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Noche de bodas. por Lizali12

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Notas del fanfic:

 

Los personajes no me pertencen, son obra de Pendleton Ward, por el contrario la historia si es mía.

Eviten el plagio.

Notas del capitulo:

Este One Shot se me ocurrió mientras andaba triste. -lo sé, eso es deprimente-. Por otra parte espero les guste tanto como a mí.

No apto para personas esperanzadas en que habrá final feliz.

Doux= Dulce en francés.

Le puse el apellido a Gumball en otro idioma porque se hubiera visto muy tonto -a mi parecer- llamarle 'Dulce' o 'Candy'. A sí que termino siendo francés.

Todo el OS es desde la perspectiva de Gumball.

¡Los amo chicos!

La primera vez que le vi venía acompañado de su hermana mayor, a mis ojos no era más que un niño caprichoso que no comprendía que ese día se sellaría la libertad de su hermana y la mía, que se ataría a dos personas sin amor mutuo.

Su hermana era la mayor de la familia Lee y por lo tanto en ella recaía el deber de mantener estable a su familia y asegurar un porvenir, aunque este fuera corto; yo fui hijo único.

La casa Doux estaba en su mayor esplendor en ese tiempo y la casa Lee empezaba a darse a conocer, ambas familias acordaron pues que los hijos se casaran para obtener más beneficio. Con ese matrimonio la casa Lee se ganaba un lugar elevado en la escala de la burguesía y mi casa aseguraba un primogénito; a la casa Lee poco le importaba el primogénito pues tenían aún un segundo hijo quien al casarse su hermana la sucedería.

Se acordó pues que la boda se llevaría a cabo dos meses después de que los novios se conocieran; durante ese tiempo Marceline viviría en la casa del novio, yo, acompañada de su sequito y de su hermano menor, a quien había llevado con la excusa de aprender sobre administración de una casa ya estable en la sociedad.

En ese tiempo yo debía de cortejarla.

No iba a ser nada fácil, Marceline era una mujer que a pesar de sus 20 años seguía siendo caprichosa y se irritaba por la más mínima cosa. Marshall, quien tenía sólo 18 años parecía ser más sensato y evitaba a cualquier manera los problemas.

El primer intento de cortejo fracasó; la invite a dar un paseo por los jardines de la mansión el cual ella rechazó alegando una gripe que demás sabía yo, era una gran falacia. En su representación mando a Marshall.

 

—   Creo que tu hermana no entiende que es con ella con quien me voy a casar.

Fue lo primero que dije nada más le vi aparecer a él con una sonrisa de disculpa y una canasta para picnic.

—   A ella no le van estas cosas, dale tiempo.

 

—   Eso es lo que no hay.

 

—   Si, tienes razón.

 

Ese día comimos todo lo de la pequeña canasta de Picnic, jamás había comido yo algo así de exquisito y cuando se lo hice saber a Marshall este sonrió tímidamente diciendo que le alegraba que le gustara la comida hecha por él.

Fue así como descubrí que Marshall no era aquel niño caprichoso que pensé al primer momento de verle, Marshall había aprendido todo lo que a su hermana se le instruía, y no era porque él quisiera sino que simplemente era porque él hacía todo lo que a Marceline correspondía.

 

—   Es mi hermana, y la quiero mucho. — Había alegado simplemente. — Si hay algo que ella no quiera hacer entonces yo lo haré.

 

—   No me casare contigo. — Le había contestado entre risas.

 

Al atardecer volvimos a casa, Marceline se había recuperado mágicamente para ese entonces.

Recuerdo que esa semana todas las citas que le hacía a Marceline terminaron siendo citas con Marshall, lo cual en ningún momento me molesto. A mi parecer era bueno conocer a quien sería mi cuñado

A la semana siguiente volvía a intentarlo, para mi sorpresa esta vez sí fue ella a quien recibí en la pequeña canoa estancada en el lago dentro de la casa.

 

—   Pareciera que ves a un fantasma. — Dijo al verme. — Lamento no ser mi hermano.

 

—   No entiendo por qué te disculpas. —Le conteste, evitando seguirle el juego de la provocación. — Si todas mis invitaciones han sido a ti.

 

—   Jajajaja, no seas tan engreído.

 

Ese día comprendí que me casaría con alguien con quien no tenía nada en común más que el gusto por la música.

Las siguientes citas fueron igual, yo citaba a Marceline y ella se aparecía, con Marshall nos veíamos en la casa y las pláticas eran dentro de esta.

En aquel mes aprendí a tolerar a Marceline, a soportar sus ocurrencias y a seguirle paso en cada aventura que se le cruzaba por la cabeza. Marceline no era una mujer tozuda ni egoísta como pensara la primera semana, era una mujer que quería disfrutar de la vida antes de casarse, que le gustaba su libertad más que su vida, pero que amaba a su familia más que esta y por lo tanto había accedido a casarse. A ser un ave encerrada en una jaula llamada matrimonio.

Con Marshall hacía varias cosas de tarde, cosas varoniles, como lo habíamos denominado; juegos de azar, cartas, cacería, remo, criquet, deportes y robo de comida por la noche.

En esas dos semanas había aprendido a divertirme de maneras muy distintas, con Marceline tendía a empezar calmado y terminar en desastre, con Marshall lo que empezaba alocado terminaba peor.

 

—   ¡Vamos Gumball tú puedes! — Me gritaba desde el otro lado de aquella jaula de acero.

 

Ese día habíamos escuchado de un lugar en el que hacían peleas callejeras y se apostaba. Por alguna razón yo había terminado adentro con un tipo  al menos diez centímetros más alto que yo, en una pelea en la que se apostaba.

 

—   ¡Cállate! — Le espete, lo más que sabía yo era simple defensa propia y no estaba seguro de que me fuera a servir contra un tipo adentrado en las enseñanzas del hurto.

 

Hubo golpes, la mayoría dados al aire, pero gane.

 

—   No puedo creer que hayas ganado. En serio que no.

 

—   Yo tampoco.

 

En último momento el tipo se había cansado de dar golpes que terminaban en el aire debido a que yo los esquivaba, la pelea fue para todos arreglada, nadie creía que un tipo delgaducho como yo le hubiera ganado a esa mole de humanidad, sorprendentemente el perdedor era un hombre de honor que salió en mi defensa cuando la multitud se abalanzaba para quitarme el dinero apostado en mi favor. “Ha ganado justamente, dejadle ir.” Había dicho aquel hombre y las personas habían hecho caso.

Fue así como transcurrió el primer mes de la estadía de los dos hermanos en aquella mansión.

Entre escapes, citas y juegos algo en mi corazón cambio. Era amor, pero no hacia Marceline.

La primera semana del segundo mes me di cuenta de que Marshall era en realidad muy apuesto, con su cabello negro carbón y sus ojos oscuros. A pesar de la tez pálida de su persona y del modo sarcástico que tenía de hablar era una gran persona, muchas de las jóvenes de la servidumbre estaban atrapadas por su encanto, Marshall era un muchacho rebosante de vida y soltero, cualquier joven soltera y con buen gusto no dudaría ni un segundo en fijarse en él.

Yo estaba muy asustado de mis propios sentimientos, que me gustara alguien que no fuera mi prometida era imperdonable, y que fuera su hermano varón era peor.

Marshall siguió hablándome como siempre y yo trate de que nada cambiara. Pero cuando menos me di cuenta me percate que había puesto una barrera entre él y yo, en mi intento de deshacerme de esos impuros sentimientos había terminado alejándole de mí. Creía tontamente que si ignoraba estos sentimientos ellos desaparecerían, como una llama a la que se priva de oxígeno.

Cuando estuvimos a dos meses de la boda empezaron los preparativos; Marceline pasaba horas parada en una sola posición para que el sastre pudiera tomarle medidas para su vestido, yo, como el novio, tenía absolutamente prohibido ir a verle. Eran esas horas en las que Marshall aprovechaba para sacarme a pasear, yo evitaba con mucha efusión el que nos tuviéramos que quedar solos.

 

Posiblemente fue esa semana la que lo arruine todo.

 

Cuando estuvimos a una semana de la boda Marshall termino por completo su amistad conmigo, no me hablaba y ya no me iba a buscar, me evitaba por todos los medios posibles, me rehuía cuando nos encontrábamos por los pasillos de la casa.

Angustiado empecé a perseguirle cada que notaba su presencia, comprendía que la culpa era mía, porque al principio yo había sido el que se alejó de su persona. Pero también sabía que yo había tratado de hacerlo lo más sutilmente posible, no como él, que era completamente obvio.

Dos días antes de la boda le acorrale con la ayuda de la servidumbre.

Se encontraba en la biblioteca de mi casa, al parecer mi padre le estaba enseñando a llevar las cuentas de su hacienda, le instruía. La cara de Marshall al verme entrar por la puerta fue un verdadero poema, se levantó del sillón como gato en defensa, al ver que no me apartaría de la puerta opto por la ventana. No lo logró porque la biblioteca estaba en el segundo piso de la mansión, cualquiera ser humano racional se daría cuenta que un salto desde esa altura representaba una muerte inmediata.

 

—   Tenemos que hablar. — Anuncie, poniendo el pestillo de la puerta.

 

Marshall a la defensiva negó con su cabeza.

 

—   No veo de qué. — Fue lo que me contestó.

 

—   Bueno, obviamente de que me estás evitando.

 

—   No lo estoy-

 

—   ¿Entonces tu intento de suicidio por la ventana ha sido una alucinación mía? No lo creo. — Le indique con la mano que se sentara, él se mostró completamente reacio a hacerlo.  — Por favor.

 

—   ¿Y bien? — Pregunto cuando se hubo acomodado en el sillón.

 

—   ¿Y bien qué? Obviamente eres tú quien tiene que hablar. Tú has sido más que obvio evitándome.

 

—   Sí, eso es posible, pero yo no fui quien empezó el juego de la esquivación.

 

Fue como una puñalada, él lo había notado. Sus ojos negros me miraban completamente serios y acusadores, eran como dagas clavándose en mí, recriminándome.

 

—   Yo no, eso no… eso es-

 

—   Por favor no intentes negarlo. — Marshall lanzó una maldición ante mi intento de mentira. — Era obvio para todos incluso para mí, pero yo me quería aferrar a que no era cierto.

 

—   Lo siento…

 

—   No te disculpes, no lo he pedido. Lo único que quiero saber es ¿Por qué?

 

Sentado en aquel gran sillón de la biblioteca, con la cara oculta entre sus manos se me asemejó mucho a mi padre. Pero rápidamente deseche la idea, mi padre era un hombre imponente, serio y dedicado jamás mezclaba el trabajo con la familia, Marshall más bien parecía agotado, un joven amo quien empieza a sentir la fatiga de un duque.

 

—   ¿Por qué empezaste a esquivarme? Nos llevábamos tan bien. Si hice algo que te ofendiera me lo hubieras dicho, me conozco, suelo herir a las personas con mis palabras no lo hago adrede simplemente suele suceder que digo algo de más sin darme cuenta.

 

Me sentí muy mal al verle ahí, sentado e indefenso, tratando de disculparse por algo de lo que él no tenía la culpa. Era sólo un niño. Pero estaba tratando de resolver las cosas.

 

Qué asco sentí hacia mí.

 

Yo ni siquiera tenía el valor de decirle que me gustaba, carnalmente ansiaba su toque, no como el de un amigo sino como algo más.

—   Perdón.

 

Fue todo lo que logré decirle antes de salir de la biblioteca y azotar la puerta.

No recuerdo mucho de ese día, solamente que salí corriendo de la casa sin rumbo aparente.

Al llegar a un pequeño kiosco que ni sabía que teníamos me senté y llore, llore largo y tendido hasta quedar en la inconciencia.

El día de la boda Marceline se veía resplandeciente, el vestido le quedaba bien y su cabello había sido recogido de manera que los caireles enmarcaran su cara. Pese a todo ni ella ni yo estábamos felices, nos queríamos sí, pero no de la manera en la que deberíamos; Marceline no veía en mí nada más que a un amigo y yo a ella como la hermana que me hubiera gustados tener.

Los votos fueron dichos y el casamiento hecho.

Después de la boda se realizó una comida modesta, nada ostentoso ni llamativo, además de la familia de ambos novios sólo los amigos más cercanos a ambas familias estuvieron presentes. Marshall no estuvo presente y cuando pregunte a mi madre por qué ella anuncio que al parecer le había dado un dolor de cabeza que le había imposibilitado asistir aunque quisiera.

El mensaje para mí fue claro, ‘no quiero verte’.

Me separe de todos y me adentre en el pequeño bosque de la casa, me escondí detrás de un árbol y cuando estuve seguro de que nadie me vería ni me escucharía llore por segunda vez en la semana.

Después de que los invitados se fueran mi padre ordeno que la limpieza se hiciera al día siguiente, que esa noche simplemente nos retiráramos a descansar, el día había sido muy ajetreado. La luna de miel no se haría, los tiempos no estaban para eso así que en lugar de irnos a un lugar lejano de ensueño a Marceline y a mí se nos cedió el dominio completo del ala izquierda mientras que nuestros padres se quedaban del lado derecho.

 

—   Sé que hemos dicho ‘todo’ pero Marshall sigue ahí, se sentía tan mal el pobre esta tarde que me vi imposibilitada en decirle que se moviera.

Comentó mi madre cuando Marceline y yo nos retirábamos a la que sería nuestra recamara en el tiempo que estuviéramos ahí.

 

—   No se preocupe madre. — Menciono Marceline en contestación a las preocupaciones de mi madre. — Mi hermano de seguro no querrá molestarnos.

 

Mi madre asintió y se retiró.

 

Al entrar a aquel inmenso cuarto lo primero que hizo Marceline fue correr y tirarse en la cama, al entrar yo me di cuenta de que se estaba desvistiendo y termine volteando a ver hacia la pared.

 

—   ¿Por qué tanto pudor? Estamos casados.

 

—   Sí, lo-lo, lo siento.

 

El semblante de, mi ahora, esposa se entristeció y una sonrisita lastimera apareció en su rostro.

 

—   Estamos casados. — Repitió para sí misma, tratando de convencerse.

 

—   Sí…

 

—   Gumball. — Hablo, yo que me había terminado sentando en la orilla de la cama voltee a verla, desde que nos habíamos conocido ella no me hablaba por mi nombre siempre era ‘el niño’. — Lo siento tanto. — Menciono.

 

—   ¿Por qué? En todo caso es culpa mía que estemos en este embrollo. Escuche que si yo me hubiera negado tú no habrías tenido que casarte conmigo.

 

 

Lo había oído de mi padre al menos un día antes de que ellos llegaran a la mansión. Yo no sabía que se me estaba permitido negarme, y por eso había aceptado. En parte también porque creí que si me negaba estaría haciendo sentir mal a la joven prospecto. Si hubiera sabido que sería alguien tan vivaz y rebelde como ella no hubiera pensado ni dos veces en negarme, Marceline era fuerte y difícilmente se entristecería por haber sido rechazada.

—   No te pido perdón por esto, es más agradezco que hubieras aceptado. Terminaste agradándome, y además si no hubieras sido tú habría sido otro.

 

—   ¿Entonces por qué te disculpas?

 

—   Porque hallas tenido que casarte conmigo, una mujer a quien ni amas.

 

—   Lo mismo es para ti, pero no importa. Te aprenderé a querer.

 

—   Gracias.

 

Fueron sus últimas palabras antes de caer en la inconciencia del sueño. Yo a diferencia de ella tarde mucho en intentar dormir y cuando vi que simplemente no lo lograría me deslice hacia las afueras del cuarto rumbo a la cocina.

Quizá la amargura había hecho que terminara buscando las bebidas antes que la comida, cuando iba a mitad de una botella de vino Marshall apareció

Su cara al verme fue la misma que hizo cuando me vio entrar a la biblioteca hacia dos días.

 

—   Vaya pero si es el novio. ¿Qué no deberías estar plácidamente dormido?

 

La rabia o el vino, quizá ambos hizo que actuara de la forma en la que lo hice, tomé a Marshall del brazo y lo moví tan bruscamente hacia la pared que termino golpeándose con esta, cuando iba a reprochármelo se lo impedí.

Lo besé, no sabía si lo estaba haciendo bien o mal, sólo sabía que quería hacerlo, debido a la acción tan repentina Marshall no reaccionó sino hasta segundos después. 

La forma no fue exactamente la que esperaba.

Sentí sus brazos rodearme los costados por un momento, luego sus manos ascendieron por mi espalda hasta posarse por debajo de mis omóplatos, las posiciones terminaron cambiando en un brusco movimiento de su parte, sentí mi espalda tocar la pared momentos después, Marshall había empezado a desabotonarme el pijama y su rodilla se posicionaba en mi entrepierna.

Aturdido por el desenlace de los acontecimientos empecé a preguntarme si era verdad lo que estaba pasando o si sólo era un sueño. La respuesta vino a mí cuando Marshall dejo de besarme para pasar a morder mi pecho.

La mordida más que causarme dolor me provocó placer y un sonido ahogado salió de mi boca.

 

—   Bueno, me halaga la reacción.

 

—   Eso… yo- no- es decir-

 

—   Gumball has silencio.

 

—   No… esto… esto no está bien. Debemos… debemos parar.

 

Me di cuenta de que mis palabras habían caído en oídos sordos cuando Marshall en lugar de tomar distancia termino por acercarse más.

Su pecho estaba frío ahí donde no llevaba puesto la parte superior de su pijama pero su aliento era tibio.

 

—   ¿Por qué?

 

—   ¿Cómo que por qué? — Pregunte con brusquedad ante su tonta pregunta.  — Porque… porque soy un hombre casado, porque la mujer con la que me case es tu hermana, porque eres mi cuñado y porque ambos somos hombres. ¿Te parece razón suficiente?

 

—   No pareció importar cuando decidiste besarme.

 

—   Eso… yo no era yo, pero ahora sí soy yo.

 

—   Tú no quieres a mi hermana, me quieres a mí.

 

No halle que contestar, era cierto. A su hermana la apreciaba pero lejos de llegar a ser amor el deseo que sentía por Marceline era el mismo deseo que podía sentir un hermano hacía su hermana, era un deseo de protección.

A Marshall lo deseaba como hombre y quería que él me deseara de igual forma.

 

—   Lo siento.

 

—   No tienes porqué disculparte.

 

Marshall acuno mi rostro en sus manos y mi mira fue forzada a posarse en él, es tan alto a pesar de ser tan joven.

 

—   No deberíamos… — Intente persuadirle pero él me mando a callar.

 

—   Lo que pase ahora será mi culpa. — Sus manos, quietas hasta ese momento, dejaron mi rostro para tomar mis muñecas. —Tú serás simplemente alguien que fue arrastrado al juego de este niño. Eso será todo.

 

 

Ese día, el día de mi boda, en lugar de pasar la noche en cama de mí esposa la pase en cama de su hermano.

Marshall y yo habíamos terminado en su cama después de habernos percatado de que la cocina no era un lugar adecuado para lo que íbamos a hacer esa noche.

Yo sabía que quería eso, pero la parte racional me incitaba a negarme. Pese a todo mi conciencia termino siendo acallada cuando el cuerpo de Marshall se posó sobre el mío; su cuerpo no era para nada el de alguien de 18 años, Marshall era esbelto y se ejercitaba, toda su familia era alta lo cual había hecho en él aparentar más edad de la que en realidad pudiera tener.

 

—   ¿Te duele? — Me pregunto al oír un sonido amorfo salir de mi boca.

 

A pesar de que yo estaba completamente desnudo Marshall llevaba todavía los pantaloncillos del pijama y no parecía querer quitárselos. Sus dedos habían ido introduciéndose en mí poco a poco hasta que sentí tres extremidades suyas dentro, desde el segundo dedo todo había sido nubloso y raro. Yo trataba de acallar mis gemidos pero uno que otro se lograba escapar y cada que eso pasaba él me preguntaba lo mismo.

 

—   N-no… es sólo… es sólo que se siente raro.

 

—   Cuando deje de doler lo haré.

 

Por sobre mi pecho podía verle meter y sacar sus dedos dentro de mí lo cual hizo que mi cuerpo se estremeciera, era una vista muy erótica para mis ojos. Estaba siendo paciente y tranquilo lo estaba haciendo delicadamente para no lastimarme lo cual simplemente hacía que le deseara más y más.

Termine rogando.

 

—   Hng, yo… yo quiero… — Pose mi mano en mi boca acallando un gemido y buscando una forma de transmitirle mi deseo. Él pareció entender.

 

—   ¿Estás seguro? — Pregunto, a la par que sacaba sus dedos, yo asentí. No sabía si dolería o no, Marshall era tan inexperto como yo.

 

La primera penetración vino acompañada de un dolor agudo y un gemido de dolor, Marshall se detuvo al escuchar lo segundo. A pesar de haberle dicho que estaba bien pareció dudar.

EL proceso de aceptación fue doloroso, mi cuerpo se negaba a aceptar al intruso que con brusquedad entraba y salía de mí, en cada penetración sentía un dolor agudo recorrerme el cuerpo como si fuera electricidad.

 

—   Esto no está funcionando. — Fue lo que dijo antes de cambiar de posición. Marshall detuvo el acto para girarme por completo hasta que quede de espaldas a él. — Párate sobre tus brazos y piernas.

Lo hice, fue vergonzoso estar expuesto así ante él pero cuando volví a sentirle invadir mi cuerpo el dolor ya no estaba, se sentía muy placentero. El ser tan consiente de él entrando y saliendo de mi cuerpo me hacía estremecerme de solo sentirle, fue así como poco a poco mis gemidos empezaron a ser más sonoros. Cuando intente acallarlos recordé que sólo habíamos tres personas en esa parte de la casa.

Los brazos me fallaron y termine enterrando mi rostro en sus almohadas, lo cual fue una mala idea.

Todo ese cuarto era él, olía a él y se sentía como él. Seguimos de esa forma por un rato hasta que empecé a quejarme.

 

—   No… no… n-así no… quiero… quiero verte.

 

Le sentí inclinarse lo suficiente hasta llegar a mi oído, me gire para verle. Cosa que arreglo las cosas para él, con una de sus manos tomo mi rostro y se acercó a mis labios, la muestra de afecto que sentí fue mucho más efusiva de la que yo había empezado, Marshall no me besaba, me comía. No lo entendí hasta unos minutos después; esta sería la única noche que estaríamos así, yo era su cuñado y mi esposa su hermana. Su amada hermana.

Me moví de forma en la que estuviéramos cara a cara, Marshall sorprendido por la rapidez sólo atino a tomarme de las caderas; termine sentado encima de él, moviéndome para poder seguir sintiéndole. El dolor inicial había desaparecido para dar paso a un placer inexplicable y unas ganas incontenibles de seguir teniendo sexo con él.

Enrosque mis brazos alrededor de su cuello y me acerque para seguir el beso de hacía unos momentos, para este momento en su cuerpo empezaba a notarse una fina capa de sudor que me imagine estaba igual en el mío.

Sentí el abdomen de Marshall tensarse, y después de eso me encontré con la espalda en el colchón, él se irguió y tomo mi pierna izquierda; su mejilla se posó por un momento en ella hasta que le vi besar ahí donde su manos tomaba mi pie.

No soporte más y termine antes que él.

Marshall sonrió. Se inclinó hacia mí y justo en mi pecho mordió. Me queje pero le sentí besar donde había mordido y luego lamer. Una vez echo eso, hablo.

 

—   Mierda… yo todavía no.

 

Estaba sobre mí, los cabellos negros le caían por el rostro y parecían brillarle más, los que no estaba balanceándose sobre mi vista periférica estaban pegados a su frente debido al sudor. Y su cara estaba

 

—   Está… está bien. Sigue hasta que llegues.

 

Marshall volvió a besarme, pero esta vez fue un beso tan delicado que me pareció imperceptible. El acto siguió sólo unos momentos después, supe por su expresión y el estremecer de su cuerpo que había acabado dentro de mí.

Si estuviera en mis cinco sentidos me hubiera parecido asqueroso, pero en ese momento lo único que atine a hacer fue jalarle para que me siguiera besando.

Marshall y yo hablamos hasta que le dije que tenía que regresar a mi cuarto. No podía amanecer en el cuarto de mi cuñado después de la noche de bodas, la gente empezaría a hablar.

Al bañarme noté el semen escurrirse por mis piernas y me percaté por vez primera de las marcas de hematomas en mi cuerpo. Marshall se había ensañado en mi pecho principalmente. Decidí pues que no me quitaría el pijama en todo el día y usaría ropa que no dejara que se vieran.

Al día siguiente no podía moverme de la cama, me sentía adolorido y cansado, Marceline no insistió en el asunto.

Marshall no apareció. Ni ese día ni el siguiente, cuando físicamente pude levantarme y andar por la casa noté que él no estaba en ninguna parte. Supe por la servidumbre que había partido a su casa dos días antes, el día después de ‘eso’.

Pregunte a Marceline el por qué pero ella tampoco sabía y yo no quería preguntar más.

Un mes después Marceline y yo nos cambiamos a la que sería nuestra casa, ella se hizo cargo de la decoración y yo sólo le daba el dinero, por la noche dormíamos juntos pero eso era todo.

 

—   Te ves decaído. — Menciono un día. — Sé que no soy la mejor esposa pero no es para que te veas tan miserable.

 

Recuerdo haber reído ante eso y después tomarle sus manos entre las mías.

 

—   No es por ti. — Fue todo lo que le dije.

 

—   Lo sé. — Me contesto. Y después dijo algo que me heló el cuerpo entero. — Es por mi hermano ¿No?

 

—   ¡¿Tú… cómo?!

 

—   No es como si no lo supiera, es mi hermano y tú eres muy obvio. No pongas esa cara, no te lo estoy reprochando ni nada.

 

—   ¿Desde cuándo?

 

—   Me percate de Marshall dos semanas después de haber llegado, aunque creo que los sentimientos empezaron a aflorar desde la primera, fue por eso que empecé a ir yo a las citas en lugar de mandarlo a él. De ti fue como una semana antes de que nos casáramos, no había dicho nada porque creí que si no le correspondías a mi hermano entonces tarde o temprano se rendiría. — Una muchacha de la servidumbre trajo unas tasas de té, Marceline bebió un poco antes de seguir. — Y creí que lo había hecho hasta que el día de nuestra boda cuando desperté en la madrugada me percaté de que no estabas, me preocupe y salí a buscarte.

 

—   ¿Nos escuchaste?

 

—   Efectivamente, mira que ustedes fueron ruidosos. Tuvieron tanta suerte de que esa vez el ala estuviera completamente despejada.

 

 

Sentí mi cara enrojecer hasta mis orejas, supe que efectivamente me había puesto como tomate cuando Marceline se rió.

 

—   Lo siento. — Pronuncie. Estaba tan avergonzado. — Salir a buscar a tu esposo y darte cuenta de que este está en la cama de alguien más. Y que ese alguien sea tu hermano.

 

—   No importa. — Marceline resto importancia con un movimiento de manos. — Ese chico, lo deje porque fue la primera vez que le vi siendo serio con alguien. Mi hermano es muy sarcástico y tiene a no ser serio con nadie. Por eso se decidió que la que se casara fuera yo y no él, él es mucho más entregado que yo en lo que a la casa se refiere pero con relaciones simplemente es muy arisco. Así que cuando lo vi tan enamorado de ti simplemente lo deje.

 

La charla tomo otro curso. Nunca más volví a ver a Marshall y tampoco quise saber de él, sabía que cualquier cosa que tuviera que ver con su persona simplemente me haría desear verle.

Cuando había fiestas por alguna fecha importante él no venía y cuando era en su casa yo no iba, simplemente siempre había una excusa.

Jamás hubo un intento de su parte por verme y tampoco por parte mía, ambos comprendíamos que eso era lo mejor.

Con el paso del tiempo aprendí a querer a Marceline, no como quise a Marshall sino que simplemente aprendí a ver belleza en cada acción suya, tuvimos un hijo al que llamamos Finn, Finn fue hijo único porque tanto Marceline y yo sabíamos que habíamos tenido relaciones para mantener feliz a nuestras casas. Finn creció sabiendo que solamente tenía un tío y que era por parte de su madre, a ese tío solo lo veía cuando iba a casa de sus abuelos maternos.

Constantemente me repito que si existiera la vida más allá de la muerte, me gustaría volver a conocerle.

Me gustaría que las cosas fueran diferentes, y que, por sobre todo, él volviera a quererme; porque sé que yo lo haré.

 

Notas finales:

Ya saben que me gusta saber sus opiniones, así que espero me dejen reviews :)


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