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I kiss you, Boy por Shizu Chan

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Notas del fanfic:

Hola :)

Si decidiste leer este fanfic, te lo agradezco mucho. Ya publiqué anteriormente y conocí a muchos lectores simpáticos y grandes autores de Amor Yaoi ♥

Me gusta responder sus rws y que también me compartan lo que escriben, o simplemente cosas en común.

Notas del capitulo:

La historia está ambientada en Argentina, por eso el uso de pronombres como "vos", que son sinónimos del "tu"

Ojalá les guste la trama, y sepan querer a los personajes.

En cada nota final de los capítulos haré una recomendación de lectura. Si alguien quiere que ponga su obra, puede pedírmelo ♥

-Corre fic...

~1~
El ladrón de besos



Jamás creí que llegaríamos a esta instancia. Yo miraba tus ojos, quería volver a encontrar en ellos el amor que alguna vez me prometiste, quería descubrir ese brillo que me había desvelado, que me había arrebatado el aliento cuando te conocí. No había nada. ¿Alguna vez hubo siquiera un rastro de tu amor?

Él agachaba la cabeza, deseaba desaparecer, esfumarse de mi vida, como si aquellos cinco años no importaran nada, como si fuera tan fácil desintegrar todos los momentos, todos los recuerdos, todas las emociones…

Cada cosa continuaba en su lugar. La camisa que colgaba sobra la silla, el par de zapatillas a un lado de la cama, el peine tirado junto al lavabo. Nada había cambiado. Nada excepto lo que él sentía por mí.

“Ya no te amo” dijo con la voz queda.

¿Es que alguna vez me amaste realmente?



El sonido de la música le retumbaba en los oídos. Entre el alcohol, las vibraciones del lugar y la voz estridente de Olivia, las náuseas se volvían insoportables. Quiso correr un momento al baño, pero su amiga lo detuvo tomándolo por el codo. A pesar de que el sitio estaba a oscuras, bajo el brillo de los reflectores fucsias pudo ver sus ojos azules empañados por cierta preocupación.

— ¿Estás bien, Tahiel?

El muchacho se rascó la nuca y trató de desviar la mirada.

—Iba a tomar algo. Tengo sed.

—Vení que voy a comprar una cerveza.

De mala gana fue tras sus pasos hasta la barra, esquivando la multitud de cuerpos que danzaban sobre la pista.
Luego de que Tahiel hubiera cortado su única relación amorosa que había durado más que un par de meses, con la persona que incluso convivió los últimos tres años en un apartamento que alquilaban juntos, y a quien conocía desde los 16, la mejor opción de Olivia para olvidar a su antiguo amor era la de salir a bailar. Con el malhumor que tenía y la angustia de ser rechazado lo que menos deseaba hacer el joven era divertirse.

Matías había sido su amigo desde adolescente. Iban juntos a las clases de fútbol. A los 18 tuvo el suficiente valor para pedirle que serializaran la relación, que no fueran aquellos dos amigos que cada tanto podían darse algunos besos. Él aceptó, y comenzaron a convivir. Todo iba bien. ¿Por qué su noviazgo había sucumbido como una flor marchita que va perdiendo los pétalos hasta quedarse desnuda frente a la brisa de primavera?

Olivia le presentó a su grupo de amigos, varias chicas y chicos que tocaban en una banda. Ella tenía mucho carisma y una voz potente que supo usar muy bien. Apenas oyó cómo reían entre ellos y comentaban temas de los que no estaba al tanto.

¿Ahora dónde iba a vivir? No podía volver a mirar a los ojos a Matías luego de que lo rechazara de esa manera. ¿Tenía que volver a la casa de su padre? Soltó un bufido de sólo pensarlo. La idea no le agradaba en lo absoluto.

Mientras tanto, había dejado sus cosas en el departamento de su mejor amiga. Ella no solía estar en pareja, las chicas con quienes salía no duraban más que una noche. No obstante, no quería invadir su privacidad.

El juego de luces se tornó de matices anaranjados, hasta convertirse en una sucesión infinita de borlas que iluminaban la oscuridad. Titilaban al ritmo de la música electrónica que el DJ estaba pasando. Las lentejuelas en los vestidos de las chicas eran como espejos de los reflectores.

En algún momento, la conversación entre Olivia y sus amigos fue muriendo. La melodía que inundaba el lugar sonaba tan fuerte que nadie podía siquiera hablar. Entonces lo vio, el brillo en los ojos azules de su amiga, aquellos que le combinaban perfectamente con su cabellera negra corta. Tomó de su mano y lo obligó a ir hasta la pista. Desde que tenía memoria Olivia era una cantante increíble, y una bailarina audaz. Con la camisa holgada que tenía apenas se le notaban los senos. A simple vista siempre parecía un varón, punto a favor para la jovencita, porque así podía captar la atención del público femenino.

Tahiel apenas se movió, y soltado un suspiro se dejó caer sobre el hombro de su amiga. Ella comprendió al instante que no estaba de humor para bailar.

—Dale, no te pongas así. Hay un montón de chicos lindos.

—Pero yo lo quiero a él.

El DJ puso la canción favorita de Olivia, y fue en vano pedirle que volvieran al apartamento. Tahiel esperó a que se alejara un poco y se escabulló entre las personas para llegar al baño. Sólo en ese momento se percató de que su celular estaba vibrando. Encendió la pantalla cuando logró meterse en uno de los cubículos, que despedían un fuerte aroma a limón y tenían garabatos en las puertas.

“Tenemos que hablar”

Emitió un chasquido con la lengua. El contacto de su celular mostraba la foto de un muchacho de cabello rubio muy corto. Lo había agendado como “Corazón” varios años atrás. Ni siquiera se tomó la molestia de eliminarlo, o siquiera editar su nombre.

“Ya me dijiste todo ¿qué querés?”

Se acarició las sienes mientras esperaba la respuesta.

“Estoy en la puerta ¿por qué no abrís? ¿Saliste con ella?”

Tahiel no se molestó en responderle. Desde que habían comenzado su relación, Matías siempre había sido extremadamente celoso de Olivia. Se mojó el rostro con el agua gélida del grifo antes de volver a emerger en el bullicio de gritos, risas y música alta.

— ¿Tan lindo y con esa cara?

Una voz suave se había acercado hasta su oído. Una chica de jeans cortos y el cabello largo y rizado. Le hizo un gesto con la cabeza para ir hacia la barra, pero Tahiel la rechazó con un movimiento de las manos. Se marchó bastante ofendida.

La congruencia de las melodías había variado, y ahora el DJ cambiaba las canciones por las que tenían un tono más bien pop. De todas formas no duraría mucho. Los clubes que frecuentaba Olivia solían ser de música electrónica, no porque ella no supiera disfrutar otro tipo de música, sino porque sus amigos rockeros no aceptaban otro tipo de “onda” cuando salían a bailar. Aprovechó que la fiebre se había calmado y volvió a buscar a su amiga. Sin embargo, al verla muy distraída besando a una chica de vestido blanco, decidió que era mejor permanecer relegado en alguna esquina por un rato.

El celular comenzó a vibrar otra vez. Amagó a ver el mensaje, pero un golpe en su hombro lo detuvo. Sólo atinó a ver una melena rubia y la chaqueta de cuero que cubría sus hombros anchos. Era guapo. Mierda, sí que era muy guapo. Incluso sus jeans rasgados le combinaban con el par de borsegos negros que usaba.

De todas formas, abandonó por completo sus esperanzas cuando lo vio acercarse a la chica que él había rechazado, y con un coqueteo discreto la invitaba a tomar de su copa. Ella fingía no estar interesada, se tocaba el cabello. En un instante, volvió a mirarlo a él. Tahiel se quedó helado en su sitio. No debería haber estado husmeando. La jovencita lo señaló, y le dijo algo al chico rubio. Éste volteó sus ojos oscuros hacia Tahiel, y esbozó una sonrisa torcida que le erizó la espina dorsal. ¿Por qué no se largaba? Si seguía mirando de esa manera iban a malinterpretarlo todo.

La voz aguda de su amiga lo salvó de aquella conexión visual.

— ¡Dios mío, qué pesado!—Le mostró el historial de llamadas perdidas que tenía de Matías—. Pensé que ya no te ibas a dejar manipular por ese tipo.

—Hum…

En ese momento fue su móvil el que empezó a sonar, esta vez con una melodía de música urbana. Antes de dejarlo siquiera reaccionar, Olivia contestó la llamada, que obviamente era de parte del culpable de su estado.

—Escuchame una cosa, pasivo reprimido. No vuelvas a molestar a mi amigo porque él ya tiene mejores cosas en las que pensar… Sí, sí, seguí lloriqueando que no vas a lograr nada…

Tahiel intentó arrebatarle el teléfono, pero era en vano.

—Dame, Olivia. No digas estupideces.

Ella continuó hablando sin prestarle atención.

— ¡Callate, qué me voy a querer voltear a tu ex, nene! ¿Sabés qué sos?... Un resentido. Tahiel te llevó a conocer a su papá, te presentó con sus amigos, hasta te iba a pedir casamiento el muy ciego, todo por un tipo como vos que no vale ni dos centavos.

— ¡Dame eso!

A duras penas logró recuperarlo, pero para entonces Matías había cortado la comunicación. Cuando intentó devolver la llamada, el número ya estaba bloqueado. Lanzó un quejido de impotencia.

— ¡Olivia, no tenías que decirle eso!

—Si no se lo decía vos ibas a quedarte callado—por los efectos del alcohol ya estaba alzando el tono mientras estiraba las vocales en las palabras—. Nunca te llevó a ver a sus padres, cada vez que alguien preguntaba por su relación decía que eran amigos. Te usó, se burló y encima cree que es la victima… ¡Es un… un…!—la rabia que estaba acumulando estalló en un bufido. Las facciones finas de su rostro estaban coloreadas por un tono rojizo.

Tahiel permaneció en silencio. No podía negar que sus declaraciones eran la pura verdad. Matías nunca quiso hacer público su noviazgo. Él lo comprendía… o al menos intentaba hacerlo. Sus padres eran muy estrictos, religiosos ortodoxos, y no iban a permitir que su hijo saliera tan fácilmente del clóset.

En medio del aire asfixiante que inundaba el club Tahiel estuvo a punto de volver a hundirse en sus recuerdos melancólicos. Sin embargo, un par de ojos negros que se acercaban en su dirección le absorbieron por completo sus cinco sentidos. Olivia también se quedó helada en su sitio cuando el muchacho se acercó a hablarle.

— ¿Te molestaría si me llevo un rato a tu amigo?

La chica alzó las cejas con asombro.

— ¿A este?—señaló al aludido—. Te aviso que le acaban de romper el corazón, así que…

— ¡Olivia!

El muchacho se metió ambas manos en los bolsillos, y observó meticulosamente a Olivia de pies a cabeza.

— ¿Es una chica?—alzó la comisura izquierda del labio en un gesto de repudio—. Parece John Travolta.

—Andate a la mierda, rubio oxigenado. Así y todo me puedo llevar a la cama más chicas que vos.

Tahiel la tomó de los hombros, procurando calmarla. Olivia era cinto negro en taekwondo y se había criado los últimos tres años de su vida con dos padres, por lo que no era bueno hacerla enfadar.

—No te enojes, Johnny. Ya te lo devuelvo.

Cuando sintió el tirón en su chaqueta, por un momento las luces parecieron juguetear en el aire, eclipsando su vista. Trastabilló un poco mientras lo obligaba a subir al estrecho escenario que había en el club, el que utilizaban las bandas poco reconocidas que daban shows los sábados por la madrugada. El rubio dio varios golpecitos en el micrófono para atraer la atención de los demás, y quienes voltearon a verlo eran en su mayoría chicas. Tahiel se quedó congelado a un lado, demasiado confuso para siquiera reaccionar.

—Eh… Escuchen, chicas… —se quitó la chaqueta de cuero y la lanzó a la tribuna. Una jovencita de falda corta empujó a otra para poder quedarse con la prenda— ¿Quieren un show diferente esta noche?—varias voces agudas gritaron, y otras abuchearon de forma negativa. El rubio alzó los brazos fornidos, descubiertos ya que la única prenda que tenía era una musculosa blanca— ¿Quieren? ¡Más fuerte que no las oigo!

Comenzaron a lanzar chillidos y vítores. El DJ cambió la música por algo más lento, de matices sensuales. Las luces funcionaron como un camaleón, y para aquella ocasión se volvieron de un color rojizo, que apenas iluminaba el centro del escenario.

Sus ojos negros eran un abismo que devoraba todo a su paso. Tahiel amagó a retroceder, pero ya era demasiado tarde. Podía sentir su aliento húmedo y caliente rosándole los labios. En la comisura naciente en su mejilla se formó un pequeño hoyo. Fue lo último que atinó a ver antes de cerrar los ojos.

Fue espontáneo como una bofetada, pero dulce y pegajoso como la miel. Tenía la lengua huidiza. Cada vez que le dedicaba una mordida en el labio inferior sentía que el calor de sus mejillas se iba difuminando por todo su cuerpo, hasta centralizarse en la zona de su ingle. Estaba perdiendo el aliento y si tenía una erección en ese momento no iba a poder soportar el bochorno. Intentó alejarlo de un empujón, pero era en vano. El muchacho lo tomó por la nuca, y cuanto más gritaban las chicas, más se ensañaba con devorarle los últimos resquicios que le quedaban de respiración.

Si no hubiera estado tan perdido en sus sentidos por aquel beso sorpresivo, hubiera notado que el club entero estaba estallando en una fiebre de vítores y chillidos. Sin alejarse ni siquiera un paso, el chico se quitó la musculosa de un tirón, y la lanzó por los aires hasta el público. El corazón de Tahiel se convirtió en una bola de estambre que rebotaba por las paredes de su tórax. Cada músculo de su vientre parecía perfectamente tallado, y la sonrisa aviesa que le mostraba hacía que fuera en vano intentar detener el fuego fatuo que le nublaba la razón.

En un impulso Tahiel se inclinó a tomarlo por el cuello para continuar con el beso. La boca le ardía y quería seguir experimentando esa sensación deliciosa que era probar sus labios. Pero pese a su deseo, el muchacho lo alejó con la palma de la mano, y antes de alejarse observó con una ceja en alto el bulto palpitante que se había formado en la ingle de Tahiel. Se sintió tan humillado que no pudo más que bajar la cabeza.

Él se bajó del escenario a seguir con sus coqueteos, con sus juegos, con eso que a Tahiel no le concernía ni tenía por qué hacerlo. Pero sintió rabia. Sintió impotencia. Con un nudo en la garganta que apenas lograba contener finalmente huyó hacia la salida del boliche, acción que debería haber hecho desde que ingresó en ese infierno.

Si no fuera porque Olivia se apresuró a detenerlo, se hubiera marchado del club.

— ¿Qué pasó? ¿Lo conocías?

Tahiel estaba demasiado enfadado como para responderle. Se deshizo de su agarre y enfiló hacia la salida. En una esquina del lugar, cerca de los inmensos parlantes, vio al muchacho de cabellos rubios besándose animadamente con la chica del jean corto. El encuentro fugaz que habían tenido en el escenario no era nada comparado con la forma que manoseaba a la jovencita. Por un segundo cortaron su unión tan pasional, y la chica lo señaló con un dedo, invitándolo a acercarse. Los ojos negros de él eran tan penetrantes que podrían quitarle el aliento en un parpadear.

— ¿No querés unirte?

En un principio, presa de la sorpresa, Tahiel no comprendió a qué se referían. Cuando cayó en la cuenta de sus intenciones, la rabia que lo estaba embargando lo obligó a huir a los trompicones del lugar.

Notas finales:

Ya quiero que sea miércoles y ver el próximo capítulo de Junjou Romántica 3 ♥ ♥ ♥

 

*Primera recomendación de lectura:

Cachorros y amos

 Una noche de tantas en los suburbios de una ciudad como Nueva York, un prostituto de diescisiete años sube al auto de un desconocido. La rutina no es la misma, su cliente no busca tener sexo con él sino que tiene un interés diferente en su cuerpo. Noel vive en condiciones sórdidas, sobrevive el abuso a diario en el mundo en el que vive, está acostumbrado a que lo vean y usen como un objeto. Cuando se cruza en su camino un fotógrafo quien no tiene interés en su cuerpo del modo que él conoce su percepción acerca de mundo empieza a cambiar completamente. Por primera vez en su vida empieza a verse como un ser humano y no como un cachorro en las manos de sus amos.


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