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Punto de quiebre por malugr

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"Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas."

Ya nos habíamos encargado de nuestra ropa y ahora frente a frente el hizo su primer movimiento.

Las manos de Sebastián separaron mis piernas, y el se acomodo entre ellas. Hubiera jurado que iba a ser otro polvo como los demás, frenético callando los gemidos para no ser escuchados ¿ Pero entonces porque estaba inquieto?

- ¿Que es lo que esperas de mi ciel?

mis manos sujetaron de nuevo su palma herida y mis pulgares se enterraron entre su carne. En su expresión de dolor también se asomaba la excitación.

- Que agonices bajo mis deseos. Dejame destrozarte Sebastián, para que nunca nadie llegue más profundo que las cicatrices que yo te deje.

Me miraba con una expresión casi de miedo, pues estaba viendo mi más posesiva faceta, pero el no era el único que la veía por primera vez, yo también la estaba conociendo. Jamás me había interesado una mierda los tipos con los que dormía, en la mayoría de los casos no conocía ni sus nombres, pero con Sebastián... había comprendido que no sólo quería dormir con el, quería que nunca pudiera dormir con alguien más, no quería que se quedara conmigo, quería que mi recuerdo le persiguiera allá a donde fuera, no quería amarle y cuidarle, quería quebrarlo tanto como para que me suplicara morir en un simple beso.

- recuerda ciel, que está es una daga de dos puntas ¿Cuan profundo crees que puedes apuñalarme antes de cortarte a ti mismo?

Mi espalda se arqueo al sentir la primera embestida.

- Supongo que es un riesgo que debo correr. Si se quiere adiestrar a un perro salvaje, lo más seguro es resultar mordido.

Sebastián alzó su mano herida y apretó mi cuello con fuerza. Sentí la tibia sangre resbalando por mi piel.

- Entonces ya que esta dispuesto, permitame mostrarle como la misma herida puede torturar a dos personas, My Lord.

Me sostenía con fuerza y me costaba terriblemente respirar, sus ojos nos se apartaban de los míos, oscuros y profundos examinaban con detalle cada expresión de mi rostro.

Las embestidas aumentaban y mis gemidos no pasaban más allá de donde su mano me apretaba. Mis manos estaban en su espalda y mis uñas se enterraban en su piel, intentaba que me soltara, pero eso no ocurriría.

Sentía en mi cuello como la sangre corría, el olor me embriagaba y así como yo me estaba asfixiando, Sebastián se crispaba de dolor por la palpitante herida que se lastimaba más contra mi piel. Sentí miedo, pero no por la falta de aire, ni porque Sebastián se desangrara sobre mi, sino porque dentro de todo aquel bizarro espectáculo, yo estaba disfrutando y estaba deseando aún más.

Me penetraba en un frenético estado en el que se cofundia el dolor y el placer. La dulce locura que nos consumía a ambos iba desde su mano a mi cuello y yo podía sentir su dolor y también el extasis. Más Sebastián, antes de que amanezca, deja que la hora más oscura de la madrugada sea testigo de lo más bajo de nuestra enfermiza naturaleza.

Empuje su pecho fuertemente y el respondió, se sentó sobre la cama con un solo movimiento y sin soltar mi cuello me levanto y me sentó sobre el.

Sus manos en mis caderas fueron marcando el ritmo y yo me movía ansioso para sentir su muy erecto miembro en lo más profundo de mi. Mis manos se paseaban por su espalda y mi boca entre abierta jadeaba frente a a la de él buscando oxígeno. Me besaba y en ocasiones sentí estar al borde del colapso. 

Su pecho gruñia con fuerza y sus ojos casi negros me veían fieros, mis piernas le apretaron con fuerza al rededor de la cintura y su piel se erizo contagiando a la mía, como si ya no supiéramos dónde comenzaba uno y donde terminaba el otro. 

Sentí sus músculos en tensión y sin soltarme se levantó de la cama. Avanzó rápido y me apoyó en la ventana, sentí como el sudor en mi cuerpo se enfriaba con el toque de la helada brisa de la madrugada. Me beso con fuerza y el ritmo de las embestidas me hacía pensar que caería al vacío en cualquier momento.

De pronto mis ojos se clavaron en un espejo.

Su espalda estaba marcada por mis uñas, sus músculos se veían tensos por el movimiento, las gotas de sudor bajaban por su piel. Luego me vi a mi. Estaba completamente arqueado y enrojecido por la falta de aire, mi pecho de agitaba con fuerza y mis ojos que amenazaban con quedar en blanco quedaron asombrados al ver la sangre que corría desde mi cuello, por mi pecho, por mi ombligo. Viendo el torso de Sebastián me di cuenta de que el también tenía la alarmante sangre por todo su cuerpo. 

- No aguanto más. - Me murmuró con sus labios pegados a los míos y su mano soltó mi cuello. -

tome una bocanada de aire tan puro y frío que me congeló por dentro y al mismo tiempo mi cuerpo se derritio corriendome obscenamente mientras que Sebastián se venía dentro de mi y sus manos apretaban dolorosamente mis caderas.

Respiro un par de veces con sus ojos cerrados y luego me miró. Extendió su mano bañada en sangre hacía mi cara y atraído por el vivido color lami la herida con suavidad.

Su mano peinó mi cabello tras mi oreja y luego me sostuvo por el mentón, un beso que sabía a sangre fue lo que cerró la noche.

llegue a mi baño y bajo la ducha me relaje casi al punto de dormirme, también pude escuchar la regadera en el baño de invitados, seguro Sebastián también se duchaba.

Hacia tiempo que mi cama no me parecía tan deliciosa. El cansancio estaba por vencerme cuando sentí punzadas en el cuello, si que me había apretado con fuerza.

Acostado entre mis sabanas me di cuenta de que ya eran casi las cinco y treinta am. Y de que esta debía ser esa feliz y amarga hora, en la que conoces un pedazo de tu alma a través de los ojos de otro. Sebastián, que carrera más escabrosa está que estamos corriendo.


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