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Una tarde de ocio por Ayumi y Natsumi

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Notas del fanfic:

Hola! Primera vez escribiendo en Kuro~

 

 

 

  • Kuroshitsuji pertenece a Yana Toboso-sama, que no se anima que los dos desgraciados hagan lemon de una buena vez!

"-Desde que la vida fue creada ésta se debate entre el bien y el mal. La lucha que todos conocemos entre el cielo y el infierno. Pero, al igual que hay cosas que los humanos conocen, hay miles que desconocen. Como que las guerras más destructivas del cielo fueron reproducidas, a escala, en las más catastróficas en la tierra. 
Desde el comienzo de los tiempos el ser supremo a enviado testigos, ángeles de su ejercito, y proporcionado visiones que le han ayudado a que el cielo no se desmorone en la lucha. Pero al ver que continuaban perdiéndo, creó un artefacto, uno que fuera parte de él mismo. Alguien similar en exeso a su persona. Este aparato que creó era enteramente divino, su funcuón era drenar toda la oscuridad y poder de sus enemigos para purificarlos y transferirlos a los siete Arcanos que protegían los cielos.
Con la guerra temporalmente ganada, el señor de los cielos se dió cuenta de que su creación podía tanto conservar su reino como destruirlo si se lo proponía. Pero al intentar destruírlo éste solo se hizo con su fuerza. Nadie sabe que sucedió con él. Algunos dicen que explotó por tanto poder. Otros sostienen que voluntariamente se escondió en la tierra. Pero nadie está seguro.-"


El Conde Ciel Phantomhive leía un antiguo pergamino que había hallado escondido entre los libros más viejos de su gran biblioteca.

-Ésto es...interesante.-se dijo a sí mismo viendo con más atención aquel desgastado trozo de pergamino.

-¿Qué es interesante, joven amo?-preguntó Sebastian Michaelis, fiel mayordomo del conde mientras entraba con un carrito a la oficina.

-Dime, Sebastian, ¿son ciertas la guerras entre el cielo y el infierno?-le preguntó el joven sin despegar su vista de los papeles del escritorio.

-Oh...-la pregunta lo tomó por sorpresa, cada cosa que éste niño decía lo hacía. Era lo que más le gustaba al demonio de aquel contratista tan peculiar. Sonrió.-Es extraño que usted tenga interes hacia esas cosas, pero sí, son ciertas. Le he traído su té de la tarde, Manzanilla y panesillos de crema con un toque de limón.-le respondió evitando el tema.

-¿Es ésto real?-preguntó el conde extendiéndo el pergamino y evitándo molestarse por el cambio de tema. 
Cuando el mayor lo recibió sus ojos brillaron de sorpresa e intriga, pero su rostro se mostró impasible.

-Joven amo, no creo que deba de leer estas cosas, solo es habladuría humana.-le dijo él depositándo nuevamente el pergamino en la mesa.

-¿Lo és, Sebastian?-preguntó con furia rebosante en su voz, eso indicaba que estaba perdiendo la paciencia.

-...Solo podría decirle que lo es la primera parte, pues también desconosco el final de ese objeto.-le respondió con el seño fruncido. Detestaba el no poder mentirle en algunas ocaciones.

-Ya veo.-dijo tomando un sorbo del té. Pero una chispa de curiosidad le hizo preguntarse algo que lo dejó bastante confundido ¿qué edad tenía su demonio? Sería demasiado vergonzoso preguntar directamente y jamás demostraría su interez tan abiertamente, no para alimentar el ego de ese perro estúpido.

-¿Cuántos años crees que tenga ese papel?-decidió ir por las ramas, aunque lo odiara era la única menera que se le ocurría para sacar el tema sin parecer interesado...pero que bajo había caído para hacer ésto. El demonio sonrió de medio lado mientras adquiría una posición analítica.

-Juzgándo por lo gastado del pergamino...diría que unos 90 o quizás 100 años, pero no puedo asegurar que tengan más o menos tiempo solo observándolo.-le dijo el mayordomo.-¿Por qué está interesado en la antiguedad de éste objeto joven amo?¿Tiene que ver con algún caso?-le preguntó mientras su sonrisa se ampliaba.

-No, solo tenía curiosidad.-le respondió mientras apartaba el rostro fingiéndo concentrarse en unos papeles.

-Amo ¿está ocultándome algo?-dijo con una mueca de tristeza. Vio como una vena salía a flote en la frente del conde.

-¡Por supuesto que no! Y quita esa expreción de tu rostro, me molesta.-gritó enfurecido, sin embargo el mayor notó el sonrojo en las mejillas del joven conde.

-Discúlpeme.-se reverencio ante él.-Pero se nota especialemte nervioso esta tarde, por ejemplo: la hoja que a estado leyendo tan atentamente está al reves.-le sonrió mientras le daba vuelta a la hoja y volvía a colocarla en la mano del niño.

-Silencio maldito demonio.-ordenó; su corazón estaba a mil por hora y estaba seguro de que el azabache lo notó.-Simplemente estoy cansado.-masculló.

-Si tiene algo que decirme puede hacerlo libremente, mi señor.-sebastian le dedicó una sonrisa pícara. Estaba seguro que su amo le pediría salír o algún otro capricho de niño que jamás se permitiría decír si se tratara de otra persona.

Escuchó como el niño bufaba con resignación y hastío, lo sabía, sería algún capricho infantíl o...

-¿Cuántos años tienes?-su sonrisa se borró y la confusión se apoderó de sus facciones. Estaba soprendido, nunca se imaginó en aquella situación.

-Joven amo, me halaga que esté interesado en mí. Pero no debería distraerse de su trabajo, no ha hecho casi nada desde que me fuí.-le reprochó mientras ojeaba algunas planillas incompletas.

-Es hora de la merienda, puedo interrogarte lo que quiera.-le respondió arrogante el conde.

-¿Cuántos años aparento?-le preguntó el azabache con una coqueta sonrisa adornando su rostro. Ciel vió la oportunidad perfécta para vengarse de su mayordomo.

-Mhh...-el muchacho lo miró fijamente y ambos se quedaron un largo rato en silencio.-47.-declaró seriamente y muy seguro. El pequeño traspié del demonio fue notado por el niño pero éste solo contuvo la risa y no lo comentó.

-Y-ya veo...-se limitó a decir el mayordomo acercándo los pastelillos al menor. Sin decir más se despidió y salió de la habitación con una cara más seria de lo usual. Caminándo por el pasillo logró oír las carcajadas del Phantomhive, al princípio se molestó pero luego se enterneció, nunca había oído reír al muchacho verdaderamente. En cierta forma eso lo hizo sentír ¿feliz? No, no, un demonio no puede sentír ese tipo de cosas. 

...¿verdad?

 

~+*Omake*+~

Sebastian estaba viendo su reflejo desde muy cerca, sus ojeras, su piel, su rostro en general...y su "espejo" era una bandeja de plata relusiente que hizo al señor Tanaka sostener. 

-¿47?- repitió en voz baja mientras lo rodeaba un aura depresiva.

-¿E-el señor Sebastian se encuantra bien?

-N-no lo sé Finny, ha estado así desde esta tarde...- respondió el ama de llaves.

-Como sea...mejor nos vamos.- comentó el cocinero cuando la depreción del demonio logró marchitar las flores frescas de la mesa. 

-¡Si!- 

 

Notas finales:

Gracias por leer, ignoren el pergamino del principio, era la idea de un fic de drama que al final no se dio...

Porfa comenten que les pareció. Besos!

A~


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