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Punto de quiebre por malugr

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Notas del capitulo:

 ¿Adivinen quien volvio? Ya que por fin me he desocupado pues les traigo este capitulo y les informo que el siguiente que suba sera el ultimo de la historia, capitulo final! me siento genial escribiendo de nuevo, extrañaba mucho esto, este cap lo hice algo apuradita pero realmente espero que les guste. Disculpen la tardanza pero bueno espero que entre mañana y pasado suba el siguiente asi que no habra que esperar tanto. Disfruten y cuentenme que tal en los comentarios. 

 - Saludos!!

Vuelve cada pieza del tablero a su lugar, ahora que la partida estaba terminada... ¿Terminada? Me pregunté mientras mis ojos inspecciónaban las fachada de aquella casa, estando en el interior de la limusina que nos llevaría al aeropuerto, sentía el cuero de los asientos como cadenas que me llevaban de vuelta a una libertad que no quería; A estas alturas yo solo era un gorrión enamorado de su jaula y su captor.

Contemplaba la elegante sencillez de aquel lugar que había odiado y adorado en los últimos días y sentí una nostalgia que me avergonzo, en realidad no sería este lugar lo que extrañaria... De pronto él se asomó por la puerta, vistiendo un exquisito traje y resolviendo los últimos detalles de su ocupada agenda con Grell, daba órdenes como todo un señor, conservando su gracia y elegante andar, magnífico desde cualquier punto de vista.

Le miraba absorto desde la parte de atrás del coche, oculto tras los ahumados vidrios mientras disfrutaba del licor que había, lamente que llevara lentes oscuros, no podía ver sus ojos, pero casi podía adivinar el exacto tono de azul que los vestía, algo enrojecidos sin duda por la falta de sueño, pero aún así densos y profundos. Casi como si lo invocara su cabeza giró en mi dirección, sabía que miraba a mi ventana y aún tras el oscuro cristal Sebastián me sonrió, seguro de que yo le observaba. No podía verme, pero yo también sonreí.

Siguió hablando con Grell en la puerta de la casa y yo me dispuse a ver mi reloj, eran las 2 de la tarde...

- Hora de irse señor.

Gritó el chófer desde su puerta a Sebastián, que asintió calmado.

suspire inconscientemente mientras me llevaba otro trago a los labios al tiempo que la otra puerta se abría.

- ¿Estás listo?

Preguntó un animado Grell que se asomaba.

- Eso creo...

- Pues venga... Vamos a casa.

Grell se apartó y le dio paso a Sebastián que se sentó a mi lado.

- Esta vez iré en el coche de atrás así que no habrán inconvenientes.

Sebastián y yo sonreimos algo forzados recordando la terrible experiencia con Tonny y York. Estábamos listos para dejar eso atrás, lo malo es que al despedir ese desastre también tendríamos que despedirnos nosotros. La puerta se cerró y el motor se puso en marcha.

Sebastián se acercó a mi y su brazo rodeó mis hombros... Su otra mano hizo un gesto como pidiéndome el vaso del que bebía, se lo di y probó con elegancia el ámbar líquido.

- ¿ganas de embriagarte?.- Pregunté.-

Me sonrió, devolviendome el vaso y retirando sus lentes.

- No, quiero estar sobrio cuando te folle en el avión.

Varias cosas en esa frase me hicieron estremecer. Con algo de asombro me atreví a preguntar...

- ¿En el avión? ¿No debes ir directamente a América?

Un pausa, mientras su mano busco mi mentón y acercó mi cara a la suya.

- ¿Creíste que te dejaría viajar solo a Londres?

- Pero tus reuniones...

- Tengo mis prioridades y ahorita mismo la mayor. - Hizo una pausa para besar el borde de mi mandíbula.- Es ver el contraste de esa blanca piel con el vinotinto cuero de las butacas de mi avión.

Me abandoné a su firme beso impregnado del sabor a frangelico y me sentí más embriagado que nunca.

- Tienes estilo para las despedidas.-admiti.-

- No es una despedida sr phantomhive, teníamos un pacto que vencía el día de mi partida, ahora descubro que deseo extenderlo más y como buen abogado luchare por convencerlo mostrándole los beneficios de acceder.

No pude evitar soltar una risita algo burlona.

- Muy bien, soy todo oídos.

- Bueno ya estamos por llegar, pero le adelanto que son tres los principales atributos que hacen de mi propuesta la más atractiva y asertiva para alguien como usted.

El vehículo se detuvo frente a un enorme complejo con un gran flujo de personas, asumí que era la fachada del aeropuerto. Sebastián no apartó sus ojos de los míos, entendí que yo debía preguntar.

- ¿Cual sería el primero?

Tomó mi mano y sin miramientos la puso sobre su entrepierna dónde su virilidad, aún estando atrapada por el pantalón, se manifiestaba. Su duro miembro revelaba la excitación de la que era presa.

- Un amante devoto e irremediablemente obsesionado con usted y con cada confín de su cuerpo, Sr. Phantomhive... 

Completamente perplejo permanecí paralizado mientras sus ojos me devoraban, incapaz de apartar la mirada; sin embargo, a pesar de la vergüenza que me invadió, me sentí aliviado al sentirle, al menos no era yo el único completamente excitado por sus besos.

De pronto Sebastián se acomodó, retirando mi mano y apartándose levemente, casi como si hubiese adivinado que la puerta estaba por abrirse.

- Hemos llegado señor.

Anunció el chófer mientras Sebastián asentia y abandonaba el coche. Una vez fuera se inclinó para tenderme la mano.

- ¿Continuamos Sr phantomhive?

Me sentí completamente descolocado, viendo a Sebastián tan calmado mientras el rubor coloreaba mi rostro. Tome aire para calmarme y salí.

Ibamos lado a lado avanzando por el camino que guiaba al complejo rodeado por su comitiva, que contaba con al menos 25 personas, sus asistentes, planificadores, escoltas... En fin casi pareciamos parte de un cuerpo diplomático. no podía evitar notar las miradas al rededor que se centraban en el despliegue de personal que se movía al rededor de Sebastián, antes de llegar a la entrada ya le habían saludado al menos cinco personas tan escoltados como él, dentro del lugar las cosas no cambiaron.

Sebastián no me perdía de vista mientras respondía desinteresadamente a los incansables saludos, pero he de admitir que comenzó a volverse incómodo cuando un grupo entero de hombres se acercó para hacer numerosas propuestas de sociedad y negocios. Sebastián les miró mientras se detenía en seco. Sentí ganas de apartarme, para el debía ser todo un predicamento ser visto conmigo, no sabría si presentarme como un sobrino o un amante y me avergonce totalmente de ser una molestia.

- Caballeros. - Pronunció con elegante decisión. - Estoy sumamente interesado en escuchar todas y cada una de sus propuestas, sin embargo debo dejarlos en manos de mi muy capaz socio. - Dijo mientras señalaba a Grell. - Pues en estos momentos me encuentro a mitad de algo muy importante con el Sr. Phantomhive. ¿No es cierto?

La más orgullosa indiferente y altiva de mis actitudes afloro y casi como si fuese el más importante de los activistas mundiales asenti ante las sorprendidas e interesadas miradas de aquel montón de hombres. 

- Ciertamente, aún espero el segundo beneficio.

Sebastián me miró con algo de orgullosa satisfacción, al parecer mi actitud le había agradado y su sonrisa de complicidad me hizo sentir seguro. Volteó de nuevo hacia el grupo.

- Caballeros.- Dijo con un gesto.-

Y sin más seguimos caminando dejando a parte de la comitiva y a Grell rodeado de los alborotados hombres. Pobre Grell.

- Pues Sr. Phantomhive, esta es precisamente la segunda ventaja que le brindo.

Me dedicó una mirada insinuante mientras sostenía la puerta del ascensor para darme paso... una ves dentro. 

- Soy asquerosamente rico.

Y las puertas se cerraron.

- Soy abogado en el mejor buffet de boston y un feroz inversionista. Cientos de empresarios recurren a mi para apoyo financiero, asesoría, o simplemente para usar mi nombre como gancho. Superviso un sin fin de compañías, pactos, tratados, asociaciones, operadas siempre con la mayor discreción pues no es mi intención resaltar más de lo estrictamente necesario. Nuestra familia no está al tanto del 98% de mis ingresos y eso también lo prefiero, sin embargo, no soy ningún asalariado común y corriente.

Sabía que no era así, sin embargo Pregunté.

- ¿Estás presumiendo? 

- No lo haría, no es mi estilo.

- ¿Entonces a que viene ésto?

- Simple...

Las puertas de aquel ascensor se abrieron y ante nosotros quedó lo que debía ser una sala de espera, pero era más bien como la suite del más lujoso hotel, totalmente decorada y equipada con los más sofisticados equipos, se alzaban imponentes las enormes ventanas panorámicas que ofrecían una vista de millón de dólares de toda la costa de la isla.

Mientras contemplaba estupefacto Sebastián salió del ascensor tomando mi mano para guiarme al interior de la sala.

- Significa que yo puedo dárselo todo. Podemos desayunar en la esquina de casa, o comer en la costa más apartada de las islas seychelles. Podemos ver un película en la sala, o tener asiento de primera fila para contemplar la aurora boreal. Puedo darle un beso de cumpleaños, o el condominio más caro en cualquier país del mundo.

Avanzabamos por la sala hasta que por fin estuvimos justo frente a los ventanales, la imponente vista mezclaba el vértigo con el total asombro.

- Yo Sr. Phantomhive puedo poner, incluso sin que usted me lo pida, el mundo por completo a sus pies.

Dijo Sebastián Michaelis, mientras me miraba como si fuese yo el único paisaje capaz de llamar su atención, como si yo fuese...

- La vista de millón de dólares. 

... Ciertamente, un acertado comentario.

Una puerta de la habitación se abrió y entró personal que comenzó a situarse tras el mini bar y otros listos para servir una exagerada cantidad de refrigerios. Sebastián permanecía inmutable, como si a penas notara que estaban ahí, yo por otro lado trataba de parecer confiado en mis gastados jeans.

- ¿No es demasiado para dos?

- Es solo para uno.

Al tiempo que los mesoneros se iban Grell cruzó la puerta.

- Sebastián...

- Lo sé... Dame unos minutos.

Grell suspiró, algo inquieto, pero sin más remedio asintió cerró la puerta y Sebastián dejó su vista pérdida, a través del ventanal, como si quisiera encontrar algo del otro lado del mundo. Agobiado por el silencio, intente sacarlo de su letargo.

- ¿Solo para uno? 

- Bueno debo dejar algunas cosas listas antes de irnos. 

Su mano se extendió para peinar mi cabello tras la oreja.  Un gesto algo tierno, algo sensual, algo nostálgico...

- Es buen momento para que duermas algo.

- ¿Y tú?

- Estaré bien, puntual en la pista a la hora de partir. Sé que rodeado de tantos lujos no tendrá oportunidad de extrañarme Sr.  Ciel.

- Es posible. – murmure algo irritado.-

Sebastian rio, como si mi actitud le divirtiera y con su endemoniado andar cruzo la habitación hasta la puerta.

- Disfrute de sus última horas en tierra. – Me dijo.-

Y yo simplemente asentí, al tiempo en que cruzaba el umbral de la puerta y el silencio en la enorme habitación fue mi única compañía.

 Pero había que reconocer algo, esta soledad, era muy costosa, lujosa  y de pronto no me pareció mala idea dejarme seducir por la segunda gran ventaja que mi amante me ofrecía, aun sin conocer la tercera y siendo sin lugar a dudas la primera la que más me gustaba…

 “Un amante devoto e irremediablemente obsesionado”

 Repetí la seductora frase en mi mente mientras me sumergía en la tibia agua del sensacional jacuzzi.

 Un amante obsesionado, pues era eso precisamente lo que yo necesitaba, que se volviera loco al mismo tiempo que yo. Habiendo llegado a este punto estaba completamente resignado a que moriría aplastado por el peso de las decisiones que había tomado, sin embargo también estaba muy seguro de que no me arrepentiría, ya no había tiempo para mentir y decir que quería escapar, todo lo contrario, quería ser atrapado y enjaulado, pero en nuestro caso nada era tan sencillo.

 Jugaba con la sutil espuma mientras meditaba en lo que sucedería, claro que no quería pensar en ello ¡pero qué diablos! En unas cuantas horas yo estaría en Londres, el al otro lado del mundo y nuestra historia estancada en un “Veremos” Respirando cada tantos meses cuando el tiempo nos permitiera reencontrarnos en algunas fugaces vacaciones, esa era la dura realidad y la única forma de seguir con esto, al menos hasta que pudiésemos estar juntos, o hasta que alguno renuncie a tan tortuoso amor. Lo terrible es que cualquiera de esas dos opciones sonaba imposible, ni tenernos ni dejarnos ¿Qué egoísta sentimiento no? A penas nos mantiene con vida, pero no acaba de matarnos, bocanadas de felicidad en el denso humo que siempre está a punto de asfixiarnos, pero solo a punto, pues no termina de lograrlo. 

  Pero en fin, ya no era tiempo de melancolías, ahora todo estaba hablado y sin dudas es inútil dar más vueltas. La realidad es que estoy “felizmente” jodido y supongo que en tan extraña historia es lo máximo que se puede pedir.

 Me doy el lujo de salir completamente empapado y avanzar directo al bar, mojándolo todo a mi paso, como si fuese un niño rico mimado ¿y porque no? Así cuando llegue a Londres podre extrañar los deliciosos vinos y exquisitas comidas y no solo a Sebastián.

 Bebía sin copa directamente de la botella y me sentí aliviado al encontrar una caja de cigarros, no eran de los más caros, pero eran mis favoritos, los que siempre fumaba, no pude evitar sonreír, es cierto que podía pagar los más grandes lujos, pero aun así no se olvidaba de los sencillos placeres.

 Con mi toalla a la cadera recorrí el salón, puse algo de música y al mismo tiempo la tv, no recordaba la última vez que me senté a ver algún programa, seguramente fue en el tiempo en el que nos sentábamos Sebastián y yo en la sala de casa, aunque era más lo que follabamos que lo que veíamos, aquellos días me parecían tan lejanos y lo cierto es que ni siquiera había pasado una semana en este lugar. Qué extraña me resultaba la rutina luego de tanto ajetreo.

 Habían pasado cuarenta y cinco minutos y luego de media botella y diez cigarrillos note un paquete en uno de los sillones.

 No era de extrañar, adentro había un conjunto entero de ropa, como era de esperar no cometió el error de poner un traje, en su lugar habían unos perfectos jeans, camisa, sweater y zapatos a juego. Sin duda muy buen gusto, incluso a mi madre le encantaría, quizás verme bien vestido la haría pasar por alto el sin fin de golpes que tenía. Estaba a punto de ponerme a inventar la gran red de escusas y mentiras para calmar a mi madre, pero entonces note una nota al fondo del paquete.

“Para Ciel phantomhive. No me niegue usted el placer de desnudarle estando bien vestido.

                                                                                                                                               S.M.”               

Tengo que admitir que me sonroje solo de imaginarle escribiendo tan descarada nota. Supongo que él no puede evitar ser un casanova y yo no puedo evitar quedar cautivado. De pronto me descubrí emocionado mientras me arreglaba frente al espejo.   

 Aún falta, me decía cada treinta segundos al ver el reloj.

 Lo interesante de mi vida es que iba de ironía en ironía, hace unas horas quería huir de cada reloj del mundo y ahora solo podía esperar ansioso el momento de partir.

 Suspire y me resigne a que el hombre ocupado no tenía demasiado tiempo libre, no tanto como para perderlo sentado a mi lado viendo las tediosas horas pasar. Me pregunto si esa es la vida que ha llevado siempre, una fila de interesados frente a él, cientos de enemigos a sus costados y una montaña de dinero tras su espalda… ¿Habrás salido alguna vez del superficial mundo del éxito rotundo? ¿Has dejado a alguien consolar la soledad acorazada por todo ese poder que es cuchillo y escudo al mismo tiempo?

 Supongo que los dioses también sufren, aun en la punta de sus torres de marfil.    

 Cada veinte minutos me encontraba frente al ventanal, como si intentara ver a Sebastián avanzando entre la multitud que se veía diminuta desde mi alto mirador, inútilmente permanecía al menos quince minutos en esa absurda tarea y al rendirme iba al bar, tomaba otro cigarro, otra copa del vino que con cada trago parecía más común y el fino sabor que cautivaba de pronto aburría. Terminaba y me paseaba frente al espejo y trataba de imaginar a Sebastián sonriendo al verme arreglado, volvía al sofá, volvía al ventanal y en esa desesperante habitación las horas avanzaban lentamente como espeso lodo.

 “Soledad ya no era estar solo, soledad era estar sin ti”

Susurre contra el cristal, mientras los anaranjados rayos del agónico sol de atardecer me acariciaban el rostro, con una lágrima en la mejilla y una sonrisa en mi boca.

- Vaya si te has enamorado chico.

Me dije a mismo cuando el reloj marco las cinco pm. Y la puerta de la habitación se abrió.

- Sr. Phantomhive. Vengo para guiarlo hasta la pista. Su vuelo está listo.

Le dedique una última mirada al horizonte y manteniendo la sonrisa avance.

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Camine tras la joven por pasillos, tomamos ascensores y por fin estuvimos en la calurosa pista. Un trayecto silencioso y sin nada interesante solo mis ansias y mis nervios, varios aviones privados esperaban ser abordados y miraba con recelo en todas direcciones intentando adivinar cuál era el que me llevaría a casa, en cuál de ellos estaría él.

- Suba por favor.

Asentí  y me senté en la parte de atrás de lo que parecía un carrito de golf que rápidamente se puso en marcha y a mediada que avanzábamos se reducían las opciones, pronto estuvimos frente al glamoroso avión.

 Al borde de las escaleras charlaban un grupo de hombres, dos de ellos con uniformes, debían de ser piloto y copiloto otros tres simplemente iban en traje. Baje del coche y la chica me guio hacia ellos.

- El Sr. Ciel phantomhive. –Anuncio.-

 El grupo volteo de inmediato y se fueron presentando por ultimo hablo un rustico hombre.

- Me alegro de verle mejor Sr. Ciel, soy Patrick.

Claro… Su rostro ya lo había visto, esa noche en el bosque, él estaba ahí.

- Si supongo que luzco mejor ahora.

- Bueno, esa noche estábamos todos un poco echos mierda.

 Me reconforto su informalidad, al fin alguien que no tenía miedo de parecer incorrecto. Sonreí complacido.

- Si, unos más que otros pero sí.

- Bueno pero ahora ya todo ha pasado y es momento de ir a casa.

- Suena bien.- dije intentando parecer animado.-

- ¿vendrán ustedes con nosotros?.- cambiando el tema.-

- Solo Grell y yo, para asegurar que todo está bien, el resto del personal se va directo a américa.

- Supongo que lo de ir a Londres es un inconveniente.

- En absoluto, me gustan los aviones y en lo personal lo prefiero, serán unas horas de paseo antes de volver a la maldita rutina. A penas pisar Boston el jefe nos tendrá de un lado a otro.

De nuevo me rei por la expresión del honesto hombre y el correspondió.

- Pues nada lo dejo en manos de Made, ella será su aeromoza.- Estreche la mano de la joven.-

- Un placer Sr. Ciel, permítame mostrarle su lugar.

- Claro.

Y con un gesto me despedí de Patrick, y subí las escaleras abordando el avión.

 Una vez dentro Note que lo primero era la cabina de mandos a la izquierda, pero ese no era mi lugar asi que siguiendo a mano derecha la jove abrió un puerta y aparecieron dos filas de asientos, de dos en dos las butacas estaban al lado de su propia ventana, al ser pocas el pasillo lucia enorme.  Eran de cuero color Beige, cada una equipada con su propio monitor e increíblemente amplias, parecían mullidos sillones sacados de alguna revista de decoración, etaba seguro de no haber visto nada parecido, incluso la primera clase de cualquier vuelo comercial sentiría vergüenza comparada con la sutileza de esta, no podía esperar para probar sentarme en uno…

- ¿Puedo elegir cualquiera?

La joven volteo y algo confundida intento adivinar a que me refería, hice un gesto con mi mano y supo que hablaba de los asientos, note como una sonrisa algo desconcertada se le escapo.

- Bueno no estoy en posición de decirle que no, sin embargo no creo que al amo Sebastián le guste la idea, pues aquí viaja su personal. 

La joven abrió otra puerta corrediza al final de aquella cámara y comprendí.

- Esta es la sala del amo Sebastián, aquí se me ha pedido que lo ubique.

El Espacio era casi el doble de amplio que el anterior, las butacas eran de intenso color vino tinto que resaltaban sobre la mullida y densa alfombra color negro azabache, e iban corridas a los laterales de la cámara, como un interminable sofá de amplio espaldar. Enormes pantallas de plasmas estaban acopladas en la parte frontal y por más absurdo que parezca había un mini bar en una de las esquinas. Si había algo para quedar boquiabierto, sin duda era esta sala.

- aqui solo viajaran usted y el amo Sebastián, así que cualquier lugar que escoja está bien. –Dijo con una amable sonrisa.- Estaré en la sala del personal, si necesita algo solo llame por el intercomunicador.

Y salió por la misma puerta que entramos.

No pude esperar y me acomode, sentí que me hundía en el cuero, tan elegantes y suaves, simplemente exquisitas, desde mi lugar pude recostarme al respaldar y absorto me quede contemplando  por la ventana  los últimos rayos de luz esconderse bajo la línea que separa el cielo de la tierra, era como si el suelo de la pista ardiera.

- Yo tenía razón…

La voz estaba en el centro de la sala y gire de inmediato, completamente alterado.

- Esa ropa te queda estupenda.

Era Sebastián, Parado frente a mí, con sus manos en los bolsillos luciendo su magnífico traje y con la luz del atardecer resaltando el abrumador azul de sus ojos. Sonreí aliviado de verlo, pero no pude decir ni una palabra. Sebastian avanzo.

- Dime ¿Qué tal has pasado? ¿descansaste?

Se acomodó sentándose a mi lado, mientras arreglaba con una de sus manos el cuello de mi camisa.

- Un poco sí. – mentí algo nervioso sintiendo sus dedos.- ¿Y tu?

- Arreglando unos papeles.

- Has tardado.

- Es un asunto importante.

 Acaricio mi cabello y mis ojos instintivamente se cerraron.

- ¿Qué pasa, me has extrañado?

Hubiese querido decir algo, para no quedar en evidencia, pero al abrir mis ojos ahí estaban los de él y entonces me pareció totalmente innecesario mentir. Su rostro se inclinó hasta que su nariz rozo la punta de la mía. Permanecimos así unos instantes.

 Una voz sonó por el intercomunicador.

- Jefe, en cabina lo solicitan.

  Sebastián suspiro y de pronto sentí como se retiraba para levantarse… casi de forma inconsciente, mi mano busco su mejilla. Me vio sin poder ocultar su asombro mientras me acomodaba para besarle y con suavidad se apegaron mis labios a los suyos. Su mano se acomodó tras mi cabeza, con sus dedos entre mi cabello. Sonriendo me aparte para ver  con picardía a un emocionado Sebastián aturdido esperando más que un beso.

- Le esperan en cabina. – me burle.-

- Si eso parece. Muy inoportunos.

  Sebastián se levantó y con una sonrisa complacida camino hacia la puerta que nos separaba de la otra sala.

- Cinco minutos.

Y asenti mientras el salia.

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El cielo se había vuelto violeta.

Me había quitado el suéter y desabotonado un poco la camisa mientras me recostaba en el divino... ¿Sofá? ¿Butaca? En fin, fuese lo fuese era gigante. inspire profundamente y cerré mis ojos, los dedos de mi mano derecha jugaban con mi cabello y me sentí en un limbo, paseando entre estar dormido y despierto.

No se cuanto tiempo habia pasado...

 La planta de mis pies cosquilleo levemente, trayendome de vuelta. Sentía unas manos desajustar las trenzas de mi zapato y poco a poco quitarme las medias... Pronto estuve descalzo y con sus dedos recorriendo el peine de mis pies.

Temblaba un poco porque no había manera de no reaccionar a aquellas manos.

- Me haces cosquillas... - Susurre.-

- Lo siento. - Sonrió. - No pude resistirlo.

Sebastián estaba sentado a mis pies.

- Luces agotado.

- Y tu parecías disfrutar el sueño.

- No hemos dormido mucho... -Justifique.-

Se levantó y camino tranquilo al bar, donde le esperaban dos copas ya servidas. Imagine que lo había hecho mientras dormía. Se acercó y me dio una de las copas.

- ¿Así que así viven los ricos?

El sonrió y simplemente asintió.

- Tienes todo lo que se podría desear.

Seguía de pié frente a mi y me miró con intensidad.

- Solo algunas veces.

- ¿Algunas veces?

- Hay placeres que el dinero no puede darme. 
Sonreí complacido de verle recorrerme con los ojos.

- Pensé que eso intentabas, mostrandome todo ésto, comprarme un poco.

- No.

- ¿Y entonces?

- Te mostré la vida absurda de quien lo tiene todo, pero no tiene a nadie.

Casi pude ver el dolor dibujarse en su cara. Sebastián me miró. 

- Todos los lujos del mundo no menguan la soledad.

Supe bien porque lo decía y supe bien el objetivo.

- ¿No estabas ocupado cierto?

Permanecío en silencio, esperando a que fuese yo mismo quien respondiera.

- Solo estabas dejándome ver.

Asintió y se sentó de nuevo a mis pies.

- ¿Y que viste? 

- Que estas solo... 

Me extendió una de las copas.

- Lo estuve.

Vi el contenido de la Copa burbujear tentadora, la tome y él hizo gesto con la suya, un brindis, yo hice lo mismo.

- ¿Porque brindamos?

- Porque sí tu aceptas seguir con ésto, significará que jamás volveré a sentirme así. Pasaste horas en un cuarto rodeado de todo lo mejor y aún así no pudiste evitar aburrirte y seguramente no pudiste evitar extrañar personas, lugares... Quizás recordar fue lo que más hiciste ahí para matar el tiempo pero yo no he tenido nunca amigos sinceros, amantes duraderas, contacto con mi familia... ¿Que puede recordar alguien que ha pasado diez años de su vida construyendo su propia cárcel de dinero? Es todo lo que he sido y lo que he hecho no hay nada más.

Sebastián... Susurre en mi mente "lo sé, se lo que es estar rodeado de gente y saberse solo, se lo que es oír miles de voces y que ninguna nos diga nada"

- Ya sabía de soledad antes de tu prueba...

- Pero es importante que vieras la mía.

- ¿Porque?

- Porque te amo ciel, esa es la tercera y mas importante cosa que tengo para darte, algo que nunca fue de nadie y que jamás podrá ser de otro que no seas tu.

Me incorpore y estando sentado mi rostro quedó a la altura de su pecho. Acarició mi mejilla.

- Ahora sabes que en mi vida no hay nada que valore más que a ti y que no importa cuanto tenga, nada puede distraerme de pensar en ti. Me alegro de haber vivido estos diez años de mierda si es que todo ese vacío te ha traído a ti como recompensa.

Me subí a su regazo y le sonreí con algo de melancolía y un poco muerto de amor.

- Dime que estarás esperando por mi tanto como yo por ti ciel, acepta.

Le acaricie el cabello y de nuevo sonreí.

- No podria negarme ni aunque quisiera... Tamtos años perdido han sido mi puente para llegar a ti, para reconocerte, ya no hay nada mas que deba buscar.

Un suspiro largo y hondo escapó de su pecho y sonrió para mi.

- ¿Eso es un si?

- Lo es.

Sebastián asintió, se abrazo a mi cintura y al instante sentimos las vibraciones del avión que se disponía a despegar.

- Te amo. - confese.- 

siguió aferrado a mi pero ahora me besaba con ternura.

- Y yo a ti. - Susurro. -

El cielo estaba prácticamente sin luz al tiempo que sobrevolabamos la isla y Sebastián me desnudaba...


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Casi nada fue lo que hablamos luego de eso. El viaje transcurrió entre besos y caricias, sonrisas inocentes, apretado contra su pecho las horas se esfumaron y sin darme cuenta estuve en Londres.

Llevó mi maleta desde el avión, atravesando la pista y el aeropuerto hasta estar frente al coche que había preparado para que me llevara a casa.

Las personas hablan de amor, pero no pueden reconocerlo, miles se movían al rededor de nosotros, apurados, tropezando entre ellos, pero si no fuesen así de ciegas, si no estuvieran tan ocupadas quejándose de su buena suerte, quizás hubiesen notado el fuerte abrazo que me dio Sebastián mientras mis ojos se humedecian, tal vez hubiesen podido ver lo hermoso de estremecerse hasta los huesos por amor cuando el amor es verdadero. Pero nadie salvo el y yo sabría lo dulce entre el amargo, nunca nadie vería la luz que reflejaba aquella lágrima que resbalaba por mi rostro, cuando el taxi avanzó y me fui alejando a una velocidad desgarradora de todo lo que más quería, ahí se quedó de pié el amor de mi vida y algo de mi vida se quedó con el...

permanecí sentado inmóvil con el pecho oprimido aún cuando el taxi se detuvo. El hombre ya había bajado y dejado mi maleta frente a la puerta, tome aire y baje... Era hora de entrar a casa.

Avance y abrí la puerta, esa puerta por la cual el había entrado aquella primera vez y casi pude verme a mi mismo en el sofá sentado boquiabierto admirandole, entumecido por el timbre de su voz, asfixiado con sus azules ojos... Entonces...

- ¡ciel!

Mi madre atravesó la sala corriendo y me abrazo con fuerza besando repetidamente mi rostro, de alguna forma me sentí reconfortado apretado entre sus brazos, la sensación de alivio me hizo sentir un poco a salvo, agradecí que estuviese allí.

- Ciel no sabes como te he echado de menos.- Hizo una pausa al ver mi rostro. - Por dios ¿Que diablos te hiciste en la cara?

- Mamá no es nada, solo caí.

- Lo sabía ya se lo había dicho a Sebastián, eres demasiado torpe.

Se carcajeo de su propio chiste mientras yo fingia una sonrisa avergonzada.

- Ven pasa tienes que contarme todo.

- Lo sé, lo se.

Avance camino a mi cuarto, detallando la puerta de el que había sido su cuarto, y la imagen de su cuerpo desnudo cruzó mi mente, camine a prisa y viendo la puerta de la cocina recordé aquellos desayunos, las bromas, las peleas, la primera vez que me hizo suyo... Trague desesperado por disipar mi mente y abrí la puerta de mi cuarto.

- Ah cierto, mira. - Mi madre señaló unos paquetes en mi cama.- Hace algunas horas llegó esto para ti, todo de parte de Sebas, unos hombres lo dejaron.

- ¿No los has abierto?

- ¿Por quién me tomas?. Claro que los abrí.

- JA! Claro, para que me molesto en preguntar.

- Sebastián me dio permiso de hacerlo.

Mi pecho se contrajo

- ¿Sebastián?

- Si, tuve que llamarlo para preguntar porque diablos habían tantas cosas y sobre todo las llaves de un carro.

Me pare junto al borde de la mesita de noche y pude verlas, unas llaves y un celular que cargaba y que casi como si adivinara mi presencia vibró.

- Le dije que no había forma de que aceptaramos un coche y el dijo que... - deje de escucharla mientras desbloqueaba el teléfono y la pantalla iluminada rebeló un whatsapp entrante.

-Sebastián:  

  ¿Estás en casa?

Me emocione casi hasta las náuseas.

¿Ciel me estás escuchando? 

- Sebastián está escribiendo... - Susurre con una voz a punto de quebrarse. -

- Por dios sigues igual que siempre, es como hablar con un muro, deja de distraerte y corre a ducharte mientras preparo algo de comer... por dios con estos jovenes.

Sentí la puerta cerrarse tras de mi y entonces conteste. 

- Lo estoy, acabo de entrar a la habitación.

- ¿Que tal los regalos? ¿sigue tu madre negándose?

- Claro que se niega, es por completo excesivo.

- En absoluto, no puedo esperar a verte conduciendolo... 

- Jajaja tampoco puedo esperar a conducirlo ¿Dónde estás?

- En el avión, despegando, así que tendrás que esperar a que llegue a América para seguir hablando.

- Entiendo... Buen viaje Sebastián.

- Gracias, te avisare estando allá.

Suspire mientras mis ojos se concentraron en el espejo y me divertí al pensar en lo igual que me veía por fuera, pero lo mucho que había cambiado por dentro desde la última vez que había estado en esta habitacion. Seguí detallandome y sentí el móvil vibrar.

¿Ciel...?

- ¿Sebastián?

- Te amo.

Una emoción que no había sentido me recorrio enteramente.

Te amo.

- Te escribo en una horas.

  Levanté mi mirada y ahí estaba mi reflejo, sonriendo como no lo había hecho en años, con el alma enteramente conmovida por un puñado de letras en la pantalla de un celular. Cerré los ojos e imagine los suyos, y en mi mente su rostro sonriente era tan vivido y exacto como una fotografía. Mi corazón reconfortado estaba más en paz que nunca...

Te estaré esperando...

Y así comenzó nuestro conteo regresivo...

Notas finales:

 El siguiente es el capitulo final... ¿juntos o separados? que indesicion jajajaja. 

 


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