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Detrás del origen por Leila Bielefeld

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Notas del capitulo:

Bien, lamento un poco la demora pero aquí esta, espero les guste :D

Con su rostro siendo golpeado por la salada brisa del mar, continuo mirando hacia el horizonte esperando pacientemente a que el sol mostrara sus primeros rayos sobre él, llevaban alrededor de dos días de viaje y eso tan solo era la mitad del recorrido, aun y a pesar de eso, se mantenía tranquilo, era lo menos que podía hacer ya que en todo ese tiempo, la tensión en el barco era bastante obvia, él y su hermana no habían hablado desde aquella noche en el castillo, incluso viajando en el mismo transporte, parecían evitarse el uno al otro y en las pocas ocasiones que llegaban a coincidir ambos se rehuían la mirada, era claro que para nadie pasaba desapercibido semejante comportamiento sin embargo agradecía que ninguno de sus acompañantes se parara a interrogarle sobre la situación dado que, ni siquiera él sabía que era lo que estaba pasando con su relación de “hermanos”.

-Buenos días majestad, no creí que se encontrara despierto a estas horas-escuchó mientras observaba al mayor de los hijos de la ex maou acercarse hasta él.

-Buenos días Gwendal, es solo que no podía dormir, además desde hace tiempo que no veo un amanecer, supongo que adentrados en el mar, deber ser todo un espectáculo ¿no?-dijo mientras regresaba su mirada al mismo punto indefinido donde la había tenido-Por cierto ¿podría hacerte una pregunta?

Ante el comentario del menor, el peli-gris se mantuvo en silencio, ya desde hace días había notado el semblante un tanto decaído de su rey, sin mencionar su altamente notable distracción y la falta de contacto con su hermana, imaginaba que todo había sido debido a la discusión que habían tenido cuando la chica se había presentado en la oficina del maou, aunque dudaba que fuera solo eso; tratando de dejar aquellos pensamientos de lado asintió ante la petición del chico, teniendo en cuenta que a pesar de que su mirada estaba perdida a lo lejos en el mar, notaría su afirmación.

-¿Por qué has venido? Después de todo siempre te has mantenido firme ante la idea de dejar el reino en manos desconocidas entonces ¿qué haces aquí? Ni siquiera has permitido que Gunter permaneciera en el palacio, simplemente dejaste el poder en ese joven, en el familiar de Adalbert sin más, solo lo dejaste y ya.

Con el rostro aún firme no aparto su mirada del chico, sabía que no era raro que indagara en algo como eso ya que incluso él lo había preguntado cuando el gran sabio le había hecho semejante petición, sin embargo no podía preocupar más al moreno contándole las especulaciones del estratega, no podía al menos que quisiera crearle alguna clase de colapso al joven, el cual quizá ya estuviera entrando en alguno.

-Es la cabeza de una de las diez familias más importantes del reino así que no creo que sea del todo un desconocido, sin mencionar que necesitaran toda la ayuda posible en este viaje, los acuerdos con la alianza también son de mi incumbencia majestad- terminó de decir el general.

-Es eso Gwendal o ¿acaso tú tampoco me crees capaz de manejar la situación?- no entendía porque había dicho algo como eso, simplemente las palabras habían salido de su boca, se sentía perdido, temeroso y desconfiado, como si alguna clase de muralla que lo había mantenido a salvo ahora se encontrara cayendo pedazo a pedazo.

-¿Majestad? No entiendo a que se refiero.

-No hagas caso, creo que tanto movimiento también me está afectando.

Sin comprender del todo las palabras de peli-negro, el mayor se despidió del joven y continuó con su camino, sentía que algo pasaría en aquel viaje pero lo que realmente le alarmaba, era esa sensación que tuvo después de haberse ido del lado del joven rey, ese sentimiento tan extraño, como si algo se estuviera rompiendo muy dentro del joven, algo que jamás se volvería a reconstruir.

Con los primeros rayos del sol mostrándose a lo lejos, Yuuri continuaba preguntándose qué era lo que le había sucedido con el mayor de los hermanos de su prometido, no solo con él, sino que era lo que le estaba sucediendo con todo, con la situación del reino, con todos a su alrededor, con su hermana; ya habían pasado algunas horas desde que se había encontrado con el general y aun se mantenía en el mismo lugar pues a pesar de que el sol estaba comenzando a salir, el clima frío aun podía sentirse y una enorme pereza lo había inundado, un cansancio que desde hace mucho no había sentido, esa sensación de pesadez en su cuerpo, esa estremecimiento que tenía después de un arduo entrenamiento de beisbol, quizá lo mejor era volver pronto a su camarote al lado del rubio antes de que el otro comenzara especular acerca de sus furtivas aventuras en medio del océano.

Ya decidido a volver al lado de su prometido comenzó a levantarse del lugar en el cual se había encontrado sentado todo ese tiempo, posiblemente si se daba prisa podría dormir unas cuantas horas más ya que si era sincero, había permanecido gran parte de la noche vagando por el barco en cuanto Wolfram había caído totalmente rendido y no lo culpaba, el pobre se la había pasado todo el viaje con sus típicos mareos e incluso había devuelto varias veces su comida, esperaba que el té de hiervas que Gunter le había preparado la noche anterior surgiera efecto antes de que el ex príncipe cambiara sus coloradas mejillas por unas totalmente pálidas.

-Buenos días majestad-escucho una conocida voz a sus espaldas.

No quería verle, mucho menos hablar con él pues cada vez que trataba de hacerlo, las duras palabras de Naomi cruzaban por su mente como un relámpago que iluminaba sus recuerdos, recuerdos dolorosos de un Conrad a punto de morir por su culpa o como la chica lo llamaba, por su dependencia hacia los demás.

-Hola Conrad y adiós, tengo que ver como se encuentra Wolf, espero que el remedio de Gunter haya servido- fue lo único que atino a decir, sabía que esa no era la manera de enfrentarse a la realidad, pero aún no se sentía preparado, necesitaba tiempo para pensar que tan cierto era todo lo que su hermana le había dicho y de ser así ¿Qué iba a hacer? No podía permitir que la situación y la vida de los demás se pusieran en riesgo por culpa suya.

Aun con su cabeza hecha todo un huracán de ideas comenzó a alejarse velozmente de aquel sitio, ya tendría otra oportunidad para aclarar todo, pero primero tenía que aclarar su mente, saber qué era lo que quería y que haría para conseguirlo, solo esperaba no darse cuenta de todo demasiado tarde.

Percatándose del extraño comportamiento de su ahijado, continuó observándolo hasta que desapareció de su vista; llevaban dos días desde que habías zarpado de Shin Makoku y el maou no era capaz de darle la cara como si le hubiese hecho algo malo, sin comprender que era lo que pasaba por aquella cabeza trató de no tomar demasiada importancia pues entendía que quizá el chico estuviese pasando por un duro momento  debido a todo lo que había acontecido recientemente y era normal, pues para ser tan joven e inexperto ya tenía que enfrentarse a esa clase de situaciones.

Continuando con su recorrido logró escuchar una respiración agitada acompañada por el sonido del aire siendo golpeado, con la duda carcomiendo su mente se acercó hasta el lugar del cual provenían aquellos ruidos encontrándose con una peculiar escena; frente a él se encontraba una pelinegra con un extraño traje que desde hace mucho no veía, pues la chica se encontraba vestida con el antiguo traje de pelea que habían usado algunas mujeres mitad mazoku y mitad humanas en la batalla de Rutenberg, mientras su cabello estaba sujetado en una coleta y un cayado se movía de un lado a otro con precisión y determinación.

-Si vas a decir algo solo dilo, me pone los pelos de punta que solo me estés observando de esa manera-escucho decir a la chica mientras continuaba con sus movimientos.

-¿De dónde sacó ese traje alteza?- preguntó de manera seria, no le molestaba sin embargo no podía dejar de recordar la perdida de varios compañeros con tan solo mirar esa vestimenta.

Deteniendo su entrenamiento la joven miro de frente a su acompañante, claramente su intención no era molestar al castaño usando ese traje, estaba al tanto del significado que tenía para él y los miles de recuerdos que seguramente lo estaban invadiendo con tan solo verla pero era algo más que solo una traje, incluso para ella dado que, no solo era la vestimenta de toda mujer que luchaba en el frente de batalla, sino, de un soldado dispuesto a darlo todo por su nación, lo había visto mientras recorría el castillo y le había fascinado por ello había mandado pedir que le perfeccionaran algunos parecidos, pues si iba a poner en riesgo su vida, lo haría por el lugar que la había acogido de una manera tan cálida y lo haría de todo corazón entregando su ser y todo lo que ella era; por la gente de ellos que ahora era la de ella, por ese mundo, por el rey original, por Julia, por Shin Makoku.

-No creo que importe mucho de donde lo he sacado-dijo mientras retomaba el ritmo de sus movimientos- entiendo lo que significa para ti y no lo he hecho con la finalidad de incomodarte, solo recuerda que no solo representa la sangre derramaba en Rutenberg, tiene otro significado.

-Lo mejor sería que continuara guardando reposo majestad, puede que sus heridas ya estén mejor pero no del todo curadas-comentó tratando de cambiar de tema, sabía que las palabras de la chica estaban llenas de significado, al igual que la ropa que usaba en esos momentos, pero simplemente le era difícil luchar contra tantas imágenes dolorosas, pues incluso después de tantos años, la herida seguía abierta.

Sin detener su entrenamiento Naomi observó de reojo al castaño, era clara la forma de desviarse del tema que había usado, pese a eso tampoco era su intención retomar la plática anterior, sabía que aquella guerra no solo era una marca en el soldado sino en toda la nación, así que si el hombre pretendía guardarse sus palabras ella respetaría su silencio, era lo mínimo que podía hacer por él.

-Conrad, tú y yo hemos hablado demasiado como para que sepas mi respuesta ¿Acaso me harás repetirla?-preguntó de manera simple.

-Alteza, su cuerpo no creo que sea capaz de resistir la presión a la cual lo está sometiendo-comenzó a decir mientras se acercaba hasta la chica y tomaba el cayado-Por favor, pare con todo esto.

-Dime ¿sabes por qué lucho?-interrogo mientras soltaba el objeto de madera y comenzaba a retirarse del lugar.

Recordando las palabras que la chica había dicho en casa de los Shibuya el capitán guardó silencio, claro que sabía porque luchaba, eran las misma razones por las cuales él lo hacía, sin embargo no podía dejar de preocuparse, después de todo seguía siendo muy joven e inexperta, tan solo hace algunos días no era más que una chica común y corriente, una joven que no fue preparada en lo más mínimos por su familia como había sucedido con el maou, ella realmente estaba sola en una situación como esa y aun a pesar de eso, le sorprendía la manera en como manejaba las cosas, era una clase de talento o algo parecido, el cual era opacado por su terca y aventurera manera de ser, lo cual era lo que verdaderamente lo aterraba pues podía llegar a ponerla en peligro.

-Julia, Shin Makoku, Yuuri, Wolfram, Greta, Gwendal, Gunter, Cheri-sama, Anissina, Sangria, Doria, Lasagna, Effe, Murata, Yozak, Shinou, dime ¿Esas no son suficientes razones para que luche aun a costa de mi vida? Si no es así, entonces en verdad no sé qué será de este mundo-fue lo último que dijo antes de desaparecer en el interior del barco.

 

***

Sintiendo nuevamente un malestar en el estómago decidió levantarse finalmente de la cama, parecía que el té que le había dado Gunter había ayudado bastante a pesar de que no demasiado con sus nauseas, por lo menos ya era capaz de mantener sus alimentos donde debían estar; tallando levemente sus párpados comenzó a inspeccionar el lugar en el cual se encontraba, sin duda era el camarote que compartía con su prometido, el cual se encontraba durmiendo tranquilamente en uno de sus costados.

Con una sonrisa en su rostro comenzó a acariciar aquellas morenas mejillas que tan suaves le parecían notando al instante lo gélidas que estaban, supuso que aquel enclenque debió estar jugando por alguna parte fuera de las habitaciones, después de todo jamás podía estarse quieto en un solo lugar, solo rogaba al cielo el que no hubiera hecho alguna tontería, aunque lo dudaba después de todo, el muy debilucho había estado bastante deprimido en todo el viaje; al principio creyó que era debido a la situación pero poco a poco fue descartando esa posibilidad, quería preguntarle de manera directa, aunque no estaba seguro de que fuera la mejor idea.

-Hola- escuchó decir al joven rey mientras observaba como de a poco este comenzaba a abrir sus ojos.

-Hola debilucho.

-Que no me digas debilucho, ¿Cómo te sientes? ¿Sirvió de algo el remedio de ayer?-preguntó mientras se sentaba sobre la cama.

-Algo así, me siento mejor, aunque las náuseas no desaparecen, supongo que con el tiempo irán disminuyendo-dijo mientras miraba fijamente a su prometido-Yuuri ¿te encuentras bien?

Ante la pregunta el chico desvió la mirada, no quería hablar sobre sus inseguridades, ni siquiera con Wolfram, se sentí completamente desorientado, como si el camino que había estado siempre frente a él, de un momento a otro se hubiera desvanecido, no quería pensar, no quería temer, quería que todos esos sentimientos que lo confundían desaparecieran de una vez por todas, que ese cristal que se estaba quebrando dentro de él, se volviera añicos de una vez por todas, pero que terminara todo eso que estaba sintiendo.

Regresando su mirada hacia el rubio pudo notar como el color regresaba a su rostro, logrando percibir aquel tono rosado sobre sus mejillas, el rojo carmesí de sus labios, sus dorados rizos cayendo sobre su rostro; quería olvidar, sentir que nada más en el mundo importaba y sabía cómo hacerlo, conocía a la persona que era capaz de desaparecer todo a su alrededor con su simple compañía, quizá era tonto pensar de esa manera, pero solo quería sentir a su prometido, entregarle todo lo que aún era antes de que desapareciera porque de eso estaba seguro, algo dentro de él se lo decía, quizá sus miedos o su mismo modo maou, pero estaba seguro que algo en el cambiaría para siempre, algo que jamás recuperaría.

Dejando que un par de lágrimas escaparan de sus ojos, tomó entre sus manos el delicado rostro de su prometido capturando aquellos labios que resultaban un manjar, los besó con ternura y desesperación, como queriendo grabarse todo de ellos y tratando de marcarlos como suyos, mordiéndolos débil mente y jugueteando con su lengua dentro de aquella pequeña cavidad que solo tenía lugar para él.

-Yuuri ¿Qué te sucede?-tenía miedo, sentía el temor en cada una de esos besos, incluso podía llegar a percibir en ellos una clase de despedida y simplemente lo aterraba, ¿qué le había sucedido? ¿Por qué se comportaba de aquella manera? De algo estaba seguro y era que no permitiría que ese debilucho se fuera de su lado, no después de todo lo que habían pasado.

-Te amo, sin importar lo que me suceda, debes saberlo, este que soy ahora y en cualquier otro que pueda llegar a ser, lo único que no cambiara es lo que siento-dicho eso, comenzó a recostar nuevamente sobre la cama a su prometido mientras se apoderaba nuevamente de su boca; no había mentido, aun si él se transformaba en lo peor del universo, aquel sentimiento que profesaba por el oji-esmeralda seguiría siendo el mismo.

-¿Sabes por qué te sigo aunque seas un debilucho?-pregunto el rubio apartándose un poco del moreno mientras se abraza a su cuerpo.

Recordando aquella pregunta con anterioridad, estrecho contra su cuerpo el del joven ex príncipe y miles de memorias llegaron hasta él, todas la vivencias que había tenido desde que había llegado hasta aquel lugar, como había logrado cambiar aquel mundo tan distinto al suyo, el cómo había logrado llegar a cada una de las personas con las cuales se encontraba; probablemente aun no tenía la respuesta de todas sus dudas, pero aun y a pesar de eso, sabía que estaba cerca, porque al lado de aquel chico todo le parecía posible; sabiendo que el otro esperaba una respuesta, dejó descansar su cabeza en el pecho del contrario mientras negaba débilmente.

-Imagínatelo antes de abandonarme.

 

***

Camino lentamente por cada uno de los pasillos, se sentía débil, podía percibir el ardor de sus heridas regresando a ella; no negaría el hecho de que el castaño tenía razón, sabía de ante mando que se estaba sobre esforzando más de la cuenta, pero verse tan vulnerable simplemente era algo que no podía permitirse; continuó su camino hasta estar frente a la puerta de su actual alcoba, ya dentro de ella se dejó caer totalmente sobre el colchón mientras esperaba que el dolor que la invadía fuera desapareciendo.

Sentía la inmensa necesidad de gritar, de dejar salir de su cuerpo algo que desconocía, algo que permanecía encerrado en su interior; tratando de apaciguar sus pensamientos comenzó a frotar suavemente su rostro, no estaba en condiciones para perder el tiempo en intuiciones tontas, sin embargo la plática con el joven maou continua invadiendo su mente, no estaba arrepentida, sabía que lo que había dicho no era más que la verdad aunque tampoco podía dejar de pensar en el semblante del joven, probablemente no era la mejor manera de decírselo.

Observando detalladamente el débil color de sus manos corrió hasta el espejo de cuerpo completo que estaba en el lugar, no sabía si era imaginación suya o alguna otra cosa, pues podía jurar que el color de su piel cada vez se volvía más blanca, sin mencionar la temperatura tan fría que estaba tomando su cuerpo, podía sentir como si la sangre que corría por sus venas se fuera convirtiendo en pedazos de hielo que recorrían cada parte de su anatomía.

Queriendo imaginar que todo era parte del cansancio, corrió hasta la enorme cama cubriéndose de pies a cabeza con la sábanas blancas que la adornaban, no estaba segura, pero podía jurar que su temperatura era baja y estaba en descenso, si seguía de esa manera no había duda de que podría llegar a morir aunque si lo pensaba detalladamente, algo como eso era imposible, al igual que viajar a otro mundo lleno de demonios y humanos que se odian a muerta, claro hasta la llegada de un rey demonio mitad humano, mitad mazoku; quizá debería reconsiderar su término de imposibilidad.

Percatándose nuevamente de su estado, quiso cubrir aún más su cuerpo dado que, si sus cálculos no fallaban, su temperatura inicial debió estar alrededor de los treinta y siete grados, lo cual era algo normal, pero viendo el comportamiento que su cuerpo había tomado a lo largo de los últimos quince minutos, lo más seguro era que ahora rondara entre uno o dos grados, algo que debería ser irreal; queriendo permanecer lo más centrada posible, comenzó a sentir como su vista se nublaba y su garganta nuevamente comenzaba a cerrarse, tenía seguro que en cualquier momento perdería el conocimiento, tratando de luchar contra ese sentimiento de desfallecimiento, se acercó hasta el pequeño buro que estaba a uno de sus costados mientras tomaba entre sus manos un anillo, el cual acerco hasta su pecho antes de perder el conocimiento.

 

***

Dirigiendo lentamente la taza hasta sus labios, permaneció con la mirada fija en el mismo lugar, llevaba ya bastante tiempo en aquel lugar que decidió hacerlo algo más ameno tomando el té; a pesar de que el séquito del rey tenía ya algunos días de haberse marchado, él seguía sin poder hacer algún avance dado que, a pesar de permanecer todo el tiempo en el palacio pendiente de cada movimiento el oji-azul, no lograba captar nada fuera de lo normal, el chico era tan sistemático en todo lo que hacía que incluso él se preguntaba si no le era aburrido.

Todo era tan preciso que no era necesario tenerlo tan en la mira, aunque lo hacía, se levantaba desde muy temprano, antes de que los primeros rayos del sol bañaran el reino solo para comenzar con un arduo entrenamiento en compañía de su escuadrón personal, para después dirigirse a su habitación, de la cual salía tras veinte minutos de aseo personal, para que a continuación pasara a la oficina provisional que le había asignado a trabajar, luego el desayuno, más trabajo, almuerzo, más trabajo y organización de los soldados, cena, más trabajo y lo único que se diferenciaba del resto de las anteriores cosas, era que tras la última reunión del día, pasaba hasta altas horas de la noche en la biblioteca, para finalmente retirarse a su alcoba y al siguiente día era lo mismo.

Afortunadamente para el gran sabio, ese día parecía ser diferente, pues tal parecía que al chico le había dado por h poner a prueba a algunos de los soldados de Pacto de Sangre por lo cual, mientras el se encontraba en uno de los patios de entrenamiento dando órdenes, el joven de lentes lo observaba desde uno de los balcones mientras disfrutaba de algunos aperitivos, aun si no lograba hallar alguna pista que conectara a aquel chico con todo lo ocurrido, no se permitiría dejar de vigilarle ya que, sabe que tarde o temprano, algo tendría que salirle mal en caso de ser culpable.

Ya habían pasado alrededor de dos horas y en ese momento se encontraba siguiendo los pasos del heredero de los Grantz; el entrenamiento sorpresa que había hecho ya había terminado hace algunos minutos, al inició creyó que el chico regresaría a sus actividades de siempre sin embargo, grande fue su sorpresa cuando lo vio dirigirse al lado contrario del cual acostumbraba tomar, con el mayor sigilo posible le siguió los pasos, ya se le estaba haciendo costumbre hacer esa clase de cosas, aunque debía decir que le extrañaba que el joven, siendo un soldado como lo era, le parecía increíble que en todos esos días no haya reparado en su presencia, pese a eso debía agradecer que así fuese.

Notando como el hombre detenía sus pasos frente  una puerta corrió tras una de las columnas del lugar, ya seguro de haber escuchado la puerta al abrirse, seguida del sonido de pasos alejándose y nuevamente el sonido del objeto al cerrase, decidió salir de sus escondite; le extrañaba que el destino del chico fuera la biblioteca, pues normalmente el tiempo que empleaba en ese lugar era la noche, frente a la entrada de aquella habitación se debatió en sí debería permanecer en aquel sitio en la espera de que la persona dentro de ella saliese o pasear por algunos lugares cercanos y volver más tarde, sin duda no estaba seguro, después de todo, conociendo al chico como lo había estado haciendo, lo más seguro era que permaneciera en ese lugar por largo rato.

-Su santidad, siempre he creído que la palabra es la mejor manera de comunicarse, es un método más eficaz que seguir a una persona, no le mentiré, puede ser en ocasiones incómodo-escuchó decir al joven que se encontraba frente a él y que acababa de abrir la puerta-pase, será mejor hablar adentro.

Tratando de mantener su postura firme se adentró en el lugar, se maldecía a si mismo por dudar en irse o no, quizá su no hubiera estado perdido en su indecisión habría logrado escuchar los pasos acercándose hasta él; con la frente en alto y haciendo su mayor esfuerzo para no sentirse tan expuesto, tomó asiento en una de las sillas que se encontraban en aquel sitio, le tomaría la palabra al joven Grantz y hablaría directamente con él.

-Así que dígame su santidad ¿a qué se debe tanto interés hacia mi persona si es que se puede saber?-preguntó el chico mientras tomaba su lugar frente al estratega y dirigiéndole una ladina sonrisa.

-Supuse que ya debería saberlo Lord Von Grantz-dijo de manera firme el peli-negro.

Ampliando aún más su sonrisa, Élian tomó nuevamente entre sus manos el libro que había estado leyendo hasta hace tan solo algunos minutos, antes de decidir encarar a la sombra que lo había estado asechando desde el día en que el castillo había quedado a su cargo, claro que se hacía una idea de lo que quería saber el gran sabio, sin embargo aun si lo quisiera, había muchas cosas que el mismo no podría explicarle, aunque claramente, esa era una gran oportunidad para indagar más acerca de lo que estaba pasando no solo en el palacio, sino en  todos los reinos.

-Sólo llámeme Élian, el título de Lord aun permaneces a mi tío, ya que Adalbert renunció a él y la ceremonia de sucesión aún no se ha llevado a cabo, no soy más que un simple soldado del territorio Grantz al servicio de la corona y del gran maou.

-Como usted mismo dijo joven Élian, lo mejor será ser claro, así que dígame ¿Qué tanto sabe de lo que está ocurriendo?-pregunto de manera directa Murata mientras mantenía su mirada firme sobre su acompañante, estaba dispuesto a saber qué era lo que sucedía y que tanto estaba involucrado ese joven- o medirá que lo sucedido con la señorita Naomi no fue más que un golpe de suerte.

-¿A caso sería algo extraño que así fuera?

-Creo que sabe en qué situación se encuentra, no estamos hablando de una casualidad, era claro que sabía qué hacer, así como también sé que está esperando obtener información por mi parte-terminó de decir el gran sabio observando el claro cambio de semblante del otro.

Soltando una débil carcajada el chico se dejó caer sobre el respaldo de su asiento, no cabía duda alguna de que era el gran sabio con quien estaba tratando, pese a eso no se dejaría intimidar ya que, después de todo, este podía ser un juego para dos.

-Tal vez solo actué por instinto, quizá fue solo un impulso, así como el de usted y de su majestad de ir a la tierra ¿o me dirá que usted no tuvo nada que ver? ¿Así como no tuvo nada que ver con que ahora me encuentre yo haciéndome cargo del reino en la ausencia del rey? Creo que después de todo, no soy el único que se encuentra en una situación difícil su santidad.

Permaneciendo en silencio, el joven de anteojos dejó escapar un suspiro, tal parecía que el chico sabía lo que hacía y no se inmutaba en nada, era algo de admirarse y no lo negaría aunque tampoco podía darse el lujo de dejarse llevar por su juego, no al menos de esa manera y con tanta información el juego, sin mencionar de que si sus sospechas eran ciertas no era de extrañarse que buscara saber más, sin embargo esa era una curiosidad que todo tenían ¿qué era lo que realmente estaba pasando? Una pregunta que rondaba en la mente de todas las personas de Shin Makoku.

-Como debería saber su santidad, el territorio Grantz es conocido, en cuestiones culturales, por sus cantos y bailes, puedo decir que eso tuvo mucho que ver en mi forma de actuar, dígame ¿usted alguna vez escucho el cantico al creador de los tiempos?

-¿A dónde quiere llegar con todo esto?-preguntó ya irritado el peli-negro, sobre todo al notar la sonrisa en el rostro de su acompañante.

-Hace muchos años, cuando yo aún era un niño, todos los días en la gran plaza del territorio Grantz, un viejo de gran barba blanca y pelo color plata se ponía a recitar aquel cantico, en una ocasión le pregunte si él lo había escuchado en algún lado, solo me respondió que era algo de familia, al comenzar con mi entrenamiento como soldado deje de frecuentar el pueblo, cuando ya era mayor regresé a buscar aquel hombre que tanto me entretenía con sus cuentos hechos canciones pero no lo encontré-dijo mientras dejaba de lado el libro que hasta entonces había tenido en sus manos y perdía su mirada hacia los ventanales de la habitación- escuché rumores, cientos que jamás creí del todo alguno, pero de lo que si estoy seguro y que todos confirmaban, era que había perdido la cabeza, diciendo que lo escuchaban a menudo decir que la historia se repetiría pero no con el mismo fin, después de eso no supe más, supongo que desapareció por completo.

-¿Eso en que responde mi pregunta joven Élian?

-En que en cada canción el daba una señal, un detalle, como si todo hubiera sido real, como si más que una canción…

-Fuera la historia de una guerra-finalizó la frase el gran sabio mientras trataba de rememorar toda la información que había obtenido-¿recuerda alguna de las canciones?

-El cantico del alma devastada.

¡Acercaos! ¡Acercaos!

Que hoy les he de contar

La trágica historia

De un ser que quiso reinar.

Montañas y ríos él quiso quitar

Para que sus tropas el mal pudieran sembrar

Con una espada de acero

Y su armadura de un tenue negro.

Pueblos y aldeas en sus manos cayeron,

Poderes inmensos y un ejército sin miedo

Muertes de niños, mujeres deshonradas,

Caballeros en batalla, pero él con todo arrasaba.

Hasta que un joven llamado Shoushou

A sus seguidores enfrentó

Y su vida a cambio de los reinos él dio.

Cenizas y polvo el mundo se volvió,

Cuando el joven valiente en un ser maligno se volvió.

Su historia siguió, con las muertes

Él continuó, hasta que su vida

Cambió, gracias a un hombre

Valiente que en cuatro cajas lo encerró.

 

Notas finales:

Espero le haya gustado, como les había dicho, esta es la canción que Élian había recordado mientras sucedía lo de Naomi, al menos una de ellas, espero que el capítulo les haya interesado y espero sus lindos comentarios, diganme si quisieran que explicara algo o cosas por el estilo.

Nos leemos pronto,Bye Bye :D


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