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Los príncipes no se casan por amor por Yais

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Notas del fanfic:

Estoy experimentando con una nueva historia. Espero les guste.

Capítulo 1

Naruto inhaló hondo antes de decidirse a tocar el timbre de la ostentosa casa de Menma Namikaze. Elevó el brazo derecho y trató de ignorar el temblor de su dedo índice antes de empujar el botón de metal cromado con más fuerza de la necesaria. El zumbido que siguió a su acción repiqueteó en sus oídos unos segundos hasta que escuchó a alguien activar el intercomunicador desde dentro de la casa. –Residencia Namikaze, ¿en qué puedo ayudarle? –dijo con un tono cantarín la voz de una mujer joven.

Naruto tragó saliva para aclarar su garganta–. Ve-vengo, estoy bu-scando a Menma.

–¿De parte de quién?

Naruto meneó sus manos húmedas de sudor en un gesto de ansiedad, al tiempo que agradecía que la joven que hablaba por el intercomunicador no pudiera verlo. Estaba nervioso y era un mentiroso terrible. –Verá, mi nombre es Deidara y estoy haciendo mi servicio social con el profesor Akatsuna, en la Universidad A. Él me pidió que le entregara un libro a Menma, para su tesis.

–Un momento por favor –dijo la voz, y el leve zumbido que le indicaba que aún había alguien del otro lado de la bocina paró. En cuanto supo que la joven iba en busca de Menma, Naruto comenzó a sentir que le costaba respirar. No quería estar ahí. En realidad deseaba volver a su casa, tomar de nueva cuenta el periódico o la sección amarilla, y seguir haciendo llamadas hasta encontrar a un abogado que estuviese dispuesto a ayudarlo.

Pero ¿a quién quería engañar? No podía llamar casa al pequeño cuarto que ahora habitaba, mucho menos podía hacer una llamada porque le habían suspendido el servicio telefónico y ni siquiera podía gastarse el resto de sus miserables ahorros en pagar una consulta con un buen abogado. Qué decir de pagar un análisis costoso y extremadamente peligroso a un laboratorio. Hablar con Menma era su única oportunidad real para salir de esa horrible situación.

No, no hablar, rogarle.

 

Naruto escuchó como su orgullo le pedía a gritos que se largara de ahí, pero la razón le repitió una y otra vez que su única oportunidad real de sobrevivir se encontraba cruzando el umbral. Era consciente de que esa no era la primera ni la última de las muchas bajezas que soportaría y que, lamentablemente, no sería la más dolorosa. Pero también sabía que era fuerte y que aunque hoy estuviera en el suelo mañana estaría en pie. Claro, jamás iba a perdonar a Sasuke por obligarlo a soportar esta situación.

 

No supo cuánto tiempo estuvo esperando para recibir la aceptación o negativa de Menma, sólo que los segundos se le hicieron minutos eternos hasta que la puerta de la casa de los Namikaze se abrió para dejar ver a una sirvienta de tez clara, cabellos azules y ojos perla. –Pase por favor –era la misma que le había contestado por el intercomunicador.

Naruto quiso dar el primer paso para adentrarse en la casa, pero las piernas no le respondieron, en cambio le temblaron como si fueran de gelatina. La respiración se le aceleró y sintió que las puntas de sus dedos se enfriaron.

–¿Se encuentra bien? –la sirvienta se inclinó hacia él para inspeccionarlo de cerca–. Está muy pálido.

–No se preocupe –Naruto agitó la mano derecha a la altura de su abdomen– no es nada. Es una baja de azúcar. –La joven esbozó una mueca de preocupación a la vez que le ofrecía una mano para ayudarlo a ingresar. Naruto dudó, pero la razón volvió a ganarle a su orgullo y aceptó la ayuda.

 

La casa de Menma se veía enorme por fuera y, por dentro, además de eso, lucía impresionante. Al pasar la puerta lo primero que vio fue un jardín interior y el camino que lo atravesaba conectando la entrada principal de la casona con el portón. El paso era de adoquín con incrustaciones de pedrería y sus orillas estaban decoradas con jardineras que albergaban flores de pétalos blancos.

Pegados a la barda que separaba el terreno de los Namikaze de la calle, habían varios arbustos también con flores blancas y en las únicas dos esquinas de pared que alcanzaba a ver estaban dos árboles de Sakura. Con las flores en botón pues faltaba poco para que llegara la primavera.

En otras circunstancias Naruto se habría maravillado porque incluso vio un pavorreal pasearse frente a él, pero ahora lo único que deseaba era hablar con Menma y no podía pensar en nada más que eso. Así que cuando ingresó a la casa, a pesar de que siguió viendo adornos, cortinas, muebles y alfombras; que bien podrían haber salido de una revista de diseño en tendencia, no les prestó atención.

–Puede esperar aquí, siéntese, en un momento bajará el joven Menma –la sirvienta le señaló uno de los sillones forrados con gamuza y Naruto no dudó en obedecer a su indicación. Sentía que se desmayaría–. ¿Desea un poco de jugo o un té para tomar mientras espera? –preguntó la sirvienta.

Naruto estaba a nada de perderse en sus pensamientos pero alcanzó a negar con la cabeza. –No gracias –entrecerró los ojos y vio una placa en el pecho de la chica. Ahí estaba su nombre. –Hinata, no gracias Hinata.

Le pareció curioso que los trabajadores llevaran etiquetas con sus nombres y no supo si aquello era un signo de esnobismo o si realmente la familia Namikaze no se molestaba en aprender los nombres del personal.

Hinata frunció los labios y entonces replicó –le traeré un té con mucha azúcar. –Naruto no pudo detenerla, tanto porque en realidad sí necesitaba el té, como porque cuando la vio al rostro, se dio cuenta de que la chica no aceptaría sus negativas.

 

Una vez que Naruto se quedó solo en la sala, volvió a sentir que el cuerpo le temblaba y ahora al temblor también lo acompañaban mareos. Miró hacia la puerta por la que supuso aparecería Menma y se imaginó que lo sacaría a patadas de la casa apenas lo viera.

Aunque, si deseaba ser optimista, también era posible que no lo reconociera a primera vista. Eso le daría el tiempo suficiente para explicar su presencia ahí. Después de todo, se había cortado el cabello. También, había dejado de usar lentillas y las remplazó con unos anteojos pasados de moda; e igualmente se habían ido los accesorios, la ropa y los zapatos de diseñador. Además, ahora su rostro estaba demacrado y sus ojos ya no tenían esa chispa de alegría que siempre los adornaba.

De pronto escuchó un taconeo y se levantó del sillón con tanta rapidez que se mareó. Lamentablemente, en vez de que Menma entrara en la sala, ante él apareció la figura de una mujer.

–Hola –la fémina dejó escapar una voz suave y educada, que no cuadraba para nada con el gesto de desagrado que inundó sus bellas facciones en cuanto lo vio–. ¿Eres Deidara, no es así?

Al principio Naruto se embobó viendo a la recién llegada, pues a pesar de que era una mujer delgada y de baja estatura, su presencia era imponente y absorbía todo en la habitación. Parecía que cada uno de los adornos en la sala estaban ubicados específicamente para hacerla lucir. Su cabello largo y rojo le llegaba hasta la cintura, su piel era levemente morena y sus ojos color pardo. Si alguna vez pensó que él usó ropas de diseñador en ese momento rectificó su error, pues ella sí llevaba puesto un conjunto de calidad.

–Mi nombre es Kushina, soy la madre de Menma.

–Ah, hola –Naruto salió de su ensimismamiento y la reverenció–. Soy... sí, soy Deidara.

–Toma asiento Deidara –Naruto la obedeció y Kushina dio unos pasos hacia él, pero en vez de acompañarlo y sentarse, comenzó a caminar por la sala. Lo rodeó como una leona a su presa mientras lo miraba con ojos fieros –. Y ¿qué te trae por aquí Deidara?

Naruto se sintió incómodo por la forma en que Kushina se movía aunque intentó disimularlo. –Vengo a entregar un… –“libro”, tan pronto iba a decir esas palabras se dio cuenta de que no traía el supuesto libro en las manos. Era un tonto–. Un recado a Menma san.

Kushina hizo una ligera mueca, como si lo acabara de descubrir diciendo una mentira– creía que venías a entregar un libro.

–Sí –Naruto se rascó el antebrazo derecho– pero lo olvidé, creo que puedo dejarlo más tarde, pero…

–Vamos al grano Deidara –Kushina lo interrumpió y por fin dejó de caminar por la sala para recargarse en el respaldo del sillón más cercano a ella–. Mi hijo ya presentó su tesis y cada vez que el profesor Sasori desea algo llama primero. Así que es mejor que me digas ¿qué quieres realmente con mi hijo? –Kushina siguió hablando con la educación de una dama de la alta sociedad, no levantó la voz pero su tono fue mordaz. Tanto que Naruto instintivamente se llevó las manos al vientre para cubrirse, como si temiera que la mujer fuera a atacarlo.

Volvió a sentir que el aire le faltaba. –Necesito hablar con Menma. Es algo muy importante.

–¿Sobre qué? –Kushina continuó con su tono severo y Naruto ya no soportó permanecer sentado, se paró de un salto. Se sintió igual de mal que antes, pero esta vez no le importó el mareo.

–Es algo privado. Entre él y yo.

Kushina resopló –pues no te dejaré hablar con mi hijo a menos que me digas qué quieres. Así que comienza a hablar o puedes ir saliendo de esta casa por las buenas antes de que llame a seguridad.

–¡No puede! –. Lamentablemente Naruto no tenía la gracia de Kushina así que él sí elevó la voz. Tan pronto terminó la exclamación, Kushina chasqueó los dedos y detrás de ella aparecieron dos hombres robustos. Eran de seguridad. Instintivamente Naruto volvió a echarse hacia atrás y se volvió a proteger el vientre, aunque esta vez fue mucho más evidente y el movimiento ya no pasó desapercibido para Kushina.

–¿Qué quieres con mi hijo? –preguntó ahora alarmada y aunque le hizo una seña con la mano a los guardias de seguridad para que no tocaran a Naruto, ella fue hacia él y lo tomó del brazo para que no se cubriera el vientre. Tenía mucho más fuerza de la que debería tener para ser una mujer de su complexión.

Naruto sabía que podía hacerla a un lado con un empujón, y sí sólo debiera protegerse a él lo hubiera hecho sin pensar, pero ahora tenía que contenerse. –Quiero hablar con Menma –repitió testarudo.

–Y yo te digo que no vas a decirle ni una palabra que no me hayas dicho a mí antes.

Naruto le sostuvo la mirada a Kushina. Se sentía sobajado y aunque creía que la razón estaba de su parte, no podía abrir la boca tan fácilmente. Ya se habían burlado muchas veces de él por contar lo ocurrido, tantas que estaba avergonzado de sí mismo y no le importaba si Sasuke era el culpable o que Menma hubiera sido el tercero en discordia. Al final del día, él quedó como el estúpido del cuento.

Conoció a Menma y a Sasuke cuando entraron al café donde él trabajaba. Aquellos dos habían hecho que el resto de los comensales levantaran las miradas y despertaron su curiosidad. No tuvo que preguntar quiénes eran pues la información llegó a sus oídos sin que la pidiera.

Sasuke Uchiha y Menma Namikaze, asistían a la universidad a tres cuadras de la cafetería. Ambos eran hijos de familias adineradas y con futuros brillantes. Sasuke era mayor que Menma por cuatro años, mientras que Menma tenía la edad de Naruto. Se les podía ver juntos en ocasiones y todos asumían que eran pareja, aunque ellos alegaban que no era así.

Naruto nunca se preguntó por qué esas dos grandes personalidades eligieron el pequeño café donde él atendía para tener su reunión de amigos todos los jueves, pero lo agradeció porque se enamoró de Sasuke tan pronto lo vio.

A pesar de que sabía que su amor jamás pasaría de lo platónico, pues sólo era el mesero, cada jueves se esforzó para que Sasuke lo notara y aunque tuvo que poner más empeño del que creyó que alguna vez pondría para conquistar a una persona, eventualmente lo logró. Se hizo novio de Sasuke.

Desgraciadamente para él, seis meses después, Uchiha terminó su relación y lo corrió del departamento que ambos compartían con el argumento de que ya se había cansado de él. Eso fue doloroso, pero ese dolor no se comparó en nada a lo que sintió cuando Menma se apareció en su lugar de trabajo y le mostró, con un gesto de orgullo, un bonito anillo de compromiso a la vez que le decía que se casaría con Sasuke y que no se atreviera a molestarlos.

Sufrió mucho, pero eso apenas fue la primera parte. Un mes después, cuando se hizo una prueba de embarazo y descubrió que estaba esperando un hijo de Sasuke, las cosas empeoraron. Ese Sasuke que supuestamente lo había amado estaba de viaje, no le contestaba las llamadas y lo dejó sin un centavo.

La familia de Naruto había vivido en Konoha durante mucho tiempo y como único sobreviviente de los Uzumaki, heredó una casa antigua y de tamaño considerable en el centro de la ciudad. Había recibido varias ofertas de compra porque la casa tenía un gran valor y potencial comercial, pero él no quería deshacerse de ella. Aunque estuviera en malas condiciones, en esa casa habían vivido sus bisabuelos, sus abuelos y sus padres.

No tenía el dinero suficiente, ni sabía a quién recurrir para restaurar su casa, así que cuando Sasuke se ofreció a ayudarlo con las reparaciones y le sugirió que se mudara con él mientras tanto, no tuvo que escuchar la propuesta más de una vez para creer que comenzarían una vida juntos.

La gente dice que “siempre debes leer lo que firmas” y él no lo hizo. No tenía idea de que le había otorgado la propiedad a Sasuke y mucho menos que el maldito Uchiha la había vendido. Después de ser corrido del departamento, Naruto regresó a su antigua casa solo para descubrir que estaba desahuciado.

Ningún abogado le creía que estaba esperando un hijo de Sasuke Uchiha y mucho menos que él le hubiera robado todo su patrimonio. Más porque el patrimonio de Naruto era una minucia en comparación con lo que Uchiha tenía en tan sólo una de sus muchas cuentas en las decenas de bancos alrededor del mundo.

Al principio deseó que Sasuke se dignara a reconocer a su hijo y a darle lo que merecía, pero después lo único que quería era que le devolviera su hogar. Se había quedado en la calle, no tenía dinero, estaba esperando un bebé y presentía que su jefe deseaba que cometiera un error, por muy mínimo que fuera, para despedirlo.

Menma nunca le prestó mucha atención y siempre lo trató como “la aventura pasajera de su mejor amigo”, pero estaba seguro que lo entendería y lo ayudaría a encontrar a Sasuke. No quería nada más que su casa. Menma podía quedarse con Uchiha. Lo único que deseaba era que le devolvieran el lugar donde había crecido y donde su hijo debía crecer.

Los ojos de Naruto se llenaron de lágrimas, al recordar lo que había vivido en esos últimos meses. Entonces Kushina, desconcertada, aflojó el agarre, pero el sosiego le duró muy poco pues pronto recobró la chispa de odio en sus ojos.

–Conozco a los chicos como tú –le dijo a la vez que lo empujaba de vuelta al sillón–. Ven a un hombre con dinero y creen que todos sus problemas están resueltos, pero te voy a dar una noticia mocoso, yo no voy a permitir que arruines el futuro de mi hijo. Él se va a casar y si crees que venir a mi casa fingiendo que vas a tener un bastardo va a cambiar las cosas, olvídalo.

Naruto miró a Kushina con rencor –¿cómo se atreve a decir algo así?, yo no estoy fingien… no se meta con mi hij… –simplemente no sabía por qué sentirse más ofendido y todo el enfado se le estaba acumulando en el pecho.

–Conozco a mi futuro yerno y lástima para ti, porque él no puede tener hijos –lo interrumpió–. Conseguir un esposo millonario no es tan fácil como irse a la cama con uno –se burló– así que largo. –Esta vez Kushina le volvió a hacer señas a los guardias de seguridad y ellos no se reprimieron al momento de tomar a Naruto de los brazos y sacarlo a rastras de la casa.

Naruto gritó y se cubrió el vientre cuando supo que iba a ser azotado contra el pavimento duro de la banqueta y cuando cayó ahí se empezó a hiperventilar. –No –susurró y de pronto todo se puso oscuro. Se desmayó.

Notas finales:

Gracias por leerme. Sí les gustó la historia por favor déjenme un comentario diciéndome qué fue, qué más esperan ver o lo que se les ocurra, si no les gustó… también pueden escribirme y ayudarme a mejorar. Sus palabras me animarán mucho.

Saluditos y nos leemos.

Yais

 


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