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Efímero por Leobluebox

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A pesar del calor que lo hacía sudar a chorros, Marc seguía envuelto en la sábana de su cama. No podía sacarse de la cabeza esa mano tocándolo en una de las partes más privadas de su cuerpo, ni los besos que habían amortiguado esos obscenos sonidos que no sabía que era capaz de emitir sin control. Recordaba haber salido corriendo de casa de Mike en cuanto se dio cuenta de lo que acababa de ocurrir en realidad, y llevaba horas sin destaparse, temblando, rememorando la escena una y otra vez.

Frunció el ceño por quién sabe qué vez, porque no tenía muy claro si le había gustado o no. Sabía que no había estado bien, estaba muerto de vergüenza y no se imaginaba siquiera lo que podría haber pasado si se hubiera quedado allí. Abrazó la almohada y gruñó, ¡un chico lo había masturbado! Cada vez era peor, ya no solo eran novios, ya no solo aceptaba que Mike lo besara, ahora lo había dejado llegar más lejos.

Pero lo que no podía hacer era quedarse como un cobarde encerrado para siempre. Ya había soportado burlas, golpes e insultos de demasiada gente como para caer por algo tan simple como el sexo. Se destapó y caminó hasta el escritorio, si lo pensaba bien, ¿Mike había incumplido una regla? Sacó el papel, lo desdobló y leyó la norma que prohibía el sexo.

Se mordió el labio, metiéndose el papel en el bolsillo. Al mirar a la calle por la ventana pudo darse cuenta de que el cielo ya estaba oscureciendo y probablemente había estado toda la tarde escondido. Titubeó un poco antes de decidir salir.

Hacía muchísimo calor, le picaba el cuello y no se había mirado en el espejo desde que salió de la ducha aquella mañana. Lo único que había hecho antes de tumbarse era cambiarse de ropa y en esos momentos se estaba arrepintiendo de llevar una camiseta de tirante. ¿Y si Mike lo había vuelto a hacer? Seguro que tenía alguna otra marca en el cuello y no podía esconderla con esa maldita camiseta. Se llevó ambas manos al cuello y dio media vuelta mientras pasaba cerca del parque; nadie podía verlo de esa manera.

-¡Ferguson!

Creyó que se caía al suelo del escalofrío que lo recorrió cuando la voz de Brad sonó enfadada a su espalda, muy cerca. Escuchó los pasos fuertes y pronto lo tuvo empujándole el hombro sin cuidado para darle la vuelta. Respiró profundamente, tranquilizándose.

-Y-yo...tengo que irme. -dio media vuelta otra vez y andó los dos pasos que Brad le dejó antes de situarse delante de él. Su ceño ya no estaba fruncido, el pelo rubio le caía sudado sobre la frente y de alguna forma, parecía que tenía la intención de ser amable.

-Espera...-se rascó la nuca, mirando más allá del hombro de Marc, que aún se tapaba el cuello con ambas manos- ¿quieres cenar conmigo?

-¿Qué?

Brad bufó, poniéndose rojo y bajando la cabeza hasta mirarlo directamente. Movió la cabeza, se pasó las manos por el pelo y pareció pensárselo dos veces antes de chasquear la lengua y repetirlo con voz nerviosa, enfadada pero tímida a la vez. Era demasiado extraño.

-Cena conmigo...-a Marc casi se le cayeron las manos- por favor.

Parpadeó varias veces, muy confuso. Ese no era el Brad que él conocía. Durante años, lo había golpeado, insultado, maltratado de todas las maneras posibles, haciéndolo sufrir demasiado. Jamás se le hubiera pasado por la cabeza que ese mismo chico estuviera ¿pidiéndole una cena? Es que ni siquiera era con sus secuaces, Brad solo se refería a sí mismo.

Una bombilla se encendió en la cabeza de Marc. Era una broma. Brad se había cansado de obedecer a su hermano y había decidido gastarle una broma, hacerse pasar por su amigo para luego hacerle algo malo.

Miró el suelo y pasó por su lado sin contestar. Solo quería llegar a casa, ponerse una camiseta que le tapara el cuello y decirle a Mike que había roto una condición. Entonces sería libre y podría salir con Henry sin que el mayor se lo echara en cara.

-Marc -puso los ojos en blanco y fue girado de nuevo- solo una cena.

Intentó soltarse del agarre que el rubio mantenía en su brazo, pero Brad siempre había sido mucho más fuerte que él. Frunció el ceño, ¿incluso lo acababa de llamar por su nombre?

-No.

-Vas a pasar la noche solo, ¿por qué no quieres cenar conmigo?

Se removió de nuevo, sintiendo como el sudor le resbalaba las manos y lo comenzaba a agobiar. Brad seguía apretándole el brazo y solo se le ocurrió una idea que lo libraría de ambos problemas. Dejó caer las manos. Los ojos ajenos se abrieron mucho, el agarre se hizo más flojo y vio como la garganta de Brad se movía al tragar saliva.

-N-no voy a pasar la noche solo.

Brad lo soltó, dio un paso atrás y salió corriendo de repente. Aunque no entendía nada, al menos había funcionado.

Una vez llegó a casa, la idea de esconder los chupetones ya se le había borrado de la cabeza. No se cambió, pero cuando se miró en el espejo un escalofrío le atravesó la espalda. Tenía pequeños puntos rojos por todo el lado izquierdo del cuello e incluso alguno cerca de la mandíbula. El de la clavícula seguía ahí, más grande que los otros y eso que solo se veía un poco fuera de la camiseta.

Salió del baño y se metió directamente en su habitación, lo que menos tenía en ese momento era hambre. Cogió el móvil, sacando el papel del bolsillo y releyéndolo un par de veces antes de marcar el número de Mike.

-¿Sí?

Cogió aire, armándose de valor. Un par de frases y sería libre, solo un par.

-Has...has roto la regla número cinco. Hemos terminado.

Y colgó con un nudo enorme en la garganta. No había dejado que Mike hablara, ni siquiera se había explicado porque tenía miedo de hacerlo y que el mayor lograra disuadirlo, de que lograra seguir con ello hasta el final. Suspiró y se sentó en la cama.

Al fin.

 

***

 

Estaba profundamente dormido cuando el sonido de un golpe lo despertó. Pensó que tal vez era su madre, pero ella esa noche no dormía en casa. Luego se imaginó al gato del vecino haciendo el idiota y al final, después de muchos golpes más, supo que estaban llamando a la puerta. Se frotó los ojos y gruñó en voz baja, ¿quien podía ser a las tres de la mañana?

Se rascó todo el cuerpo, envuelto solo en unos pantalones cortos, mientras caminaba lentamente y adormilado. Ni siquiera pensó en mirar primero por la mirilla antes de girar la llave y abrir la puerta. Alguien lo empujó contra una pared, pero estaba demasiado oscuro para verle la cara.

-No puedes negarte. -era una voz ronca y masculina. Estaba aún tan dormido que no pudo reconocerla. El cuerpo ajeno era fuerte, dos manos lo inmovilizaban por los hombros y parpadeó despacio aún intentando distinguir quien era. Algo se presionó contra sus labios, y no era para nada agradable.

-¡Suéltame! -chilló con la garganta seca. Al intentar empujarlo, se dio cuenta de que no estaba fuerte, sino gordo. Se puso pálido y se negó a entenderlo, ese no podía ser Brad, ¿verdad?

-No puedo creer que tuvieran razón. -frunció toda la cara al notar de nuevo como era besado involuntariamente. Definitivamente era la voz de Brad- Me gustas, Marc.

¡¿Qué?! Aquello tenía que ser una vil mentira, una broma de mal gusto, una venganza por dejar a Mike. Pero ni en sus peores pesadillas podía ser cierto.

-¡Déjame!

Creyó que era bueno que Brad le soltara los hombros y luego se dio cuenta de que era mejor que lo que estaba ocurriendo en ese momento. Lo empujó, quedándose sin aire mientras el rubio se lo robaba con besos bruscos y bajaba las manos hasta apretarle ambas nalgas. Lo golpeó lo más fuerte que pudo, moviendo la cabeza para evitar esos asquerosos labios.

-Está en tu habitación, ¿verdad?

El aliento caliente le golpeaba la cara mientras lo escuchaba hablar y se le notaba la ira en cada palabra. Le cogió los brazos para quitarse también las manos de encima, sin conseguir más que diez dedos aferrados a su trasero. Tenía que ser mentira, no podía ser que los dos hermanos la hubieran tomado con él.

-Suéltame -repitió, arañándole los brazos con uñas escasas. Los labios de Brad fueron a su cuello. Se le humedecieron los ojos y sacudió la cabeza. No, por Dios, otra vez no.

Y de repente, Brad lo soltó.

La luz se encendió sin que nadie tocara el interruptor, apretó los ojos, esperando lo peor. Tal vez lo había grabado todo, o había llamado a alguien más para que lo acompañara o...quién sabe todo lo que el pequeño cerebro del rubio era capaz de maquinar si se lo proponía.

-¿Qué haces aquí?

-Eso mismo me pregunto yo.

Aquella voz hizo que volviera a respirar. Parpadeó y Mike estaba de brazos cruzados, mirándolo con as cejas alzadas y los ojos azules encendidos. Brad frunció el ceño, estaba rojo y tenía los brazos heridos por su culpa; se le deformó la cara después de mirarlos a los dos.

-T-tú...y él...

Una risa cínica y amarga salió de la garganta de Mike.

-¿Encuentras alguna otra explicación para verme aquí a esta hora?

Brad chasqueó la lengua muy enfadado, miró a su hermano con ira y salió de su casa con pasos fuertes, empujando a Mike en el proceso. Marc se deslizó por la pared hasta quedar sentado en el suelo. ¡Ese día no podía ser peor!

Mike llegó hasta él con pasos lentos y se puso de cuclillas frente a él.

-¿Qué hacía Brad aquí? -movió la cabeza. Aún sentía las manos de ese idiota sobre su cuerpo- Marc...

 

Mike cayó sentado en el suelo y jadeó sorprendido, aunque más sorprendido estaba él mismo al darse cuenta de lo que acababa de hacer. Escondió la cara en el pecho del universitario y dejó que las lágrimas viajaran como cascadas por sus mejillas. Brad siempre había sido un abusón, pero aquello era demasiado. Se aferró a su camiseta y se introdujo más entre los brazos y piernas de Mike. Prefería mil veces ser tocado por él.


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