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Promesas de alcoba por Haruka Eastwood

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Promesas de alcoba

Algo que perdonar

Sabaku No Gaara Pov

Siempre existirá una especie de temor hacia lo desconocido. Dudas igual que un parajito que intenta saltar del nido por primera vez; la diferencia está en que ellos nunca piensan que probablemente sea la última vez que lo hagan, simplemente no existe esa remota posibilidad de ser incapaces de volar, lo hacen y listo, saltan y confían en sí mismo, en que sus alas se abrirán y estarán a un paso de ser libres… eso intente hacer yo, confiar no solo en mí sino en Itachi, en sus palabras, en sus acciones.

La realidad es que deseaba continuar con este intercambio de caricias y besos, pero también tenía miedo, miedo a perderlo, a que me dejara tal y como lo hizo Sai. Por un instante llegue a creer que no era suficiente para Itachi Uchiha, al grado de que cada parte de mi cuerpo se tenso y sopese la idea de pedirle que se detuviera; incluso pensé una rápida disculpa con la esperanza de que no se enfadara. Justo en el momento en que le mire para detenerlo, su pausada y aterciopelada voz me tranquilizó. Aquel suave ronroneo sobre mi oído logro que recuperara la confianza que por instantes me abandono.

Deje que sus manos siguieran explorando mi cuerpo con parsimonia y una delicadeza que hasta ese momento desconocía. Sonreí para mis adentros ya que no era de cristal, no me rompería con su toque, por lo que un tanto avergonzado oprimí su mano sobre mi sexo que comenzaba a despertar; recibiendo como respuesta un beso hambriento y necesitado que me hizo gemir entre nuestros labios, sintiendo su húmeda lengua juguetear con la mía a un ritmo desesperante.

—Itachi —suspire con necesidad y anhelo de ser tocado.

Ansiaba que sus manos recorrieran cada parte de mi cuerpo, que mi hicieran vibran en un mar de placer, por lo que comencé a acariciar su pecho, subiendo un poco más mis brazos hasta enredarlos en su cuello.

Hundí mis dedos en esa espesa mata de cabello azabache conforme sus labios degustaban mi cuello, dejando besos húmedos, bajando cada vez más, mientras sus hábiles manos desabotonaban con desespero mi camisa y pantalón, dejándome al descubierto y a merced de él. Me permití cerrar los ojos y disfrutar de los múltiples mimos que repartía sobre mis pezones, los cuales mordisqueaba y lamia hasta que estuvieron erectos.

Delicado, tierno y amoroso, así era él, así era cada caricia que me proporcionaba y me perdía entre las infinitas sensaciones llenas de placer que me provocaba el solo rose de sus dedos contra mi piel desnuda. Suspiraba y jadeaba su nombre de manera entrecortada, arqueando levemente mi espalda cuando ha comenzado a masajear mi miembro directamente, en un rítmico movimiento de arriba hacia abajo, conforme bajaba más y más mi pantalón y bóxer, hasta estar completamente desnudo.

—Eres realmente hermoso —susurro contra mi muslo, estremeciéndome y excitándome en partes iguales. Su cálido aliento sobre esa zona me hizo soltar un fuerte gemido, creyendo que estaba a nada de correrme con solo eso.

El suave sonido de las prendas cayendo me hizo levantar la vista, observando como la blanca camisa que portaba se deslizaba sutilmente por sus hombros, como si le acariciara, hasta caer en el suelo con las demás prendas. Instintivamente acerque mi mano a su firme torso, deslizándolo por su blanca piel, dibujando con mi dedo cada contorno de su cuerpo, antes de que tomara mi mano y la besara, esbozando una sonrisa ladina demasiado seductora.

Sus labios reclamaron los míos mientras su mano seguía con la deliciosa tarea de masajear mi miembro. Al separarnos deslizo su nariz por el centro de mi cuerpo, haciéndome cosquillas cada que inhalaba sutilmente mi aroma.

Lo deseaba y mi cuerpo lo necesitaba.

—Itaa… ¡Ah!~ —balbucee cuando ha metido mi pene en su boca, comenzando una deliciosa felación, sintiendo como mis músculos se contraían y mis manos se aferran a la sabana con desespero ante cada sensación desbordante, llevándome al séptimo cielo de Itachi Uchiha.

No lo soporte más y termine viniéndome en su boca con un fuerte alarido de placer, sintiendo como la fuerza abandonaba mi cuerpo que aun se contraía en pequeños espasmos debido al placer. Los parpados me pesaban, aun así sonreí al ver aquel gesto amoroso que Itachi me dedicaba al momento de acunarme entre sus brazos y cubrirnos con la sabana.  

A la mañana siguiente, como era de esperarse, desperté desnudo y entre los brazos de él. Realmente me sentía mal, pero a la vez inmensamente feliz, lo primero es por quedarme dormido y dejarlo con un enorme problema entre los pantalones y lo segundo por poder despertar así con él. Las mejillas me ardían y tímidamente escondí mi cara entre su cuello, cuando su mano me erizo la piel por completo al momento de deslizarse por mi espalda, trazando figurillas imaginarias en su recorrido.

—Buenos días —pronuncio con voz ronca, besando mis cabellos.

—B-Buenos días —murmure intentando que mi voz saliera lo más neutral posible. Lo cual no funciono, y he de decir que estar sin nada más que una sabana cubriéndome y con un hombre como él entre mis brazos, repartiendo mimos eróticos a primera hora de la mañana no ayuda mucho, mejor dicho no ayuda en nada.

—¿Te apetece ir a desayunar y después dar una vuelta?

—Si —levante el rostro capturando sus labios en un tierno beso.

Todo el día estuvo lleno de besos y risas, al menos hasta el momento que llegamos a casa, curiosamente pensé que nos recibiría Sakura, pero todo lo que encontré de ella fue una nota sobre la mesa, en la cual ponía que salió con Hidan. Sin nada más que hacer charlamos un rato, hasta que se tuvo que ir, debido a que tendría una junta en la empresa mañana a primera hora. En cuanto se marcho entre a mi habitación y me recosté en la cama abrazando la almohada como colegiala enamorada, (en mi caso solo abría que quitar lo de colegiala), ya que sonreía bobamente al ver el precioso anillo adornando mi dedo.

Últimamente me encontraba un poquito nervioso debido a que pronto cumpliría los nueve meses de embarazo, deseaba tener a mi bebé en brazos, pero eso no significaba que no me daba miedo. Ser padre nunca es fácil y leer cientos de libros sobre paternidad no es muy conveniente que digamos, cada que lo hacía terminaba más tenso que al principio al darme cuenta de todos los cuidados y atenciones que necesita un recién nacido. Al final termine botando el libro junto a los otros que me trajo Sakura.

Suspire cansinamente al momento de acariciar mi vientre, y es que he pensado en dejar de leer tanto libro de paternidad, muchos de ellos son frustrante y te dejan con expresión de extrañeza. Un poco cansado camine a mi habitación, yendo directamente hasta mi cama, abriendo el cajón de la cómoda que se encontraba junto a esta, con la intención de sacar el collar que mi madre me regalo cuando cumplí diez años. Es uno de los pocos tesoros que conservo de ella, junto a varias fotos que nos hicimos juntos, pero al remover las cosas no lo vi; desconcertado estuve buscando entre todas mis cosas por varias horas.

Normalmente lo dejaría pasar o simplemente no le daría importancia, pero se trataba de algo muy importante para mí por lo que tras un gran suspiro me encamine a la casa de mi padre rogando para que este ahí, de lo contrario realmente me dolerá haber sido tan descuidado como para haberlo perdido.

Mientras caminaba por las tranquilas calles de Konoha intentaba rememorar cuando fue la última vez que lo use y ciertamente creo que fue el mismo día que mi padre descubrió lo de mi embarazo. No me apetecía tener que regresar a aquella casa, pero el collar lo valía. Pretendía entrar y salir de ahí tan rápido como me fuera posible, por lo que al entrar observe a todos lados por si lo llegaba a ver, afortunadamente no fue así y lo primero que hice fue dirigirme a mi antigua habitación, agradeciendo el hecho de haberlo encontrado a la primera.

Suspire aliviado caminando por aquellos pasillos lúgubres, es como si nadie viviera aquí desde hace años, no lo note cuando entre pero hay varias cosas rotas, los muebles están volteados y cubiertos de polvo. Seguramente fue mi padre hecho una fiera, tal vez pensó que cuando regresara me encontraría en el mismo lugar que me dejo, pero para su desgracia yo desaparecí, al menos es algo que siempre tendré que agradecerle a Sakura.

Estaba a punto de llegar a la entrada cuando escuche un lamento, la piel se me erizo por completo, dando un respingo en mi lugar. Sacudí levemente la cabeza, dispuesto a marcharme cuando lo volví a escuchar, solo que esta vez más fuerte. Ciertamente no soy alguien curioso, pero tenía que quitarme la duda de dónde diablos provenía aquel ruido, por lo que tras una rápida inspección me di cuenta que no había nada. Solo restaba checar la habitación de mi madre, no me apetecía entrar pero al estar frente a la puerta volví a escuchar aquel lamento, me tense al saber que era mi padre y estuve a punto de salir corriendo.

Por más que lo deseara no podía ser un bastardo como él, lo intente, pero ni siquiera logre dar un paso para irme, así que decidido entreabrí la puerta. Estaba tirado en el suelo con el enorme librero encima, el cómo se le cayó es lo de menos de hecho ni siquiera lo pensé, cuando me di cuenta ya había entrado a la habitación intentando ayudarlo. Era más que claro que no podía hacerlo, tampoco me podía arriesgar al lastimarlo más ya que veía que tenía algo clavado en el abdomen, por lo que un tanto desesperado tome mi celular y llame al número que me dio Hidan para pedir una ambulancia.

—G-Gaara… —murmuro entrecortado y tan bajo que apenas y fui capaz de escucharlo.

—Pronto vendrá una ambulancia —le dije. Fue en ese momento que note los múltiples golpes que tenía en su rostro, lo más seguro es que se haya metido en peleas debido al alcohol y terminara así.

—¿Por… por qué?

—No lo sé —espete—. No soy un bastardo como para dejarte morir.

—Lo siento —gimoteo—. He sido un mal padre.

—Lo sé…

Desde siempre he visto a mi padre como un bastardo, un hombre imponente y frió, aquel que no se conmueve con nada ni por nadie. Es la clásica persona que manda y espera que le obedezcas en el mismo segundo, no admite errores y evidentemente jamás se disculpa, jamás se arrepiente, todo en el es perfecto y uno simplemente es un estúpido que no comprende ante quien esta, te hace sentir insignificante y no le importa levantar la mano en tu contra para imponer su absurda autoridad… esa clase de hombre es mi padre.

Sin embargo la persona que tenía a mi lado era todo lo contrario, aquel hombre junto al que permanecí arrodillado en espera de la ambulancia era alguien que se permitía llorar, que admitía sus errores y se disculpaba. Incluso diría que es alguien humano y con sentimientos… lamentablemente no le creí nada, no me conmovió su actuación de padre arrepentido, porque estoy seguro que no era otra cosa. Esta borracho y probablemente lleva aquí atrapado más tiempo del que puede soportar, espero equivocarme pero lo más seguro es que cuando se recupere volverá a ser el mismo bastardo de siempre, así que ¿Por qué rayos lo ayudo? No lo sé, me gustaría saberlo, porque simplemente no es algo que piensas, lo haces y listo. Ilógico y absurdo, pero al final aquí estoy.

Le escuchaba atento, meditando sobre si debía perdonarlo… al fin y al cabo no tenía caso fingir molestia con él. Tan solo me era un desconocido, uno que me pedía perdón y decía que me quería y que trataría de ser alguien mejor, de estar conmigo… me preguntaba cuantas veces desee escuchar estas mismas palabras, sin embargo creo que ya era demasiado tarde para intentar ser el padre modelo. Sentirme extrañado e incomodo era poco, así que simplemente desvié el rostro y susurre: «No tengo nada que perdonar».

Cuando llegaron los paramédicos me sentí aliviado, aunque no duro mucho al ver que no podían mover el pesado mueble de encima de él. Tras varios intentos finalmente lograron sacarlo y con horror vi que tenía clavado en el abdomen una plaqueta de metal, era un reconocimiento que siempre presumía, el cual le dieron de joven.

El camino al hospital fue relativamente corto, sin embargo él perdía mucha sangre. Un poco distraído en mis pensamientos observe como le ingresaban, ya que tenían que operarlo de emergencia.

Yo era un caos en ese momento, estaba mareado y me dolía un poco el vientre, probablemente se deba a todo lo que ha pasado en el día, fueron demasiadas cosas y sinceramente agradecería ahorita un baño tibio y mi cómoda cama, por lo que camine realmente lento a la sala de espera, para mi desgracia tenía que saber que paso con mi padre. A lo lejos vi como Hidan se acercaba con cara de preocupación hasta mí, pero en cuanto me ayudo a sentarme un fuerte dolor se hizo presente, obligándome a aferrarme a Hidan que le gritaba a las enfermeras… estaba a punto de tener a mi bebé, pero en todo lo que pensaba es que quería ver a Itachi… tenía miedo y el hecho de que aun no debería nacer me aterraba… 

Notas finales:

Mil gracias por leer~ ♥

Haruka Eastwood


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