-¿Dónde está el otro involucrado?
"acostándose con alguna zorra" quiso contestar Kuroko.
Pero en cambio dijo…
-Se habrá retrasado en el trabajo.
El juez arqueo la ceja, incrédulo. Kuroko lo entendía. Al fin y al cabo "retrasado" era en realidad un par de minutos. 15 como mucho.
Pero ellos llevaban esperando casi dos horas.
Kuroko observó por décima vez donde se encontraba: era una oficina amplia, con estantes repletos de libros y una pared llena de diplomas. En una esquina estaba el escritorio y en el centro una mesa con cinco sillones: cuatro enfrentados y el último en la cabecera. Kuroko estaba sentado en uno de ellos; con su taza de té vacío hace una hora. Suspiro.
Recorrió con la mirada a sus acompañantes por, también, décima vez desde que se encontraba ahí: junto a él estaba su abogado.
Su nombre es Nijimura-Shuzo, un hombre alto, inteligente, atractivo y capaz de asesinar a cualquier persona que lo hiciera perder su tiempo o alteraba sus nervios con la misma facilidad que tenía para respirar. En este mismo instante, intenta pasar desapercibido leyendo el diario que le saco a la secretaria; luego de que esta entrara por cuarta vez consecutiva a informarles que el señor Aomine aún no había llegado.
Como si no lo supiesen.
Kuroko creía que hubiera pasado desapercibido si no tuviera aquella aura negra flotando anormalmente a su alrededor.
Y si hubiera dejado de murmurar amenazas a un Aomine ausente que involucraban a: una pistola, la noche y prometía dejar al moreno siendo incapaz de dejar descendencia.
Frente a Shuzo, estaba ubicado el abogado de Aomine:Kosuke-Wakamatsu, alto y rubio, y quién también, maldecía en voz no muy baja al idiota-más-grande-de-todo-el-jodido-universo.
El aura que envolvía a ambos hombres era sorprendente. Kuroko creía que ni la noche podía ser tan aterradora como aquellos dos.
Les hubiera sacado una foto, para luego mostrársela a los niños del preescolar y decirles que si no comen todas su verduras se convertirán en esos dos de grandes (es decir, dos hombre promedios amargados con muchas oportunidades de unirse al circo en condición de fenómenos paranormales, o ganar en algún casting de peli de terror, en donde el malo es tan pero tan malo que es necesario que escondan su rostro con una bolsa para evitar dejar a toda una generación de niños traumatizados), si no fuera porque Aomine había pedido la cámara en el contrato de divorcio y división de bienes. Lástima.
-¿CUÁNTO MÁS PIENSA TARDAR?-y ya está. Wakamatsu había explotado, sobresaltando al juez en el proceso y logrando una sonrisita maniática en Nijimura (que seguramente en un mundo retorcido gobernado por Picasso, sería la mayor obra de arte, capaz de acabar con el hambre del mundo con su gesto). Nijimura volvió a sonreír, feliz, porque ahora todos entendían que en esta ruptura, su cliente era el más dispuesto a cooperar con el caso. Lo que dejaba a todos, no solo al juez, a Aomine como el más idiota que no merecía ningún beneficio de la separación.
-Creo señor juez, que ya sabe que mi cliente, es el más responsable y maduro en esta relación…
-ex relación-corrigió el peli celeste.
Seguía sorprendiéndole la inmadurez de su ex pareja. No importa cuánto hayan pasado. Ni cuanto les haya costado tomar la decisión de separarse, ni el sufrimiento que ambos (o tal vez solo de él, no estaba seguro) atravesaban con esta situación.
Aomine seguía siendo el mismo egocéntrico que solo se preocupaba por él mismo.
Kuroko recordó todo lo que tuvo que soportar hasta decidir ponerle un punto final a todo.
Hasta decidir decir basta.
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Regresaba a su casa. Había logrado salir un poco antes debido a que los niños había ido a una excursión, en dónde él, había tenido que abandonar a última hora debido a un pequeño malestar que tenía en el estómago.
Lamentaba no poder acompañar a aquellos niños, y sus caritas desilusionadas cuando les tuvo que decir que no se sentía bien, además debía volver a su casa. A su vacía (eso creía él en aquel momento) casa. Porque Aomine, seguramente aún no había salido de la estación de policía.
Eso pensaba él mientras caminaba los últimos pasos para llegar a la puerta de su -no tan solitario-hogar.
Porque solo le basto estar en frente de la puerta, para descubrir que esta estaba abierta.
"Ladrones" había pensado Kuroko. Pero todo ese pensamiento le resulto algo falso al escuchar los sonidos provenientes de adentro. "¿Estarán discutiendo?"Nuestro peli celeste se sintió estúpido ahora.
Porque sí eran gritos. Pero no de discusión precisamente.
Abrió la puerta y camino hacia la habitación que compartía con el moreno.
Y lo vio. Lo vio todo.
A Daiki teniendo sexo con una pelirroja que vaya a saber uno de donde la había sacado.
"Me dijiste que esto no volvería a pasar" había pensado Kuroko, pero fue incapaz de hablar, ni siquiera lloraba. Solo se quedó ahí en silencio.
La pelirroja que gemía sin parar se detuvo para voltear y ver sin vergüenza alguna al peli celeste parado en el marco de la puerta.
-Daiki…no me dijiste que querías un trío-hablo en tono de reproche. Su voz le recordó al pato Donald. Kuroko se mentalizo que jamás volvería a ponerles a los niños esos dibujitos otra vez.
-¿Trío? ¿De qué demonios estás…?-se detuvo al verlo.
Ninguno de los tres dijo nada.
-Cuándo termines, por favor quiero que te vayas y te la lleves también-Kuroko cerró la puerta, sin sacar su poker-face de su cara.
-Tetsu…-Aomine se levantó maldiciendo y corriendo para alcanzarlo.- Hey, Tetsu…
Lo tomo del brazo para que se detuviera, porque este parecía decidido a irse.
-¿Qué quieres? ¡No me toques!-Kuroko se alejó de él.- ¡Me dijiste que no volvería a hacerlo!
Aomine suspiró. No parecía preocupado por las palabras del peli celeste. Ni por sus reproches.
-¿Cuándo quieres que firmemos el divorcio?-pregunto con tranquilidad. Como si estuvieran hablando de si debían o no llevar un paraguas antes de salir. Y no de que acababa de ser descubierto infraganti con una pelirroja de IQ inexistente.
-¿Qué?-Kuroko lo miro anonadado- ¿Quieres el divorcio? ¿Ni siquiera vas a tratar de disculparte?
Aomine arqueo una ceja.
-¿Disculparme? Jamás me disculpo Tetsu, y lo sabes…Y si quiero el divorcio. Aceptemos esto, Tetsu, no funciona…
-¡Eres un idiota!-Kuroko explotó- ¿Así que esto no funciona? ¿Crees que es mi culpa? ¡Yo no me la paso engañándote con cualquier ser viviente que tenga piernas en el camino!-le gritó, furioso.
-No-admitió Aomine- pero ¿Crees que todo esto es mi culpa? ¡Tú no haces nada para que esto funcione! ¡¿Crees que me gusta convivir con una persona con incapacidad de sensibilidad?! ¡Mírate! ¡¿Se supone que estás "sufriendo"?! Ni siquiera estás llorando. No quiero pasar el resto de mi vida con una persona más dura que una piedra que se pasa todo el día con la cara en modo "poker-face". No quiero vivir con alguien que tenga el corazón de hielo.
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A Kuroko esas palabras le habían dolido. Le habían dolido en el fondo de su alma.
Él no era un incapacitado para con sus emociones. Puede que le cuesten demostrarlas, pero sentía. Sentía y mucho. Por eso las palabras de Aomine le habían dolido tanto…
Tock. Tock.
Los tres presentes en la habitación voltearon a la puerta.
-Pase.-dijo el juez.
Luego de unos segundo el picaporte giro y dejo entrar a un joven de 24 años (la edad de Kuroko) pasar. Alto, apuesto, varonil, musculoso y arrogante.
Daiki-Aomine.
Kuroko contuvo el aliento. Aún seguía poniéndose nervioso con su presencia. Pero, cómo era de esperarse, solía disimularlo.
-¿Se puede saber porque ha tardado tanto?-pregunto el juez
-¡¿SE PUEDE SABER DONDE DEMONIOS TE METISTE?!-pregunto a su vez Wakamatsu.
El juez le dirigió al rubio una mirada, informándole que en su oficina no quería escándalos.
-Se me hizo un tarde porque tuve un inconveniente en un operativo-explico el peli azul.
Kuroko sabía que mentía.
Cuando Aomine mentía, desvía la mirada, justo como estaba haciendo ahora.
Y como hizo en los cuatro años que estuvieron juntos cuando llegaba tarde a casa.
El peli celeste suspiró.
-¿Podemos terminar con esto?-preguntó sobresaltando a los presentes que no recordaban que él estaba ahí. Excepto a Aomine, quién ya estaba acostumbrado.
-Bien, esta será nuestra última audiencia-informo el juez mientras Aomine tomaba asiente junto a Wakamatsu y enfrente de Kuroko-lo último que tienen que hacer antes de poder darles oficialmente el divorció es firmar estos últimos documentos-colocó los papeles en la mesa y le dio a ambos jóvenes una lapicera.
Ambos se miraron un instante antes de agarrar la lapicera, se recorrieron con la mirada como si sus ojos quisieran despedirse de la persona que habituaban ver todos los días…luego firmaron.
-Bien eso es todo-aceptó el juez recibiendo los papeles y dejándoles las copias a ellos mientras guardaba el original.- ¿La división de bienes…?
-Ya está aclarada-contesto Aomine- lo único que necesito es sacar las cosas de la casa.-miro a Kuroko antes de salir de la oficina- te avisaré cuando vaya por ellas.
Y se fue.
Y Wakamatsu lo persiguió maldiciéndolo.
Kuroko arrugó el entrecejo. Aomine podía decir que él era un insensible, pero Aomine también tenía la culpa.
Por ser tan indiferente.
Tal vez ambos tengan la culpa. Tal vez lo que Kuroko necesita es a alguien capaz de darle confianza, y que le enseñe qué es el cariño. Y Aomine necesite a alguien capaz de hacer menos monótona o aburrida su vida y le enseñe que hay que luchar por lo que uno quiere.
Ambos necesitaban de alguien que les enseñe que es el amor de verdad.