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Canadá, ¿Y ese oso manchado de sangre? por kaikuroi

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Notas del fanfic:

Hay algo en Canadá que amo y me hace querer verlo sufrir al mismo tiempo...Oh, también esto es un ejercicio. Siempre me han gustado las escenas de sangre, ¿Cómo sería si yo escribiera una?

¡Pasen a leer, por favor!

Canadá, ¿Y ese oso manchado de sangre?

.

Capítulo único

.

 

Sus ojos azules no podían ver nada por la absoluta oscuridad de aquel cuarto, el frío calaba sus huesos y le hacía tiritar, los sonidos de cadenas y sollozos parecían apenas un susurro lejano, un recuerdo.

Se han ido...

La mayoría de ellos se fue, posiblemente no volvería jamás, él lo confirmo. No sabía cuánto tiempo habían pasado, sin embargo, apenas podía pensar en la existencia de los días.

Un oso de peluche...

 Un oso de peluche tirado en una lejana esquina, manchado de sangre aun fresca y pegajosa, los dos botones que hacían de sus ojos brillando y atravesando su propia alma. Espeluznante. Lindo. Perfecto.

Lo que había ocurrido le estaba pasando factura. Pudo haberla ayudado. Y no solo a ella, al anterior a ella y el que le seguía a ese. Y lo sentía por todos ellos, pero él era un cobarde. No había tanto detrás de eso, pero fue su culpa no haberlos auxiliado a pesar de que de una u otra forma iba a morir y solo estaba alargando su tortura.

Pasos. Tap, tap. Tap, tap.

El chirrido de la puerta abriéndose apenas lo alertó. No podía ansiar más su propio final si es que eso le liberaba de la culpa que sentía. Oyó gritos. Alguien se arrodilló frente a él. Un anciano. Un anciano en uniforme. Policía.

No iba a morir.

Lo sacarían de ese infierno.

Solo a él y al pobre pósito de peluche que se quedó huérfano, porque ya no existía alguien vivo aparte de ellos en aquél cuarto.

Los que estaban acostados a su lado no era más que cadáveres, cuerpos con un avanzado estado de putrefacción que despedían un olor desagradable, y lo que alguna vez fue su sangre cubría todo el piso, tal cantidad que había salido de sus gargantas degolladas, cabezas reventadas, extremidades amputadas o cortes simples.

No podía escuchar lo que le decía el oficial, y de haberlo hecho no lo hubiera entendido pues no hablaba su idioma.

Miró al anciano sin mucho ánimo. Prefería haber muerto. Deseaba haber muerto. Tendría que estar muerto, como todos sus amigos.

Aquel día en que decidieron salir a pasear con la hermanita de Jane por su cumpleaños fue el peor que se le podía ocurrir. Un paseo corto al centro comercial para comprarle algún regalo. Tardaremos un par de horas, mamá.

Nunca regresaron.

No supo qué estaba pasando hasta que se encontró en una camioneta rumbo a un lugar que sólo Dios conoce.

Lo peor fue saber que lo hacían por diversión. Los mataron a todos y él solo podía ver. Ver como sus amigos se convertían en tumbas sin nombre.

Peter, Susan, Polly, Carl, Jane, Loui... ¿Quién podría reconocerlos ahora con esas caras tan deformadas y pútridas?

Y frente al policía lloró. Por última vez lloró por sus amigos. Sintió cómo era cargado y llevado hacia afuera, donde quiera que eso estuviese. Y gritó y gritó, queriendo regresar y esperar su muerte para poder estar en paz.

Mientras lo subían con mucho trabajo a una ambulancia él solo podía pensar en el pobre oso huérfano que estaba abandonando.

Médicos, pastillas, hospitales, policía, luces blancas, gente...tanta gente viva...

Él solo quería a oso. Fue lo único que le dijo a la policía. No habló más hasta que trajeron a su amigo. Ya no tenía sangre.

Habló.

 Les dijo todo cuanto pudo recordar. Pero no pudieron hacer nada, los asesinos estaban en esa maldita banda que estaba fuera de sus límites. Red Blood. Lindo. Perfecto.

Ahora él y su amigo estaban solos.

–Matthew debería estar muerto...

–Matthew debería dejar de sonreír, no se lo merece...

–Matthew es una persona horrible y fea...

–Matthew debería saltar por un balcón...

…Su pobre osito nunca le daba buenos consejos...

Lo único que lo mantenía aferrado a la realidad era su hermano gemelo, Alfred, que desde que había regresado a casa se desvivía por él. Al contrario de su padre, Arthur, quien parecía tratar de ignorar toda la situación.

Lamentaba que la actitud de las personas que amaba hubiera cambiado por ese trágico accidente. No quería recordarlo, pero el haber huido de un destino como aquél sólo lo presionaba y marcaba con fuego las escenas en su cabeza.

Tiempo. Pasó rápido. Ya iban a cumplirse siete meses desde que fue secuestrado y casi cinco desde que le rescataron. Los doctores afirmaban que era “estable”, aunque el trauma emocional era irreversible. Él estaba allí cuando lo dijeron. Su familia lloró.

No podía entender qué significaba eso. ¿La sensación de vacío que sentía nunca desaparecería? ¿Era eso a lo que se referían con “trauma”? ¿Escuchar los malintencionados consejos de su oso no era buena idea? ¿Eso haría una diferencia?

Muchas dudas para una mente así de atrofiada. Y sin embargo, aun con todas esas preguntas sin responder en el consultorio, las manos de su hermano apretando las suyas le dieron una luz con la cual guiarse.

–Hey, Matt, todo estará muy bien… ¿De acuerdo? No voy a abandonarte, ¿Lo entiendes?

Las palabras hicieron eco en su mente. Matthew ni siquiera había hablado con alguien después del interrogatorio con la policía, simplemente parecía ido; El médico dijo que debido al shock, aunque era capaz de saber qué era lo que las personas decían y podía interpretar la situación en la que se encontraba, era ineficiente creando una solución o respuesta. Esa vez fue diferente.

Después de meses de completo silencio e ignorando todo aquél que le hablara, el chico movió la cabeza afirmativamente hacia Alfred.

– Lo sé…– Había murmurado. Su familia chilló de alegría por eso, su primera respuesta, la señal de que todavía estaba en ese mundo. Era un progreso lento, pero progreso al fin y al cabo.

Semanas después, Matt podía moverse sin dificultad, entendía todo lo que se le decía y podía acatar órdenes, pero conservando ahora esa personalidad sombría, llegando a responder o comunicarse con nada más que monosílabos y palabras sueltas.

Todo iba bien. Todo, a excepción del oso.

– Matthew no debería seguir con su vida, debería tomar un cuchillo y sufrir mucho…

 La voz era recurrente. Trataba de pasar de ella, pero esta vez fue diferente. No sabía qué hacía, simplemente tomó al oso en brazos y se dirigió a la cocina, buscando el dichoso implemento.

No estaba del todo consiente de sus actos, pero sentía el dolor que él mismo se infringía y lloraba con desesperación. Miraba los grandes y profundos cortes sangrantes en sus brazos y no supo cómo reaccionar. Él trataba de mejorar, conocía su situación, pero… ¿Y eso?

Tampoco supo qué decir cuando Alfred lo encontró en medio del llanto, tirado en un charco de sangre mientras repetía con desesperación que lo sentía. Le dolió mucho ver a su hermano tan triste por su culpa.

Médicos, pastillas, hospitales, luces blancas, gente...tanta gente viva, que podía seguir con normalidad su vida...

Mientras tanto, él era sólo un fantasma. Un fantasma del pasado que quizá nunca lograría adaptarse o ser el mismo chiquillo sonriente que una vez fue.

Lo único que tenía en su putrefacta vida era su querido hermano, que lo cuidaba y protegía hasta de sí mismo. Sólo tenía a Alfred, a él y al oso.

–Metthew debería deshacerse de ese estorbo y lastimarse más…

 

…Una verdadera lástima que su osito nunca diera buenos consejos, ¿Verdad?...

Notas finales:

Uy...

Me dá un poco de pena por mi amado Canadá, después de todo es mi personaje favorito de Hetalia, pero luego miro el resultado y quedo muy satisfecha. 

Si algún día vuelvo a rondar esta categoría, sin dudas haría un fanfic de Matthew y Alfred, aunque aun no estoy segura si hacerlo de terror o algo un poco más romántico...

En fin, ¡Espero de corazón que les gustara! :D

Sin más qué decir, su servidora se despíde.

¡Kaikuroi fuera, nos leemos en los comentarios!


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