Prusia
¡Que día tan maravilloso, casi tan awesome como el gran ore-sama!
Me encontraba tomando el desayuno admirando el gran paisaje frente la ventana “Claro que merezco esta vista tan magnifica que solo mi casa tiene y admirarla todos los días, ¡Sí, así debe ser! Kesesesese~”
Era un fin de semana, podría relajarme cuanto quisiera pues ese día era de los pocos días donde mi jefe me dejaría solo; sin molestas ordenes y comentarios arrogantes. Me acerqué al buzón con una cerveza en mi mano derecha. Estaba esperando un paquete importante que había pedido hace unas semanas cuando algo dentro de la correspondencia capta mi atención; una carta. “¿Una admiradora? Kesesesese~ Nadie puede resistirse a mis encantos” Pensé, pues en la mencionada carta no decía quien la enviaba.
Entre a mi casa y me senté en mi cómodo sillón rojo. Algo en la misteriosa carta me gritaba que la abrirá pronto y leyera.
Mi emoción disminuyó al leer que provenía del señorito podrido.
Prussia:
Seré breve.
Me caso en unas semanas y aunque tu presencia no es del todo esencial, eres alguien importante para mi y para Hungría.
Asegúrate de no faltar Obaka-san
Lo demás no era importante, con tan solo esas pocas palabras algo dentro de mi logro destrozarse. “¿Qué me sucede?, ¿Debería alégrame? Ya no lo sé.”
-E-Elizabeta…- De mis labrios logro salir su nombre entre susurros. Mi garganta ardía y sentía que mi pecho se reducía cada vez más. “Kesesese~ Me alegro que sea un día libre” Y ahí permanecí, recostado en mi preciado sillón, sin poder hacer nada…
Suiza
Me encontraba frente a la puerta principal sujetando una hoja de papel la cual recibí recién, y al prestar atención, logro notar como una gota cae lentamente por mis mejillas “¿Pero que?”
-O-Onii-san…- Escuché con voz ligera a Liechtenstein a mis espaldas. Rápidamente sequé las lágrimas en mi rostro y giré para mirarla con la mejor expresión que pude encontrar en ese momento. -¿Te encuentras bien, onii-san?- Aparte la mirada y asentí a la vez en que me alejaba dejándola atrás en aquella habitación.
Andaba a paso apresurado por los jardines de mi casa. Solo pensaba en alejarme de todos lo antes posible, no me encontraba bien para hablar con alguien y mucho menos con Lili. Después de algunos momentos en mi caminata disminuí la velocidad. “Es un buen día para estar afuera” Dije para mis adentros. El cielo estaba despejado y el sol brillaba en su mejor forma.
Mis ojos comenzaron a humedecerse y podía sentir la cálida sensación de mis lágrimas cayendo sobre mi rostro.
Sonreí.
Los viejos recuerdos de la infancia volvieron todos de pronto. Y la imagen de Roderich tomándome de la mano no desaparecía, y no quería que desapareciera. “No se puede hace nada, ¿Cierto?” Una suave brisa de viento apareció afectando aún más mi estado.
-¿Es este nuestro irremediable fin, Roderich?- Me recosté sobre el suave pasto recordando a mi querido amor, inmovil, hasta que se hizo tarde.
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