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NoIason por Paris Atreides

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Cap 2: No mires atrás.

 

 

 

“…las tres reglas de oro de un  Furniture son: No ver, no oír y no hablar” (Ai no Kusabi. Katze).

 

 

 

 

Katze llegó tarde al sótano que le hacía de oficina, se sacudió con irritación la chaqueta, una llovizna lo había mojado en los últimos diez minutos. Descendió las escaleras mientras accionaba todos los mecanismos de seguridad, él más que nadie sabía que el número de enemigos crecen a medida que la fama de uno se hace más grande, y en los bajos fondos su nombre era de sobra conocido por todos los desheredados de Tanagura y odiado  por todos los pequeños contrabandistas cuyas actividades había limitado y controlado con mano de hierro.

 

 

Katze estaba acostumbrado a vivir en las sombras, a nadar entre la obscenidad y depravación de otros, a ver de forma indiferente aberraciones genéticas, comerciar con los vicios ocultos y reprimir brutalmente cualquier oposición.

Él había abandonado la luz el día que decidió jugar con el peligro, el día en se saltó su rol de furniture de Iason y se atrevió a buscar secretos prohibidos, en el momento que fue descubierto desafió abiertamente al Blondy y, por un momento, se sintió invisible y superior él, hasta que Iason se rió  cuando le dijo que todo el rato había jugado con él, que se había burlado, que había pasado un buen rato observando como Katze hacía lo posible por no ser descubierto. Entonces, Iason le castigó, le marcó y aquello supuso el fin de la antigua existencia y el renacer a la nueva vida, en el marcado negro, de Katze.

 

 

Se sentó y encendió la terminal de su mesa, tenía que comprobar si había llegado la nueva remesa de mascotas, ni siquiera la noticia de que Júpiter había clonado a Iason podía apartarlo de su trabajo, de hecho lo que mas necesitaba en este momento era que su mente se distrajera, que no urdiera pensamientos que solo provocaban una extraña angustia emocional en él, necesita olvidar por unas horas su entrevista con Raoul.

 

 

Una luz parpadeó en la mesa, Katze la tocó y enseguida se desplegó una pantalla en el que mostró el rostro de la persona que esperaba que le diera acceso a la oficina. “Tenía que ser él. ¡Maldita sea!” Abrió la  compuerta y siguió tecleteando afanosamente, oyó como unos pasos bajaban las escaleras.

 

 

 

- Buenas noches.-saludó una voz opacada.

 

 

Katze levantó la vista y se encontró con los ojos enrojecidos de Guy, “otra vez drogado”, frunció el ceño, le había dejado muy claro a Guy que mientras trabajaba para él no podía tener ni un solo vicio.

 

 

- ¿Cómo ha llegado el envío?- Katze apagó el ordenador y centró toda su atención en el castaño- ¿algún problema?

 

 

- No.- la voz pastosa.

 

 

- ¿Los contaste?

 

 

- No.- el mismo tono y un ligero parpadeo.

 

 

Katze no reaccionó, le había prometido a Riki que cuidaría de Guy, y él cumplía sus promesas, pero el modo en debía cumplir esa promesa no se lo había especificado Riki. Katze tenía la convicción de que el trabajo hace al hombre, y el trabajo duro aún más, la única manera en que Guy podía olvidar su dolor era estar todo el rato ocupado, manos y mente siempre activas. Pero lo que Katze no pudo prever es que Guy intentara ahogar su pena en las drogas, si hubiera sido cualquier otro Katze no hubiera dudado en abandonarlo su suerte, pero se le había dado su palabra a Riki y además de que se había convertido en una cuestión de orgullo, no dejaría que aquel estúpido tirara por la borda la única oportunidad que le quedaba de rehacer su vida.

 

 

Se levantó despacio, caminó con ligereza hasta ponerse al lado del castaño, que solo alzó la vista y le dirigió una mirada nublada por las toxinas que corrían por su sangre. Katze no sentía especialmente misericordioso, la piedad está hecha para los poderosos de la élite, en el mundo de Katze: o comes o te comen.

 

 

 Agarró por el pelo a Guy y tiró con fuerza hacía atrás, arrancándole un alarido de dolor, Guy llevó las manos hasta los brazos de Katze e intento que le pelirrojo lo soltase, pero éste lo tenía apresado con una enorme fuerza. Katze se inclinó y sus ojos se situaron a la altura de los de Guy.

 

 

- Una remesa de mascotas de 12 años, de la mejor calidad, con entrenamiento de sumisión absoluta y además todas hembras. Cada una de ellas puede alcanzar un precio equivalente a su peso en oro.- su voz no perdía ni un ápice de su usual frialdad, como si no tuviera oyendo los gemidos de dolor de Guy.- y tú ni siguieras las cuentas para cerciorarte de que no nos han estafado. En cambio te dedicas a colocarte.- la mano que tenía agarrado el cabello de Guy se elevó inexorablemente.- ¡Ponte en pie!- ordenó.

 

Guy se levantó tambaleándose, todavía intentado zafarse del agarre, Katze lo arrastró cuando Guy cayó al suelo, se acercó a una de las paredes y pulsó un panel, se abrió una puerta revelando un amplio baño.

 

Katze dejó a Guy, que se ovilló sobre si mismo, y se dirigió a la bañera y abrió totalmente el grifo del agua fría. Mientras se llenaba la bañera fue hasta el castaño y comenzó  a desnudarle a la fuerza.

 

 

-¡Quítame las manos de encima!-rugió Guy, pero en su estado apenas si tenía fuerzas para detener los hábiles dedos de Katze que eran como filamentos de acero sobre su piel. Cuando ya no quedaba ni una sola pieza de ropa, Katze cogió a Guy por las manos y lo llevó hasta la bañera, que estaba hundida en el suelo, y lo empujó sin miramientos.

Guy cayó con gran estrépito y por un momento desapareció de la vista. Katze miró con ligera preocupación las burbujas que subían a la superficie, “capaz que se ahoga”.

 

 

-¡Eres un cabrón!- Guy había emergido repentinamente y parecía que el agua fría le hubiera devuelto un poco la compostura.

 

 

- ¿De veras?- Katze le miraba indiferente.

 

 

- Sí.- Guy intentó salir pero sólo recibió otro empujón propinado por el pie de derecho de Katze.

 

- No saldrás de ahí hasta que yo no vea que te recuperas por completo del viaje que llevas encima.

 

 

- Pero el agua está helada.

 

 

- No me digas.- los labios de Katze embozaron una mueca irónica.- Haberlo pensado mejor antes de pifiarla en la operación de entrega.

 

 

Guy levantó la vista, el agua le llegaba a las esbeltas caderas, dejando ver su musculoso abdomen.

 

 

- Vale, lo siento.

 

 

-¿Qué?

 

 

-  Que lo siento, joder.

 

 

-¿Crees que con disculparte es suficiente?

 

 

- ¿Y que más quieres que digas?- el rostro de Guy estaba comenzando a ponerse rojo

 

 

- Quiero que me prometas que vas a dejar la droga porque te aseguro que si vuelvo a verte colocado desearás que nuestro caminos no se hubieran cruzado nunca.- Katze se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la salida.

 

 

- ¡¿POR QUÉ NO ME DEJAS EN PAZ DE UNA MALDITA VEZ?!-gritó Guy golpeando con los puños el agua.

 

 

Katze se paró en el umbral.- Sabes el por qué.- su cabeza se giró sobre su hombro, sus ojos se clavaron en Guy como dos puñales ambarinos.- Porque se lo prometí a Riki.

 

 

Salió del cuarto acompañado por los sollozos rotos de Guy. “Por lo menos alguien  te llora todavía Riki” pensó sombriamente Katze, él no podía permitirse mirar atrás.

 

 

 

 

 

 

Raoul se miró al espejo después de la ducha caliente que se había dado, y se sorprendió al ver el rostro que le miraba desde el otro lado del cristal, era una faz lívida y marcada por la preocupación, unos ojos apagados y carentes de brillo.

El Blondy meneó la cabeza, ¿tan afectado estaba por todo lo que acaba de suceder con Júpiter?, la última vez que había estado así había sido por la muerte de Iason, su mejor amigo, de hecho, el único amigo que tenía.

 

 

Raoul se alejó del espejo y desnudo entró en su amplio dormitorio, unas luces muy suaves estaban colocadas en las esquinas y creaban un ambiente relajante, Raoul se sentó en el borde de gran cama. Lo único que deseaba en ese momento era perderse entre las sabanas y fingir que nada había ocurrido, que la entrevista con Júpiter jamás había tenido lugar, pero no podía darse ese lujo, precisamente dentro de media hora debía de estar en una fiesta que daba la Federación de Comercio, no podía dejar de ir puesto que ahora el máximo representante de Tanagura y el único que puede contactar directamente con Júpiter, “por ahora”.

 

 

 

Mientras seleccionaba la ropa, oyó unos educados golpes en la puerta de su dormitorio, sabía quién era el único que tocaba de esa manera.

 

 

- Adelante, Nior.

 

 

La puerta se abrió y hombre joven traspasó el umbral silenciosamente, era alto, esbelto, su rostro era ligeramente afeminado y en el destacaban dos enormes ojos rasgados de azul intenso que hacían juego con su cabello azul pálido. Raoul estaba orgulloso de su furniture, no solo por su belleza sino también por su eficiencia.

 

 

- ¿Qué ocurre?

 

 

Raoul ya estaba medio vestido y buscaba una chaqueta entre las innumerables perchas. Nior se situó a su lado.

 

 

- Hemos recibido un mensaje y un regalo de parte de Hazall el jefe del Comercio Intergaláctico.

 

 

Raoul cesó en su búsqueda y se giró para mirar a Nior, el rostro del Blondy no revelaba nada, pero en el fondo de sus ojos nadaba la sombra de la repugnancia ante mención de aquel nombre.

 

 

- El mensaje.

 

 

- Dice que espera que esta noche tenga unos minutos exclusivos para él y espera que esta fiesta estreche los lazos entre Amoi y el resto de los planetas.

 

 

- ¿Y el regalo?

 

 

- Dos botellas de Rozh Liena Vultain.

 

 

- Tíralas o dáselas a quién se te antoje, pero yo no las quiero.

 

 

Nior asintió.- ¿Alguna respuesta para el mensaje?

 

 

- Sí, dile que estaré encantado.-Raoul no pudo evitar que su adquiriera un tono ácido.- de verlo esta noche.

 

 

- Sí.- Nior no anotó nada, tenía una memoria extraordinaria.

 

Raoul volvió a desplazar las perchas, esta vez con una ligera irritación.- ¿Y mi chaqueta verde esmeralda?

 

 

Nior no contestó, se adelantó, su mano se desplazó sin vacilación alguna y cogió una percha medio escondida, la sacó y dispuso sobre la cama la chaqueta reclamada por Raoul.

 

 

- Gracias.- Raoul comenzó a vestirse.- Espera con air-car en la puerta principal dentro de  diez minutos.

 

 

Nior volvió a asentir e hizo una ligera inclinación antes de salir del dormitorio de su amo.

 

 

 

 

 

 

Las fiesta de las clases altas siempre eran un auténtico espectáculo, en un mismo lugar, a una misma hora, se reunían lo mejor de la elite de Tanagura, lo mas bellos, lo más inteligentes, la máxima expresión de la perfección en los seres humanos. Muchos de los Blondies venían acompañados de sus mascotas y las mostraban como una extensión de su estatus.

 

 

Raoul solía pasarlo bien en estas fiestas, conversar, maquinar, observar las mascotas de otros, pero todo aquello se había quedado en el pasado, ahora todo le parecía falso, aburrido y carente de sentido. Aquella parafernalia le parecía absurda y tediosa, cogió su copa y se acercó a una de las enormes cristaleras para ver el océano, este año el comité de organización había decidido hacer la fiesta en un enorme recinto de cristal en le puerto de Tanagura. Las dos lunas ya estaban en su cenit, le regalaban al mar el aspecto de entre dorado y plateado, era una vista que quitaba la respiración pero parecía que solo Raoul la apreciaba

.

 

“Te echo de menos Iason, me faltan tus comentarios irónicos sobre nuestros iguales”, Raoul, mirando el inquieto oleaje, alzó la copa en un solitario brindis “Por ti” y apuró la copa de un solo trago.

 

 

 

- Vaya, vaya, que alegría verte Raoul.- una enorme y basta mano se posó sobre el antebrazo del Blondy. Éste se giro molesto, para ver quién se tomaba esas confianzas con su persona, no le tomó por sorpresa comprobar que se trataba de Hazall.

 

 

- Buenas noches, Hazall.- con un ligero y discreto movimiento se desembarazó de su garra.

 

 

- Buenas noches, ¿cuándo fue la última vez que nos vimos?- sonrió enseñando todos los dientes, que otorgaban un aspecto más atroz a aquel desigual rostro.

 

 

- Hace un año.

 

 

- Ah, es verdad. Cuando nuestro querido Iason todavía estaba con nosotros- su cara intentó adoptar una expresión de tristeza, pero a ojos de Raoul fracasó estrepitosamente.- Siempre me gusta volver a Amoi, es un planeta en cuya superficie todo es limpio y ordenado pero debajo hay una red de secretos y conspiraciones, es simplemente encantador.

 

 

Raoul se obligó a sí mismo a recordar que a pesar del aspecto de bestia de Hazall, aquel hombre era terriblemente astuto y oportunista, no había llegado a representante del Comercio Intergaláctico por su presencia física, siempre que trataba con él tenía la impresión de que bajo su piel humana se ocultaba una hiena.

 

 

 

- Además, he hecho un par de gestiones. He comprado una mascota nueva.- Hazall se hizo a un lado para mostrar a una pequeña beldad de 12 años, el niño era como una escultura, resplandecía de belleza.- La anterior que me regaló Iason no duró mucho.

 

 

Raoul, súbitamente, recordó que Iason le había regalado como mascota a Kirie, el miembro de la banda de Riki, le había lavado el cerebro y convertido en un dócil muñeco sexual, ese había sido el pago Kirie por su traición.

 

 

- ¿Qué ocurrió?- Raoul no sabía ni por qué se interesaba.

 

 

- Bueno, al principio fue muy bien, hacía todo lo que le decía.- Raoul había oído rumores de que las mascotas de Hazall no solían llegar al año, las sometía a brutales suplicios sexuales, de tal forma, que morían antes de cumplir los doce meses. Desde luego, esas muertes no se consideraban asesinato puesto que las mascotas no tienen la consideración de seres humanos pero no era bien visto que una macota muriera en su primer año, era un desperdicio de excelente material genético.- Pero después fue cambiando.

 

 

-¿En qué sentido?

 

- En una de las ocasiones me atacó, era como si se hubiera vuelto loco.

 

 

Raoul llamó con una seña a uno de los camareros para que llenara las copas de ambos. Meditó mientras veía como vertían el licor dorado en su copa, sabía por experiencia que a veces los lavado de cerebro no funcionaban, en raras ocasiones el sujeto lograba revertir la programación, Raoul no tenía muy claro como se producía este fenómeno pero tenía la teoría de la reversión tenía que ver con la fuerza de voluntad del sujeto. “Al parecer Kirie tiene más carácter del que pensaba, Iason  lo subestimó y yo también”.

 

 

- ¿Lo eliminaste?- preguntó con indiferencia.

 

 

Hazall lo miró sorprendido.- Jajajaja, por supuesto que no, primero lo castigué y después, cuando llegamos a Amoi, lo vendí al peor burdel de Midas, al Darkness.

 

 

Raoul bebió un sorbo, había oído hablar de ese local a Katze, el pelirrojo le había dicho que era un tugurio dónde se organizaban espectáculos de sadismo, la sangre siempre estaba presente. Raoul observó como aquel animal de Hazall apuraba ruidosamente su copa, de pronto sentía asco de estar en su presencia.

 

 

- ¿Me disculpas?, tengo que ir al servicio.

 

 

- JAJAJAJAJA, yo creía que los Blondies no iban al baño.

 

 

Raoul contuvo las ganas de arrancarle la cabeza de un puñetazo, “estúpido”. Se alejó rápidamente, sorteando los innumerables cuerpos envueltos en túnicas brillantes y se dirigió  a las terrazas superiores. Se cercioró de que estaba completamente solo y entonces tocó el zafiro que llevaba en lóbulo de su oreja derecha, no solo era una joya, era también un comunicador y solo tenía una línea.

 

 

-¿Sí?- la voz era suave.

 

 

- Katze, necesito que me hagas un favor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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