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Storm por taka_shima

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Notas del capitulo:

Hola, mi respuesta al desafío con la canción de  Luna Sea / Storm.

Me gusto el desafío, pero siento que esto que escribi no pega con la canción XD

Tenía otros escritos pero me salían historias muy largas, lo que escribir se borró y tuve que empezar de nuevo…

Tengo que confesar que siento que me salio un poco confuso y comprimida la idea, pero cumpli en el plazo aunque, AY de nuevo me jodio con la contraseña y no me dejaba subir…

Eso, disfruten.

Aburrido, muy aburrido era estar en casa, mirando por la ventana a la vez que abrazaba su peluche de panda, desde que el clima había cambiado y un fuerte, pero frio viento recorría las calles. No podía ir al jardín, tras que su madre le había prohibido salir de casa para prevenir un posible resfriado. Suspirando y con un moflete se alejó de la ventana, esta serían las vacaciones de inviernos mas aburridas.

La casa estaba tan callada, como siempre. Tampoco tenía amigos desde que se habían mudado a Kanagawa hace unos meses.

Ambos padres trabajaban y su hermano estaba con su novia o amigos. Obviamente no querría jugar con él, que solo pensaba en osos pandas y autos chocones. Todo silencioso. En busca del control de la TV  entre los cojines de los sillones del living, dio un brinco al escuchar truenos y no evito hacer un puchero y apretar aquel felpudo peluche en busca de compañía y protección. Se decía a si mismo que ya era un niño grande, pero a sus siete años, los truenos y en esa casa silenciosa le provocaba temor. Escucho un fuerte ruido de autos, provenir de la calle y la casa quedo en oscuridad. Corrió asustado a la entrada, abrió la puerta siendo recibido por el frio golpeando su rostro y escalofrió recorrer su cuerpo. Abrazo su peluche, pero de lo que podía apreciar por su estatura, pudo ver un accidente de dos autos a una cuadra de su hogar, que terminaron estrellados contra un poste de corriente lo que provocó el corte de luz de su casa y en otras más ¿Qué haría? Al menos los truenos cesaron pero la lluvia no paraba, que más tarde se convertiría en nieve. Miro dentro de la casa que estaba casi en penumbras, sino fuera por las ventanas que permitían entrar un poco de luz

Quedo un bueno tiempo parado en el umbral de la puerta, mirando a la ambulancia y más de alguna vecina con paraguas que salió a chismear que sucedía. Estaba temblando por el frio, no quería entrar a casa, pero un suave destello llego a sus ojos asustándolo, miro a la casa del frente donde venía y ahí vio a otro niño con una pequeña linterna en su mano, que con alegría le sonrió y saludo con entusiasmo. Se cohibió ante su efusividad y se alegró que la luz regresara, su cuerpo estaba congelado pero más de no estar bajo la atenta mirada del otro niño, que un poco extrañado al no recibir respuesta de su parte.

Desde esa vez, aquel niño siempre llamaba su atención con aquella linterna y ante tan insistencia le respondía con sus dedos en forma de V pero nunca hablaban, no podía salir de casa y aquel niño al parecer tampoco, pero siempre estaba en el segundo piso de su hogar y el desde el primer piso tras la ventana. Por tan extraña razón, ambos aprendieron la lectura de labios, obviamente costándoles de un principio entenderse, sacándoles sonrisas más de una vez a ambos niños pero con los días lograron conllevar una muda conversación.

Tras pasar los días la lluvia no cesaba, tampoco espero que alguien golpeara su puerta y como su madre le decía en que no debía hablar o abrir la puerta a desconocidos. Abrazando a su panda, pregunto quién era, pero los nervios cesaron al escuchar una voz aniñada tras el otro lado. Con temor abrió la puerta y vio a su vecino que sonreía ampliamente. Con timidez lo dejo entrar.

–Como siempre estás solo, le pregunte a mamá y a mi abuela si podías venir a casa a jugar conmigo– soltó un sonrisa que provoco que el otro niño se escondiera tras su oso de felpa.

­– ¿Cómo sabes que estoy siempre solo? – Se cohibió un poco– ¿Yutaka, eres un acosador? – no evito llamarlo por su nombre que supo en sus mudas conversaciones.

­–Quizás, quizás…– arrugo la nariz en un gesto de burla causando un moflete en el otro niño– Vamos, mamá preparo chocolate caliente y unas galletas–tomo de las mano al niño jalando con entusiasmo.

­–No, no puedo salir, mamá se enojara si se entera– susurro bajito– además aún sigue lloviendo.

–Entonces ¿Me puedo quedar en tu casa? – Se rasco la nuca un poco pensativo pero al ver que el otro asentía, sonrió– Volveré con chocolate caliente y unas galletas. Espera Takanori.

Parpadeo al escucharlo más al verlo correr de regreso a su casa, pero a los minutos los insistentes golpes lo alertaron si abrir o no, pero escuchar la voz de Yutaka corrió en abrir. Lo ayudo con las tazas de chocolate caliente y la bolsa en donde traía las galletas.

Entre risas pasaron aquella tarde de lluvia, viendo caricaturas, bebiendo chocolate y comiendo galletas.

La curiosidad llamo a Takanori, preguntando por qué siempre estaba en el segundo piso, pero su sorpresa fue que Yutaka había estado con una fuerte gripe, a tal extremo de caer al hospital a no ceder la fiebre y de que solo estaría por esa temporada en Kanagawa al estar de vacaciones, aprovechando eso para visitar a su abuela. Ya que él vivía de Tokio.

No había tomado el peso de ello, al pasar sus tardes jugando con él en casa de su abuela, cuando su madre le otorgaba permiso de salir, eso sí, bien abrigado por el clima frio. Hasta que el ultima día de jugar con Yutaka llego, ya, desde el principio de su comunicación muda hasta ahora que estaban más cercanos. La pena de no ver más a su amigo llego el día de la despedida en que había vuelto a llover muy fuerte, para variar estaba solo, aun así salió de casa sin abrigarse, encontrándose con Yutaka frente al portón de su casa e intento sonreír pero se notaba triste como él. Intercambiaron palabras torpes, risas bobas e inocentes como despedidas.

Antes de irse Yutaka le regalo su collar de calavera que siempre uso, que tanto llamo la atención de Takanori y este, sorprendido al tener aquel accesorio en su mano, sabiendo que Yutaka amaba su collar, no evito soltar un leve puchero al no tener que regalarle como despedida, pero antes de que Yutaka se retirara antes los llamados de su madre, le pidió que esperara solo un minuto. Corrió por su casa, por las escaleras hasta llegar a su recamara, ahí lo vio, su compañero contra sus miedos. Volvió a correr, pero esta vez hacia el primer piso y hasta el portón, alegre de saber que Yutaka aun lo esperaba bajo la lluvia, le entrego su oso panda con un leve rubor en sus redondas mejillas siendo también empapado por ella. Esto ocasión un sincera sonrisa del chico mayor, quien al recibir con ternura aquel regalo, adorado por su dueño, se acercó y con suavidad deposito un beso en la frente de Takanori y finalizando con un “Nos veremos de nuevo” todo bajo la lluvia, el viento envolviéndolos con leves escalofríos.

Después de ello, de ver partir a su amigo en el auto quien lo miraba tras la ventana trasera del automóvil, abrazado con su mano izquierda su oso y con la derecha uso la linterna, haciendo lo mismo cuando lo vio por primera vez desde el segundo piso, de la casa del frente. Alzo la mano, despidiéndose y al ver que aquel platinado destello de la linterna desaparecía por la distancia, no evito estirar su mano, tratando de alcanzar aquella luz aun así no pudo. Por varios minutos, bajo la lluvia, observo el camino por donde su amigo había partido, para regresar a Tokio.

Desde ese entonces no se quitaría su collar, hasta volverse a encontrar….

 

 

Ya después de años, viajo a Tokio por motivos de trabajo con sus dibujos y aún mantenía aquel collar con él. Recorría las calles después de dejar sus cosas en el hotel, lo que si, por extraña razón salio con su cuaderno en donde tenia sus bocetos pero la lluvia llego sin avisar y la gente empezó a correr en busca de refugio o apresurar paso para llegar a su destino.

Apurado por proteger sus dibujos, choco con un chico que venía con unas cajas, apenado y pidiendo más de alguna disculpa lo ayudo a recoger sus cosas rápidamente para que no se empaparan con el agua y entre ellas había caído un panda de peluche, idéntico al  que tuvo en su infancia y no evito prestar atención al chico con poco disimulo, que con atención miraba sus dibujos para después mirarlo a él. Ambos ignoraron el hecho de que la lluvia empeorara, que la gente se les quedara mirando, por extraña razón, sabían quiénes eran sonriendo con nostalgia, ante la situación tan familiar como en el pasado pero Yutaka se atrevió. En vez de besar su frente le dio un suave beso en los labios, bajo una leve tormenta en la ciudad…


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