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Los sabores de la vida por Are

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Notas del fanfic:

 

Este fic ya había sido publicado bajo el título de "Amor libre" pero por equivocación lo borré y cuando quise actualizar me di cuenta. Le nuevo título es porque no me gustaba mucho el anterior y mi novio sugirió este, que me pareció muy adecuado.

Como siempre, los personajes no me pertenecen, solo los uso para escribir esta historia.

Agrio

 

Era medio día y el sol lastimaba sus ojos, para su suerte, en aquel parque había numerosos árboles distribuidos a través del terreno empastado. Se sentó bajo un frondoso árbol que no logró reconocer, nunca había puesto demasiada atención a esas cosa; cerró los ojos disfrutando del viento que chocaba contra su rostro sintiendo la frescura del día, la primavera estaba entrando y el clima era perfecto, no hacía demasiado frío ni demasiado calor.

 

Todo estaba en calma, los sonidos del jardín llegaban a sus oídos como un suave susurro, el canto de las aves y el murmullo del viento le relajaban. A lo lejos, podía escuchar a niños jugando animadamente, sus gritos y risas le indicaban que se estaban divirtiendo.

 

A su edad le parecía tan lejana la época en que él jugaba con sus amigos, pese a no ser de edad avanzada no podía recordar claramente cuando había sido la última vez que se había visto a sí mismo divertirse de aquella manera. Le parecía increíble a que sus 22 años pudiera sentirse tan viejo a pesar de no haber llegado siquiera a tener una cana.

 

Sintió un ligero golpe a su costado que le hizo abrir los ojos. Al voltear, encontró junto a su muslo una pequeña pelota de plástico amarilla que resaltaba perfectamente en lo verde del pasto. La tomó con una sola mano y la puso a la altura de sus ojos. Logró identificar dos iniciales con marcador negro que abarcaban casi toda la superficie de la esfera, al parecer, hechos por un niño debido a los imprecisos trazos.

 

Cuando volvió la mirada se encontró con una niña de ojos color verde, realmente hermosos, tanto que no pudo evitar sonrojarse. La pequeña le miraba con sus enormes cuencas verdes directo a los ojos y eso le ponía nervioso.

 

Toma– Dijo extendiendo la pequeña pelota a la niña. Ella solo miró la pequeña pieza de plástico y volvió a mirar hacia él, expectante, ¿Qué era lo que quería esa niña? – ¿Es tuya? – La pequeña negó con un movimiento de cabeza. –Entonces, ¿Se te ofrece algo? – Ella pareció meditarlo por un instante antes de negar con la cabeza. Entonces volvió a verlo.

 

Sonrió hacía él. –Todo está bien, Haru-chan.

 

 

 

 

 

El despertador sonó y abrió los ojos de golpe; sintió un escozor por la excesiva claridad que entraba repentinamente a través de la ventana. Lo único que podía escuchar era el ruido del pequeño aparato sobre la mesa de noche. Perezosamente y aun con los ojos cerrados lo apagó, acto seguido se levantó de la cama.

 

Se lavó la cara y los dientes antes de ir por la cocina. Se extrañó que no hubiera un desayuno preparado como era costumbre. Ella siempre le dejaba hecho el desayuno antes de ir a la universidad, aunque tampoco iba a hacer una tormenta por eso; él era totalmente capaz de valerse por sí mismo, siempre lo había sido; seguramente ese día se le había hecho tarde y no había podido preparar el desayuno. Solo eso.

 

Después de desayunar tomó un baño y partió a la universidad.

 

Estaba en último semestre de gastronomía, había cursado satisfactoriamente todas sus experiencias educativas, solo iba para darle seguimiento a su tesis. Había decidido tratarla sobre la elaboración del chocolate pues, aunque no era aficionado a él, sus compañeros de clases siempre insistían en que los postres le quedaban de maravilla; por tal motivo había decido que innovaría un chocolate, el mejor chocolate que pudieran probar los sinodales.

 

– ¡Haru-chan! –Escuchó que le llamaban a gritos. Apenas había volteado tenía al rubio agarrado a su cintura abrazándole.

 

–Disculpe, Haruka-senpai– Dijo sorpresivamente el de lentes apareciendo detrás el rubio, tratando de que Nagisa soltara a Haruka.

 

– ¿Qué hacen aquí?

 

– ¡Moh! Que malo Haru-chan. Venimos a visitarte y a ti te da igual– Recriminó el pequeño con un tierno puchero.

 

– No me da igual, Nagisa– Dijo con una pequeña sonrisa en el rostro. Hacía tanto que no sabía nada de ellos y le alegró ver caras conocidas. –Solo me sorprendió verlos, están muy lejos de su zona habitual.

 

–Solo tenemos el día libre ambos y Nagisa quiso venir a verlo– El rubio asintió enérgicamente a lo dicho por Rei con su habitual sonrisa en el rostro.

 

–Tenía mucho tiempo que no te vemos, Haru-chan. Además no mandas ningún tipo de mensaje– Dijo con otro puchero –Si no fuera por Gou-chan no sabríamos nada de ti.

 

La pequeña Matsuoka vivía en el departamento contiguo al de Haruka, además de que estudiaban en el mismo campus. Ella siempre salía con Nagisa cuanto tenía tiempo libre y respondía las preguntas del rubio acerca de cómo se encontraba Haruka, el rubio quería mucho a su amigo y siempre se preocupaba por él, pero el de ojos azules seguía siendo tan distante como cuando estudiaban la preparatoria.

 

Haruka sonrió, el tiempo no había pasado por el rubio. Si bien ya no era tan pequeño como cuando iban en Iwatobi, todavía era el más bajo de estatura, además de que su personalidad y carácter estaban intactos; seguía siendo el ruidoso e hiperactivo rubio que recordaba. Y por supuesto seguía teniendo a Rei a su lado para controlar toda su energía.

 

Ese día pasó la mañana con ellos, recordando sus día de preparatoria y poniéndose al día con lo ocurrido en la universidad. Rei estaba en séptimo semestre de medicina y Nagisa en séptimo de Física, todos se habían sorprendido cuando el rubio había sacado ficha para esa carrera; no era que desconfiaran de sus conocimientos, simplemente no parecía ser un hombre de ciencia.

 

Entrada la tarde se despidió de sus amigos y se dirigió al restaurant donde trabajaba por las tardes, en ese lugar había prestado su estancia profesional y el dueño había quedado tan satisfecho con su trabajo que lo había contratado.

 

Se hacía cargo principalmente de preparar los postres para el turno de la tarde, una vez que eso estaba hecho ayudaba al chef de cuisine como su sous Chef, a muchos de sus compañeros les había sorprendido eso, pues era apenas un estudiante, aunque no podían negar su talento para la cocina.

 

Ese día había sido muy ajetreado en el restaurant. Por alguna razón los clientes habían llegado por montones a la hora de la cena y aunque había sido muy provechoso había terminado realmente agotado, específicamente porque había tenido que hacer un pedido especial. Al parecer, uno de los comensales iba a pedirle matrimonio a su novia y quería darle una sorpresa en el postre; como era uno que no era habitual que consumieran ese platillo en especial tuvo que prepararlo e introducir el pequeño anillo de una forma específica para que solo el diamante sobresaliera coronando la copa. Generalmente las personas piden algún tipo de tarta para postre, solo había conocido a una persona a la que le gustaba la Terrina de Castañas y Chocolate Amargo, Kanon. Cuando aprendió a prepararla, su novia quedó encantada y le pedía constantemente que lo hiciera para ella.

 

– ¿Está listo, Nanase-kun? – El aludido asintió con la cabeza enseñándole la copa con el pequeño brillante en la cima. – ¡Quedó perfecto! Por favor llévalo a la mesa 24, el cliente pidió que el chef le llevara el postre a la mesa– Dijo con una sonrisa amable.

 

 

 

–Pero yo no soy el chef.

 

 

 

–Pero tú preparaste el platillo, así que tienes que presentarlo tú; no podría robarme tu crédito por tan excelente postre.

 

 

 

El moreno solo asintió y salió de la cocina con la copa sobre una charola plateada que uno de los meseros le había proporcionado. Si no recordaba mal la mesa 24 se encontraba en uno de los balcones del edificio, tenía una viste hermosa al parque que se encontraba cerca, seguramente, por la temporada, los árboles de cerezo estaban en flor y la vista sería espectacular; definitivamente el cliente había pensado en todo.

 

 

 

Llegó a la segunda planta y de lejos vio al joven que le sonrió en cuanto notó la copa sobre la charola. Saludó formalmente cuando estuvo cerca de la mesa, detrás de la afortunada. Aquel cabello pelirrojo se le hizo demasiado familiar, amarrado en una coleta alta que dejaba descubierto el escote de su vestido negro. Cuando la chica volteó, se quedó sin aliento. Allí, frente a él y a punto de que le propusieran matrimonio se encontraba su novia, desde ese momento exnovia. La chica no dijo nada al verlo, esquivó la mirada volteando hacia el chico de ojos negros que tenía en frente.

 

 

 

Haruka solo dejó la copa en frente de la chica y educadamente pidió disfrutara del postre, el moreno que acompañaba a la chica agradeció con cortesía y eso fue suficiente para que él se marchara. Cuando iba descendiendo las escalera había escuchado un grito diciendo “¡Dijo que si!” seguido de aplausos, era obvia la razón de aquello y quién lo había pronunciado.

 

 

 

– ¿Todo bien, Nanase-kun? – Preguntó el chef en cuanto entró a la cocina.

 

–Al parecer dijo que si– El mayor sonrió al escuchar aquello y Haruka sin decir nada más regresó a sus deberes.

 

 

 

 

 

–Ne, Haruka-senpai. ¿Se encuentra bien? – Preguntó Gou en cuanto lo vio llegar.

 

Él solo asintió con la cabeza. – ¿Seguro? Lleva mucho tiempo parado ahí– No se había dado cuenta cuando llegó o de cuánto tiempo había estado parado frente a la puerta. – ¿Necesita algo? – Negó.

 

– Estoy bien, Gou– Y sin decir más, entró.

 

Gou se quedó mirando la puerta del departamento de Haruka, sabía que algo andaba mal con él, pero del mismo modo sabía que no le diría. Volvió a sus asuntos pidiendo que las cosas mejoraran para su amigo.

 

 

 

 

 

Llegó a su departamento con una extraña sensación en el pecho, le dolía, pero no tanto como se supone debería dolerle que le engañasen y encima lo abandonasen. Era consciente de que últimamente las cosas con Kanon no iban del todo bien, si es que un día habían ido bien. Desde hacía un tiempo ella se mostraba indiferente con él, seguían viviendo juntos, pero como un dicen por ahí estaban juntos pero no revueltos, solo se veían cuando iban a dormir, o al menos podía ver su espalda mientras dormía.

 

Sabía que eso era su culpa, nunca había prestado demasiada atención a su relación y aquello a la larga había pesado. Ahora entendía que un clavo no saca otro clavo, mucho menos cuando ese clavo era casi una copia exacta del anterior.

 

Solo había salido con Kanon para olvidarse de Rin, su cabello rojo le recordaba tanto al del tiburón de Samezuka, eran tan parecidos físicamente, solo los diferenciaba su carácter y que ella tenía unos enormes ojos azules.

 

No podía mentirse a sí mismo, sabía que en realidad nunca había querido a la chica más que como una amiga. Desde pequeño había estado enamorado del pelirrojo y no sabía exactamente cómo o cuándo había empezado a amarlo, solo había ocurrido y ya, algunas cosas no tienen explicación y esta era una de ellas. El sentimiento fue creciendo y justamente cuando llegó a la etapa en que las hormonas te hacen cometer locuras había decidido confesarse. ¡Vaya decepción! Justamente ese día había encontrado a Rin en los pasillos besando a una chica.

 

Rin era heterosexual.

 

Las palabras se le habían quedado en la garganta incapaces de salir de su boca, la tristeza había subido a sus ojos, que ahora escocían y luchaban por no dejar salir las lágrimas. Desde ese día había guardado todos sus sentimientos en lo más profundo de su corazón.

 

Al llegar a la preparatoria se separaron, las aventuras amorosas de Rin habían aumentado y él se había convertido en el diario humano del pelirrojo. Escuchó todas sus anécdotas, todas las veces que lo habían rechazado y las que el mismo pelirrojo había dejado atrás a muchas jóvenes; hasta que un día pasó, Rin se enamoró. Después de salir de la preparatoria se mudaron juntos y un buen día anunciaron que serían padres. Haruka le felicitó como los amigos lo hacen, festejó junto al futuro padre y desde ese día supo que lo había perdido para siempre.

 

Rin jamás sería suyo.

 

Nagisa le había dicho que su amor por el pelirrojo era solo algo pasajero, solo la pasión de la juventud, que algún día encontraría el amor verdadero; aquel que le haría vibrar cada célula del cuerpo, que le haría sentir la intensidad del verdadero amor, que le haría tocar el cielo con las manos. El rubio podía ser muy maduro cuando se lo proponía. Pero después de los años estaba empezando a perder las esperanzas, había pasado ya algo de tiempo desde que aquello había pasado y no había podido sacarse al pelirrojo de la cabeza.

 

El mundo era muy cruel, los homosexuales no eran aceptados totalmente en la sociedad actual y encontrar a alguien en quien pudiera confiar plenamente, alguien que le amara tal y como es sería extremadamente difícil, sino es que imposible.

 

Llegó a la recamara, notó que pegado al reloj había un pequeño papel doblado que en mañana pasó por alto. Como supuso, era una nota de Kanon diciendo que no podía más con eso; había usado palabras tan simples para describir todo que Haru se dio cuenta que para ella él tampoco había significado nada. Al parecer su relación era solo el pretexto para no estar solos.

 

Ahora ya no tenía sentido seguir pensando en aquello, una etapa de su vida había termina y ahora solo le restaba seguir adelante, después de todo, si no había sucedido así era por algo. Al menos eso quería creer.

 

 

 

Al día siguiente se levantó como si nada hubiese pasado. Su rutina no cambió nada por la ausencia de Kanon, de no haber sabido de ante mano que ella se había ido no lo habría notado. Ese día le habían dado la buena noticia de que su proyecto de tesis había sido aprobado, próximamente le darían fecha para presentarlo, las cosas iban por buen camino.

 

Llegó al restaurante e hizo sus deberes del día. Por alguna razón en esa ocasión sus postres eran mejores que los anteriores, incluso se había aventurado a preparar una de sus propias creaciones, una rara mezcla de chocolate con sabores de frutas exóticas. El chef le había felicitado por aquel maravilloso postre.

 

– ¿Haruka-san? – El moreno solo se asomó por atrás de los sartenes para atender al joven que le llamaba desde la entrada de la cocina. –Hay alguien que quiere verlo.

 

– ¿A mí?

 

El joven asintió con la cabeza –Uno de los clientes quiere ver al chef que preparó el postre que pidió.

 

Todos los presentes en la cocina voltearon a ver a Haruka con duda, aquello solo podía significar dos cosas: Le había gustado o lo había detestado. En el transcurso del día, todas las críticas habían sido favorables para con su creación, pero aun así no podía dejar de estar nervioso cada vez que tenía que servirlo.

 

Salió de la cocina detrás del joven, quien le indicó la mesa en la que habían preguntado por él. Era una donde todos los comensales estaban vestidos de traje, seguramente eran de alguna de las grandes compañías de la ciudad.

 

–Él es el chef Nanase– Le presentó el mesero cuando llegaron junto a la mesa. Haruka hizo una reverencia a modo de saludo.

 

– ¡Oh! ¡Pero qué joven!– Dijo el que se encontraba a la cabeza de la mesa. Un hombre mayor con algunas canas. –Tachibana-kun, ¿Qué querías decirle?

 

–Etto… Yo…– Haruka volteó a ver al dueño de aquella voz, el hombre tenía la cara volteando hacia el lado contrario de donde él se encontraba, solo podía apreciar su castaña cabellera. –… Yo solo quería felicitarlo por este exquisito postre– El castaño volteó para ver al moreno que solo escuchaba lo que decía.

 

Le sonrió.

 

A Haruka se le detuvo el corazón ante aquella sonrisa, los ojos verdes del cliente brillaban mientras lo veían ¡Eran hermosos! Parecían dos esmeraldas brillando a la luz del sol. Un leve carmín se hizo presente en sus mejillas, sería grosero voltearle la cara al cliente y por eso seguía con la mirada fija en él a pesar de que su cuerpo quisiera salir corriendo de ahí.

 

–Muchas gracias por su esfuerzo, Nanase-kun.

 

Abrió los ojos como platos mientras observaba cada una de las facciones del joven, esa sonrisa le estaba robando el aliento. Hizo una reverencia y sin decir más se retiró del lugar. Escuchó al mesero mencionar que era un hombre de pocas palabras y disculparse de una manera amable para retirarse de igual manera.

 

Llegó a la cocina con el corazón agitado, las manos sudorosas y el rostro sonrojado. – ¿Todo bien, Nanase-kun?

 

Asintió con la cabeza y regreso a sus labores con la imagen de dos hermosos ojos esmeraldas en la cabeza. 


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