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Dame tu amor y otra oportunidad por Majo Walles

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Adiós, mi amor

 

Sesshomaru caminó frente a los hombres que supuestamente lo debían escoltar, pero él era el gran Sesshomaru, nadie podía caminar frente a él y vivir para ver un nuevo amanecer.

Llegaron a la aldea cerca de la media noche y sólo de reojo vio que el lugar estaba en ruinas.

-Joven, por aquí por favor -le dijo el capitán guiándolo a la torre del Hokage.

Llegaron al despacho del hombre, pero este no se encontraba.

-Permítame un momento, por favor -le dijo saliendo y dejando al joven con el bebé en el despacho de Yondaime.

Se dio el tiempo de mirar por el lugar. Pergaminos, sellos, armamento de batalla ninja. No encontraba nada que le dijera que no estaba en su época, pero algo raro había en el ambiente, sentía que estaba en sus tierras, pero a la vez no.

 

En el hospital de Konoha, un hombre se lamentaba a los pies de una camilla, con un bebé envuelto en sus brazos.

Sobre la camilla, una hermosa pelirroja se hallaba como dormida, con sus labios morados y su piel pálida. Las ojeras en sus ojos le daban un aire sublime.

Uzumaki Kushina descansaba en su letargo de muerte, el mismo lugar donde vio por última vez a su hijo.

-Mi Kushina -dijo el hombre-. Siempre te recordaremos, mi amor -se puso de pie y besó los labios de su esposa que ya no volvería a abrir los ojos.

Meció a Naruto que lloraba en sus brazos y poco a poco el bebé empezó a parar sus quejidos. Sería difícil, le costaría mucho el criar a su hijo sólo, pero lo lograría y Naruto sería un gran ninja como ellos.

Sintió que daban unos golpes en la puerta y se aproximó a ella y la abrió lentamente. Afuera, el capitán del grupo ninja que mando por el muchacho que lo salvó, lo estaba esperando.

-Hokage-sama -se enfiló frente a su superior -, el joven esta en su despacho -le informó y se fue.

El Hokage miró por última vez el cuerpo de su esposa y se acercó lentamente.

-Adiós, mi amor -le dejó una hermosa flor sobre el pecho y salió del lugar.

Ahora debería velar por su hijo y supervisar por los aldeanos, todos los que habían perdido sus vidas a manos del Kyuubi.

Llegó a la oficina y encontró al tal Sesshomaru, sentado en el sofá, tratando de calmar al bebé que tenia en sus brazos. No pudo evitar sonreír al ver como “el gran Sesshomaru” como se había presentado ese niño, comenzaba a perder la calma con un bebé ¿Será su hijo? Bien, eso lo podría averiguar después.

-Veo que tienes problemas -le dijo entrando al despacho.

-No -fue la única respuesta que dio.

Minato lo miró de reojo y sólo elevó los hombros. Quizás no sacaría nada con contradecirlo en este momento.

Fue fasta en sofá y acomodó el cuerpo de Naruto en uno de los cojines, dejándolo cómodamente dormido.

-Me permites -le dijo estirando los brazos, pero Sesshomaru se paró como un resorte y se alejó del rubio. No dejaría que nadie le quitara a su carga.

-No te acerques -le amenazó.

Minato abrió los ojos con desmesura, al ver la actitud sobre protectora del chico.

-Sólo quiero ayudarte para que deje de llorar -le dijo acercándose nuevamente.

-No es necesario -dio otro paso para atrás, buscando alrededor un arma para utilizar si era necesario.

-Veamos -paró su caminar-, no quieres que me acerque a tu bebé y lo entiendo, pero alguien debe calmarlo y al parecer tu no puedes.

-Dices que soy un inútil -le dijo entre dientes, con unas terribles ganas de partir a ese hombre por la mitad y que dejara de respirar.

-No. Sólo te estoy ofreciendo mi ayuda con tu bebé -le dijo tranquilo.

Y por un segundo en su vida y por primera vez, Sesshomaru creyó que podía confiar en un tipo como este.

Se acercó al rubio y le entregó al bebé.

-Algo le pasa y te mato -lo amenazó nuevamente.

-Calma, calma -le dijo arrullándolo contra su pecho, destapó la manta y vio a un hermoso bebé con el cabello blanco y ¿Orejas? -Ustedes no… no son humanos -no preguntó, aseguró.

-Vaya que astucia -dijo con ironía-. No, yo soy un demonio -dijo sin problema alguno-, el mocoso que cargas es un hibrido, es mi medio hermano y por razones obvias es hijo de una humana -lo último lo dijo con desprecio.

-Oh -no podía decir nada más. Sólo miró a Sesshomaru. Era un niño muy lindo, con orejas puntiagudas, pero con el entrecejo arrugado. Al parecer no era muy alegre.

 

Continuará...


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