Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Una Nube, Una Luna y Un Corazón roto por yane

[Reviews - 52]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Espero que les guste.

ACLARO QUE LA HISTORIA NO ES MIA.

Notas del capitulo:

Hola a Todos

 

Esto lo tenia desde el 2014 que lei el libro original, una amiga me dijo que tenia que subir esta adaptacion ^^!  me dijo que debia a ver sido  la primera del año xD

y bueno me voy arriesgar pueste que el libro original lo volvi a leer hace dias, y me pregunte porque no subirlo a ver que tal.

La historia es linda, como todas las que subo jajaja. :P

Dependiendo de la aceptacion subire los capis. 

 

Solo espero que le den la oportunidad como han hecho con las demas historias.

 

A leer:

 

Alguna vez te has despertado y sentido que es mejor quedarte en cama y seguir durmiendo.

Hoy era un día de esos en los que hubiera querido no levantarme de la cama, quedarme acurrucadito bajo las mantas hasta el día siguiente. Pero sabía  que por mucho que me escondiera, mi vida, la vida real, me iba a alcanzar, golpeándome con un puño. Y ahí no había escapatoria, ni escondite posible.

 Me desperté como todos los días a las cuatro de la mañana, directo a tomar una ducha, para luego preparar a mi pequeña. La aliste y la lleve a la guardería, llegamos un poco tarde y recibí una amonestación de la directora por llegar tarde.

 Llegue con mucho retraso al trabajo donde era asistente en una empresa de publicidad, la jefa me llamo la atención por mi tardanza. Pero todo aquello fueron pequeñeces cuando descubrí finalmente al llegar a casa, cerca de las seis de la tarde, que aquel día iba ser el peor de todos.

Aquel día algo se rompió dentro de mí, aquel día descubrí que, en un solo instante, tu vida tal como la conoces puede desaparecer en un suspiro, la vida te golpea sin tregua una y otra vez y por mucho que intentes esconderte nunca estarás a salvo.

Cerré la puerta de la entrada, y como si me estuviese esperando, el teléfono comenzó a sonar. Solté con un golpe brusco las llaves del carro y corrí hasta el identificador de llamadas: Mamá.

No lo cogí. Sabiendo que tenía que salir de un momento a otro a recoger a mi hija y completamente agotado, no me apetecía hablar con nadie. Y menos con mi madre. Me dirigí a la cocina a tomar agua,  mire de soslayo el reloj comprobando, la hora para no llegar tarde a buscar a mi hija.

En diez minutos tenía que salir a recoger a Somi de la guardería. Alcancé mi bolso y recordé que tenía el teléfono móvil apagado. Lo conecté y esperé a que se cargara mientras me ponía de nuevo el abrigo y cogía las llaves del auto. Tenía once llamadas pérdidas, ocho de mi madre y tres de un número desconocido. Comencé a asustarme. Seguro que había ocurrido algo. Sujeté el teléfono fijo con manos temblorosas para marcar el número de mi madre justo cuando este comenzó a pitar de nuevo. Presioné la tecla verde y contesté con la voz demasiado aguda.

—¡Mamá! ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien? ¿Es la niña?

—Tranquilo, cariño —la voz de mi madre sonaba demasiado suave, lo que me intranquilizó todavía más— yo estoy bien y la niña también. Está en la guardería, ¿no?

 —Sí, pero... ¿qué... ? No me dejó terminar.

—Es Key, cariño.

—¿Key? —pregunté sin entender nada. Key era mi mejor amigo.

 ¿Qué tenía que ver el en todo el caos de aquel día tan extraño?

—Ha tenido un accidente de coche, esta mañana. Jonghyun me ha llamado porque no te localizaba en el móvil.

—¡Pero! —la interrumpí casi gritando y agitando las manos como si eso fuera defensa suficiente para el golpe verbal—. ¿Está bien? ¿Qué le ha pasado?

—No, cariño... —se calló y oí un sollozo—. Él está... él no ha sobrevivido cariño. Key ha muerto. Lo siento mucho, cariño, se lo unidos que estaban, yo...

No oí lo que dijo a continuación. Mi corazón había dejado de latir y todo se convirtió en un zumbido ensordecedor alrededor. No podía ser cierto, eso no. Al contrario que yo, Key era un experto conductor, tenía muchísimo cuidado al volante, mucho más desde que tuvo a su hija Wendy.

 —¡Tae! ¡Taemin! ¿¡Estás ahí!? —mi madre gritaba por el teléfono.

—Sí, estoy —contesté sorprendido de que de mi boca saliera voz—. ¿Qué ha pasado? ¿Lo sabes?

—Jonghyun me ha dicho que iba a mucha velocidad, se salió de la carretera y se estrelló con un árbol. Murió al instante—mi madre terminó la explicación con un pequeño suspiro.

Transcurrió un instante en el que ninguno nos dijimos nada, sumidos en nuestros propios pensamientos.

 —Mamá —finalmente hablé yo, con una voz que no parecía la mía—, ¿puedes ir a recoger a Somi? Deben estar a punto de cerrar. Yo, yo... no puedo —se me quebró la voz y no pude continuar.

—Claro. Yo me encargo, me quedaré con ella y te la llevaré a la hora de acostarla. ¿Necesitas algo más?

—No, mamá, gracias.

Pero sí necesitaba una cosa desesperadamente, que todo fuera un error, que Key, mi amigo siguiera vivo. Pero la sensación de que algo terrible iba a ocurrir, había aparecido. Otra vez. Como aquel día de junio de hacía tantos años. Y yo lo había estado ignorando, como lo hice la primera vez que sucedió. Creyendo que solo era un mal día, un día de esos en los que no deberías levantarte de la cama, como si ese simple gesto te protegiera de la crueldad del exterior. Colgué el teléfono y comencé a llorar desconsoladamente.

 Busqué en mi interior esa conexión que desde que nos conocimos hacía ya más de diez años había sentido con Key, aunque estuviéramos a cientos de kilómetros de distancia. Ya no había nada, un vacío que me ahogaba. Me doblé sujetándome el cuerpo con los brazos y grite completamente roto de dolor. Grité y maldije a todos.

Porque Key no tenía que morir, no se lo merecía. El no. Porque el, ante todo, amaba la vida. Llamaron a la puerta interrumpiendo mi sufrimiento. Frotándome las lágrimas del rostro, abrí la puerta con temor. Frente a mí había un mensajero que me observó como si yo fuera un fantasma.

—¿Qué?

—¿Es usted Taemin? Asentí con la cabeza.

 —Tiene, ¡ejem!, tiene un paquete. Firme aquí —consiguió decir el joven algo asustado por mí. Firmé como pude y lo cogí, cerrando la puerta con un golpe seco. En realidad no era un paquete, sino un sobre de plástico. Lo rasgué con rabia.

 Dentro había otro sobre de papel blanco y una caja pequeña envuelta en papel marrón. Miré el sobre. Escritas en él, dos simples palabras en mayúscula:

PARA TI.

Reconocí la letra y comencé a llorar otra vez. La letra de Key. Trastabillando llegué al sofá y me senté. Con manos temblorosas abrí el sobre del que cayeron varios escritos a mano con la letra  de mi mejor amigo.

Cerré los ojos no quería leer, no quería pero sabía que lo tenía que hacer, suspire conteniendo las lágrimas.  Me calme y comencé a leer.

 Hola, mi pequeño Taeminie: Cerré los ojos y dejé que las lágrimas se deslizaran por mi rostro, humedeciendo el papel que sujetaba entre las manos.

Él siempre me llamaba Taeminie, una de sus tantas manías, como la de usar continuamente apelativos cariñosos para dirigirse a mí. Seguí leyendo.

Si todo ha salido como estaba previsto, ahora estarás planeando dónde dejar a mi sobrina para asistir a mi funeral este fin de semana. Si no es así, es que algo ha fallado.

No había fallado. El nunca fallaba. Key era una persona metódica y con una asombrosa habilidad para hacer que el problema más complicado se convirtiera en un juego de niños con la más absoluta facilidad.

No me he vuelto loco. No todavía. Lo he planeado todo y, aunque cuando pienso en Jonghyun y Wendy se me encoge el corazón y quiero volverme atrás, no puedo. Ya no. Es demasiado tarde. Estoy enfermo. Muy enfermo. Quizá ya no me queden más de dos meses. No voy a aburrirte. Solo te diré que tengo cáncer.

 En la noche, acostado en mi cama, puedo sentir cómo se me va la fuerza, mi vida, todo lo que soy. Lo supe en noviembre, después de un análisis rutinario. Ya sabes que tenía migrañas y nada me las calmaba. No dije nada a nadie y nadie debe saberlo.

 El doctor me expuso las opciones y las pensé con calma. No quise contarle a nadie. Sería demasiado doloroso para todos, así que un oportuno accidente de tráfico se presentó como la opción más adecuada. Pero no es de mí de quien quiero que trate esta última carta que te escribo.

Es de ti, mi pequeño Taemin. Antes de morir deseo hacerte un regalo. El único que puedo y que te mereces. Taemin, quiero cambiar tu vida, porque tú aún no lo sabes o no quieres darte cuenta, pero te estás ahogando.

Dejé de leer con los ojos empañados en lágrimas, un puño estrangulaba mi corazón y aun así veía la fortaleza de Key, cómo nos tuvo a todos engañados protegiéndonos de su dolor.

 ¿Pero yo? ¿Me estaba ahogando?, ahí estaba equivocado. Continué leyendo.

Estás en un lago profundo y te estas ahogando.  Y lo peor de todo es tienes la esperanza de no ahogarte y que alguien te salve. Y todavía no eres consciente, porque las obligaciones y las cargas que asumiste hace varios años te impiden ver la realidad que te rodea. Bueno, pues aquí estoy yo para lanzarte un salvavidas, pero eres tú el único responsable de cogerlo o simplemente ahogarte hasta que ya no haya remedio.

Es mi último regalo, el mejor de todos. Es lo que tengo que hacer antes de despedirme de todos. ¿Recuerdas nuestra última noche en Chicago?

Respire con fuerza. Recordaba perfectamente nuestra última noche en Chicago, así como sabía que ese día quedaría grabado en mi mente.

 

 *" Habíamos terminado el último examen del primer curso de  danza aquella misma tarde. Después de más de un mes encerrados y de pasar muchas noches ensayando, necesitábamos diversión. Ambos nos sentíamos como en una olla, había que soltar adrenalina y lo mejor era salir. Nos duchamos y nos vestimos de la mejor manera, que básicamente consistían en unos vaqueros ajustados de cuero y camisetas holgadas, chaquetas y nos calzamos unos botines y salimos a la noche, ilusionados, excitados y decididos.

 Después de varias horas de baile desenfrenado, de demasiado alcohol y de romper varios corazones (el), porque yo no rompí nada, regresamos al amanecer, paseando algo ebrios, a que abrieran las puertas del instituto. De camino nos tropezamos con un puesto callejero y paramos, riéndonos como dos tontos observando la mercancía.

 —¡Esta quiero! ¡Sí! ¡Es perfecta! —grito Key de forma exagerada señalando un collar de cuero marrón adornada con tres dijes plateados.

 —¡Sí! ¡Sí! —grite yo también entusiasmado.

—¡Siii pues! —cogió una exactamente igual al suyo solo que en cuero negro y me la entregó.

—¡Te la regalo por, por, por... por ser lo que más quiero! —y dicho lo cual me plantó un beso en la boca.

—¡Calla, bobo! —contesté enrojeciendo.

—¡Uy mi Taeminie, se ha puesto colorado! —rio saltando de felicidad—. Tranquilo que no eres mi tipo —añadió una vez que pagó nuestros collares cogiéndome del brazo.

 Llegamos al instituto antes de las siete, hora en la que abrían las puertas, y, cansados como estábamos, nos dejamos caer en el suelo, sin importar que estuviera sucio o frío.

—¿Sabes? —balbució a causa del alcohol—. Me encanta el amanecer, es como descubrir una ciudad nueva cada día, adoro esa sensación cada vez que me despierto, como si pudieras cambiar el destino de las cosas.

—¿Eres tú el que habla o es el alcohol que lo hace en tú lugar? —contesté riéndome, aunque también notaba esa sensación de la que hablaba, probablemente provocada por todo el alcohol que nos tomamos.

 —No, estoy hablando en serio. A ti te gusta mucho más el anochecer, cuando el sol se pone pareces mucho más animado.

Eres un ratoncito nocturno, mi Taeminie. Y yo soy diurno. Somos como el yin y el yan. Como la noche y el día.

¿Sabes? Te equivocaste al nacer aquí en chicago, eres lo que se llama un accidente geográfico de nacimiento. Me reí por su idea, pero en el fondo tenía razón, como siempre. Aunque su forma de expresarlo fuera graciosa. Cogió su colgante y le dio vueltas. Su rostro se tornó serio de repente.

—Este colgante nos traerá suerte, lo sé. Lo noto aquí dentro —se golpeó el pecho con los puños hasta casi caer de espaldas.

—¿Ah, sí? —yo no creía mucho en esas cosas.

—Quedan siete días para que nuestra vida cambie —añadió.

—Lo sé —contesté. Quedaban siete días para irnos a Seúl, nuestra ciudad natal durante tres meses para trabajar en una casa cuidando niños y mejorar nuestro pésimo coreano. Desde niños nos cocimos en la guardería, nuestros padres tenían años viviendo en Estados Unidos, consiguieron la nacionalidad y no regresaron a su país.  Y mucho menos nosotros.

—Míralos —exigió mostrando los tres dijes plateados del collar.

—Una luna, un corazón y una nube  —dije esperando su respuesta.

 —¿Sabes lo que esto significa? —exclamó cada vez más feliz.

 —Pues no. Sorpréndeme, amante de los acertijos —contesté riéndome.

—La nube representa el viaje a Seúl.

 —Ok—coincidí—, hasta ahí, de acuerdo.

—La luna quiere decir que cantaremos One million roses a pleno pulmón, en cómo se llama…

¡Ah… si el rio Han a la luz de la luna, bebiendo Soju—murmuró a la vez que comenzaba a cantar:

 

Sin ningún odio, odio, odio.

Cuando solo doy amor sin ninguna reserva

Un millón, millón, millón, de rosas floreciendo

Puedo regresar a mi hermoso pueblo, natal al que extraño.

 

—Estás loco, no sabemos cantar y menos esa canción —respondí riéndome escuchando su agudo chirriar y pensando que si lo escuchaba algún coreano se sentiría insultado si lo observaran destrozar esa hermosa canción en ese momento, aunque el cantara con toda pasión.

—La aprenderemos —afirmó seriamente.

 —¿Y el corazón?

 —Eso es lo más sencillo. El corazón significa que encontraré el amor en un coreano moreno guapísimo con musculitos, al que me entregaré con una pasión desenfrenada que hará que tiemble todo Seúl. Me reí a carcajadas.

—Estás loco. ¿Un coreano moreno? Por Dios, ¿que no ves que somos blancos todos? —cabeceé carcajeándome.

 —Pues, sí —contestó con voz grave—, los coreanos morenos son muy atractivos y seguro que muy, muy fogosos. Ya verás mi Taeminie.

—Bueno, no creo que los coreanos se caractericen por su fogosidad, pero si eso es lo que te gusta... Tú te quedas con el moreno y a mí me dejas a su amigo de mi color natural, me es indiferente el color de su pelo.

—Entonces, es un trato. Escupió en su mano y me la tendió.

—Pero ¿qué haces? —pregunté extrañado mirando su mano.

 —Una promesa. Una promesa entre amigos. Debería ser de sangre, pero cuando veo una gota me mareo, así que tendrá que ser suficiente con esto —se quedó un momento mirándome con los ojos dilatados por el sueño y el alcohol.

 Las primeras luces del amanecer se filtraron entre los edificios grises dándonos una iluminación irreal. Me pareció una señal. Una buena señal.

—Está bien, lo haremos —escupí en mi mano y cogí la suya para darnos un fuerte apretón.

—Que así sea. Y si no lo cumplimos, nos quedaremos solteros coleccionando gatos hasta que nos muramos de aburrimiento.

Nos quedamos un momento en silencio, dando solemnidad al absurdo acuerdo al que acabábamos de llegar, hasta que escuchamos ruido dentro del colegio.

 —¿Quién crees que abrirá la puerta hoy? ¿La bruja de Nancy o don necesito un polvo? —preguntó rompiendo la magia del momento.

—Hoy es sábado, le toca a Kris —contesté yo, sabiendo que tendríamos problemas por llegar en ese estado. La cara seria de la inspectora asomó por la puerta.

 —Jóvenes, pueden entrar —exclamó con tono hosco.

 Ambos nos echamos a reír ebrios, apoyándonos el uno en el otro atravesamos la puerta de nuestra pequeña cárcel.

—Joven Lee —me llamó.

—¿Sí? —intenté enfocar la mirada en su rostro, aunque el cansancio y la bebida lo hacían bastante difícil.

 —Tiene una llamada de su casa. Parece urgente. Puede cogerlo en recepción. Sentí un nudo en el estómago, como si me hubiese golpeado un puño invisible. Estaba ahí, era la sensación de que algo malo iba a ocurrir. No recuerdo cómo entré en la recepción ni lo que dije, solo recuerdo la voz de mi madre llorando y pidiéndome que regresara a casa.

Mi padre había tenido un infarto esa noche y estaba muy grave. No fui a Seúl ese año, ni el siguiente, ni nunca "*

 

Estoy seguro de que la recuerdas y también lo que afecto tu vida, a la que te enfrentaste con fortaleza y que te hizo madurar de forma brusca y repentina y no cumplir tus sueños. Pero yo sí cumplí con mi parte del trato y ello también cambió mi vida, de otro modo totalmente diferente y desde luego, para bien. Pues ahora es tu turno mi Taemin, quizá un poco tarde, más de diez años, pero ha llegado.

¿No has pensado a veces que el destino está escrito y que para cada persona hay un momento decisivo que no se puede desperdiciar?

 Te toca a ti, lo he visto. Y aunque yo solo te ofrezca un pequeño respiro, espero que la distancia te haga ver tu vida como yo la veo. En junio viajarás a Seúl, trabajarás tres meses cuidando a unas preciosas niñas (he visto la foto) que viven en plena ciudad. Además, cuentas con una ventaja que yo no tenía entonces: como ahora eres padre sabrás manejarte mucho mejor que yo, que tuve que cuidar de cuatro pequeños monstruos.

Cantarás One million rose (tienes que aprendértela) bebiendo Soju  y lo de encontrar a un coreano lo dejo a tu elección. Esto es lo único que perdono del trato.

Definitivamente Key había perdido la cordura. No sabía si a causa de su enfermedad o de la proximidad de la muerte. Me parecía increíble y desproporcionado que me instara a dejar a mi familia y mi trabajo durante tres largos meses para cuidar a dos niñas desconocidas en otro país. Ya no estaba llorando, sino que leía y releía la última parte de la carta con disgusto y enfado.

Bueno, mi Taemin, te tengo que dejar, ahora sí. En la última página tienes las instrucciones para tu próximo viaje. No puedes decir que no. Las promesas se cumplen y más si son a una persona muerta. No te queda otra.

 Estás atrapado por el destino. Cuida de Wendy, tu sobrina y procura que me recuerde. Cuéntale, cuando sea más mayor, alguna de nuestras aventuras que tenga presente siempre que su padre la quiso sobre todo lo demás y que velaré por ella dondequiera que esté.

Te quiero muchísimo, nunca lo olvides Taemin.

 

Lloré y lloré hasta que no me quedaron lágrimas y mi tristeza se convirtió en un sollozo continuo. Sujeté fuertemente la caja que venía acompañando la carta. Sin abrirla ya sabía qué contenía. El collar marrón con tres dijes plateados, una nube, una luna y un corazón.

 Un collar que Key no se había quitado desde que lo compró, aquella lejana noche. Rompí la envoltura y lo cogí con cuidado. Lo acaricie con suavidad. La nube se había oxidado en los extremos y el cuero estaba desgastado por el uso. La apreté con rabia contenida en mi mano y la posé en mi corazón.

 

Hay días en los que es mejor no levantarce de la cama.

Aquel día fue uno de esos. 

Porque esconderte del mundo no te protege contra determinadas cosas y una de ellas es la muerte de tu mejor amigo.

 

Notas finales:

Que decirles, que le den mucho amor a la historia.

Ya se imaginaran como estoy con este capi ;.; llore mucho.

 

Espero su comentarios de que les parecio este primer capi.

 

Nos leemos

 

se va a escuchar One million rose. 

 

bye

 

Pd:lamento el nombre del fic. ya sabran porque el nombre. pero se me hizo que era lo mejor.  ^^ 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).