18-Forbidden Satellite
Es una mañana de febrero, el frío se desvanece poco a poco y los rastros de nieve se sumergen en el interior de los suelos, como si trataran de ocultar algo a los rayos tenues de un sol invernal. Realmente el amanecer es sublime y mágico, con átomos indelebles de perfección. Al menos así es para SeHun cuando debajo de él, una piel semidesnuda estalla en colapsos de placer, las manos sujetan su elegante corbata y unos pies se aferran a su cintura. Él desliza la yema de sus dedos sobre el cuerpo húmedo, mientras que sus labios instalan besos sobre el desnudo torso, antes de que culmine en olas de un pecaminoso júbilo.
—Sabía que no me dejarías—JongIn muerde el labio superior de SeHun, y éste ríe de forma descarada.
—Soy un adicto a ti—responde sin dejar de mirar al chico de pícara sonrisa—, pero me gusta ser cruel con ella.
—No hables como si eso me hiciera feliz—JongIn manifiesta, sin dejar de mirar a su acompañante—, aunque no me quejo.
SeHun reprocha, sus gestos se vuelven duros, y al parecer, ahora se muestra un poco enfadado, pero aquellos síntomas de molestia en absoluto intimidan a JongIn.
—Es hora de que te vayas, tu tontita mujer te está esperando, creo que te trajo tu almuerzo, ¡qué linda! Y tú eres un jodido pedazo de mierda—bromea.
SeHun sube sus pantalones con lentitud, pues a estas alturas, la vergüenza y el pudor han desaparecido de su vida, porque no es la primera vez que su esposa va a visitarlo al trabajo mientras él intercambia fluidos con el chico de radiante sonrisa.
---ooo---
—¿A qué has venido? —indiferentemente SeHun clama, tomando una taza de café acompañándolo con una rebanada de pastel de chocolate adornado con frescas fresas.
—Yo sólo quería verte—suelta la mujer, conteniendo el llanto ante la actitud de su marido.
—Siempre con tus cursilerías—expone SeHun, pareciera que la actitud amorosa y preocupada de su esposa, le aturde de sobremanera.
Al cabo de unos segundos, KyungSoo comienza a llorar, se lamenta todos los días al ver que SeHun la rechaza constantemente por más que ella se esfuerce en darle todo el amor que juró frente al altar de las promesas eternas. Si ella intenta acercarse en las noches con cálidos abrazos, él la detiene, si ella se esmera en hacerlo feliz, únicamente causa enojos. Sus lágrimas siguen rodando por sus pálidas mejillas, acción que no causa asombro entre los trabajadores que pasan una y otra vez por la cafetería.
SeHun gira sus ojos, y de ninguna manera intenta reconfortarla con un poco de cariño, un poco de comprensión. Sólo se limita a beber la cálida bebida.
—Tu pastel te salió muy rico, ¿sabías que me fascina el chocolate?
KyungSoo sigue sollozando, derrochando tristeza ante el sarcasmo y burlas de SeHun.
—Sólo quiero que las cosas entre nosotros se arreglen, que sean diferentes—vocifera la mujer, acercando sus manos para rozar su piel contra la de SeHun, y cuando el hombre se da cuenta de las intenciones de la fémina, las aleja. El corazón de KyungSoo se rompe otra vez, sin que en ninguna ocasión haya sido curado, aunque fuese sólo un poco.
—¿SeHun, no piensas abrazarla? Mírala, está llorando—JongIn se acerca lentamente hasta estar en medio de la pareja.
—No pienso hacerlo, ella sabe que a mi encanta el fuego, ¿lo ves? Me trajo un pastel de chocolate.
—Eres buena, KyungSoo—festeja JongIn.
La nombrada alza la mirada. La actitud de su marido es maliciosa, y la de JongIn ladina.
Porque para ellos, jugar a ser amantes en un redentor cuarto oscuro es el juego más divertido de los adultos. Pasar sus días dentro de llamas ardientes los 365 días del año, les ha enseñado, después de todo, que el fuego no es malo; ellos lo describen como alucinante y excitante.
Algo que existe, pero muy pocas veces es notado.
Bien, es mejor de esta manera, porque el dolor no será más cruel de lo que ya es.