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Sin ti no muero, pero tampoco vivo por MissTakarai

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Notas del capitulo:

Perdon por la demora, fue mi culpa jijiji

CUANDO TE SUMERGISTE EN LA LOCURA

 

 

Cinco años después…

— Interna número 665… veamos… caso severo de esquizofrenia paranoide — rezaba un galeno, leyendo un historial médico a un grupo de sus colegas mientras ellos anotaban las características mentales de aquella mujer robusta de unos 50 años dentro de una habitación aislada.

Ese día, un nuevo doctor había llegado. Recién graduado de su doctorado en Inglaterra, el Psiquiatra You Kurosaki realizaba una ronda informativa para conocer el lugar en el que desde ahora trabajaría, el hospital psiquiátrico “San Andrew” en los Estados Unidos, del cual su padre era el dueño. Y no era que hubiera elegido aquella profesión por complacer a su padre, sino porque de verdad le apasionaba estudiar la mente humana y hallar una solución al intrínseco laberinto en el que a veces ésta se enfrascaba.

—Bien… — dijo el flamante doctor, luego de anotar lo último dicho por su colega que lo guiaba junto a otros especialistas — ¿Nombre?

— Beatriz Macnab.

— ¿Medicación?

— Por supuesto… — hojeaba — actualmente le proveemos una dosis de Ziprasidona como antipsicótico.

—Ok… ¿Por qué esta en aislamiento y no en población general?

—Porque es considerada peligrosa, antes de llegar aquí ella estuvo a punto de matar a su inquilino en uno de sus ataques, al principio se rehusaba a tomar la medicación, pero ahora lo hace, aún así a veces es violenta por lo que preferimos tenerla aquí un tiempo más.

— ¿Vamos a la siguiente? — indicó uno de los médicos, extendiendo amablemente el brazo para que continuaran hacia la siguiente puerta.

—De acuerdo. — You cerró la pequeña ventanita que había en la puerta de aquel cuarto, por donde los galenos podían observar a los pacientes.

—Muy bien… — tomaba otro expediente — Interno número 666…

You abrió la ventanita de esa habitación, y lo primero que pensó al ver a la persona dentro, era que aquel tipo se veía muy joven e indefenso para ser considerado un candidato al cuarto de aislamiento. El interno no lo miraba. Sentado en una silla de madera en medio de la habitación, de espaldas a la gran ventana que daba al jardín y con la mirada perdida en un punto en el vacío, aquel  joven parecía estar muerto.

 

—Un caso severo de Trastorno Límite de la Personalidad.

—Se lastima a si mismo… — dijo mirándolo con atención.

— Así es Doctor Kurosaki, además, presenta un tipo muy raro del Síndrome de Asperger en adultos, aunque no estamos seguros de ello siendo que éste aparece en la infancia, pero creemos que es la razón principal por la que está así, no diferencia entre la fantasía y la realidad, todo parece indicar que emocionalmente su cerebro se bloqueó. No reacciona con facilidad a menos que sea para comer o para andar con alguna enfermera que lo obliga a caminar, pues de ser por él, se quedaría en la silla de por vida, además ha perdido el habla.

— ¿No habla?

—Nunca, desde que llegó no dijo una sola palabra, al menos ninguno de nosotros lo ha escuchado jamás, aunque si mal no recuerdo, una enfermera dijo que lo oyó decir una sola palabra el día que llegó… era algo así como… Haido... Hyde… o algo por el estilo… desde entonces no volvió a abrir la boca.

— ¿Qué hay de la familia? Para que esté así debió sufrir algo terrible.

—Nunca vimos a su familia.

— ¿Cómo que nunca?

—Sólo viene un sujeto, una vez cada dos semanas, lo visita durante casi todo el día y en el caso de los fines de mes nos paga, siempre en efectivo, y se va. Se lo preguntamos pero él dice que sólo es un mensajero y que su familia agradece nuestros esfuerzos. No tratamos de indagar más, pues ya sabe… si tenemos a tiempo el dinero no tiene por qué importarnos la vida privada de la familia.

— ¿Nombre…?

—Satoru Okabe.

— ¿Eh? Él es japonés, al igual que yo, quizá sea la razón de su mutismo, no debe entender Inglés… si yo entrara y le hablo…

—No es así Doctor Kurosaki, el hombre que lo visita es también japonés y siempre que se queda le habla en su idioma, pero él sigue sin decir nada, además tenemos un intérprete.   

— Ya veo… ¿Medicación?

— Diazepam para…

— ¿Está sedado?

— Sí, mire, al principio lo pusimos junto a los otros internos, pero pronto se hizo evidente su trastorno, hallaba cosas filosas con las que se cortaba, o le robaba los medicamentos a los otros para tomárselos en una sola dosis, dos veces fue a parar al hospital por intoxicación y casi se muere, además, aprovechaba cualquier descuido para lanzarse de algún lugar alto, la última vez se arrojó de la terraza del pabellón B.

— ¡Pero son tres pisos!

—Milagrosamente no le pasó nada más que un par de costillas rotas. Luego de ese incidente decidimos mantenerlo en aislamiento dentro de una cámara protectora, con una camisa de fuerza, pero no podíamos tenerlo así para siempre por lo que ahora preferimos sedarlo y lo trasladamos aquí. Ha pasado así los últimos tres de los cuatro años que ha estado aquí.

—Que más…

—Antidepresivos, antipsicóticos y ansiolíticos, además de medicación para su insomnio.

—todo un coctel… ¿Quién es su médico?

—El doctor Smith. Bien, podemos continuar…

Todos a excepción de él avanzaron, continuaron hablando mientras la mente del nuevo doctor se internaba en la habitación de aquel joven, poniéndose a su lado; Que solo debía sentirse… no sabía por qué, pero le gustaría acompañarlo en su soledad para ayudarlo a salir de ahí. ¿Qué pudo haberle pasado? Tan joven y su vida parecía haber terminado…

— ¿Doctor Kurosaki…? — lo llamaban.

— ¿Eh? Ah, lo siento… — se dio unos segundos más para mirarlo antes de cerrar por completo aquella ventanilla en la puerta.

—Ok, interno número 667…

._._._._._._._._._._._._._._._._._._._._._._._._._._._.

 

—Doctor Kurosaki… ¡Doctor Kurosaki!

Aquel grito le puso los pies sobre la tierra.

— ¡Lo siento! Lo siento… — se sonrojó cuando la junta médica dentro de esa sala de conferencias se reía de él, su padre lo miraba algo ruborizado, es sólo que no podía evitarlo, pero sus pensamientos viajaban directamente hacia el paciente llamado Satoru Okabe.

—Le hicimos una pregunta Doctor Kurosaki, ¿Está de acuerdo? — preguntó uno de los más veteranos.

—Lo lamento… ¿Qué pregunta?

Todos carraspearon mirándose entre sí.

— Le preguntamos, si está de acuerdo con que su primer trabajo sea tratar a todo el pabellón de las personas con trastornos bipolares.

—Yo soy nuevo en este lugar caballeros, así que lo que ustedes opinen está bien para mí… pero si me permitiesen opinar… me gustaría poder aplicar mi teoría expuesta en mi tesis doctoral en el pabellón de máxima seguridad.

— ¡De eso ni hablar! — dijo su padre casi gritando.

—Pero…

— Doctor Kurosaki, — intervino el doctor Smith, uno de los más expertos en el área de problemas psiquiátricos altamente peligrosos.  

— Sabemos que tiene mucho entusiasmo y que es muy preparado, pero usted es aún muy joven y no tiene experiencia con éste tipo de pacientes, es un mundo muy diferente al que usted trató alguna vez. Entonces… ¿Está de acuerdo o no?

—De… de acuerdo. — bajó la cabeza.

Pero no iba a rendirse. No era por el simple hecho de que quería demostrar la teoría en la que había basado su carrera, sino porque de alguna forma, aquel joven se había metido en su mente, no sabía por qué, pero Satoru Okabe era a quien más quería ayudar en ese hospital.

Pasó una semana, y estudió con cuidado todo lo que rodeaba a ese paciente, comenzando con su doctor y terminando en el guardia de seguridad del pabellón. Pudo notar, que el Doctor Smith venía sólo los días lunes, miércoles y viernes, y que durante su ausencia su oficina estaba fuertemente cerrada con un montón de candados. ¿Por qué necesitaba entrar? Porque dentro estaban las llaves de la habitación de Satoru-san. ¿Por qué simplemente no le pedía permiso para visitar al paciente? Porque ya se le dijo, no tiene experiencia, además de que el doctor Smith era bien conocido en el sanatorio como una persona intransigente y egoísta. Entonces debía entrar a robarlas un día que él estuviera de turno. Estudió bien esos días, no había un mínimo de oportunidad cuando él estaba en el hospital, así que debía ser cuando se fuera a casa, porque al salir de su oficina le dejaba la tarea de cerrarla a su secretaria personal. Ella era una señorita amable, sin mencionar que parecía estar enamorada de él, hecho que aprovecharía hoy. El guardia era un poco militarizado, se tomaba muy en serio su trabajo, pero toda la semana había trabajado ganándose su confianza, eso incluía hacerle las compras (cigarrillos, sodas, hamburguesas) y pasar largas y tediosas horas escuchando acerca de su familia. Por las enfermeras y auxiliares no debía preocuparse, porque lo haría de noche cuando ya las rondas se terminaran.

Así, a la caída de la tarde puso en marcha su plan. Hacia las 7:30 se fue el doctor Smith, una hora después, la secretaria se disponía a cerrar.

—Buenas noches… — la saludó él, una vez que estuvo frente a ella, usando el tono más seductor que encontró en la modulación de su voz.

—eh… buenas noche Doctor Kurosaki… — se ruborizó.

—El Doctor Smith me acaba de llamar, dice que se olvidó el expediente de un paciente en el que debe trabajar, me pidió que se lo lleve a casa.

Ella lo miró con recelo por un rato, hecho que lo puso nervioso, pero luego accedió. Le abrió la puerta y lo dejó sólo dentro. Fue directo al estante donde estaban las llaves, así que buscando entre las de ese pabellón encontró las de Satoru. Era muy arriesgado llevarse la llave, por lo que sacó una barra de jabón de su bata y presionando marcó en ella la forma de la llave, ya luego la llevaría a un cerrajero. Salió del lugar con un folder vacio y agradeciendo se fue a toda prisa a la cerrajería, tardó un tiempo pero el hombre hizo un gran trabajo sacando una copia real basada en la silueta del jabón. Volvió y cuando llegó al pabellón, ahí estaba el guardia.

— ¡Buenas noches!

— Doctor Kurosaki, buenas noches… ¿Qué hace aquí a estas horas? — contestó sentado en su mesa donde resguardaba la puerta principal.

—Esto… debo visitar a un paciente…

— ¿Eh? Pero usted no trabaja en este pabellón.

— Si, pero tuve el permiso del consejo médico para tratar a un paciente, el de la habitación 666, mira tengo incluso la llave, no me la hubieran dado si no tuviera permiso para verlo ¿cierto? — dijo, rogando porque no notara que estaba sudando frio.    

—Ummmm — dudó — ¡Tiene razón! Pase Doctor…

Extendió el brazo mostrándole el camino, así que entró tratando de caminar de forma normal, pues sentía sus extremidades entumidas. Afuera comenzó a llover, pronto se oía como el agua caía fuertemente. Se tomó unos segundos para pensar bien lo que estaba haciendo, si lo descubrían podría perderlo todo, su licencia, su reputación… ¿Estaba eso bien? Ya con la llave en el cerrojo se petrificó, pero sacudiendo fuertemente la cabeza alejó esos pensamientos, el era un médico y su premisa mayor era ayudar a cuanto lo necesitara. Abrió y entró rápidamente.

Frente a él, aquella persona, sentada en su silla, era claro que el somnífero no había servido o él estaría durmiendo.

(N.A. como ambos son japoneses, incluiré los diálogos en japonés con su respectiva traducción, creo que queda mejor así)

—Konbanwa…/Buenas noches/

 

—… — No hubo respuesta, tampoco esperó que la hubiera.

—Etto…Okabe Satoru-san da yo ne? Boku wa Kurosaki You…anou…issha desu…

  /Esto… Eres Satoru Okabe, verdad? Soy You Kurosaki… Eh… y soy  médico…/

 

Pero Satoru no hacía nada más que verlo con esos hermosos y vacios ojos azules, no movía un músculo, incluso You se preguntaba si estaba respirando, pero verlo parpadear le hizo saber que estaba consciente. Pronto empezó a sentirse raro, sentía como si un aire pesado lo rodeara, era algo que no le dejaba pensar con claridad y que de a poco no le dejaba respirar.

— Okabe-san no issha janai kedo… kedo…

    /No soy su médico pero… pero…/

 

Pronto su malestar se hizo evidente, tenía ganas de todo en ese momento, menos de estar ahí. Era como si toda la felicidad del mundo se hubiera esfumado, no podía encontrar una sola cosa feliz en su ser, de principio no entendió, pero luego de mirarlo un rato más a los ojos pudo comprenderlo, era él, era Satoru Okabe quien producía eso en su ser. Estaba tan rodeado de dolor que se lo había trasmitido sin que se diera cuenta. Comenzó a sudar nuevamente y a respirar con dificultad, ya no podía más.

—  Etto… doushite ima koko ni iru no ga… wakarimasen yo… sumimasen…       /Esto… ahora… no entiendo por qué estoy aquí…discúlpeme…/

 

Sin más, se dio vuelta abrió y salió de ahí cerrando bien la puerta. Inmediatamente corrió por ese pabellón como alma que lleva el diablo. Al final del pasillo pudo ver la mesa del guardia, pero ya no estaba ahí, y eso era un alivio. Corrió hasta llegar a la salida y una vez afuera se detuvo en medio del sendero que llevaba a otros pabellones. Se quedó parado, ahí, empapándose por completo en la lluvia, levantó la mirada al cielo haciendo que sus lágrimas se confundieran con las gotas que caían del cielo. ¿Por qué? ¿Por qué estaba llorando? ¿Cómo pudo sentir todo aquello? ¿Quién era ese Satoru Okabe del que ahora no resistía estar a su lado? No se había sentido así desde que su madre murió, cuando luego de muerta en esa cama sintió su dolor por dejarlo tan pequeño e indefenso. No cabía duda, Satoru Okabe estaba muerto.

Continuará… 

 

 

   

          

Notas finales:

Espero sus comentarios :)


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