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Efímero por Leobluebox

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-¡Marc! -sujetando el móvil en el hueco de su cuello trató de no gesticular demasiado y p con un susurro, pronunciando el nombre de Henry, que parecía muy contento- ¿Qué haces? Llevo años sin verte.
 
Hacía una semana que no salía de casa más que para comprar, siete días que le habían servido para relajarse, terminar los deberes de vacaciones y decidir que iba a dejar de pensar en eso; al menos hasta que ocurriera algo que lo obligara a ello. Así que sonrió con el jabón hasta los codos y un tenedor girando entre sus dedos. No contestó, pero a Henry parecía importarle más ser escuchado que mantener una conversación.
 
-Da igual, -lo oyó coger aire- ¿te vienes de acampada?
 
El cuchillo giró en la dirección equivocada y un dolor repentino le recorrió la mano. Sacó los brazos de fregadero y vio un fino corte en su dedo índice. Mordiéndose el labio y viendo la sangre caer, se dio cuenta de lo que Henry acababa de decirle.
 
-¿Una acampada?
 
-¡Sí! Ya sabes: árboles, un lago, hogueras, canciones, una cabaña, mosquitos...
 
Mientras Henry enumeraba todas las cosas típicas de una acampada, él corrió al baño y se puso de puntillas para abrir el cajón dónde guardaban el botiquín. Sacó la caja de tiritas y se quedó mirando por pocos segundos el bote de pastillas que había comprado un par de horas antes, cuando su madre llegó a casa con dolor de cabeza. Se curó el dedo sin dejar de escuchar lo emocionante que iba a ser el viaje; a Henry no se le olvidó mencionar que tenía la obligación de ir como adolescente que era.
 
-Todo el mundo ha ido de acampada alguna vez, así que o te vienes con nosotros o te secuestro.
 
-¿Nosotros? -guardó el botiquín de nuevo en su sitio y salió del baño. Desde la habitación donde ella dormía salió un ronquido, y Marc no ocultó una pequeña carcajada.
 
-No sé muy bien quién viene, a parte de Kris ya que la cabaña es de sus padres, pero seguro que nos lo pasamos genial. ¿Vienes o vienes?
 
Se mordió el labio mientras pensaba. Sonaba muy bien. Pasar varios días en el campo, con Henry, rodeado de aire fresco y un lago donde refrescarse. No le importaba cuanta gente más iría, seguía sonando a vacaciones de ensueño y quería ir, así que abrió la boca y dijo que sí con firmeza.
 
Henry se había alegrado muchísimo de ello, porque lo de secuestrarlo era una broma y no se veía capaz de llevarse a una persona en contra de su voluntad. Después de que Marc se dejara caer en el sofá, Henry continuó explicándole todo lo que tenía que llevar para no ser cubierto de mosquitos, o morir por el veneno de una serpiente. Puso los ojos en blanco y se rió en silencio.
 
-¿No es exagerado?
 
-Hay que ser precavidos, Marc. -un par de risas después, Henry tuvo que colgar y quedaron al día siguiente en la parada de autobuses.
 
Se guardó el móvil en el bolsillo, miró el techo y suspiró profundamente. Al fin algo de paz.
 
***
 
Tardó menos de media hora en tener la mochila colgando de los hombros, la gorra sobre la cabeza y a su madre diciéndole mil cosas con las que tenía que tener cuidado; aunque Marc estaba seguro de que no habría osos pardos en aquel campo. Luego ella lo abrazó y besó su mejilla.
 
-Pásatelo muy bien, ¿vale?
 
-Lo haré.
 
Sacudió la mano en el aire y salió de casa a paso rápido, no pudiendo esperar a estar en el autobús de camino a la cabaña de Kris. Cuando llegó a la última esquina y la giró, vio como la silueta conocida de Henry se paseaba de un lado a otro, con el añadido bulto de la mochila en su espalda.
 
Aún le faltaban algunos pasos para llegar a ver nítidamente a su amigo, y sin embargo cada vez lo veía más cerca. Después de oír a Henry gritar se dio cuenta de que era porque este corría hacia él. Tropezó hacia atrás cuando Henry lo abrazó, pero consiguió mantener el equilibrio y oír la voz cansada de Kris.
 
-Está bien...-suspiró. Después de que Henry lo soltara, Marc observó como Kris se frotaba el puente de la nariz- Id en el coche, tranquilos, nos vemos allí.
 
Llegaron a su lado, y sin poder preguntar nada, el autobús aparcó a su lado. Henry saltó emocionado, y a Kris se le borró la cara amarga. Levantó el brazo y subió en el vehículo.
 
-¿Qué hora es? -preguntó Kris mientras pasaba una tarjeta por la máquina. Esta soltó tres pitidos, uno cada vez que Kris acercaba la tarjeta a ella.
 
-Las cinco.
 
Henry señaló el reloj digital del autobús y Kris asintió lentamente, como si lo procesara.
 
-Llegaremos sobre las siete. -dijo al fin- Si no hay tráfico.
 
Sin embargo, no solo hubo tanto tráfico que el conductor tuvo que bajar a preguntar. Cuando el camino comenzó a ser más libre y pudieron avanzar un poco más, una de las ruedas se pinchó y toda la gente que deseaba llegar a su destino empezó a quejarse. Tuvieron que bajar del autobús, sentarse en la carretera y esperar media hora a que el hombre de pelo blanco cambiara la rueda.
 
Marc estaba agotado, se había dormido en el momento del tráfico y acababa de despertar cuando Henry le dijo que bajara. Así que estaba apoyado en el hombro de su amigo, con los ojos entrecerrados y la respiración tranquila. Al ser las casi las siete y media y estar cerca de una montaña, ya no hacía tanto calor; Marc se abrazó a sí mismo.
 
-¿Cuanto crees que tardemos? -preguntó Henry.
 
Kris se quitó la chaqueta y se la puso a Marc sobre los hombros. Luego se echó hacia atrás con los codos en el suelo y suspiró.
 
-Ocho y...algo. Si tenemos suerte llegaremos al mismo tiempo que ellos.
 
-¿Ellos?
 
Preguntó en un susurro, como si se acabara de levantar de una larga siesta y al instante el conductor los llamó para que entraran. Se frotó los ojos mientras se levantaba y se abrazó la chaqueta de Kris, que le venía tan larga de mangas como de torso. El dueño de la prenda le revolvió el pelo sin contestar.
 
Tal vez no lo habían oído. Pero estaba tan cansado que no le importaba.
 
El recorrido que faltaba fue bastante tranquilo, porque cayó en cuanto se sentó y no se enteró de nada hasta que lo despertaron. Habían llegado y eran las ocho y cuarto; no hacía frío, pero la chaqueta tampoco molestaba.
 
Cogieron sus mochilas, se las echaron al hombro y siguieron a Kris por la montaña en busca de la cabaña. Marc estaba aún medio dormido mientras caminaban.
 
-Vas a chocar contra un árbol como sigas así. -se burló Kris, señalando el camino.
 
-Lo siento, -bostezó- pero no he dormido mucho esta noche.
 
-Yo tampoco. -confesó Henry- ¡Estaba tan emocionado!
 
Eso mismo le pasaba a él, había estado tan nervioso que el sueño no había querido llegar a su cuerpo. Pero en ese momento lo que no quería era irse. Aún así estaba contento; siempre le había hecho ilusión llegar a viejo y poder contar que cuando era joven, iba de acampada con sus amigos. Su abuelo lo hacía continuamente cuando Marc era tan pequeño que ya no recordaba ni su voz.
 
-Falta muy poco. -escuchó decir a Kris, pero no lo vio, porque trataba de recordar a su abuelo en el limbo de la realidad y el sueño- ¡Marc!
 
Dio media vuelta para buscarlo, lo vio y dio un paso, pero se tropezó con una piedra y cayó hacia atrás. La mochila era como un imán, pesaba tanto que lo arrastró con ella.
 
Y se encontró, de repente, ahogándose en el lago. Apretó los ojos, más despierto que nunca, y movió los brazos asustado. Escuchaba murmullos que gritaban su nombre, veía sombras sobre su cabeza, pero la mochila pesaba mucho. Intentó quitársela y fue muy difícil, tanto que estaba quedándose sin aire.
 
Abrió la boca, viendo como salían burbujas y un brazo aún estaba enganchado a la mochila de campo. Intentó chillar bajo el agua. Comenzó a ver más borroso, sentía su cuerpo débil, sus ojos de cerraban, unas manos lo cogían de las axilas.
 
-¡Marc! -escuchó a lo lejos. Era una voz conocida, era la voz de ¿Henry? No, esta era más grave, ¿la de Kris? Tampoco; pero le sonaba, le sonaba muchísimo.
 
Notó varios empujones en su pecho, una boca pasando aire a la suya y toda el agua salió de sus pulmones. Se sentó sin pensarlo, tosiendo y echando todo lo que había tragado. Entonces cayó otra vez hacia atrás y lo vio, al dueño de esa voz tan conocida.
 
Mike estaba a su lado, arrodillado e inclinado sobre él, tenía el pelo y la ropa empapados y una sonrisa tranquila en la cara. Le acarició la mejilla y se giró para decirle a Henry que estaba bien.
 
-Menos mal. -dijo otra voz, una que lo puso aún más pálido. Rory lo miraba, sin un ápice de preocupación. A Marc le dio la impresión de que este hubiera estado más feliz si se hubiera muerto- ¿Podemos ir ya a la cabaña? Comienza a hacer frío.
 
Todos asintieron y Mike lo ayudó a levantarse. No pudo mirarlo a la cara en todo el camino, pero tampoco quería toparse con Rory o con Brad, quién también había ido y de pronto parecía ser muy amigo del otro. Kris y Henry se perdían a lo lejos como guías, así que se encogió en la ropa mojada y miró el suelo.
 
Muy poco después, apartando un par de árboles a apenas diez pasos del lago, se encontraron con una gran zona de césped verde y bien recordado. Tenía una piscina, varías mesas redondas y sillas blancas. La cabaña estaba en medio y era tan bonita como las de las películas.
 
Cinco minutos después de entrar ya habían elegido cada uno su habitación por parejas. Henry y él estarían juntos en una, cosa que alegró y alivió a Marc; Kris y Rory en otra; y luego estaban Brad y Mike, que no parecieron muy contentos con la idea.
 
Suspiró y se dejó caer en la cama enorme que compartiría con Henry. No se tumbó, porque no quería mojar la cama, pero se rodeó con la toalla y tembló mientras veía a su amigo abrirle la mochila.
 
-Lo siento. -murmuró Henry. Tanto la mochila como todo lo que había dentro estaba totalmente lleno de agua- Voy a decirle a Kris que las lave.
 
-Gracias.
 
-Dúchate, ¿vale? -aconsejó mientras salía por la puerta- Esperemos que mañana esté todo seco.
 
Asintió sin ánimos e hizo exactamente lo que le había dicho: ducharse. El agua caliente eliminó la del lago, que era helada y salada; el jabón le quitó el olor extraño; y el tiempo que estuvo bajo el chorro le sirvió para pensar. Se dio cuenta de que había llegado el momento. En toda la semana no había querido y por suerte había conseguido no pensar demasiado en todo lo ocurrido; pero ahora estaba ahí.
 
TODO estaba ahí.
 
Rory, Brad y Mike. Las tres personas a las que no quería ver por nada en el mundo, de las que quería olvidarse en esa semana con sus amigos.
 
Se pasó las manos por la cara, se frotó el pelo y ahogó un grito. Luego cogió aire, porque no iba a tener más remedio que soportarlo.
 
Salió del baño que había al final del pasillo, en el segundo piso y gracias al cual tenía que pasar por delante de las dos habitaciones para llegar a la suya. Solo el albornoz lo cubría, y le había cogido unas chanclas a Henry para no ir descalzo. Se abrazó y caminó despacio.
 
La primera puerta estaba cerrada, así que pudo sentirse aliviado de no encontrarse con Rory. Pero la segunda se mantenía abierta y el miedo de ver a Brad le recorrió la espalda. Por suerte, aunque no sabía si buena o mala, solo estaba Mike terminando de abrocharse una zapatilla.
 
Creyó que este no lo había visto, pero aún no había dado un paso cuando la mano ajena tocó su hombro. Dio media vuelta, y Mike le acarició la mejilla.
 
-¿Cómo estás?
 
-Bien...
 
Levantó la cabeza un momento, topándose con los ojos azules que lo miraban fijamente. Luego la bajó hasta el suelo de madera y apretó el abrazo que se daba a sí mismo.
 
-Tengo ropa de sobra -dijo, y sus pies se giraron- no te muevas.
 
Aunque Marc hubiera dicho algo, el mayor no lo hubiera escuchado, ya que había entrado decidido en la habitación mientras decía lo último. Le hizo caso y esperó. Mike tardó muy poco en salir y tenderle las prendas.
 
-N-no hace falta...Henry ya...
 
-Póntelo. -fue tan firme que le temblaron las manos cuando cogió la ropa. Mike sonrió satisfecho y, sin decir nada más, volvió a la habitación y cerró la puerta.
 
La ropa de Mike era enorme, más que la chaqueta de Kris. Se miró en el espejo y vio su rostro ruborizado, la camiseta arremangada y el pantalón supuestamente corto que le llegaba muy por debajo de las rodillas. Se veía ridículo y al mismo tiempo no sabía que pensar. Henry le había dicho que cogiera algo de su ropa y, en cambio, estaba obedeciendo a Mike.
 
-¡A cenar!
 
Agradeció al grito de Kris por sacarlo de esos pensamientos que no llegaban a ninguna parte. Miró otra vez la camiseta roja y blanca, que le caía por los muslos y sacudió la cabeza.
 
Su estómago rugió mientras pisaba el último escalón y saltaba al primer piso; el olor que lo inundaba era delicioso. En el comedor había una mesa suficientemente larga para diez personas, pero como no tenía suerte, le tocó sentarse entre los Smith.
 
Se arremangó aún más la camiseta y aseguró el lazo del pantalón para ajustárselo a las caderas. Se sentó con incomodidad, sin querer mirar a los lados ni al frente, donde estaba Rory entre Henry y Kris. Junto las manos en el regazo y miró el plato lleno de comida. 
 
-Amén. -dijo simplemente Henry, metiéndose un trozo de pan en la boca. 
 
El resto de la cena no pudo ir más mal. Aunque la comida sabía muy bien, no tuvo el placer de degustarla como hubiera querido. Las miradas de seis ojos se cernían sobre él cuando menos lo esperaba. Rory era el que más lo observó, porque lo tenía en frente y quería matarlo. Brad tampoco se aguantó y notaba la mirada extraña y marrón cada vez que Henry y Kris no podían verlo. Mike, sin embargo, solo fijó sus ojos en él un par de veces. 
 
Cuando terminaron de cenar, se ofreció a lavar los platos. Negó todas las ofertas y rogó en silencio por que todos se fueran a dormir tal y cómo habían dicho.
 
-Mañana comenzará la diversión. -aseguró Kris, pasando un brazo por los hombros de Rory para llevárselo. Henry sacudió la mano y subió saltando las escaleras. 
 
No quiso mirar a los otros dos, así que se subió la camiseta hasta los codos y comenzó a lavar los platos. Quería desahogarse, frotarlos hasta que los nervios se quedaran en la esponja. 
 
Tuvo suerte cuando se encontró con un plato en especial, uno que tenía una mancha difícil. Frotó y frotó, sudando mientras lo hacía, hasta que la quitó y se sintió muy bien. Entonces suspiró, respiró, y el aire se le quedó en los pulmones.
 
Estaba asustado porque alguien lo había cogido de las caderas, porque sentía una respiración caliente contra su nuca, porque era de noche y todos estaban durmiendo. 
 
La sensación del pecho fuerte contra su espalda le dijo quién era, y fue raro como su cuerpo se permitió soltar el aire. Mike lo abrazó, sin siquiera dejarle sacar los brazos del agua enjabonada. 
 
-Vuelve conmigo. -lo escuchó murmurar. No supo si era una orden o una petición, pero contestar le fue imposible. Las manos en sus caderas se deslizaron hasta aferrarse a ellas y le dieron la vuelta. 
 
Abrió la boca, soltando un quejido, cuando su espalda chocó contra la encimera. La cara de Mike estaba muy cerca.
 
-Yo...-un dedo se posó sobre sus labios y lo calló. Marc sintió, sin poder despegar la mirada de la boca entreabierta de Mike, como ese dedo le acariciaba los labios.
 
-Por favor. 
 
Y entonces Mike lo besó. El piercing no fue extraño contra su boca, el beso no fue torpe ni brusco, y por eso cuando subió las manos empapadas al pecho de Mike solo hizo un mínimo esfuerzo para quitárselo de encima. 
 
Lo echaba de menos.
 
Apretó las manos en la camiseta ajena, cerrando los ojos y abriendo la boca. Al final oyó un chasquido y no supo que hacer. ¿Sería capaz de abrir los ojos y enfrentarlo? 
 
-Me tomaré eso como un sí. 
 
Jadeó. Dejó de sentir a Mike cerca, las manos en sus caderas y escuchó como unos pasos se alejaba de él. Cuando abrió los ojos estaba solo, las mangas de la camiseta se había soltado y estaban mojadas, un cosquilleo recorría sus labios y el corazón le iba a mil por hora. 
 
¿Volvía a ser el novio de Mike? 

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