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Diez años por Takaita Hiwatari

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Diez años:

Takaita Hiwatari

Capítulo 47: “Punto de quiebre”:

 

Unos días después, con las clases de la universidad recién retomadas, Gaara observaba a Naruto sin disimular su interés. No llevaban ni una semana de clases, pero desde el primer día notó algo extraño en éste. Sabía que su pensamiento era cursi, pero cuando Naruto entraba en clase saludando a todos con una gran sonrisa, parecía brillar como el sol. Sin embargo, esa sonrisa no había aparecido desde que iniciaron las clases. Sonreía, pero esa sonrisa no llegaba a sus ojos; era una sonrisa vacía. Shino y él le habían preguntado en más de una ocasión si le ocurría algo, a lo que Naruto componía su mejor sonrisa y aseguraba que todo estaba bien.

 

Trató de volver su atención a la clase de inglés, tomando apuntes cuando lo consideraba necesario. Por la expresión de Naruto parecía estar forzándose a poner toda su atención en las explicaciones, pero a veces le descubría mirando en su cuaderno para copiar sus anotaciones, como si fuera incapaz de concentrarse para hilarlas por sí mismo, incluso alguna que otra vez le escuchaba emitir pequeños bufidos de frustración.

 

En cuanto la clase terminó y los alumnos empezaron a recoger sus pertenencias para regresar a sus hogares, posó una mano en el hombro del rubio, sacándole un respingo.

 

—Naruto, ¿estás bien?

 

Había perdido la cuenta de las veces que le había preguntado eso en los últimos días. Tal vez estaba siendo pesado con ese tema, quizá debido a que Naruto le gustaba se estaba preocupando en exceso, pero no podía evitarlo.

 

Y ahí estaba, esa sonrisa amplia pero vacía aparecía en sus labios.

 

—Sí, perfectamente —aseguró, tratando de convencerse a sí mismo en aquella afirmación, y rápidamente cambió de tema—. Parece que va a nevar, ¿no crees? —preguntó inclinándose un poco para ver hacia la ventana.

 

Logró su cometido de distraer a Gaara, quien miró hacia la ventana un momento.

 

—Eso parece. —Enfrentó los ojos azules—. ¿Irás esta tarde al parque? Los chicos dicen que desde el cumpleaños de Hinata no te han visto por allí.

—Lo cierto es que con este frío no me apetece salir. Quizá otro día. —Sin más se puso de pie, empezando a recoger sus pertenencias.

 

Gaara le miró sorprendido. ¿Desde cuándo el frío frenaba a Naruto para salir? Sabía que a su amigo le encantaba pasar las horas en el parque con los demás, jugando fútbol o simplemente hablando. Por su respuesta había sonado casi como un viejo.

 

—¿Y si vamos a Ichiraku? —propuso mientras también tomaba sus pertenencias.

 

Se detuvo por un segundo al ver que Naruto le dedicaba una sonrisa tensa y fingida.

 

—En serio, Gaara, no insistas —respondió con el tono más amable que encontró—. Iré directo a casa’ttebayo.

 

Apenas avanzaba un paso cuando la voz de Shino que se acercaba le detuvo.

 

—Naruto, ¿irás hoy al parque?

 

Antes de que éste pudiera responder algo, Gaara habló.

 

—Naruto dice que no irá al parque hoy porque hace frío. —Casi quiso rodar la mirada por lo absurdo de la excusa.

—¿En serio, Naruto?

 

Pero al mirar ambos hacia allí, el rubio había desaparecido, clara señal de que quería marcharse solo ese día. Gaara percibió la fugaz aura depresiva que cubrió a Shino, sabía cuánto le afectaba a éste ser ignorado por Naruto.

 

—No se lo tengas en cuenta, Shino.

—Últimamente se ha estado comportando extraño. ¿Por qué?

—Eso me gustaría saber. —Negó, colgándose la mochila y caminando a la salida—. Pero él asegura estar bien.

—Quizá sean problemas personales relacionados con su entorno familiar, tal vez en unos días volverá a la normalidad.

 

Gaara asintió, preguntándose si Shino tenía razón y lo que le ocurría a Naruto era relacionado con problemas en su entorno familiar. O quizá… pensó ligeramente esperanzado, quizá tenía problemas con Sasuke. Sacudió la cabeza, obligándose a serenarse. Se había prometido mantenerse en su papel de amigo, Naruto ya le rechazó una vez y no deseaba exponerse a ser rechazado una segunda, menos tan pronto. Aunque eso no significaba que hubiera podido arrugar sus sentimientos cual bolita de papel y lanzarlos a una papelera, sabía que le tomaría su tiempo volver a verle sólo como un amigo.

 

****

 

Horas después, cuando las farolas empezaron a bañar las calles de Konoha con su luz, Naruto se detuvo frente la puerta del apartamento de Sasuke. Su respiración era agitada por haber ido hasta allí corriendo, sólo se había detenido el breve trayecto que permaneció en el ascensor.

 

Tras llegar a casa y comer un poco, había permanecido toda la tarde encerrado en su habitación estudiando, o al menos tratando de hacerlo. Pero como era habitual desde hacía días, no dejaba de pensar en Sasuke, sintiéndose frustrado y arrepentido por haberle dejado; segundos después se recordaba a sí mismo que hizo aquello porque era lo mejor para Sasuke. Su mente y corazón entraban constantemente en conflicto.

 

Alimentado con la seguridad de saber que alejándose le hacía un bien a Sasuke, trató de ignorar su corazón roto y continuar su vida con normalidad.

 

¡Pero era imposible! Necesitaba verle, escuchar su voz, sentir su tacto, sus labios…

 

Forcejeó con la cerradura, intentando meter la llave, pero no pudo. Se obligó a detenerse un momento y respirar hondo, tratando de controlar su pulso tembloroso que no le permitía ni encajar la llave en la cerradura. Hizo el segundo intento con más calma, parpadeando consternado al comprobar que efectivamente la llave no entraba en la cerradura. Alzó la llave a la altura de su rostro, comprobando que no se había equivocado.

 

Justo entonces la puerta se abrió, revelando a quien deseaba ver.

 

—Sasuke…

 

No pudo evitar pronunciar su nombre con una sonrisa, una real, sintiendo su corazón brincar de alegría.

 

—¿Se puede saber qué estás haciendo aquí?

 

Por el contrario, la expresión y el tono de voz de Sasuke delataban que su visita no era bienvenida. Cuando le vio atravesar el brazo y apoyar una mano en el marco de la puerta en un claro mensaje de que no iba a dejarle entrar, no pudo evitar recordar aquella época en la que pasaba con frecuencia por allí, tratando de ser aceptado por Sasuke y éste le cerraba el paso a su apartamento. Incluso una vez tuvo el valor de besarle allí mismo estando Karin presente.

 

—Por alguna razón la llave no entra en la cerradura —comentó, ignorando aquella pregunta.

—He cambiado la cerradura. No quiero ser molestado por visitas indeseadas —respondió, haciendo hincapié en las dos últimas palabras.

 

Tras decir aquello, retrocedió un paso para cerrar la puerta, pero al último segundo Naruto atravesó el pie para impedirlo. Sasuke no pudo evitar chasquear la lengua antes de abrir de nuevo.

 

—Mira, Naruto —habló con tedio—. No sé exactamente qué estás haciendo aquí, pero tampoco me interesa. Si has venido a devolverme la llave, ya ves que no hace falta. —Antes de que el otro dijera algo, continuó—. Y si vienes a devolverme el móvil que te regalé, puedes quedártelo.

 

Naruto abría la boca repetidas veces, queriendo decir algo pero sin saber qué exactamente. Sólo había ido allí empujado por la necesidad de verle y escucharle, pero entendía que Sasuke no le recibiera precisamente con los brazos abiertos

 

—¿Has… pensado lo que te dije? Sobre ser amigos’ttebayo.

 

Sentía que todo aquello se le haría menos cuesta arriba si al menos lograba conservar la amistad de Sasuke que rompiendo definitivamente cualquier lazo con él.

 

Por al ver el rictus severo que de pronto se apoderó del rostro de Sasuke, de inmediato Naruto entendió que su propuesta no le agradó en absoluto.

 

—No me interesa mantener ningún tipo de relación contigo, ni siquiera una amistad —sentenció firme. Después, sin previo aviso brindó un tosco empujón en el torso de Naruto, haciéndole retroceder varios pasos para asegurarse de que ahora no le impediría cerrar—. Hasta nunca —despidió con un portazo.

 

La rabia que había contenido frente a Naruto, comenzó a aflorar cuando se supo solo. Sin pensarlo, caminó al mueble donde reposaba el jarrón y una de las fotografías que Naruto le regaló, y con un tosco movimiento los tiró al suelo, haciendo añicos el fino jarrón y quebrando el cristal de la fotografía. Con rabia, pisoteó la fotografía aún dentro del marco, queriendo desquitar la frustración que sentía.

 

No entendía por qué de un día para otro Naruto había decidido romper con él, de buenas a primeras. Pero le dolía terriblemente comprobar que sus temores se habían cumplido. Naruto sí había resultado ser el chico superficial que en un principio pensó que era, y en cuanto se había aburrido de él, le había dejado para ir en busca de otra presa con la que divertirse, alguien de su edad.

 

Los primeros días no dejaba de preguntarse en qué había fallado, qué había hecho mal, si aquella ruptura había sido culpa suya. Había estado a punto, varias veces, de llamar a Naruto para intentar arreglar su rota relación, pero él se lo dijo claramente: estaba aburrido y no quería continuar siendo su novio.

 

No iba a arrastrarse tras una persona tan superficial como Naruto. Incluso su propio padre se lo dijo el día antes de que su relación terminara: que sólo era un capricho pasajero para Naruto. Y él como tonto no quiso aceptarlo.

 

Decidido caminó hasta su habitación, tomando el otro portarretratos que descansaba sobre su mesa de noche; después, abrió el cajón y tomó las fotografías de Naruto del día de su graduación y el dibujo donde se mostraban las tres cosas preferidas de éste cuando era niño. Con seguridad se dirigió a la cocina con un pensamiento: la basura debía estar en la basura. Cuando estaba por tirar todo dentro del cubo de la basura, su teléfono móvil sonó rompiendo el pesado silencio de su apartamento. Por un segundo gruñó, pensando que quizá se trataría de Naruto, pero en la pantalla vio parpadear el nombre de su hermano.

 

—Hola, Itachi —saludó, componiendo un estudiado tono tranquilo.

—Hola, Sasuke. Te llamaba por la conversación que tuvimos la última vez que nos vimos.

—¿Eh? —balbuceó desconcertado.

—¿No te acuerdas que propusimos quedar los cuatro para cenar? Quería preguntarte si a Naruto-kun le vendría bien para mañana.

—Ah, eso… —murmuró casi para sí mismo. Lo había olvidado por completo.

—¿Está Naruto-kun contigo ahora? ¿Puedes preguntarle?

—Itachi, sobre eso… —Casi interrumpió—. De momento no va a poder ser, Naruto me comentó que está hasta arriba de tarea, trabajos, y muchos exámenes por delante.

—Ya veo. La recta final del primer año de universidad está siendo especialmente dura —respondió comprensivo.

—Sí. Apenas le he visto desde entonces.

—Comprendo. Pero la propuesta de cenar los cuatro sigue en pie, cuando Naruto-kun esté más relajado avísame y fijamos una fecha.

—Claro… —murmuró.

 

Tras despedirse, Sasuke guardó con movimientos mecánicos el teléfono en su bolsillo y miró lo que tenía en la mano, sintiéndose incapaz de dejarlo caer en la basura.

 

Tampoco había contado a alguien su ruptura con Naruto, ni siquiera a Itachi que era su persona de mayor confianza. No quería ser el objeto de la compasión de nadie. Además, ni siquiera él mismo había terminado de asimilar que Naruto ya no iba a estar en su vida.

 

Con un resoplido de fastidio, caminó de regreso a la sala y sacó la foto del roto portarretratos que yacía en el suelo, estaba un poco arrugada por los pisotones. Después, buscó por su apartamento hasta encontrar un sobre, metió en él todas las fotografías y el dibujo, y lo guardó en el primer cajón de su mesa de noche, bajo la ropa interior.

 

Sólo lo estaba guardando de forma temporal, se dijo a sí mismo, con el tiempo lo tiraría a la basura.

 

Sin querer pensar más en ello, volvió a la sala para recoger los pedazos del jarrón y del pequeño portarretratos.

 

****

 

Aquel día Sasuke cargaba un humor de perros. Era catorce de febrero, y esa fecha sólo le hacía recordar que ese día Naruto y él habrían cumplido un año de relación si el idiota no hubiese sentido un aburrimiento repentino y hubiese decidido terminar todo.

 

Para aumentar su mal humor, algunas médicas y enfermeras le habían obsequiado chocolates, y de nuevo, como el año anterior, alguna lo hacía con intención de obtener una relación con él. Estaba tan frustrado y molesto, que por un segundo pasó por su cabeza la tentación de acostarse con alguna de las que se le insinuaron. Pero el poco sentido común que le quedaba le susurraba que hacer aquello no eliminaría el odioso dolor en su interior y mucho menos le regresaría a Naruto. Además, sería problemático, eran compañeras de trabajo. Era mejor no cruzar la línea de “compañeros de trabajo”.

 

Siempre había intentado no llamar la atención en su puesto de trabajo y no dar problemas, y no iba a empezar ahora.

 

En cuanto abandonó el hospital, una pequeña nube de humo de cigarrillo le dio de lleno en el rostro, provocándole toser un par de veces. Al buscar al responsable con una mirada matadora, otra nube de humo se estrelló en su cara.

 

—¡Hey, Sasuke! ¿Un cigarrillo?

 

El pelinegro abanicó su ceñudo rostro con una mano, reconociendo al neumólogo que fumaba pero irónicamente disfrutaba diciendo a sus pacientes con rostro solemne que fumar era malo para la salud y que deberían dejarlo.

 

—Creo que no —masculló.

—Pues yo creo que te ayudaría. Desde hace semanas luces tenso, todos lo hemos notado. En mi caso, fumar me relaja, ya lo sabes. —Y tras decir aquello, liberó el humo en un lento y prolongado suspiro, con una expresión casi placentera—. Quizá a ti también te ayude.

 

Sasuke miró en silencio la cajetilla de tabaco que su compañero le ofrecía. Nunca le había llamado la atención fumar, pero en ese momento, casi cualquier cosa que pudiera rebajar sus niveles de estrés sería bienvenida.

 

Bien, si sólo fumaba uno no pasaría nada. Tal vez le relajaría.

 

—Sólo uno —dijo tomando la cajetilla para sacar un cigarro.

 

El neumólogo estalló en repentinas carcajadas justo cuando daba una calada, casi atragantándose con el humo.

 

—Eso dije yo también la primera vez.

 

Rió de nuevo, más sutil, al ver la seria mirada que le estaba dedicando Sasuke como queriendo decirle que él no iba a engancharse a ese vicio. Sin querer decir nada al respecto, sacó el mechero y le encendió el cigarro. Sasuke no tardó en dar una profunda calada y al instante se atragantó con el humo, empezando a toser y con los ojos a punto de soltar lágrimas.

 

—Una calada muy impetuosa para ser la primera vez. —Rió el hombre, palmeando la espalda de Sasuke.

—¿Cómo sabes que es la primera vez? —preguntó con la voz casi ronca por el esfuerzo de toser.

—Todo tú lo grita —respondió obvio—. Tómalo con calma.

 

Iba a decir algo cuando la voz de Karin a su espalda le llamó la atención.

 

—¡Oh, Sasuke, qué bueno que te encuentro! Justo ahora Juugo me ha llamado para ir a tomar algo, él dijo que llamaría a Suigetsu y yo te avisaría a ti… —Dejó a un lado la explicación al ver incrédula lo que su amigo tenía en la mano—. ¿Estás fumando?

—Sí —respondió lo obvio, aunque todavía no se atrevía a dar una segunda calada.

—¿Desde cuándo fumas? —preguntó sorprendida.

—Desde ahora mismo —dijo sin más—. ¿Hablabas sobre ir a tomar algo? Vamos.

 

Sin más despidió al neumólogo con un movimiento de cabeza y empezó a caminar, siendo acompañado por la pelirroja que no dejaba de mirarle casi sin parpadear.

 

—Si no lo veo no lo creo. Tú… fumando.

 

Recordaba que a Sasuke siempre le había gustado comportarse como el hijo y el alumno modelo, por lo que siempre estuvo alejado de cualquier vicio y muy centrado en sus estudios durante su época estudiantil. Incluso no probó el alcohol hasta que fue mayor de edad.

 

—Es sólo uno, para relajarme —explicó escueto.

—¿Para relajarte de qué?

—Nuestro trabajo a veces es estresante. —Si bien era cierto aquello, no era ese el motivo de tener un cigarrillo entre sus labios en ese momento.

 

Pero ella no quedó muy conforme con esa respuesta. Ambos ya llevaban su buen tiempo trabajando allí como para que ahora Sasuke necesitara usar ese tipo de métodos para combatir el estrés, incluso sabía que él se estaba ejercitando con frecuencia para tener una mejor condición física… ¿y ahora empezaba a fumar?

 

—Si tú lo dices... Aunque como médico sabes que existen métodos más saludables para combatir el estrés. ¿No estabas haciendo ejercicio a diario con Naruto?

 

Con la simple mención de ese nombre, la mandíbula de Sasuke se tensó y su entrecejo se frunció, disgustado. Ya había pasado un mes y medio desde que Naruto le pateó de su lado, pero a él le dolía como si apenas hubieran transcurrido unas horas. Lo peor es que conforme los días pasaban, ese dolor empezaba a transformarse en rabia y frustración. Quería salir adelante, vivir como si nada hubiera pasado, como si aquella relación fallida no hubiera existido jamás. Pasar sus días en una monótona rutina: de la casa al trabajo y del trabajo a la casa. ¿Acaso era mucho pedir?

 

Probablemente el plan de Karin de salir a beber le sentaría bien. Desconectaría su mente un rato. Pasar horas solo y encerrado en su apartamento después del trabajo no era lo ideal para la calma que necesitaba, cada rincón de su hogar le recordaba a Naruto y los momentos vividos con él.

 

****

 

Mikoto abandonaba su hogar con una sonrisa, portando con ilusión un elegante vestido. Al ser San Valentín, Fugaku la había invitado a cenar fuera después de que ella le regalara un chocolate hecho por ella misma.

 

—Vamos, querido, ¿estás listo? —preguntó acomodándose la chaqueta, afuera estaba fresco.

 

Dejó su tarea de lado y su sonrisa se agrandó en su rostro al ver a Naruto que se acercaba caminando cabizbajo, probablemente se dirigía a casa. Esperó a que el chico llegara a donde estaba ella para saludarle.

 

—Hola, Naruto. ¿Ya vas a casa? Hace tiempo que no te veo.

 

La sonrisa desapareció de su rostro cuando vio a Naruto alzar el rostro casi con espanto, como si no le hubiera agradado verla. Aquello la extrañó, Naruto siempre la trataba con calidez. En apenas un segundo vio la expresión del chico transformarse en una de disgusto, con un marcado ceño fruncido y una actitud de rechazo.

 

—¿Pero qué…? —murmuró confundida.

—¡Déjame en paz dattebayo! —exclamó rabioso, casi en un grito, y sin más se marchó corriendo hacia su hogar.

 

Las lágrimas de rabia se acumulaban en sus ojos azules cuando subía las escaleras. No pudo contenerlas más cuando se encerró en su habitación, recargando la espalda en la puerta.

 

Desde que rompió con Sasuke, sentía que odiaba a Fugaku Uchiha, y con los días, en su interior también empezó a nacer un sentimiento de rencor hacia Mikoto. No olvidaba que la mujer siempre había sido buena con él, pero después de que Fugaku, que siempre había sido afectuoso con él, le trató como basura al enterarse de su orientación sexual, había empezado a pensar irremediablemente que Mikoto era igual que su esposo, que probablemente ella también le enviaría miradas venenosas y le hablaría con desprecio si conociera su orientación sexual, y peor aún, sus sentimientos por Sasuke.

 

Seguramente Mikoto era tan falsa como su esposo.

 

Pero no sólo detestaba al matrimonio Uchiha, también se odiaba a sí mismo. Se odiaba por no haber sabido controlar mejor la situación con Fugaku. Había huido de forma patética en su afán de proteger a Sasuke. Cada día que pasaba, se convencía más de que Sasuke tenía razón al llamarle inmaduro en el pasado. Si hubiera sido más maduro, estaba seguro de que habría encontrado otra forma de solucionar aquel problema. Además, se odiaba por haber engañado a Sasuke de forma tan ruin. Y aunque la verdad a veces picoseaba en la punta de su lengua y sentía la tentación de contarle todo a Sasuke y pedirle perdón, se recordaba que hizo aquello por su bien, era lo mejor para él.

 

Ese día era especialmente triste para él, ya que un año atrás, un día como aquel, su relación con él había iniciado.

 

Lo mejor era hacerse a la idea cuanto antes de que lo suyo con Sasuke había terminado, pero era tan difícil…

 

****

 

—Mikoto, ¿estás bien? —La voz de Fugaku a su lado la hizo despertar de su letargo—. Por tu expresión juraría que has visto a un fantasma.

 

Ella le miró en silencio durante unos segundos antes de responder.

 

—Es que… Naruto pasó por aquí hace un momento y…

 

La expresión del hombre se enserió al instante.

 

—¿Y…?

—Pasó por aquí, le pregunté si iba a casa… —balbuceó aturdida—, me gritó que le dejara en paz y se fue corriendo. Fue tan extraño. Naruto nunca me había hablado así. Y la forma en que me miró… ¿Quizá ha tenido un mal día?

 

La mirada de Fugaku se desvió hacia la casa de los Uzumaki, pensando con disgusto en el hecho de que no había tenido oportunidad de volver a hablar con Naruto desde el treinta y uno de diciembre. Habían pasado casi dos meses de aquello. Las veces que había logrado topárselo por la calle, nada más verle Naruto daba media vuelta y se marchaba corriendo. Incluso un día que tuvo la oportunidad de acercarse lo suficiente como para decirle que quería hablar con él, Naruto le gritó que no le quería cerca nunca más y se marchó.

 

Era frustrante. Quería continuar presionándole para que se alejara de Sasuke, pero no encontraba oportunidad. Para empeorar su suerte, tampoco había tenido oportunidad de hablar detenidamente con Sasuke. Desde que el año empezó no había pasado por casa, así que en alguna ocasión le llamó por teléfono, pero la conversación era siempre breve porque su hijo aseguraba estar ocupado o cansado y colgaba. Como ese plan no funcionó, pasó en tres ocasiones por su apartamento, pero ocurrió lo mismo, Sasuke aseguraba que estaba a punto de salir o comentaba estar demasiado cansado y le pedía que le dejara solo.

 

Por un momento pensó que le estaba evitando, pero por más que pensaba no encontraba alguna razón para que Sasuke de repente hiciera aquello.

 

A no ser que… Naruto hubiera hablado con Sasuke y le hubiera contado todo. Quizá su hijo le guardaba rencor al enterarse de que había tratado de empujar a Naruto fuera de su vida.

 

Necesitaba salir de aquella incertidumbre. No quería perder a su hijo.

 

****

 

Mientras, en un bar de copas lejos de allí, Karin y los chicos bebían entre amenas charlas. Suigetsu estaba siendo el más parlanchín, mientras que Sasuke había abierto la boca para saludar, pedir su cerveza y poco más.

 

Suigetsu dejó de reírse de su propio chiste sin gracia al ver la actitud de su amigo pelinegro. Se mantenía cabizbajo, con los codos apoyados en la barra y la mirada clavada en su bebida. Parecía estar ausente, perdido en sus pensamientos.

 

—Sasuke, ¿estás bien? Te ves como si te apestara la vida. —El nombrado apenas movió un poco los ojos para mirar a su izquierda, donde él estaba—. Ya sé —continuó al no recibir respuesta—, tu amorcito tenía otros planes y no ha podido pasar San Valentín contigo, así que estás disgustado por eso, ¿cierto?

 

Entonces Karin reparó en ello. Era extraño que siendo San Valentín, Sasuke hubiera aceptado salir con ellos y no se hubiera negado alegando que iba a pasar lo que quedaba de día con Naruto. Quizá Suigetsu tenía razón en su suposición y su primo tenía otros planes ese día.

 

Entonces unas blancas manos aparecieron desde atrás y cubrieron los ojos de Sasuke, sorprendiendo a todos por lo inesperado del acto.

 

—¡Adivina quién soy!

 

Sasuke reconoció la voz, pero no estaba de ánimo para seguir el infantil juego de Ino, por lo que con un movimiento un tanto tosco apartó las manos de la chica y continuó bebiendo en silencio.

 

—Ino… —murmuró Juugo, recobrando la calma.

 

Sin embargo, la calma de Karin acababa de explotar al ver a la rubia allí. Se suponía que aquello era una reunión entre los cuatro, nadie habló nada sobre invitar a esa molestia con aires de grandeza, así que si ella estaba allí debía ser porque el destino les odiaba y les había encontrado por pura casualidad.

 

—¿Pero cómo…?

—¡Ino! —exclamó un sonriente Suigetsu—. Llegas tarde.

—¿C-cómo que llega tarde? —Se alteró la pelirroja, acomodándose las gafas.

—Yo la invité.

 

El puño de Karin se cerró con firmeza, tentado a estrellarse en la mejilla de Suigetsu. Ese tonto había estropeado su encuentro invitando a “esa”. No entendía qué tanto le veía Suigetsu a Ino, ya le había rechazado de mil maneras diferentes y él seguía besando el suelo por donde pisaba.

 

No era por presumir, pero ella era de lejos mejor partido que Ino.

 

Sacudió la cabeza al darse cuenta de sus pensamientos. No era que estuviera celosa de la excesiva atención que Suigetsu le daba a Ino, ¡claro que no!

 

—Lo siento —escucharon hablar a la rubia sobre la música—. Al ser un día especial, he tenido la tienda hasta arriba de clientes y he tenido que cerrar más tarde.

 

Sin más explicaciones, rebuscó en su bolso y se acercó a Juugo, sentado en el extremo izquierdo, y le brindó una pequeña caja que contenía un chocolate, después le dio otra exactamente igual a Suigetsu y pasó de largo a Sasuke para darle otro a Karin.

 

—¡Feliz San Valentín, amigos!

 

Confundida, Karin observó a Ino coger un taburete cercano y colocarse entre ella y Sasuke. No le pasó desapercibido que no le había dado nada a Sasuke, ni siquiera un chocolate de amigos. ¿Sería que por fin ella había decidido salir adelante? Era una decisión repentina.

 

Pero entonces vio a la rubia volver a rebuscar en su bolso y sacar un chocolate de considerable tamaño con forma de corazón que le extendió con un sonrojo en las mejillas.

 

—Feliz San Valentín, Sasuke.

 

Suigetsu, Juugo y Karin miraron impresionados el ostentoso chocolate y el fino y elaborado envoltorio, sin duda debió haberle costado un ojo de la cara. Era evidente que aquel no era un chocolate de amigos, era un honmei-choko*. Sin embargo, Sasuke miraba aquello sin inmutarse, la seriedad enmarcando su rostro. En su mente, rememoraba devastado aquel San Valentín en que comió chocolate con Naruto, recordó que después él le mostró el dibujo que hizo de niño donde plasmaba sus tres cosas preferidas:

 

Diez años después, sigues siendo mi cosa más preferida de todas, Sasuke nii-chan

 

Entonces clavó la mirada en los ojos de Ino. Gracias a las luces de diferentes colores del local, aquellos ojos parecían mostrar un tono diferente de azul.

 

‹‹Naruto… —pensó anhelante, y un segundo después su entrecejo se arrugó—. ¡Mentiroso!››

—Toma, acéptalo —pidió la chica, ignorando los turbios pensamientos del otro.

—Mentiroso… —masculló resentido.

—¿Qué?

 

Sasuke parpadeó al sentir el envase del chocolate haciendo contacto contra su brazo. Sin mayor ceremonia lo tomó y lo dejó sobre la barra.

 

—No me gusta el chocolate —dijo sin más, volviendo la atención a la cerveza para dar un largo trago.

—¿Qué? —Se sorprendió ella—. Pensaba que lo comeríamos juntos y…

 

La sonrisa de Karin no podía ser más amplia en ese momento.

 

—Ríndete de una vez —le habló al oído—. A Sasuke sólo le gusta el chocolate amargo, y es obvio que no va a aceptar tu chocolate de amor cuando él ya tiene a alguien.

 

Ino no tuvo tiempo de decir algo cuando la voz de Suigetsu se hizo escuchar delatando su enojo.

 

—¡No puede ser! ¿Por qué yo tengo un tomo-choko y este bastardo tiene un honmei-choko?

 

Su chocolate tenía el tamaño justo para caber en la palma de la mano, mientras que el de Sasuke era enorme en comparación.

 

—¿Es necesario que te digamos el porqué? —cuestionó Juugo.

 

Irritado, Sasuke tomó el chocolate con desprecio y se lo extendió a su amigo.

 

—¿Tanto lo quieres? Tómalo, es todo tuyo.

 

No pensaba iniciar una discusión por aquella tontería. Odiaba San Valentín, el chocolate, el amor… odiaba a Naruto.

 

—¡Suigetsu! —reprendió la pelirroja—. Deberías dejar de arrastrarte detrás de Ino, ella ya te ha rechazado decenas de veces.

 

El chico sonrió socarrón y se inclinó un poco hacia delante para verla mejor.

 

—¿Qué? ¿Acaso estás celosa? —se burló.

 

Dando un respingo, las mejillas de la chica se pusieron tan rojas como su cabello. Ino no perdió la oportunidad de burlarse también para vengarse un poco de las veces que la otra había arremetido contra ella.

 

—Sí está celosa, mira cómo se sonroja. —Rió.

—Tú cállate, ¡bruja!

 

La voz de Juugo, repentinamente grave y potente, se hizo escuchar sobre la música con una paciencia extremadamente forzada. Los miraba a todos con las pupilas contraídas y el entrecejo arrugado.

 

—¿Podéis dejar de discutir?

 

Karin y Suigetsu se tensaron al instante, temiendo que Juugo perdiera el control en aquel lugar lleno de gente. Sasuke continuaba inmutable, después de todo él sabía calmarle; mientras que Ino al no conocer aquella faceta de Juugo ignoraba que corrían peligro.

 

—Lo sentimos… —balbuceó Suigetsu, sonriendo tenso.

—¡Bien! —exclamó Ino como si nada, aferrándose a un brazo de Sasuke que pedía otra cerveza—. Es cierto, no deberíamos discutir, hoy es un día para celebrar el amor.

 

En respuesta Sasuke masculló algo:

 

—El amor es una mierda.

 

Pero al estar Ino tan cerca, pudo escucharle. Parpadeó confundida. ¿Acaso no estaba Sasuke en una feliz relación con su “perfectísima” novia? Observó a Sasuke con suspicacia, meditando. Alguien enamorado indudablemente no diría aquello, sin embargo, era muy probable que alguien con el corazón roto lo dijera.

 

Sonrió esperanzada, viendo a Sasuke beber despreocupado, como si ella no estuviera colgada de su brazo.

 

—Por cierto, Sasuke. Si no te gusta el chocolate, ¿tampoco has aceptado el de tu novia?

 

A través de su agarre sintió al hombre tensarse de forma sutil, dejando de beber automáticamente. Curiosa reacción, pensó.

 

Pero antes de obtener respuesta, Karin intervino empleando un tono obvio.

 

—No seas tonta. Cualquiera que conoce mínimamente a Sasuke, sabe que el chocolate amargo sí le gusta. Es probable que e… ella le haya regalado chocolate amargo, como yo hice. —Sonrió—. Y por cierto, mi chocolate sí lo aceptó.

 

Ino la miró con fastidio, pero después giró la cabeza en un movimiento airado y se acomodó contra el hombro del pelinegro, disfrutando su calidez y cercanía, aunque… ¿olía a tabaco? Que supiera, él no fumaba.

 

—¡Arg! ¿Podéis parar ya? —protestó exasperado Suigetsu—. Sasuke esto, Sasuke aquello. —Señaló a Ino—. Entiende que él ya tiene a alguien, deja de insistir. —Después señaló a Karin—. Y tú, deja de molestar a Ino en la menor oportunidad.

 

Ambas chicas le encararon ceñudas, mientras Sasuke le dedicó una breve mirada de agradecimiento. Ni siquiera se sentía con el ánimo suficiente para sacarse a Ino de encima o pedirle a Karin que se callara. Sólo quería ahogarse tranquilamente en alcohol.

 

Pero ellas continuaron protestando.

 

—¡La molesto porque es una arrastrada que no entiende que Sasuke ya está ocupado! —se defendió la pelirroja.

—¿A quién llamas arrastrada, fea? —protestó Ino, y después miró a Suigetsu—. Yo podría decirte lo mismo a ti, deja de insistir conmigo, es Sasuke quien me gusta, no tú.

 

El pelinegro se masajeó una sien con su mano libre, sintiendo que empezaba a dolerle la cabeza. Al estar sentado justo en el centro, escuchaba todos los reclamos que se lanzaban de un lado a otro como pelotas de tenis en el campo.

 

—¡Eso ha sido cruel! —dramatizó falsamente Suigetsu.

 

Después de todo ella no le había dicho algo que desconociera, era evidente quién le interesaba. Se alarmó al ver a Karin tomar de la pechera a Ino y zarandearla cual muñeco de trapo, logrando que ésta soltara a Sasuke.

 

—¿¡A quién llamas fea!?

—¡Wuoh, wuoh! —exclamó Suigetsu, levantándose de un salto para separarlas al ver que Sasuke, a pesar de estar junto a ellas, ni se había inmutado y se limitaba a pedir otra cerveza. Un momento, ¿cuántas llevaba ya?—. Suficiente, suficiente, chicas. No tenéis que pelear por mí.

—¡Nadie se está peleando por ti! —gritaron ambas al unísono.

—Juugo, mátalos. —Escucharon decir a Sasuke con un sosiego espeluznante.

 

Aceptando gustoso, Juugo estrelló los puños en la barra antes de ponerse de pie con movimientos lentos y tensos. Una sonrisa macabra adornaba sus labios y sus pupilas nuevamente contraídas provocaban temor.

 

—¡Ja! ¿¡Quién quiere morir primero!? —casi gritó, llamando la atención de las personas más cercanas a ellos. Pero miraron sin mayor preocupación, dando por sentado que se trataba de algún borracho dando el espectáculo—. ¿Tú? —Señaló a Suigetsu, acercándose un paso.

—¿¡Qué está pasando!? —Se asustó Ino.

 

Determinado a no morir esa noche, en un arrebato Suigetsu se abalanzó sobre Sasuke y le obligó a incorporarse, colocándolo de escudo humano entre ellos y Juugo. Sabía que por alguna razón, su loco amigo nunca podía lastimarle. Se extrañó al ver que Sasuke trastabilló un poco, costándole mantener el equilibrio los primeros segundos.

 

—Joder, Sasuke. ¿Cuánto has bebido? —rumió—. ¡Dile a Juugo que se detenga! —ordenó.

 

Sin embargo, para Sasuke era más importante estirar el brazo tratando de tomar su abandonada bebida, pero no alcanzaba, hasta que una mano de Juugo posándose en su hombro con brusquedad le hizo regresar la mirada al frente con tranquilidad.

 

—No me molestes. —Ante la contundente orden, el hombre de cabellos naranjas dudó unos segundos, haciendo suspirar a los demás de alivio—. Te he dicho que los mates a ellos.

—¡Serás hijo de… tu madre! —le gritó Suigetsu, espantado al ver que la ira regresaba a los ojos de Juugo.

 

Pero de nuevo no lo pensó, cada vez que Juugo trataba de rodear a Sasuke para alcanzarles, él hacía moverse al pelinegro, posicionándolo siempre entre ellos y el otro como escudo. Sabía que su amigo debía estar un poco tocado por el alcohol, porque de lo contrario jamás se estaría dejando mover de un lado a otro de esa forma, y tampoco le ordenaría a Juugo que les lastimara. Sí, Sasuke podía ser un poco cabrón a veces, pero no tanto.

 

Un poco más tranquila, Karin no pudo evitar soltar una pequeña risita al ver la cara de confusión de Juugo y cómo éste empezaba a cansarse, ya que cada vez que trataba de alcanzarles Suigetsu le ponía a Sasuke delante. Sintiéndose contagiado, Suigetsu la miró y compartieron una risa cómplice.

 

Pero Ino rompió el momento al empujarlos a ambos y abalanzarse sobre Sasuke, abrazándole con firmeza.

 

—¡Sasuke, no entiendo qué está pasando! ¿En serio va a lastimarnos? —Miró incrédula a Juugo, quien siempre había sido muy pacífico—. ¿¡Él!?

 

Pero no respondió, su mente en ese momento se encontraba varios meses atrás, cuando el día de su cumpleaños Juugo también se descontroló. Recordaba que después de calmarle, Naruto le había mirado con pura admiración y le había abrazado.

 

E-eso fue tan… —balbuceó lleno de emoción—. ¡Fue sorprendente dattebayo! —Se lanzó a sus brazos con una sonrisa—. Eres el mejor, Sasuke nii-chan —le susurró entrañable al oído.

 

Parpadeó y bajó la mirada al sentir algo haciéndole cosquillas en la mandíbula inferior, topándose con unos rubios cabellos.

 

—Rubio… —susurró para sí, recordando una vez más a Naruto. Entonces clavó una seria mirada en el hombre frente a él—. Juugo, es suficiente. Siéntate —ordenó, queriendo verse sereno, aunque su mirada estaba un poco perdida. Aun así, éste obedeció tan manso como un perrito

 

Aturdido, por un momento había pensado que debía proteger a Naruto de nuevo, pero segundos después recordó que quien le estaba abrazando era Ino, no Naruto.

 

Lo mejor era ir a casa y descansar. Demasiadas cervezas en poco tiempo teniendo el estómago vacío, se dijo.

 

Sin mayor ceremonia, separó a la chica de su cuerpo y a paso lento se alejó.

 

—¿Eh? ¿Te marchas? —preguntó ella.

—Déjalo —respondió Suigetsu sacudiendo una mano—. Seguro va al baño.

 

Pero cuando los minutos comenzaron a pasar y no volvieron a verle aparecer, se dieron cuenta de que realmente se había marchado.

 

—¿Estará bien? —Se preocupó la rubia—. Está algo bebido.

—Por supuesto —se apresuró a decir Karin, antes de que a la otra se le pudiera ocurrir la “maravillosa” idea de ir en busca de Sasuke para acompañarle a casa—. Él es bastante resistente.

 

****

 

Al día siguiente, Karin sonrió cuando al entrar en la sala de descanso del personal sanitario encontró a varios compañeros, entre ellos a Sasuke, quien en el sofá hablaba por teléfono mientras en su otra mano sostenía un café.

 

Sin dudar se acercó y se sentó a su lado, esperando que éste terminara su conversación.

 

—Está bien, te veré esta noche, papá. Adiós. —Le escuchó decir antes de que colgara.

—¿Todo bien con tu padre? —preguntó sin más.

—Sí. Sólo se estaba quejando de que hace mucho que no paso por casa.

—¿Y es cierto? —El otro asintió con un suave movimiento de cabeza y después dio un sorbo a su café—. Entiendo. Tus padres deben echarte de menos.

—Supongo —respondió con cierto desgano.

 

Karin estudió el perfil de su amigo con una silenciosa mirada, y cuando éste la encaró, tomó la palabra.

 

—¿Qué fue lo de anoche? —cuestionó directa, en esta ocasión casi en voz baja.

—¿El qué? —respondió sin interés, volviendo la atención al café en su mano.

—Anoche estabas un poco pasado de cervezas, además te marchaste sin avisar, y para rematar fumaste.

—Karin, no eres mi madre. —Empleó un serio tono de advertencia.

 

No estaba de humor para una reprimenda. No estaba de humor para nada.

 

—Lo sé. Lo siento —respondió nerviosa al ver la seriedad del otro, parecía estar disgustado—. Pero entiende que me preocupo por ti. Últimamente has estado un poco, eeh… —dudó.

—¿Qué?

—Antipático. —Antes de que el otro pudiera decir algo, añadió—: Tampoco es que siempre hayas sido Míster Simpatía, lo sé, pero ahora es diferente. Te ves distante y malhumorado todo el tiempo, y esto sólo me conduce a dos posibles razones: tienes problemas con tu familia, o tienes problemas con Naruto. Y ahora que sé que has estado tiempo sin ver a tu familia, me decanto por la primera opción.

 

Conteniendo un bufido, Sasuke terminó su café y lanzó el vaso desechable a una papelera cercana. Karin no podía estar más equivocada, pero no se iba a molestar en darle explicaciones. Prefería que ella pensara que tenía problemas con su familia a contarle la verdad. Le resultaba humillante contarle a alguien que Naruto le había dejado porque se había aburrido de él.

 

Queriendo terminar la conversación en ese instante, se puso de pie con intención de marcharse.

 

—Sasuke. —Pero el llamado de Karin le detuvo—. Si en algún momento quieres hablar, sabes que puedes contar conmigo.

—Lo sé —respondió, y sin más se marchó.

 

****

 

Fugaku caminaba nervioso por la cocina, esperando impaciente la llegada de su hijo menor mientras Mikoto ultimaba los detalles de la cena. Estaba ansioso por descubrir si aquel distanciamiento de su hijo era debido a que sabía sus conversaciones con Naruto. Se reprochó por no haber sido más inteligente y haberle hecho prometer al chico que no iba a contarle nada a Sasuke.

 

—Querido, me estoy mareando de sólo verte caminar en círculos todo el tiempo.

 

Cualquier cosa que fuera a responder murió en su garganta cuando escuchó la puerta de casa abrirse y cerrarse. Teniendo la certeza de que se trataba de la persona que esperaba, se dirigió hacia allí, descubriendo a su hijo que con tranquilidad se desprendía de la chaqueta y la colgaba en el perchero de la entrada.

 

—Hijo, bienvenido a casa.

 

A Sasuke le llamó la atención el tono ligeramente efusivo mezclado con nerviosismo. Giró, viendo a su progenitor acercarse.

 

—Hola —saludó sin más.

—Tu madre y yo te echábamos de menos —confesó, acercándose para rodearle los hombros con un brazo, invitándole a caminar a la cocina—. Hace bastante tiempo que no pasabas por aquí.

—Bastante. —Se limitó a repetir, sin ánimos de mantener una conversación

 

El hombre les hizo detenerse justo cuando estaban por entrar en la cocina y se miraron.

 

—¿Se puede saber a qué se debe tu larga ausencia?

—He estado ocupado.

—Últimamente siempre estás ocupado. ¿Pero qué es eso que te mantiene ocupado? —Su expresión se enserió repentinamente—. ¿Acaso es Naruto?

 

Seguro esa relación abominable con el mocoso le robaba tiempo. Para rematar, si Naruto le había contado a Sasuke toda la verdad, con mayor razón su hijo no iba a querer pasar por casa.

 

Parpadeó intrigado cuando su hijo le tomó del brazo y suavemente tiró de él, haciéndole retroceder unos pasos.

 

—¿Dónde está mamá?

—En la cocina. —Le desconcertó el cambio de tema—. ¿Por qué lo preguntas?

—Hay algo que quiero hablar contigo. A solas.

 

A Fugaku le invadió un mal presentimiento mientras seguía a Sasuke hasta la sala. Seguro que su hijo le iba a reclamar por haber estado empujando a Naruto a alejarse de él. Debía pensar en cómo calmar a Sasuke, y después en cómo lograr que su relación padre e hijo no se quebrara más.

 

—¿De qué se trata? —preguntó con cierta lentitud, sin estar seguro de si quería escuchar la respuesta.

 

Aguardó interiormente impaciente mientras su hijo tomaba asiento en el sofá y respiraba hondo, como dándose fuerzas.

 

—Tenías razón en lo que me dijiste sobre Naruto.

—¿Mn? —Atinó a musitar—. ¿Qué cosa?

—Cuando me dijiste que soy un capricho pasajero para él… Tenías razón —admitió con pesar.

 

La sorpresa golpeó a Fugaku con aquellas palabras.

 

—¿Qué?

—Que tenías razón —repitió, y una vez más inhaló profundamente—. Naruto me dejó —confesó con un dolor que no pudo disimular del todo.

 

Fugaku logró contener a tiempo la sonrisa que quiso formarse en sus labios y se esforzó por mantener un rictus serio mientras tomaba asiento junto a su hijo. No pudo evitar una punzada de preocupación al ver a Sasuke apoyar los codos sobre los muslos y ocultar el rostro entre sus manos, ahogando en ellas un bufido de frustración.

 

—Parece que te afecta —comentó inquieto.

 

No le alegraba ver el ánimo decaído de Sasuke. No le agradaba descubrir que parecía estar más enganchado a ese niño de lo que imaginaba.

 

—Ya no importa, es cosa del pasado. —Le restó importancia, colocándose una máscara de seriedad cuando alejó las manos de su rostro—. Sólo quería que lo supieras.

—¿Cosa del pasado? —repitió con interés.

 

Por la forma en que su hijo había dicho aquello, daba la sensación de que hacía un tiempo de eso.

 

—Todo terminó en Año Nuevo.

 

En esta ocasión Fugaku se vio obligado a ponerse de pie a toda prisa y darle la espalda a su hijo al saber que esta vez no podría ocultar un rostro de pura felicidad.

 

—Lo siento por ti, Sasuke. —Compuso un tono serio, pero una sonrisa curvaba sus comisuras—. No merecías ser el pasatiempo de ese mocoso. —Cuando pudo disimular la sonrisa, giró, encarándole—. Si me hubiera enterado antes de todo, habría podido advertirte para que no cayeras en el juego del hijo de los Uzumaki. Ahora que sabes la clase de persona que es, lo más sensato es que no vuelvas a acercarte a él.

 

El pecho de Fugaku estaba henchido de felicidad por la noticia, sabiéndose vencedor en aquella guerra. Al final Naruto sí le había hecho caso. Ahora Sasuke podría volver a ser él, se curaría de esa moda homosexual con la que había sido contagiado, tendría novia e hijos en un futuro.

 

—No soy idiota. Por supuesto he cortado cualquier tipo de relación con él. A pesar de que me propuso que seamos amigos, me negué. —Alzó la mirada, buscando la de su padre—. Espero que esta conversación quede entre nosotros dos.

 

Aunque no quería hablar con nadie sobre su ruptura con Naruto porque era como mil patadas a su orgullo, había accedido hablarlo con su padre porque él fue el único que trató de abrirle los ojos. Sentía que lo mínimo que debía hacer para compensárselo era contarle la verdad.

 

—Por supuesto. Mis labios están sellados.

 

CONTINUARÁ…

Notas finales:

Tomo-choko: O “chocolate para los amigos”. Este chocolate se da a los verdaderos amigos, incluso se pueden regalar entre chicas.

 

Honmei-choko: Este es el tipo de chocolate que se regala al novio o al esposo. También se le regala al chico que te gusta para declarar tus sentimientos. Este chocolate suele ser preparado en casa, o de lo contrario se compra un chocolate costoso de una marca valiosa.

 

Como dato extra, os cuento tres cosas importantes:

 

1.- El fic está completo al 90%, estamos entrando en la recta final.

 

2.- Las actualizaciones son mensuales.

 

3.- Y también, aunque no menos importante, me gustaría recordaros que el fic es SasuNaru.

 

¡Se agradecerán reviews! Cualquier pregunta que tengáis, no dudéis en decírmelo. ¡Nos vemos en el siguiente capítulo!


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