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Vuelve esta noche por Versalles501

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Notas del fanfic:

¡Hola, soy una chica nueva en esto de escribir!

Mi amiga me pasó su cuenta y me está ayudando a escribir esta historia (sin que mis padres se enteren, por favor), cuando voy a su casa yo le digo cómo quiero la historia y ella la escribe. Y salió esto de tanto ver Kuroshitsuji y otras cosas raras.

Bueno, amo a EXO y a TaeMin. TaeMin siempre me ha parecido una cosita tierna así que lo uso de protagonista a él y a mi chico favorito de EXO: SuHo.

¿Una pareja poco común?

Si les gusta la fantasía y romance, lean.

Notas del capitulo:

Aquí comienza una extraña historia, con dos hermosos protagonistas y demás personajes hermosos. Los personajes van apareciendo todos hasta el final, así que nuestro SuHo aparece casi al final.

TaeMin admiraba todo a su alrededor por la ventanilla del carruaje que lo transportaba. Todo desde ahí se veía inalcanzable y lejano para él, parecía ser irreal, era un mundo al que no pertenecía. Cerró los ojos para escuchar los cascos de los caballos que tiraban de su transporte y le llevaban rumbo a Canterbury, donde iba a visitar a un familiar por encargo de sus padres. La sociedad aún era un misterio para él, igual que las relaciones con sus parientes, ¿Por qué iba a importarle? Tenía solo quince años.

-¡Tanaka, para el carruaje!-

El chofer obedeció de inmediato a las órdenes de su joven señor y se detuvo en medio del camino rural. Tae aprovechó el momento para bajar, tirando su bastón dentro para estirar los brazos libremente. Sentía como la niebla le humedecía el rostro y los cabellos rubios, como la humedad tan típica de Inglaterra se impregnaba en su traje.

-Señorito Lee, la señora me ha ordenado que no le deje bajar hasta que lleguemos- le recordó el ayudante del chofer, un muchacho joven con rostro felino llamado KiBum.

-Se me acalambran las piernas, llevo más de un par de horas sentado ahí- respondió con arrogancia, admirando el campo abierto que se extendía a ambos lados del carruaje- Además tengo hambre. Quiero almorzar aquí.-

-Entonces prepararé todo-                                                               

El rubio asintió de forma distraída. Tanaka era un hombre viejo y KiBum se encontraba ocupado, era el momento indicado para escapar.

Tae no era un chico tonto. Su madre, TaeYeon, le había enviado a visitar a su única tía, hermana de su padre. Esa mujer nunca le había agradado a ninguno de los dos, pero al tener quince años era necesario que buscara un esposo con el cual establecerse, y esa tía tenía un hijo de veinte años, más que dispuesto a contraer matrimonio con un chico o chica de buena educación. Se había negado abiertamente a cualquier tipo de relación, pero sus padres habían hecho oídos sordos.

-¿Señorito Lee? ¿Desea también que sirva el té?- murmuró el pelinegro en voz baja, sacando la delicada porcelana de un baúl.

TaeMin reaccionando de su letargo se largó a correr en campo abierto, quitándose el estorboso abrigo por el camino para tener más libertad. Escuchó un par de gritos a lo lejos y no pudo reprimir unas carcajadas. Cuando no pudo ver más por la niebla se quedó parado en medio del campo, escuchando el sonido del agua correr.

-¡TaeMin!-

Caminó con rapidez nuevamente hasta tropezar con una roca que no había visto. Se puso de pie, sintiendo de inmediato una calidez recorrerle la mano. No sintió los pasos sigilosos de KiBum al acercarse –el chico era igual a un gato- y tampoco sintió como la niebla se fue disipando para dar paso a una suave llovizna.

-¡Señorito!-

KiBum atrapó una de sus manos y comenzó a tirar de él en dirección al carruaje. Tae chilló al sentirse prisionero y forcejeó para librarse de su opresor, que cada vez lo tiraba más fuerte mientras maldecía por lo bajo.

-¡Déjame, KiBum! ¡No quiero casarme! ¡No me casaré con nadie! ¿Me oyes?- gritó con fuerza a su oído, perdiendo fuerza cuando la lluvia le había empapado la camisa y le calaba los huesos.

-Déjeme hacer mi trabajo-

Tae terminó dentro del carruaje una vez más, con KiBum vendándole la mano con los vagos conocimientos de primeros auxilios que tenía. Ahora tenía un corte, un moretón en la rodilla y probablemente un resfriado. El sirviente le miró con lástima una vez más cuando dejó uno de los baúles a los pies del joven, quien se cubría el rostro con ambas manos.

-Cámbiese por algo seco, llegaremos en una hora a casa de su tía…-

-¡No quiero ir a la casa de esa loca!-

La puerta se cerró de golpe y se retomó el rumbo. Tae se sintió tentado a abrir la puerta y lanzarse para correr, pero tenía tan mala suerte que seguramente terminaría lastimado y solo ganaría unas heridas más. Permaneció en silencio todo el camino, tampoco tenía a nadie al lado con quien hablar. No cambió de ropa, al menos si enfermaba podría quedarse en la cama por unos días sin tener que ver a nadie más.

El rubio se quedó mirando por la ventana todo el camino restante, con la mente en blanco, rondando entre la consciencia y el mundo onírico. Deseaba con todas sus fuerzas nunca llegar, o que al llegar le dijeran que la mansión entera se había quemado, que no había sobrevivientes, que ahora le sería imposible casarse con alguien. Necesitaba que le dijeran que nunca se casaría, y que si lo hacía, que fuera solo cuando lograra sentir amor por alguien.

Se quedó divagando sin darse cuenta de que el sol ya no se veía por culpa de las nubes y la incesante lluvia. El carruaje se detuvo frente a una mansión, Tae nunca sintió cómo habían pasado los minutos y es por eso que bajó confundido del coche –como si su mente estuviera cubierta por una nube de algodón gigante- y casi retrocedió de la sorpresa al ver casi a una docena de sirvientes esperándole en la enorme puerta principal de caoba oscura. Una mujer de cabellos canos sonreía en el umbral, con un llamativo vestido lila pastel.

Se aterró. Sintió como si a sus pies le salieran raíces que se enterraron en el jardín, el agua en la ropa le pareció cada vez más pesada.

-¡TaeMin, querido! ¿Estás descompuesto?- su tía se acercó corriendo a su lado con su vestido inflado- ¡Jarvis, llama al doctor enseguida! Tae, estás temblando…-

Por solo verte, vieja bruja pensó Tae apenado, intentando mantenerse en pie sin la ayuda del bastón- No me siento muy bien…-

-Tienes la ropa completamente empapada, ¡Tao, llévatelo adentro y denle un baño antes de que aparezca el doctor Kim!-

-Sí, señora-

Un joven con aspecto ojeroso, enfundado en un traje con pajarita le alzó en brazos como si se tratara de una pluma. Tae se dejó hacer por el más alto, poniendo una expresión facial de sufrimiento cuando pasaba por el lado de su alarmada tía. Realmente no se sentía tan mal, solo un poco acalorado pero más que eso era la terrible angustia lo que le tenía así.

El muchacho llamado Tao le llevó a través de un par de pasillos, subiendo las escaleras rumbo al ala Este, donde abrió una gran puerta de roble y depositó al joven encima de la cama con suma delicadeza, como si con tan solo tocarlo pudiese romperse.

-Gracias por traerme, puedo desvestirme yo solo…- murmuró en voz baja al sentir como desabrochaban sus zapatos y deslizaban sus calcetas mojadas.

-La señora me ha dejado a cargo de usted, debo de obedecer- le respondió con calma, yendo por la cremallera del pantalón corto que traía.

Las mejillas de Lee se encendieron y le apartó la mano con toda la cortesía que le fue posible. Si bien nunca se había bañado solo, él era siempre quien se quitaba la ropa, porque se sentía cohibido si alguien le observaba constantemente.

-Deja que yo me quite la ropa… Iré al baño apenas termine, por favor-

-Si el señorito lo desea así- el hombre sonrió suavemente antes de ponerse en pie e ir hacia una puerta lateral, que debía de dar a un cuarto de baño privado.

TaeMin se quitó la ropa y la lanzó por ahí. No tenía la capacidad de ordenarla con la cabeza pesándole como si su cerebro fuera de metal. Marchó a tropezones hasta el cuarto de baño, cubriéndose solo con una camisa larga hasta que el mayor terminara de llenar la enorme tina de cobre con agua caliente. El vapor que emanaba el agua comenzó a hacerle entrar en calor nuevamente, dejándole las mejillas rojas de nuevo.

-Así que te llamas Tao… ¿Qué edad tienes?- preguntó para romper el incómodo silencio.

-Diecinueve años, señor-

-¿Y cómo se comporta mi primo?- volvió a cuestionar, esta vez casi con miedo.

Tao le agarró de la mano con delicadeza para ayudarle a entrar en la tina, el joven se quitó la camisa y la lanzó al suelo para sentarse rápidamente, abrazando sus rodillas hacia su cuerpo para apresar mejor el calor en contacto con su piel.

-Pues… El señor Choi se comporta bien siempre que no llegue bebido a casa, o con alguna de esas mujeres que recoge en el camino cuando viene del pueblo. Es una persona considerada siempre que no esté enojado, pero realmente compadezco a la pobre mujer que tenga que contraer matrimonio con él-

-Gracias…-

Un chorro de agua caliente le cayó directamente en la cabeza y luego las manos grandes de Tao comenzaron a hacer masajes en su cuero cabelludo con el shampoo de rosas, lavándole el cabello con cuidado. Tae se sintió bien por primera vez en todo el día, el mayor era callado y eso le gustaba. Además parecía estar bien informado sobre todo lo que ocurría en la mansión.

-Mi nombre es Lee TaeMin, cumplí quince años en julio y mis padres me enviaron con la esperanza de que contrajera matrimonio con mi primo- dijo con sinceridad, jugando con la espuma que se formaba a su alrededor.

Miró el rostro del mayor, había oscurecido y le miraba con una profunda mezcla de culpa y tristeza. Abrió la boca para decir algo pero se lo calló, concentrándose en acariciarle la piel con la esponja y el jabón.

-Lo siento- dijo al fin.

-¿Por mí? No te preocupes, escaparé de esta casa de locos apenas tenga la oportunidad-

Pasó un rato en el agua, escuchando la vida de Tao. Era el hijo de una de las mucamas, por lo que trabajaba en el lugar desde que era pequeño, aunque las veces que Tae había ido de visita nunca le vio. Le gustaba mucho pasar el tiempo con los demás sirvientes y no imaginaba su vida de otra forma, le gustaba como era, le gustaba mucho recibir a las visitas como él.

Le sacó envuelto en una toalla larga hasta la habitación, donde esperó que el menor se pusiera la ropa interior antes de secarle el cuerpo. Su cuerpo, para Tao, era fascinante. Tenía cuerpo de adolescente, uno muy delgado y delicado como el de un pajarillo, tenía el vientre plano y la curva de una pequeña cintura. Tenía la hendidura infantil en el pecho, un aire de niño en el rostro con facciones finísimas.

-Puedes llamarme Tae y deseo que vengas todos los días a hacerme compañía- comentó el menor con voz grave luego de tener puesta la camisa de dormir.

-Haré lo que me dice. Se lo comunicaré a la señora- susurró el mayor metiéndole bajo las sábanas mientras secaba su cabello rubio platinado.

-¿TaeMinie, cariño? Llegó el doctor Kim, ¿Puede pasar?-

La voz de su tía le llevó de vuelta a la realidad y luego de decir un “Adelante” se encogió en sí mismo y se metió hasta más arriba de la cabeza bajo las frazadas. Tao reprimió una tímida risa y adoptó su postura seria, de pie al lado de la enorme cama con la toalla mojada entre las manos. El doctor hizo acto de presencia, dejando su maletín de cuero al lado de la cama. Era un hombre bajo, con una mandíbula gruesa y ojos brillantes. Examinaba el enorme bulto en la cama con una sonrisa amable.

-¿Señor TaeMin? Necesito revisarlo-

El muchacho emergió a la superficie con las mejillas rojas. El doctor sonrió aún más y con una de sus manos tocó la frente del chico, que se encogió ante su toque.

-Estás ardiendo, niño-

Antes de que pudiera decir algo su tía casi se desmayaba en los brazos de un incómodo Tao.

-TaeMin es un chico sumamente delicado, doctor Kim- su tía sollozaba casi dramáticamente- Su madre nunca me perdonará que le pase algo en mi casa, ¿Qué podemos hacer? ¿Lo llevamos a Londres?-

-No, no es necesario- se apresuró a responder el doctor- Solo es un resfriado, si lo mantiene sin tomar frío y con calor tendrá que mejorar-

-Tía, me gustaría que Tao me asistiera, necesito a alguien de mi confianza conmigo todo el tiempo- murmuró con una fingida voz débil, temblando de pies a cabeza por el frío que sentía en los pies.

-Lo que tú quieras, cariño- respondió la mujer- será mejor que descanses, Tao se quedará contigo el tiempo que quieras.-

TaeMin asintió con la cabeza y volvió a acurrucarse en las frazadas, como un gatito. El doctor Kim le miró de soslayo una vez más antes de extenderle una tarjeta, dejándola en la mesita de noche.

-Si siente un malestar no dude en llamar, me llamo Kim Jonghyun y estaré para servirle siempre que quiera-

-Gracias, doctor-

La señora Choi acompañó al doctor hasta la entrada, justo para interceptar a su hijo entrando con una de sus “amigas”, con esas a quien les metía mano hasta en público. Se besaban de una forma desenfrenada en la entrada, mientras que MinHo casi le subía en vestido frente a la incrédula mirada del doctor Jonghyun y de su propia madre, que miraba todo con profundo horror en el rostro.

-¡MinHo! Tu primo acaba de llegar-

-¿Ah?- dejó de besar a la joven de inmediato, dejando ver sus labios hinchados- ¿TaeMinie en casa? ¿Por qué?-

-Puede que sea tu prometido, para que te vayas enterando- respondió la mujer, poniendo los brazos como jarras en su cintura.

-¿Esa cabeza de hongo?-

-Sube a saludarle, está en el ala Este. Y tú, lárgate de mi casa en este instante- señalo a la chica.

La joven salió corriendo por la puerta y el doctor subió a su carruaje. El moreno miraba a su madre con el ceño fruncido de vez en cuando mientras subía por las escaleras, ¿Cómo él se iba a casar con TaeMin? Era el chiquillo con corte de hongo que recordaba, seguramente. Con una sonrisa tierna, enormes ojos azules y también con una torpeza que no tenía límites. A Tae siempre le gustó jugar con él, siempre fue muy afeminado y solía andar con una bolsa de dulces todo el día, con el rostro y labios repletos de bombones.

-¿TaeMin, puedo pasar?-

El menor se removió en las frazadas, Tao se puso de pie ya que ambos estaban acostados bajo las frazadas conversando y eso no era correcto. No era correcto que un chico con la posición de Tae compartiera cama con un simple sirviente.

-Adelante, señor Choi-

Choi MinHo entró en la habitación. Localizó a su primo en la cama, con los brazos por encima de la cabeza, durmiendo profundamente y respirando de forma acompasada. Tao observó todo en silencio, le prestó la atención a las reacciones de MinHo al ver a su nuevo amigo.

Tae no era lo que recordaba el moreno. No había un corto de hongo, sino una cascada de sedoso cabello rubio platinado, tenía la piel nívea, resaltando sus labios rosas y las largas pestañas que adornaban sus ojos cerrados. No pudo ver nada más porque el pijama cubría todo, pero aquel TaeMin no era el mismo, era un chico hermoso, con aura de ángel. Todo a su alrededor se veía muy opaco cuando estaba él en medio.

-¿E-Está dormido?- tartamudeó nervioso, sintiendo el rubor en sus mejillas.

-Sí, señor. El doctor vino a visitarlo y se ha quedado dormido por la fiebre- contestó Tao.

-¿Y tú qué haces aquí?- cuestionó, mirando al contrario.

-La señora me ha ordenado quedarme en este lugar, soy la compañía del señor TaeMin- volvió a decir con voz neutra.

El moreno asintió, disconforme. Salió de la habitación dejando al chico más alto en compañía de su futuro prometido dormido.

Tao, en cambio, escuchó en silencio hasta que no escuchó ningún ruido y volvió a la cama, contándole al menor de que trabajaba todo el año y con la paga solía darle regalos a su madre, le contó también de que nunca conoció a su padre.

A la mañana siguiente despertó con las mejillas rojas, mirando al chico durmiendo a su lado. Con una mano le acarició el cabello hasta que consiguió despertarlo. Este le regaló una sonrisa adormilada y le propuso que escogiera su ropa mientras que él se iba a asear al cuarto de servicio. Tae se acercó al armario lleno de ropa, la sacó y se lanzó nuevamente a las sábanas de seda.

-TaeMinie-

La voz ronca le alarmó, de forma rápida se cubrió con todas las frazadas y vio a su primo, mirándole con una sonrisa torcida desde el marco de la puerta.

-Buenos días- contestó desganado- ¿No te han enseñado a tocar una puerta?-

-Cálmate un poco, Tae. No te he visto desnudo ni nada- sonrió MinHo, entrando en la habitación con aire de importancia.

-Pero podría haber estado desnudo, necesito que te vayas para que vengan a vestirme- rezongó cortésmente, agarrando su flequillo largo con una pinza para poder ver con normalidad.

-Seguramente te casarás conmigo, así que tarde o temprano te veré desnudo-

-¡¡¡Tía!!!- chilló con toda la fuerza de sus pulmones.

-Maldición, cállate- le ordenó MinHo en voz baja.

-¡¡¡Tía!!!- volvió a gritar, cubriéndose el rostro con la sábana.

En un segundo apareció Tao con el cabello mojado y el traje mal puesto, y con su tía envuelta en una bata rosa de dormir. TaeMin se envolvió en la frazada y vio con la cara colorada a su tía.

-Tía, MinHo no quiere salir de mi habitación para poder vestirme- murmuró avergonzado.

-¡MinHo! Lárgate de aquí, te vienes conmigo.-

Tao entró en la habitación y apenas salió la madre con su hijo, cerró la puerta con cerrojo. El rubio se quitó las frazadas de encima y sonrió tímidamente al mayor, quien también le sonrió con timidez. Sin mucho más que decir el menor fue a asearse como todas las mañanas antes de que su ayudante le acomodara la ropa, como si fuera un muñeco.

Tae bajó al salón con unos pantalones cortos de tela un poco más debajo de la rodilla de color azul noche, al igual que la chaqueta larga del mismo, una camisa de seda adornada con un moño azul en el cuello y las calcetas blancas. Se puso los zapatos con algo de tacón y se dejó peinar, pues Tao hizo unas caras muy tiernas mientras rogaba que le dejara desenredar su cabello.

Su tía, con un enorme vestido verde le apretó las mejillas apenas le vio y le sentó a su derecha en la mesa, poniéndole un montón de comida en el plato, de esas que le era imposible tragar. Lo malo de la señora Choi, es que encontraba a Tae demasiado delgado, así que intentaba hacerle tragar tortitas, tazas de té a rebosar y frutas por montón.

-Madre, hoy llegará desde Francia mi amigo Kim Jun Myeon- dijo MinHo.

-¿Quién es ese?- murmuró su tía sin despegar la vista de su plato.

-El que vino un par de veces en verano, al que le gusta cazar…-

-Mientras no sea problemático como tú está todo bien, no quiero que TaeMinie se espante- dijo la tía con una sonrisa suave- Dime, cariño, ¿Sigues tocando el piano también como cuando eras pequeño?-

-Creo que he mejorado bastante, igual que con mi baile- respondió el menor que todo ese tiempo había estado callado.

-Entonces debes de tocar para nosotros-

-Cuando quiera, tía. Si mi disculpa.- el rubio dejó el pañuelo encima de la mesa antes de sonreírle a los presentes y ponerse de pie, haciéndole una seña disimulada a Tao para que lo siguiera hasta el salón.

El menor se sentó en uno de los sofás, recostándose en él para acercar una pequeña canasta llena de hilos de colores. Con rapidez tomó una pluma y el género blanco que reposaba en el fondo del cesto. Tao, que esa mañana tenía un aspecto mucho más parecido a un panda, miró con curiosidad las acciones del contrario, quedándose de pie tras el sofá.

-¿Qué harás, TaeMin?-

-Bordar… ¿Te gusta bordar? A mí me relaja, lo hago siempre luego del desayuno- contestó dibujando sobre la tela.

-N-No sé bordar, a los sirvientes no nos enseñan a bordar- contestó con algo de vergüenza, admirando las acciones del muchacho.

-¿Quieres aprender?-

-¿Y-Yo? N-No soy muy rápido aprendiendo cosas…- se excusó con las mejillas rojas.

-Vamos, te gustará aprender a bordar- le animó tomándole de la mano, obligándole a sentarse a su lado y mirar sus acciones.

Las manos de TaeMin eran pequeñas y ágiles, bordaban aquel botón de rosa con la maestría que adquirió en la práctica. Tao lo hacía torpemente, maldiciendo en voz baja y deshaciendo su figura para comenzar todo de nuevo continuamente, aunque el menor se mantenía animándolo.

-Haremos una almohada, así le podrás regalar a tu madre algo hecho por ti para navidad-

Pasaron un rato bordando, el rubio avanzaba tan rápido que se detenía a ayudar al mayor cuando se le acalambraban las manos. TaeMin se acostumbraba muy bien a la presencia del mayor, le gustaba pasar tiempo con él, era como tener un amigo. El único “amigo” que tenía era KiBum, pero este nunca se acostumbró a llamarle por su nombre, y siempre ponía el deber primero. Además seguía muy resentido con él por haberle detenido en su huida.

-Nunca había tenido un amigo como tú- comentó Tao en un susurro al ver como la figura de su flor iba tomando forma.

-Yo tampoco, eres mi primer amigo.-

Los dos se sonrieron de forma radiante, el mayor se tomó la libertad de aplastarle ligeramente el sedoso cabello contra el rostro para desordenárselo.

-No es justo que seas tan bonito, te tengo envidia- confesó con una risita- Deberías hacerte más feo con la edad-

-Tú también eres bonito, pero con una belleza masculina-

-Parece que se han hecho amigos íntimos-

Tao se puso de pie como si tuviera un resorte, haciendo una ligera reverencia. Tae miró a la puerta con fastidio, viendo a su primo de pie en ella con una enorme sonrisa. Este entró en la salita con una sonrisa de superioridad y tomó asiento donde antes se encontraba Tao, tomando la mano del rubio para acariciar su dorso, probando la suavidad que le atrajo cuando le vio por primera vez dormido.

-Tao es un chico simpático, es mi amigo ahora. Le estaba enseñando a bordar- Tae soltó su mano con toda la delicadeza posible y le enseñó el bordado de Tao.

-A ti te queda mucho mejor- alagó el moreno.

-Para ser la primera vez que borda, Tao lo está haciendo muy bien- defendió Tae, haciendo enrojecer al pelinegro.

MinHo entrecerró los ojos y frunció el ceño de una manera graciosa antes de ponerse en pie, tomando la mano del rubio para que le imitara. En la puerta ahora había un muchacho desconocido, con un aire misterioso que logró poner nervioso al menor y tiñó sus pómulos de un carmesí delicioso.

-Este es el amigo del que hablé en el desayuno, Kim Jun Myeon- el nombrado se quitó el sombrero de copa, mirando a Tae- Jun, este es mi primito, TaeMin-

-Un placer, TaeMin-

Su voz era masculina y densa, pero no dejaba de ser agradable al escucharla. Algo se removió en el interior de Tae, pero él no supo que fue, aquella voz retumbaba en su cabeza una y otra vez, aumentando su temperatura corporal como si tuviera fiebre. Los ojos del invitado eran brillantes, castaños y penetrantes, como si buscara algo en el cuerpo del rubio, como si observara dentro de su cabeza, de sus entrañas.

Se mordió el labio inferior de forma nerviosa antes de responder.

-Es un placer conocerlo, señor Kim-

-TaeMin toca de una manera única el piano, ¿Quisieras tocar un poco, primo?- preguntó el moreno con una sonrisa, acariciando la columna de Tae para incomodarlo aún más.

-No creo que sea lo mejor, no toco muy bien- se excusó mirando a Tao, rogándole por ayuda.

-No seas modesto, querido. Ve al piano- le animó con malicia MinHo.

-Recuerda que estoy resfriado, y…-

-Dudo que llegue a tocar mal, y aunque así fuera, podría olvidar la música y solamente verlo a usted-

Los otros tres jóvenes miraron descolocados al invitado, quien mantenía una expresión indescifrable en el rostro. TaeMin no pudiendo resistirse ante el poder de aquella mirada caminó hasta el piano de cola que brillaba en un rincón, esperando que alguien pusiera sus manos en él. El rubio deslizó sus dedos con delicadeza por encima de las teclas, casi como si fuera una caricia. Poco a poco la sinfonía fue apareciendo en la habitación, siendo usada como música de fondo.

Tao fue enviado a la cocina para buscar el té, dejando muy a su pesar a su nuevo amigo solo.

-¿Qué le ha pasado en la mano?-

La voz quebró la burbuja invisible que tenía Tae a su alrededor. Miró casi con miedo al invitado, que acariciaba el piano con una de sus manos. Sus ojos azules admiraron las facciones del contrario, tenía unos labios muy bonitos, acorazonados, carmesí.

-Una tontería de camino…- susurró restándole atención.

-No tiene el aspecto de ser una tontería-

Tae dejó de tocar para examinar su mano, el corte que se extendía de un lado a otro aún con una apariencia rojiza. Se había bañado el día anterior, no tenía por qué tener una infección, así que miró al mayor con una sonrisa inocente, extendiéndole la mano lastimada para que pudiera examinarla también.

-No se ve infectada, no me obstaculiza en nada-

Hubo un brillo extraño en los ojos del contrario por un segundo mientras uno de sus gélidos dedos repasó la herida con la yema de su dedo, sin intenciones de hacerle daño. TaeMin siguió observando su rostro, aún con más curiosidad.

-Eres muy joven, ¿Verdad?- susurró el contrario, dejando la mano con delicadeza sobre el piano.

-Cumplí quince años hace cuatro meses, para mis padres es edad suficiente para buscar un esposo- el menor hizo una mueca graciosa con su rostro, que a los segundos se transformó en una nueva sonrisa- Pero no les daré en el gusto, no me casaré a menos de estar profundamente enamorado-

-Eres muy joven- afirmó el contrario con dureza.

-Entonces supongo que lo soy…- murmuró con inseguridad.

-TaeMin, Jun, vengan por una taza de té- les llamó MinHo.

TaeMin se puso de pie con timidez, sintiendo la mirada clavada en su espalda. Tao no estaba en ninguna parte pero la bandeja ya estaba ahí con la porcelana, todo servido en las tazas. El rubio fue el primero en tomar una taza de té negro, dándole un sorbo corto para mirar a los dos mayores, que le observaban casi con curiosidad.

-¿Q-Qué pasa?- dijo frunciendo el ceño.

-Me siento afortunado de estar entre la lista de tus pretendientes, TaeMin. Espero que tus padres me elijan- respondió MinHo con sinceridad, tanto que a Tae se le hizo un nudo en la boca del estómago.

-Yo no quiero casarme- se apresuró a responder.

-Tienes que casarte, Tae. Si no es conmigo te casarás con otro- cortó MinHo, mirándole con seriedad.

-Me quedaré soltero para siempre- afirmó desafiante.

-¿Quieres apostar?-

-MinHo, no lo atormentes aún, es joven- le defendió Jun, bebiendo un sorbo de su té.

-¡Tiene que aceptarlo, nos casaremos tarde o temprano, Jun!-

El rostro del menor cambió drásticamente. Sus lindas facciones se endurecieron de pronto, su boca se frunció como un pato y se puso en pie, casi tirando la loza. Sin más abandonó el salón, buscando a Tao afuera esperándolo, pero no estaba.

Entonces buscó a su tía, encontrándola en otro salón con otra mujer, contándose los chismes del día. Adoptó la postura tímida que a ella tanto le gustaba y preguntó por el mayor, a lo que ella contestó con una cálida sonrisa que había salido acompañando a su madre.

-No puede ser, todos me abandonan- gruñó subiendo las escaleras en grandes zancadas, caminando por delante de grandes puertas que parecían no ir disminuyendo con el paso de los pasillos.

Finalmente se detuvo delante un ventanal, apoyando el rostro contra él para mirar la niebla que cubría todo el jardín, como si la casa se encontrara encima de las nubes, en el cielo. Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando un aroma dulce le inundó las fosas nasales, atrapando nuevamente su cerebro con la guardia baja, atontando a sus neuronas. Una mirada se le clavó en la espalda, como quemándole. Cuando se dio la vuelta notó el rostro del chico nuevo, de Jun, observándole desde el otro lado del pasillo con una mirada encendida, una que hizo al rubio erizarse como un gato contra aquel ventanal frío.

 

 

 

 

Notas finales:

Si leyeron hasta aquí, ¡Gracias!





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