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Kisetsu por Crimson Butterfly

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Notas del capitulo:

«Esas rojizas marcas serán la prueba de que me perteneces» 

 

Personajes:

—Ryo (9Goats Black Out)

—Hati (9Goats Black Out)

 

Elemento escogido: fuurin.

 

Nuestros labios se unieron en un beso fuerte, bruto. Un desenfreno terrible a causa de la adrenalina pasada del escenario, o quizá fruto de un par de copas de más. Te sujeté firme de la cintura y arañaste la desnuda piel de mi espalda bajo las ropas. La desesperación se sintió poderosa, rauda. Lo siento, no pude amainar la urgencia y se colaron mis manos hacia tu pecho para así para quitar la camisa. El tirón fue tan fuerte que tu piel quedó expuesta en un santiamén mientras el sonido de los botones cayendo al piso se mezclaban con mis propios jadeos, con tus gemidos. Una brisa nos movió los cabellos: la ventana estaba abierta.

"Mejor. Así todos se enterarán que eres mío" 

Abandoné tus labios para tomar terreno en la piel de tu cuello perfectamente expuesto. Joder, como adoro tu piel… como la adoro. Mordí, succioné y saboreé cada sector junto con cada proliferación en éxtasis que emanaba de tu garganta en pos del excitado cuerpo. Paseé mis dígitos por el torso descubierto y fui incapaz de detener mis pulgares raudos rozando tus pezones que se endurecieron bajo el tacto. Tus castañas ondas cayeron hacia atrás cuando extendiste el cuello y miraste hacia el techo por el despilfarro de atenciones más animosas, esas mismas que tenía plena consciencia, dejarían marcas en tu nívea piel. Ni siquiera alcé la vista a observar tus labios entreabiertos. En mi mente te había imaginado de tantas formas que me creerías  psicópata.

"Esas rojizas marcas serán la prueba de que me perteneces"

¿Pero quién pertenece a quién? Es lamentable que ni siquiera tengas consciencia de que esto es más que un simple polvo. Mañana le echarás la culpa a las hormonas, el alcohol, o cualquier-otra-cosa-semi-creíble mientras que para mi las circunstancias no son las mismas, ni asomándose al cabo. Esto no es solo sexo. No para mi.

Empujaste tu muslo contra mi entrepierna. Soy más alto, apenas alcanzaste sin tastabillar. No pude evitar la curva en mis labiales contra la piel de tu hombro. Parece que alguien está impaciente, pero está bien: puedo ayudarte con eso.

Me alejé lo suficiente para encontrar tu mirada. Esos dulces ojos marrón, grandes, profundos. Las tupidas pestañas se juntan, tus labios exhalan aire. No puedo contener el roce de mis dedos en tu cintura, te jalo de golpe con posesión, mi palma en la curva de tu espalda, mi boca a tu oreja "¿cansado de jugar?" jadeé. Tu cuerpo se estremeció y mi ego voló a la luna. Tu respiración se agitó y no dijiste nada. La mordida en mi hombro y el apretón de tus dedos sobre mi creciente erección fue más que suficiente para llevarme al nirvana del placer. Comprendí en ese momento que no habría más juego previo. Era tiempo que tomara poder sobre tu cuerpo. Ansiaba dejar mi huella definitiva sobre ti. Empoderado iba a volverte solo mío sin que supieras.

Quien sabe como te despojé tan rápido del cinturón. Lo solté con una mano y lo jalé. El golpe que hizo con el aire fue una delicia. Se encendieron mis sentidos. Todos mis dedos corrieron a despojarte de los pantalones. Gracias gravedad por el favor de llevar la molesta prenda contra el suelo. Fuiste tú quien retiró las últimas prendas y estuviste ahí totalmente desnudo. Aún en la oscuridad pude observar tu silueta mientras la luna se hacía cargo de la luminaria.

La desesperación volvió a invadirnos. El frío entró por la ventana y un tintineo suave me hizo perder la concentración. Miré de reojo y allí estaba el furin que te había regalado hace un par de semanas cuando andábamos en el festival. ¿Cómo resistir la cara que pusiste? Sólo porque la úvula de la campanilla era un pez. 

Tu lengua en mi pezón me trajo de vuelta a la realidad. Contuve el deseo de gemir tu nombre y  con el roce de tu piel acabé por consumirme. Mi camisa abierta voló en un jalón. El roce de nuestras pieles alimentó el libido cual carbón de espino a la caldera. Fue tan grande la urgencia que ni siquiera logramos llegar a la alcoba. Te sujeté de los glúteos y en vilo te alcé del suelo. Hice chocar tu espalda contra la pared mientras rodeabas con tus piernas mi cintura. Tus manos se movieron torpes a quitar mi cinturón. Nos volvimos a besar, más fuerte, más bruto. Nuestras lenguas lucharon frenéticamente por el dominio de quien llevaba el ritmo. Nuestra piel ardía. De nuevo sonó la campanilla, pero la brisa que entraba a la sala de estar no bajaba en absoluto la temperatura. Desabotonaste el pantalón y bajaste el cierre. Eso fue suficiente.

Ya no hubo nada que pudiera detenernos. Ni siquiera te preparé. No pude, lo siento. Nuestros cuerpos se unieron en un solo movimiento que arrancó de tu boca un alarido de dolor y placer que removió mi pecho. Me punzó el mediastino cuando tus uñas encajadas en mis hombros se llevaron parte de la piel. Gruñí en la embestida y sin darte el tiempo siquiera, empecé a moverme. Asumí tu gusto cuando mordiste mi cuello y buscaste frotar tu sexo en mi vientre. Nuestros cuerpos se movían en un ritmo constante. Era incómodo, pero no me importaba. Sólo anhelaba empotrarte contra cualquier superficie que sostuviera nuestro peso. El ritmo se aceleró y el deseo animal nos llevó a copular con fuerza primitiva. Ni tú, ni yo éramos conscientes de lo que nos ahogaba. Los más bajos instintos salieron a flote. 

Por embestida que daba, un gemido escapaba de ti, un gemido escapaba de mi. Buscabas la forma de presionar contra mi para poder llegar más profundo. Nuestros cuerpos se perlaron en sudor, nuestro ritmo se acopló. Echaste la cabeza hacia atrás cuando di con ese punto fijo de placer dentro de tu cuerpo. La expresión de éxtasis te peinaba las facciones. Llevé mi boca a la unión entre tu hombro y cuello para dar una mordida sobre tu piel. Sostuve con fuerza tus caderas, enterré mis dedos, arremetí contra tu cuerpo. Oí el crujir de tu espalda en pared. Un fuerte y delicioso quejido placentero de tus labios, un bramido de mi pecho, una sarta de obscenos sonidos sexuales, el fuurin tintineando para dar la pauta rítmica a nuestro orgasmo. Tu esencia manchó mi vientre, la mía marcó tus entrañas. Me fue imposible soportar siquiera un segundo más. Me tenías al límite desde que nos habíamos empezado a besar.

Mi frente descansó en tu hombro. Me sentía agotado. Nuestro sudor mezclándose por el contacto comenzó a enfriarse por la brisa que ahora volvía a acariciar nuestros mechones de cabello. 

Después permanecer quieto lo que para mi fue una sublime eternidad, tuve la fuerza de voluntad para así separarme de tu cuerpo. Te sostuve para que quedaras de pie luego de salir de ti. De pronto sentí pánico de que el deseo se despertara nuevamente en mi. No tendría excusa. Pero no alcancé a apartarme cuando sus manos me atrajeron hacia ti de mi cuello. Fue una sorpresa notar tus orbes fijos en los míos. Mordiste tu labio inferior y respiré profundo. Los furiosos cerezos estaban enrojecidos en carmín intenso por nuestro previo momento. No atiné a emular palabra alguna, menos a cambiar mi gesto. Alzaste el mentón, tu voz sonó sensual, altanera, tentadora. "El juego aún no termina" llegó a mis oídos. El deseo volvió en un segundo a mi cuerpo, pero eso ya no es importante. Tú mismo has unido tu boca a la mía esta vez.


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