrot se desmayaría.

-Mi novia me encontrará esperándola.- Aseguró.

-Iré por tu novia.- Le dijo Guillermo. Su papá la abrazó fuerte antes de ir en busca de la azabache para entregarla en el altar.

 

 

********* ******** ******** ********* **********

Miraba por la ventana de su habitación esperando el momento en que le indicaran que era hora de bajar. Se había pasado los últimos diez minutos caminando de aquí para allá totalmente nerviosa. ¿Alejandra se sentiría igual?

Podía ver a varias personas caminando por los terrenos de la propiedad pero no había señales de su castaña. La última semana no se habían visto en persona, solamente lo pudieron hacer por celular, ya que su tía Angie la convenció de que no verse los días previos a la boda aumentaría la emoción de ese día. ¡Pero ella moría por verla! Hubiera dado lo que fuera por abrazarla la noche anterior, por sentirse reconfortada en sus brazos.  Su padre había ido por su chica hacía ya bastante tiempo y no sabía nada más de él.

-Mamá, ¿has visto mi teléfono?- Preguntó buscando en su buró.

-Yo lo tengo.- intervino Angie.- No te lo daré.

-¡¿Porqué?!

-Porque seguro quieres llamarle a Alejandra y no señorita. Nada de contacto hasta que la veas en el altar.

-¡Tía! ¡Lo necesito! Yo…- sentía que el aire le faltaba.- estoy aterrada.

-Hija, tranquila.- Su madre se acercó a ella, tranquilizándola con una sonrisa.- Es normal, ¡es el día de tu boda! Toda novia siente que está apunto de desmayarse las horas antes a la ceremonia.

-¿En serio? Me siento una tonta. ¿Crees que Ale se sienta igual?- Su mamá hizo un gesto pensativo.

-Conociéndola… seguramente está histérica gritándole a tu padre.- Eso la hizo reír.

Regresó a la ventana. Su mamá tenía razón. Seguro Ale hacía horas que había perdido la cabeza. Pero también sabía que estaría de pie, esperándola con esa sonrisa encantadora… mirándola con  esos ojos que le fascinaban. Sonrió feliz de estar ahí, en ese momento. Sonrió feliz de ser quien era, de tener la familia que tenía, de tener el amor de esa chica adorable, loca y apasionada. No se imaginaba lo que sería casarse con otra persona, no se imaginaba su vida a lado de alguien que no fuera Ale.

Escuchaba las voces de su madre, su tía y el padre Sebastián detrás de ella. El cura había ido una hora antes para una última charla antes del gran momento.  La puerta se abrió y su padre hizo acto de presencia.

-¿Lista?- Le preguntó el hombre. Ella asintió.- Wow, Alejandra se quedará sin palabras cuando te vea, estás hermosa hija.- Su papá le dio un beso en la mejilla.

-Gracias, estoy muy nerviosa. ¿Cómo está ella?

-Ahora un poco tranquila. Hace rato estaba histérica.

-Te lo dije.- Declaró triunfante su mamá.

-Relájate. Han esperado este día por años, solo disfrútalo.- Su papá le ofreció el brazo galantemente. Era hora.

-Saldremos primero.- Su tía Angie y su madre la abrazaron.- ¿Va con nosotras, padre?

-Primero necesito pasar al baño.- Todos salieron dejándola a solas con su padre, a quien detuvo un momento.

-¿Pasa algo?

-Yo… gracias.- El hombre hizo un gesto de que no había comprendido bien.- Por elegir ser mi padre.

-Cristina…- Guillermo la abrazó.- Todos los días agradezco a Dios por haberte mandado a mi. Tú fuiste el motor de mi vida en cuanto supe que vendrías al mundo. Me sacaste de la tristeza en la que me encontraba.

-¿En verdad?

-Sí. Yo fui el primero que te cargó cuando naciste, incluso antes que tu madre y te juro que me vi en ti. No tienes mi sangre pero tienes mi corazón.

-Te amo, papá.- Abrazó a ese hombre que la había amado, cuidado y protegido desde siempre.

-Y yo a ti, princesa. Ahora vamos, no hagamos esperar a tu atolondrada novia.

-A tu atolondrada hija.

-Sí, bueno. Eso lo sacó de su lado materno.

Más segura de lo que se había sentido en toda la mañana, caminó hasta el jardín, tomando fuerte el brazo de su padre.

La brisa del atardecer fue reconfortante. Pierrot se acercó a ella, acomodando a las damas y a los pajes para que caminaran delante de ella. Solo ellos se encontraban por esa parte de la propiedad. Todos los invitados ya ocupaban sus lugares.

-Avancen… avancen, eso, así…- Pierrot se metía entre las filas que avanzaban, acomodando los vestidos de las damas. Luego corrió hasta ella para acomodar la cola del suyo.

Respiró hondo y sonrió pensando en que en pocos minutos vería a su castaña.

******** ******** ******** *********

 

 

-¡Estoy lista!- Angie lucía espectacular y radiante. Venía caminando junto a Sofí  y Álvaro. Su tío traía en brazos a la pequeña Amanda, de apenas ocho meses.

-Hola, bebé.- Le dio un besito a su prima en la frente.

-Alejandra, te ves increíble.- Sofía la estrechó y estampó un tierno beso en su mejilla.

-Muchas gracias. Ustedes no se quedan atrás. Lucen hermosas las dos.

-Es hora…. Es hora….- Canturreaba impaciente el asistente de Pierrot, cuya misión era llevarla a su lugar lo más pronto posible.

-Apresúrate o a este hombre le dará un infarto. – Bromeó Álvaro, feliz de la vida abrazando a su pequeña de ojos verdes.

Su madrastra/suegra caminó junto a su tío hasta la primera fila de sillas. Su tía Angie la tomó del brazo.

-¿Qué?

-¡¿Como que?! ¡Yo entraré contigo!

-¿Yo también tengo que entrar?

-¡Pues claro!

 

El cuarteto de cuerdas empezó a tocar. Estaba pasando. Era la hora.

Su corazón latía fuerte al ritmo de la música. El camino de pasto verde hasta la mesa donde una jueza estaba ya de pie, era tal vez el recorrido más importante que haría en su vida. Sintió la mano de Angie dando pequeños apretones sobre su brazo, como si  su tía sintiera los nervios que estaban a casi nada de hacerla vomitar. Los invitados la observaban. Lalo le hizo una señal de apoyo cuando pasó a su lado. El chico y su familia estaban sentados en la primera fila a la izquierda, dándoles así el lugar que se merecían. Después de todo, prácticamente también eran parte de su familia materna.

-¿Es normal sentirse así?- Susurró apenas moviendo los labios. Habían llegado junto a la pequeña mesa.

-Totalmente. Se te pasará.- Su tía se paró frente a ella y le besó la mejilla.

-¿A que hora?- Los oídos le zumbaban.

-En cuanto la veas.- La mujer le dedicó una última sonrisa y caminó hasta la primera fila para sentarse junto a Álvaro. También observó a su tío Sebastián, que estaba tomando asiento junto al resto de su familia. Sabía que el viejo había estado en la habitación de Cristina, ¿su novia estaría tan nerviosa como ella? El anciano le hizo un guiño, animándola.

 

Levantó la vista y vio movimiento. Las damas de honor caminaban haciendo dos filas. Eran muchas y aun no veía a Cristina.  Se movió impaciente y sintiendo un hormigueo en el estómago.

-Calma…- Le dijo Memo, levantando ligeramente el puño cerrado, en señal de fortaleza.

Regresó la mirada hacia la comitiva que estaba más cerca ya. La música cambió. Era hora de que entrara la novia. Todos se pusieron de pie.

Las damas caminaban por el pasillo, seguidas de Primogénito y una pequeña que le estaban haciendo de pajes.

Entonces Cristina apareció. Sonrió como nunca antes lo había hecho en la vida, mirando a esa preciosa mujer que caminaba hasta ella, del brazo de su padre, portando un hermoso vestido blanco. La chica también sonreía y la verdad ya no le importaba nada más en el mundo. Quería estar ahí por siempre viendo a su novia, viendo esos ojos grises que la habían hipnotizado desde la primera vez que los miró.

Su tía tenía razón. Ya no sentía nervios, ya no quería salir corriendo, solo quería darle el sí a Cristina. Solo quería besarla, abrazarla, hacerla suya por siempre.

No podía dejar de sonreír y al parecer tampoco su chica, que ya estaba de pie frente a ella.

-Alejandra, - empezó a decir Guillermo con la voz temblorosa, ¿su papá quería llorar?- te entrego mi mayor tesoro, seguro de que cuidarás de mi hija mejor que nadie en este mundo.- El conde depositó la mano de Cris en la suya. Ella enseguida la llevó hasta sus labios para besarla con dulzura.

-Lo haré, suegro.- Su papá hizo una expresión extraña, como si quisiera soltar una carcajada y llorar al mismo tiempo. El conde le dio un beso a ella primero y después a Cristina.

-Cuida  bien de mi hija.- Escuchó que le decía su papá a la azabache.

-Con mi vida, suegro.- Ahora sí, Guillermo rio y se fue hasta su lugar.

-Estás hermosa.- Le dijo a su novia sintiendo que esa palabra no le hacía justicia a su belleza.- Te amo.

-Te amo.-  Le dijo de vuelta su chica, siendo ella ahora la que le besó la mano.

Ahora si se fijaron en la jueza.  La mujer les sonrió antes de empezar a hablar.

-Buenas tardes a todos.- Sí, aún era de tarde. El sol se estaba poniendo.- Hoy estamos aquí para celebrar una unión entre dos personas, que han vendo de manera libre y voluntaria a reafirmar el compromiso una con la otra. El matrimonio no es solo un contrato más, es el contrato más importante que firmarán en sus vidas, es algo que no debe tomarse a la ligera y debe ser visto como un acto de amor, de fidelidad y de entrega. Hoy daré fe de la unión entre ustedes y el estado al que represento les otorgará los derechos y responsabilidades de la misma.- La jueza acomodó el acta de matrimonio frente a ellas.- Les exhorto a llevar un matrimonio basado en el respeto y la comunicación, teniendo presente siempre los motivos que las trajeron hoy hasta aquí. Ahora procederemos a recabar las firmas. Cristina, aquí por favor.- Su chica le sonrió antes de tomar el bolígrafo que le extendía la mujer. Observó a la azabache estampar su elegante firma en el documento y colocar su huella en él. 

-Si quieres huir, este es el momento.- Le dijo su chica, siendo ella ahora la que le entregaba el bolígrafo.

-Naah, aquí estoy bien.- Ahora ella hizo todo lo que le indicaba la jueza.

-Los testigos de Cristina, por favor.- Pidió la mujer, haciendo que Angie y Memo se acercaran a firmar.

Cristi y ella se mantenían  tomadas de la mano observando como ahora, Lalo y Katty firmaban como sus testigos.

-¿Aún no puedo besarte?- Le preguntó bajito a la azabache.

-Todavía.- Su aún novia apretó los labios, en señal de que todavía los tenía prohibidos. Sus testigos se sentaron. La jueza tomó de nuevo la palabra.

-Una vez recabada todas las firmas y habiendo ustedes cumplido con todos los requisitos legales, como oficial del registro civil y por el poder que el estado otorga en mi, teniendo a todas estas personas como testigos de este momento, declaro que Cristina y Alejandra San Román están legítimamente unidas en matrimonio.

Los aplausos no se hicieron esperar. Abrazó a su chica, sintiendo la suavidad de los brazos de la azabache alrededor de su cuello. ¡Lo habían hecho, se habían casado! Se separó un poco para buscar los labios de Cristina pero…

-No tan a prisa señoritas.- Su tío Sebastián se interpuso entre ellas.- Falto yo. Después podrán besarse todo lo que quieran.

-Pero…- Los presentes rieron y tomaron asiento de nuevo, mientras el anciano ocupaba el lugar de la jueza. La mujer permaneció respetuosamente a un lado.

Su tío había ofrecido darles la bendición después de la boda civil… ¡pero nadie le dijo que no podría besar a su Cristi hasta entonces! Cris le sonrió encogiéndose de hombros y se tomaron nuevamente de la mano.

-Buenas tardes, me encanta estar aquí hoy, rodeado de familia y amigos. - su tío hablaba con mucho ánimo, se notaba que estaba feliz.-  Yo conozco bien a estas dos chiquillas, conozco sus corazones y les aseguro que el mundo necesita más amor como el que ellas se tienen.  Un amor verdadero, incondicional, valiente y ¿por qué no decirlo? Divertido. Sí, el amor también debe ser divertido, alegre, feliz. La vida es un misterio que solo Dios conoce bien y estoy seguro que fue él quien puso a una en el camino de la otra, fue él quien unió sus vidas desde el momento en que nacieron. Sé que los que hoy están aquí y también los que ya no están, pero que nos miran desde el cielo, celebran su unión con sincera felicidad. Alejandra… Cristina, ustedes se complementan una a la otra de formas que la razón no podría explicar. ¿Desean decirse algo?- Observó asentir a Cristina. Giró para quedar frente a su azabache. Ésta empezó a reír nerviosa.

-Alejandra, mi amor…- Levantó dos veces las cejas en un gesto coqueto, cosa que volvió a desconcentrar a su chica, quien intentó contener la risa de nuevo.- aún recuerdo la primera vez que nos vimos, recuerdo que desde ese momento supe que podía confiarte todo lo que soy. Y no me equivoqué. A lo largo de estos años me has enseñado a amar, a sentir, a dejar de ser tan racional y a dejarme llevar por tus locuras. Gracias por eso. Gracias por darle luz a mi vida, por tantas risas, por ser una excelente compañera, amiga, cómplice… gracias por impulsarme siempre y por decirme cuando me estoy comportando como una odiosa. Prometo cuidar siempre de ti cuando enfermes, cuidar tus sueños. Prometo poner primero lo nuestro antes que cualquier otra cosa. Quiero ser la primera en escuchar tu música y ser la que te inspire a escribirla. Quiero dormir cada noche a tu lado y decirte todos los días que eres a quien más amo en la vida. Te amo Alejandra y lo haré en esta vida y en la otra.

Una lágrima rodó por la mejilla de Cristina. Tomó el rostro de su azabache y limpió con delicadeza esa lágrima. Sentía un nudo en la garganta. Acercó sus labios a la frente de Cris y la besó suavemente. El nudo se fue.

-Alejandra…- Su tío Sebastián la apresuraba. Era su turno. Sonrió y se perdió en esos ojos hermosos. ¿Qué podía decirle a esa chica? ¿Existían palabras suficientes?

-Cristi, eres lo más bonito que he visto en mi vida. Eres ese motivo que me impulsa a levantarme por las mañanas, eres en lo que pienso cuando escribo. Eres todo para mi y siento que no hay palabras que le hagan justicia a todo lo que me haces sentir. Hace siete años que te entregué mi corazón y hoy quiero prometerte que siempre lo tendrás, siempre estaré a tu lado. Siempre serás mi Cristi, esa chica que vivía bajo una máscara y que me enamoró cuando descubrí eso que se empeñaba en ocultarle al mundo.  Eres hermosa, mi amor. Por dentro y por fuera y no sabes cuánto valoro tenerte conmigo. Gracias por amarme de la forma en que lo haces. Prometo que te haré reír todos los días y te abrazaré cuando te sientas triste. Prometo prepararte el desayuno y escucharte con atención cuando estés enojada por algo. Prometo darte el mundo con un beso y ser siempre alguien de la que te sientas orgullosa. Te amo con todo mi loco corazón.- Ni ella ni Cristina podían dejar de sonreír.

-Los anillos.- Escuchó decir a su tío ¿Qué anillos? Guillermo y Sofía se acercaron, ambos sostenían una cajita con un anillo. Sebastián los bendijo.

-Son un obsequio para ustedes.- Les dijo su papá.

Sofía le entregó el anillo a Cristina. Su chica lo tomó y se lo colocó en el dedo. Su mano temblaba un poco. Ahora fue Guillermo el que le entregó el anillo para Cris. Deslizó despacio la argolla en el dedo de su chica y la observó un momento. Era su esposa. Cristina era su esposa.

Los condes tomaron asiento de nuevo.

-Chicas, - Sebastián llamó su atención.- que Dios bendiga siempre su amor y les conceda muchos años de felicidad.- El sacerdote hizo una cruz en el aire, otorgándoles la bendición.- Ahora sí Alejandra, puedes…- Pero no esperó lo demás. Besó a Cristina mientras la chica la estrechaba fuerte.- ¡¿No podías esperarte a que terminara de hablar?!

Cristi rio con su boca pegada a la suya mientras los presentes aplaudían y hacían escándalo.

Se pasaron los siguientes minutos recibiendo abrazos de parte de todos. Ella solo sonreía y miraba a Cristina, que estaba más radiante que nunca.

 

 

 

Todo estaba genial. La fiesta había comenzado. Las mesas redondas estaban cubiertas por manteles blancos y elegantes. Las luces iluminaban los alrededores y la música sonaba de fondo. Estaba sentada en la mesa dispuesta para ellas y los condes, al frente  de las demás. Cristina estaba sentada a su lado diciéndole algo a Sofía en ese momento. Tomo un bocadillo mientras su azabache reía.

-Amor…- Observó a su esposa, quien le limpió la comisura de sus labios.- listo.

-Gracias, acabo de recordar que no había probado bocado en todo el día.- Confesó.

-¿Tan nerviosa estabas?

-Más que eso. Iba a darme un ataque. Pero ahora… ya me siento mejor.- Besó la mano de su mujer.

-¿Listo, señor?- Pierrot se había acercado a su padre, quien haría el brindis de honor según lo que marcaba el protocolo. Guillermo se puso de pie y tomó el micrófono que le ofrecía uno de los ayudantes de Pierrot. Los meseros ya se habían encargado de servirles champagne a todos.

-Buenas noches a todos. Gracias por estar aquí compartiendo este día de dicha con nuestra familia. Hacía muchos años ya que en estos jardines no se celebraba una boda, -cierto, puesto que la de su tía fue en un salón del club.- desde mi propia boda con la hermosa mujer aquí a mi lado.- Guillermo dirigió un gesto galante a Sofía. Su padre pensó un momento y ensanchó su sonrisa.- Les hablaré de estas dos chicas de aquí. Verán, nunca me imaginé que un día se casarían… aunque es verdad que desde que se conocieron hubo una conexión instantánea. Confiaron una en la otra desde el principio. Recuerdo que Alejandra arrastraba a Cristina a hacer mil locuras, -los asistentes rieron.- recuerdo que las regañé varias veces y siempre se cubrían una a la otra. El amor que se tienen surgió de manera natural, pura, sin importar nada. Lucharon por estar juntas y lo lograron. Me dieron una hermosa lección de amor y sinceramente sé que mi hija no puede estar en mejores manos.- Guillermo le hizo un guiño. Le hizo gracia ese juego de palabras de su padre.- Estoy muy orgulloso de ellas, mis dos hijas. Y sé que pase lo que pase siempre se tendrán. Damas y caballeros, pónganse de pie y brindemos por esta hermosa pareja.- Todos los invitados se pararon y levantaron sus copas. Cris y ella también lo hicieron.-  Que su historia sirva de ejemplo de amor en este mundo. ¡Salud!

Cristina cruzó su brazo con el suyo y bebieron de sus copas. El champagne estaba exquisito. Tomó la mano de su azabache para llevarla a la pista. Era el momento de su primer baile. Sentía los ojos de todos puestos en ellas y las luces de la cámara iluminándolas.

-Chicas…- Se sintió gratamente complacida al ver a Nico, Lisa y Nat en el escenario, acompañados de más músicos.- Este es nuestro regalo para ustedes.

Lisa empezó tocando una melodía suave. Hizo una reverencia pidiéndole a Cristina que le concediera esa pieza, que aún no sabía cuál era. Natalia entro al quite con su violín mientras Nico hacía figuras a contratiempo con su flauta. Sus amigos habían tomado sus instrumentos favoritos, de cuando los había conocido años atrás. Entonces en un compás, todos los demás violines y chelos empezaron a sonar, dejando claro de cual canción se trataba. A Thousand Years.

Cristina la besó mientras ella la guiaba al ritmo de las notas. Ese era el momento cumbre de su vida. Nunca se había sentido tan feliz, con tantas ganas de vivir.

Y sus amigos… ¡wow! El arreglo que le habían hecho a la canción era espectacular, como si hubieran sabido lo que sentiría en ese momento y lo hubieran plasmado en la partitura.

-Tenemos compañía.- Cristina le indicó que mirara a un lado. El pequeño Primogénito bailaba con la niña que había sido paje y la verdad, no lo hacía tan mal.

Regresó a los ojos de su esposa, pensando en lo que había leído muchas veces en unos de sus libros favoritos: El amor es la magia más poderosa. Y estaba segura que  su vida a lado de Cristi estaría llena de magia.

 

 

-Espera, espera…

Estaban ya en el hotel, a punto de entrar a la suite donde pasarían su noche de bodas… si a eso se le podía llamar noche. Eran las 5 am. Se la habían pasado genial, ¡fue la mejor boda de la historia del universo! Y no lo pensaba solo porque se trató de la suya si no que… ¡woow! Traían la ropa hecha jirones por tanto baile, brinco, cantada… ¡Sí! Cristina había subido al escenario para cantar junto con ella. Fue asombroso estar ahí tocando con sus amigos y ver a Cristina subir de un brinco, ya que varios minutos antes había mandado a volar sus tacones.

-Pfff, ¿Qué haces?

-Te cargo.- Sujetó fuerte a Cristina y la cargó para entrar a la habitación.

-Eres una boba.- Cris la rodeó por el cuello, feliz de la vida en el aire.

-Es la tradición, ¿no?

-¿Desde cuando sigues las tradiciones?

-Solo por hoy, esposa.

-Que bien suena eso.- Piquito.

- ¿A dónde?

-A la recámara.

-¿Impaciente?- Le dirigió una mirada traviesa.

-Más bien con la vejiga llena.- Eso la hizo reír.

-¿Pero qué…?- Se quedó en el umbral de la puerta y bajó lentamente a Cristi.

-Creo que tía…- Estaban paradas una junto a la otra, mirando lo que había ahí.

-Sí… es una loca de las bodas.

Toda la habitación estaba llena de pequeñas velas aromáticas, ¿a que hora las encendieron?... y ¡¿Mas flores?! Pétalos por el suelo y…. La cama. Cristi la miró y empezó a reír encogiéndose de hombros.

-Creo que es un lindo detalle.

-Pero, ¿por qué tantas flores?- En serio, ¿por qué?

-Porque son lindas.- Cris la jaló al interior.- Me hubiera gustado que en nuestra primera vez hubieras llenado la habitación con ellas.

-Amor, cuando lo hicimos la primera vez prácticamente me emboscaste, ¿recuerdas?- Su azabache puso cara de culpabilidad y se abrazó a ella.

-Es que… si no te emboscaba tu jamás te hubieras decidido… y de verdad quería hacer el amor contigo.

-¿Y tienes que decirlo así con esa voz tan sensual?- Besó los labios de su hermosa esposa, apretándola contra ella, sintiendo su cuerpo alborotándose.

-Amor… necesito ir al baño.

-¿Es muy urgente?- preguntó entretenida besando el cuello de la azabache.

-Si. No tardo.- Cristi le estampó un beso en los labios y corrió.

Una vez que Cristina se metió al baño ella se deshizo del lazo, que era lo único que la acaloraba ya que su saco había desaparecido a mitad de la fiesta. Observó todo lo que les habían mandado a la habitación. Puso música en el reproductor y reviso la maleta que había enviado en la tarde a esa suite, buscando algo más cómodo.

-Genial…- sacó unas pantuflas y se sentó a quitarse los zapatos.

-Amor, ¿Me traes mi maleta?- Escuchó la voz de Cristi a través de la puerta. Hizo lo que su azabache le pedía y se la pasó. Su esposa la miraba apenas asomando la cabeza.- Qué sexys pantuflas.- Seguramente se veía ridícula con su ropa de boda y esas pantuflas.- Quédate así, yo te quito lo demás.

-Apresúrate, ya quiero hacer travesuras contigo.

Pero Cristina no se apresuró. Se tomó dos tragos más hasta que escuchó que la puerta del baño se abrió. Se quedó inmóvil cuando vio el sexy baby doll que Cris traía puesto. La azabache caminó lentamente hacia ella, con esa mirada felina que anunciaba una larga sesión de sexo. ¡Oh sí!

Sin pronunciar palabra, su mujer le quitó el vaso de la mano y se bebió el contenido de un solo trago para posteriormente entregarle sus labios en un beso húmedo e insinuante.

- Espero que estés lo suficientemente despierta y fuerte…- La azabache le tomó la mano y la llevó hasta la cama.

 

 

 

Casi dos años después…

Cortó con cuidado el plátano para echarlo al tazón con el cereal y la leche. Acomodó todo en la cocina antes de salir de ella e ir a la sala. A Cristina no le gustaba que dejara las cosas sucias, después de todo la señora de la limpieza solo iba dos veces a la semana y del resto se encargaban ellas.

Con el tazón para su esposa en una mano y la malteada para ella en la otra, caminó feliz de la vida por su departamento.

En cuanto regresaron de su luna de miel se pusieron a buscar departamento, ya que ese era uno de los sueños de Cristina: tener su propio espacio, su hogar. Y al fin se decidieron por ese. Era espacioso, con grandes ventanas en la sala y un balcón que su azabache mantenía lleno de flores. Estaba en la ciudad, ya que para Cris, era más práctico por estar cerca de la empresa y cuando ella no andaba trabajando en otra ciudad, se encerraba ahí a componer.

-Mi amor, te llegó un mensaje de Lalo.- La azabache tenía su celular en la mano.- Dice que no olvidemos  su fiesta de cumpleaños.

-Diario me manda uno de esos. Ya me cansé de decirle que sí iremos. Ten.- Le entregó el tazón a su esposa.

-Por cierto, mañana hay que pasar a recoger el regalo para nuestro ahijado.- Lalito. Se quedó de piedra.

-¿A que hora?

-Antes de ir al ginecólogo… ya te había dicho.- Cristina la miró con el ceño fruncido.- ¿Tienes algo que hacer?

-Quedé de pasar al estudio a grabar… no te preocupes, puedo pasar por el regalo camino a la empresa a recogerte.

-¿Te dará tiempo?

-Yo creo que sí.

-Alejandra, no te atrevas a llegar tarde o te mataré.- Sabía que Cristina lo decía en serio. Se inclinó hacia su esposa y le tocó la pancita.

-¿Y dejarás a este pequeño sin mi?

-Si llegas tarde por nosotros si.- Su mujer volteó el rostro, fingiendo molestia.

-Llegaré a tiempo, lo prometo.- Cristi la abrazó y le regaló un tierno beso.

-Gracias por el cereal y perdón por interrumpir tu trabajo.

-Tú nunca interrumpes.

-Te amo.

-Y yo les amo a ustedes.- Le dio un último beso a su Cristi antes regresar al taburete y sentarse frente al piano.

Tomó un sorbo de su malteada y miró a su esposa, que ya estaba concentrada leyendo de nuevo, con las piernas flexionadas hacia un lado, sobre el sofá. Miró esa pancita de cinco meses que era lo único que delataba su embarazo, ya que no había ganado mucho peso aunque el médico decía que no había de que preocuparse, esa era la complexión natural de Cristina.

Escribió sobre la partitura unas cuantas notas mientras presionaba algunas teclas del piano. Esos momentos eran sus favoritos, solo ellas ahí, compartiendo el día a día, acompañándose.

Observó una vez más a esa chica de la que se había enamorado hacía muchos años y a la que amaba cada vez más. Sonrió segura de que su vida estaba a pocos meses de cambiar, de mejorar. Deseaba tanto a ese hijo. Estaba loca por él. Su pequeña familia por fin empezaría a crecer. Ya estaba ansiosa por tener al pequeño San Román con ellas.

Cristina levantó la vista, seguramente sintiendo que la miraba.

 

El verde y el gris se encontraron…

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Esta historia ya está en wattpad, con este mismo título. Con nuevos personajes, capitulos inéditos... ya saben.

Las amooooo!

 

Larga vida al AlexCris.

Y...

!Travesura realizada!


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