Capítulo 3 Libertad
Todo fue una verdadera conmoción para todos los que conocían a los esposos Dursley y a su sobrino huérfano que fue adoptado por ellos; nadie podía creer lo que escuchaban “los Dursley habían abusado de su sobrino de todas las formas posibles y existentes, además de que los policías habían encontrado al señor Vernon Dursley en pleno incesto y violación con su propio sobrino”.
Todo mundo se encontraba petrificado; todos los padres y doctores inmediatamente empezaron a preguntarles a los niños, si acaso el señor Vernon D. también los había tocado de alguna forma y fue mayor la sorpresa al saber que a pesar de que no había abusado sexualmente de otros niños cuando este iba vestido de payaso al hospital para verlos, si había tocado y manoseado las partes íntimas tanto de niños como de niñas por igual y les había hecho hacer que tocaran su asqueroso falo más de una vez.
Con la tía Petunia D. ocurrió algo muy similar, al hacer las investigaciones, se descubrió que ella también había abusado de su posición y muchos niños con temor declararon que ella los golpeaba y humillaba a más de uno, claro que la mujer era lista y procuraba golpear de forma que no quedara ninguna evidencia que otros encargados pudieran ver, al enterarse de la situación a través de los medios de comunicación, muchos otros niños que ya habían sido adoptados o se habían mudado con sus familias hacía ya un tiempo, tuvieron el valor de declarar lo que habían sufrido con ellos.
Al final, se consiguieron suficientes evidencias para declararlos culpables, por los cargos de maltrato infantil, abuso de poder y violación y fueron condenados a cadena perpetua; una vez dictad la sentencia y yo hospitalizado, para que todas mis heridas fueran atendidas, se me asigno aun psicólogo para que se supiera que tan lastimado me encontraba psicológicamente; no me gustaba que se me tomara por loco o dañado pero si necesitaba poder desahogarme con alguien así que lo acepte sin rezongar ni poner objeciones.
Mi psicólogo era un señor cerca de los 80 o tal vez 90 años con una barba suave, larga y gruesa y un bigote frondoso, tenía demasiado cabello que le llegaba hasta su cintura, en él no había rastro alguno de que ese cabello hubiera tenido algún tono especifico de color, uno no podía decir si fue castaño o rubio, todo en él era de un blanco limpio y amplio; persona de expresión suave y comprensiva muy amigable y paciente y con un claro gusto por los dulces de limón que nunca faltaban en todas las sesiones, sin duda alguna alguien con mucha experiencia y el tiempo se había encargado de volverlo sabio al tratar con sus pacientes.
Pero lo que mas me sorprendía de estas sesiones era una sola cosa o mas bien una sola persona, un joven que siempre acompañaba al psicólogo; el poseiha una cabellera que ha la sombra parecía ser de un rubio suave pero a los rallos de sol parecía ser de color platinado muy parecido ala plata liquida, tal ves el pelo del psicólogo hubiera sido del mismo color pero en algún momento se volvió escandalosamente blanco; ambos poseían ojos azules pero nuevamente había una gran diferencia entre los dos, los del psicólogo eran nuevamente de un azul claro y suave, mientras que los del joven eran de un azul platinado profundo que hacía que su mirada tuviera una apariencia fría pero curiosamente cálida al mismo tiempo, esos ojos y ese pelo se acoplaban perfectamente y su piel era de un color claro tanto como si se tratara de porcelana; ese joven me cautivaba profundamente sobre todo cuando llegábamos a cruzar miradas aunque fuera por unos segundos ya que el joven solo se limitaba a tomar notas y a diferencia del psicólogo no me ofrecía ninguna sonrisa ni de simpatía o al menos de cortesía, él simplemente tenía una mirada seria y neutra.
Había algo en ese joven que me estaba quitando el sueño y aunque al principio pensé que mi falta de sueño se debía al hecho de que tuviera miedo de que todo se tratara de un sueño y no fuera en realidad libre y aun estuviera atrapado con esos monstros a los que algún día llame tíos; pero inmediatamente lo descarte, ya que en mí no había miedo y frustración, pero si había nerviosismo, adrenalina y una gran emoción por saber que en unas cuantas horas más tendría mi siguiente sesión con el psicólogo el Sr. Albus y con su exquisito ayudante el joven Draco… Draco… Draco ese joven que poseía el nombre más hermoso que hubiera escuchado en el mundo y es que vamos que de verdad creí ver a un ángel la primera vez que lo vi y supe que era no solo el ayudante de mi psicólogo sino que también su nieto, me sentí la persona más afortunada del mundo, porque fue entonces cuando conocí por primera vez ese sentimiento del que siempre escuche pero que nunca pude experimentar; por primera vez sentí el amor.
Así es me enamore de un joven 13 años mayor a mí y pienso hacer que el sienta lo mismo por mí.