Es primavera, lo que significa que los cerezos están en su máximo esplendor, su color rosado y su aroma, abunda por doquier, la brisa mueve sus pétalos para luego caer en un lugar específico, nunca sobre otro.
Es una hermosa tarde, el sol está apunto de meterse y dar paso a las estrellas y el manto nocturno. En lo que parecía ser un parque donde abundaban los árboles de cerezo, se encontraban tres senderos que lo conformaban, los de las esquinas eran llenados por estos bellos árboles y un pasto de color verde vivo y el del medio era un camino para que la gente paseara y disfrutara de tan bella vista, a sus costados del camino habían unas bancas de madera ya bastante viejas y gastadas; en una de ellas se encontraba un chico.
Sumido en sus pensamientos, él era ajeno a todo lo demás, escondiendo su rostro entre sus manos, ocultaba su llanto, un llanto amargo y lleno de los sentimientos como la tristeza, impotencia, soledad. Sus sollozos eran silenciosos y "retenidos", claro que por lo que pasaba no podía dejar que sus lamentos se callaran, a veces eran muy altos, a veces era muy callados.
—Todo fue mi culpa. r13;dijo aquel joven con una sonrisa lastimera.r13; Sabía que no debía separarme de ella por nada en el mundo.
Me siento como un completo desastre, acabo de perder a la única familia que me quedaba y con quién realmente podía confiar, mi madre, por culpa de la avaricia y soberbia de gentes a quienes tomé por mis familiares. La dejé completamente desprotegida, no debí hacerle caso en mudarme para esta ciudad sabiendo que ella quedaría en un gran peligro, ella me insistió pues era una oportunidad para ampliar mis estudios, le obedecí, tomé esta beca en una preparatoria muy prestigiosa en una ciudad lejos de mi lugar natal y por mi culpa ocurrió esto, ella perdió la vida.
Hace tan solo unos minutos me avisaron sobre lo ocurrido, estoy destrozado, intento ser fuerte y afrontar como se debe los hechos, pero el simple hecho de recordar su sonrisa y las palabras de apoyo que siempre me brindaba, provoca que caiga de nuevo en una enorme oscuridad. Siento como las lágrimas me traicionan nuevamente y se resbalan por mis mejillas, mi nariz está roja al igual que mis ojos debido al llanto, debo de verme fatal pero nada comparado a como me siento.
—¿Te encuentras bien? r13;escuché una voz muy dulce y levanté mi cara para ver a un lindo chico de cabello castaño y ojos color miel, que me miraba con un bella sonrisa pero pude notar que en sus ojos había preocupación.
r13;N-no es nada, gracias pero me encuentro bien. —desvíe mi mirada de la suya a un lado, apretaba con mis puños mi pantalón evitando romper en llanto, la sonrisa de ese chico es como la de ella. No puedo mirarlo porque el hacerlo hará que caiga más fondo en la impotencia.
—Bueno sé que te soy un extraño, pero me gustaría ayudarte. —después de decir eso se sentó junto a mi derecha, cruzó una pierna y apoyó en ella sus brazos, reposando su rostro entre sus dos puños.
¿Puedo confiar en él?, trató de ignorar su mirada pero no puedo, tiene una belleza inimaginable, emana confianza y conforte. Me regaló nuevamente su hermosa sonrisa, paciente a que le cuente algo.
—Para que te sientas un poco más en confianza soy Yuuki, mucho gusto. r13;extendió su mano para estrecharla conmigo.
Miré su mano, delicada y pequeña, muy linda como todo en él.
—Kotaru, el gusto es mío.
Estrechamos las manos y hablé un poco con Yuuki, supe que él era de confiar y decidí contarle sobre mi razón por la que lloraba, pero conforme continuaba con mi relato no podía evitar titubear y sollozar, soy débil e inútil por dejarme ver en este estado, pero el perder a mi madre es algo que cambió todo en mí, quiero verla y saber que no estaré solo, nada ni nadie me queda, quiero dejarme caer, no veo por donde tomar fortaleza, no tengo a quién proteger, no tengo nada.
—Kotaru-san, mírame, sé que esto es fuerte pero si algo sé es que hay que ver los peores momentos con un sonrisa por más pequeña que sea pero con que sea sincera muéstrela, verás que todo irá cambiando, créeme. r13;dijo Yuuki mientras me abrazaba, pasando sus delgados brazos por mi cabeza y pegándome a su pecho, al sentir aquel contacto, sentí un conforte tan enorme que respondí al abrazo haciéndolo más fuerte, Yuuki tiene razón debo buscar una razón para sonreír, debo lograr mis metas, mi madre hubiera dicho lo mismo estando viva, me hubiera pedido dejar de llorar y seguir adelante.
—Gracias Yuuki, gracias. r13;susurré feliz.
—Kotaru-san... ¡Oh ya sé! Toma.
Yuuki se separó de mí y de su bolso que traía sacó una caja de madera pintado de color blanco mediana, con un moño dorado realmente bello que formaba una flor en la esquina donde se juntaba, dentro de ella habían unos pastelillos de diversos colores como azul, rosa, amarillo. Me lo dio con una sonrisa, ¡pero no puedo aceptar esto!
—Yuuki, no puedo aceptarlo, esto creo que no es para mí. r13;dije tratando de devolverle el regalo, pero él se resistía.
—¡Mira la hora! Me tengo que ir. —Yuuki tomó su mochila se paró de la banca, sacudió la chaqueta que tenía puesta, volteó a verme y me sonrió.
Iba a protestar sobre el regalo pero no pude, Yuuki se acercó a rostro y depositó un dulce beso en mi mejilla y se fue corriendo a través del camino del lado contrario de donde yo llegué y yo me iría, jamás he conocido a fondo este lugar, me pregunto que habrá al final de esa parte del camino.
No le di importancia e igual que Yuuki tomé mi bolso guarde la hermosa caja en ella y antes de irme volteé hacia por donde se fue ese lindo chico de cabellos castaños, sonreí y me fui.
— Yuuki, ¿te volveré a ver?
CONTINUARA
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