Suiza
Sus hermosos ojos violetas mirándome fríamente hicieron que un pequeño rubor apareciera en mis mejillas. Todo el rostro me ardía pero era una sensación que no me molestaba en lo absoluto. Su cabello rebelde y el lunar cerca de sus labios me provocaban ansiedad. Quería abrazarlo y besarlo.
El austriaco dio algunos pasos acercándose a mi para después posar su mano suavemente sobre mi mejilla.
-¿Estas bien?- Su dulce voz no ayudo a mi situación, mi corazón estaba latiendo cada vez mas fuerte.
Fruncí el ceño.
-Claro que lo estoy ¿Q-Qué te hace pensar eso?- Intenté apartar la mirada pero eso no funciono. Roderich me tomo por el mentón obligándome a mirarlo a los ojos.
-Te extrañé.- Susurró cerca de mi oído para después depositar un delicado y dulce beso sobre mi sien.
Baje la mirada. Estaba demasiado avergonzado para mirarle pero debía decirle algo, esta vez debía hacerlo.
Siempre que estábamos en una situación parecida yo me quedaba helado sin decir una palabra pero esta vez sería diferente. Tenía que serlo.
-Y-yo también- Logré decir entre tartamudeos y susurros. Mi voz sonó tan suave que no estaba seguro si logró escucharla.
Al levantar un poco la mirada, me doy cuenta de su expresión; estaba asombrado aunque no paso mucho antes de que una sonrisa se apoderara de su rostro.
-¿Qué es ese cambio de expresión tan repentino?- Dije un poco enfadado. “No se supone que reaccionarias así”.
Siento como sus brazos me rodean por la cintura abrazándome.
Con una increíble rapidez juntó sus labios con los míos formando un beso tan repentino que no me dio tiempo ni de cerrar los ojos o disfrutar aquella escena tan linda. Comenzó a avanzar a pasos apresurados sin dejar de abrazarme y besarme hasta que topó con alguna pared. Estábamos solos en aquella fría y gran habitación. Ya era tarde y no tardarían demasiado en comenzar a buscarnos pero eso no nos importó.
El peli-negro pasó su mano por entre mi camisa tocando suavemente todo mi abdomen y besándome el cuello con ferocidad provocando que algunos gemidos escaparan de mi.
-R-Roderich, no… no podemos…- Mi razonamiento me pedía que lo detuviera. Alguien podría entrar y vernos en pleno acto en cualquier momento. Estábamos solos en la habitación, si, pero no solos en la casa.
A pesar de mis advertencias, el austriaco prosiguió a desabrochar mi camisa botón por botón, lentamente a la vez que me besaba.
Lo tome por la cabeza acariciando aquel cabello tan rebelde que me volvía loco.
Después de quitarme la estorbosa camisa nos miramos por un rato a los ojos.
-No me importa que nos vean. Solo me importas tú, Vash.- Mi rostro se volvió colorado rápidamente al escuchar aquello.
Sonreí y volví a besarlo.
* * * * *
Desperté con un terrible dolor de cabeza. Me encontraba en mi habitación completamente solo. “Un recuerdo, ¿Eh?” Sonreí y algunas lágrimas brotaron. Recordé la carta. Mi único amor se casaba y yo no podría hacer nada para evitarlo.
-De verdad te extraño…- La melancolía en mis palabras me impresionó pero era verdad. Tenía que verlo, tenía que decirle algo, tenía que impedir esa inesperada boda.
-O-Onii-san, ¿Extrañas a alguien?- El rostro de Lili estaba ruborizado y su mirada estaba por los suelos. Se encontraba sentada cerca de la ventana de mi habitación.
-¿Qué haces tú aquí?- No pude ocultar mi enfado. No podía creer que había entrado a mi habitación sin permiso alguno, no era algo que ella solía hacer.
Su rostro cambio a uno de tristeza.
-Lo siento, estaba preocupada y por eso me quede…- Suspiré.
-No importa. Saldré de viaje y estas a cargo de la casa, espero volver pronto.-Dije restándole importancia a lo sucedido.
Tenía que ingeniar un plan para volver a ver al amor de mi vida y debía ser pronto. Estaba a punto de perder los estribos.
Prusia
“Otro lindo día, ¿Eh?” Suspiré para mis adentros. Tenía el celular en mis manos y solo hacía falta presionar un botón para llamarla.
“El gran ore-sama puede hacer lo que sea” Me preparé y con un poco de esfuerzo presioné el botón.
Beep.
Beep.
Beep.
-¿Hola?- Su voz sonaba cansada, y me causo demasiada nostalgia. -¿Hola?- Repitió después de algunos momentos sin respuesta. Las palabras no lograban salir. Lo único que escapaban eran mis lágrimas “No. El gran ore-sama nunca llora” Intentaba convencerme en vano.
-¿H-Hungría?- Mi débil voz no sonaba tan awesome como esperaba.
-Oh, Prusia. ¿Qué pasa?- Preguntó en tono amable lo cual no me ayudó en absoluto.
-Kesesese~- Me forcé a reír. –Mírate, tan débil que ahora debes casarte. Kesesese~ Yo sabía que no podría hacer mucho.- Logre escuchar algunos murmuros de enfado por parte de Elizabeta pero pronto cesaron.
-O-Oye, ¿Estas bien? Suenas… mal.- Su tono ahora era de preocupación
-¿De qué hablas? Claro que lo estoy- Afirme con seguridad pero el nudo de mi garganta solo se hacía más grande.
-¿Estás seguro?- Colgué. No podía seguir escuchándola. Eso solo hacía que mi dolor aumentara.
En cambio llamé a alguien más.
-¿Si? Diga.- Una fuerte voz se escuchaba al otro lado de la línea.
-West, Llama a mi jefe. Me tomaré el día libre.- Logré decir por fin.
-De acuerdo, pero ¿Estas bien?- Colgué de nuevo.
* * * * *