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En mi pueblecito pesquero por Makechuta

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Notas del capitulo:

Hace muchooooooo muchooooooo tiempo que subí el primer capítulo de este fanfic. Recomiendo que volvaís a leer el primero para no olvidar ningún detalle. La verdad es que lo comenzé con mucha ilusión, pero al ver que tenía pocas visitas y ningún comentario lo dejé. Poco después tuve comentarios que pedían que lo siguieran y que les gustó mucho. Eso me llenó de ilusión y me dio fuerzas para seguirlo. Muchas gracias. ¡¡¡Sois l@s mejores!!!

Miraba la habitación asustado. Mi cuerpo se encontraba bocabajo en una cómoda cama de hospital. Mis caderas dolían sobremanera, y mi vista estaba totalmente cansada. Mi brazo estaba enchufado a una máquina que me portaba el suero. También, indicaba que mis latidos y temperatura corporal estaban en los indices adecuados. Las paredes eran blancas y sobre mí había un gran crucifijo. Súbitamente la puerta se abrió. Un hombre que portaba una bata blanca y con un gran bigote atravesaba el umbral de la puerta acompañado de Kouen. Este me miró, pero instintivamente desvié la mirada. Temía que nuestras miradas se cruzaran, tal vez por pavor o por deshonra.


 


-¿Cómo estás, Alibaba?-sonrió el médico de manera muy amable. Seguramente estaba intentando transmitirme seguridad y confianza.


No articulé palabra alguna. Estaba totalmente cohibido por lo sucedido horas antes en mi piel. No quería recordarlo y volver a pasar por ello.


 


-Tranquilo-Kouen comenzó a deslizar su mano por mi cabello, acariciándome. Mi corazón latió acelerado-. Está un poco nervioso, él es así-miró al doctor.


 


-Oh, ya veo-aclaró su garganta-. Alibaba, no te angusties-me miró con una sonrisa aún más amplia-. Kouen me ha dicho lo que pasó, no temas. Es algo común.


 


¿KOUEN LE CONTÓ LO QUE SUCEDIÓ? Eso me puso muy nervioso. No podía creer que hubiera sido capaz de contar una cosa así. No tenía bastante con mandarme al hospital sino que ahora, también, le gustaba humillarme. Estuve a un ápice de echarme a llorar. No podía soportarlo más. El dolor, a Kouen y la angustia.


 


Mi madre, repentinamente, entró a la habitación. Su cara mostraba una gran preocupación y tenía unas ojeras horribles.


 


-Mi amor-dijo desazonada y con sus manos sujetó mis cabeza. Besó mi frente-. ¿Cómo estás?-dijo al borde de la lágrima-. Kouen me ha contado todo lo que ha pasado.


 


-¡¡¡¡¿Qué?!!!! ¿Kouen también te lo ha contado?-estaba totalmente indignado. Miré a Kouen, por primera vez, muy enfadado. Enseguida se percató de que lo contemplaba con asco.


 


-Si-me miró severo-. Les conté lo de tus hemorroides.


 


-Mi amor-me miró mi madre aún muy preocupada-, es una suerte que Kouen estuviera hablando contigo en el momento que te desmayaste. ¿No crees?


 


Realmente no entendía muy bien lo que estaba sucediendo. No entendía muy bien lo que Kouen había contado. Normalmente, no solía entender muchos sucesos y no me interesaba por ellos. No obstante, no entender lo que mi madre creía, lo que Kouen había inventado, y no entender el porqué Kouen había hecho todo lo que hizo provocaba que me llevaran los demonios.


Supuse que solo debía limitarme a fingir que lo entendía.


 


-Si-miré a mi madre-. Lo creo así.


 


-Me alegro, amor-inclinó su cuerpo y besó mi frente, de nuevo.


Mientras eso daba lugar miré a Kouen. Él me miró a mí. Bajo aquella tenue luz, sus ojos mostraban frialdad y dureza. Por primera vez sentí lo alejados que estábamos. No como tiempo atrás, él y yo solíamos ser cercanos:


Su hermana Kougyoku era y será siempre mi mejor amiga. Desde bien pequeños gastábamos nuestro tiempo juntos. Por ende, visitaba mucho la casa de los Ren. Algo que no me molestaba en absoluto. Era la casa más grande de todo el pueblo, llena de antigüedades y riquezas muy valiosas. A medida que fui creciendo el interés por aquella casa, detrás de la gran colina, crecía conmigo. Me maravillaba. Tanto las múltiples estanterías dentro de la gran biblioteca de Kouen, el salón de baile, el gran jardín o todos los dormitorios personalizados. A mi parecer eso era un gran palacio dentro de mi pueblecito pesquero.


Pero claro está, yo solo era un invitado de Kougyoku. Apenas podía gozar de aquellas majestuosas pertenencias. Únicamente de vista. Puede que para un Alibaba de siete años fuera más que suficiente. Hasta que un día una persona que le permitió entrar al mundo que se hallaba dentro de la gran mansión.


>>Simplemente estaba jugando al escondite. Kougyoku estaba contando y yo debía esconderme. Pase por la biblioteca. Una de sus puertas estaba abierta, cosa que no solía suceder muy a menudo. Asomé mi pequeña cabeza, tímidamente, por el umbral. Todo estaba lleno de libros, de todos los colores y formas. Rojos, azules. Distintos géneros y una gran diversidad de autores. Las paredes podían tener más de tres metros. No había un espacio en el que no hubiera una librería cargada de libros. Cada ciertos metros había una escalera, que permitía el acceso a cada uno de los libros. Por otro lado, el suelo era de un mármol rojizo. Sobre él se posaban numerosas mesas de roble, muy largas y anchas. Las cuales estaban acompañadas de sillas del mismo material. El techo tenía varias lámparas de un verde cristal. La sala era increíblemente enorme. Probablemente en el pasado fuera otro salón de baile que se había transformado para saciar deseos literarios.


 


-Eh, Alibaba-curvó sus labios-, ¿por qué no pasas aquí conmigo?-preguntó condescendiente.


Probablemente hubiera notado la ilusión que sufrían mis ojos.


 


-Estoy jugando al escondite-respondí con mi joven voz aguda-. Koumei nos prohibió jugar aquí-continuaba parado en la entrada.


Se levantó y se dirigió a mí, caminado. Me tomó en sus brazos.


 


-No le hagas caso a Koumei, hazme caso a mí. Debido a que yo soy el hermano mayor-forzó una sonrisa nuevamente.


Las partes de mi cuerpo que estaban siendo tocadas por las suyas me ardían. En mi cuerpo sentía un cosquilleo cual haces algo verdaderamente emocionante. No podía apartar la vista de su hermoso rostro, imberbe por aquel entonces. A partir de ese momento siempre que estaba próximo a él aquellas sensaciones surgían, y cada vez con más fuerza.


 


-¿No se va a enfadar?-estaba algo asustado y temía porque estaba desobedeciendo, algo que era impropio de mí. Lo que agravaba el remordimiento.


 


-Ya te he dicho que no-acaricio mi cabello y su sonrisa se volvió cálida. Por primera vez me sentí cercano a Kouen, a pesar de todas las veces que lo había visto. Me sentó en la silla que estaba junto a él. Se acercó a una de las estanterías y señaló los libros-. ¿Qué es lo que te gusta leer, Alibaba?


 


-Mis favoritas son las historias de aventuras-le sonreí un poco más seguro con todo.


 


-Oh, ya veo-sacó unos cuantos libros. Se sentó mi lado. Me mostró su portada-. ¿Por cuál prefieres empezar?


 


-Por este blanco-señalé-. Es mi color favorito.


 


-No deberías juzgar un libro por el color, sino por la historia y por lo que transmite. También debes hacer lo mismo con las personas-su rostro era severo, como siempre.


No entendía lo que me quería decir. Solo era un pequeño con siete miseros años de vida. Mas, esa no fue la última lección que aprendí de Kouen. Después de ese día comencé a ir mucho a la biblioteca que me tenía enamorado con el hombre que más tarde me enamoraría.


 


-¿Alibaba estás aquí?-preguntó un poco enojada mientras sacudía mi cabeza.


 


-Si-dije recatado-. Solo pensaba.


 


-¿En qué, mi amor?


 


-En un mal cuento de hadas que un día se hizo realidad.


-.-


 


Una vez me dieron el alta, Kouen, mi madre y o nos dirigimos hacia nuestra casa. Aún estaba nervioso por la presencia del pelirrojo. Aún no entendía como había pasado todo eso. Y aún no entendía las intenciones de Kouen.


Mi madre sacó las llaves de su pequeño bolso blanco(a juego con su vestido) y abrió la puerta trasera de la cocina. Inesperadamente Kouen me cargó. Uno de sus brazos sostenía mi espalda y el otro procuraba de sostener mis piernas.


 


-¿Qué se supone que estás haciendo?-le pregunté muy molesto.


Me veía como una damisela en apuros, algo que no me gustaba en absoluto, y remarcaba más , si cabía, la humillación por la que estaba pasando.


 


-Voy a cargarte por las escaleras-me desafió con la mira y comenzó a subir con máxima velocidad.


 


-¿A qué a venido eso?-estaba totalmente desconcertado y apurado.


 


-El médico ha dicho que no camines en unos días. Y vamos a hacerle caso.


Fruncí el ceño. Realmente era horrible todo aquello.


Mi madre comenzó a subir las escaleras mientras que sacaba de su bolso una pequeña caja. La abrió y comenzó a inflar su contenido. Era un flotador rosa con un estampado de bob esponja. Realmente no daba crédito a todo lo que estaba teniendo lugar.


 


-¿No había otro más infantil? Esto no puede ser verdad-me llevé las manos a la cabeza, disgustado y con un poco de ansiedad.


 


-Hijo-decía mientras seguía inflando-, no es nuestra culpa que cagues de esa forma. Solo te estamos ayudando-dio el soplo final-. Hala, ya está. Aquí tienes-colocó el flotador sobre el verde sofá que estaba en la sala de estar. Acto seguido, Kouen me sentó delicadamente sobre él.


 


-Gracias-les dije a ambos con seriedad.


 


-Voy a preparar algo para almorzar-miró su reloj-. Ya son pasadas las tres. Debéis de estar hambrientos.


 


-Por mí no te molestes, Anise. Yo me marcho.


 


-Insisto en que te quedes. De hecho es una forma de agradecerte lo que has hecho por mi hijo-curvó sus labios con inocencia y simpatía. Y mucho desconocimiento, ya que si supiera lo que realmente había provocado Kouen en mí no lo tratará con tanta dulzura.


 


-Si insistes de esa forma no haré el feo de marcharme. Me quedaré en vuestra mesa. Muchas gracias.


 


-No tienes que ser tan educado-sonrió nuevamente-. Ahora quédate con Alibaba. ¿Si?


 


-Claro-respondió el pelirrojo con una sonrisa que apenas parecía ser forzada, pero yo sabía que estaba fingiendo.


Mi madre se marcho a la cocina. Cerró la puerta.


 


-¿Se puede saber que has inventado?-miré al frente, temía mirarlo cara a cara.


Se sentó junto a mi y comenzó a acariciar mi cabeza. Comencé a temblar.


 


-Alibaba, relájate. No voy a hacerte nada. ¿Es que ya no confías en mí?


 


-Exacto. Deja de tocarme y dime que excusa has puesto.


Paró como le indiqué. Continuaba mirándome, muy próximo a mí.


 


-Pues les he dicho que me llamaste a mitad de la noche porque te encontrabas mal. Que repentinamente te desmayaste y que fui a buscarte. Les conté que entré a tu cuarto sin permiso porque tuve un mal presagio. Que cuando llegué hasta ti estabas desmayado entre sangre. Y ahí fue cuando busqué a tu madre y te llevamos al hospital


 


-Entiendo. Entiendo cuán falso puedes llegar a ser.


 


-¿Hubieras preferido que les contara a todos la verdad?


 


-Pues la verdad es que no-admití dubitativo-. Ahora, prefiero que me cuentes como pasó en realidad.


 


-Justo después de que tuviera lugar en tu cama “aquella acción”, recuperé la sensatez...


 


-Algo tarde, ¿no te parece?-me crucé de brazos mientras lo miraba muy ofendido.


 


-Niño, no me interrumpas-tosió-. ¿Por dónde iba? ¡Ah, sí! Verás...


>>Yo salí muy arrepentido de tu habitación. Realmente lamentaba todo lo que había tenido lugar hacia unos instantes. Me dispuse a bajar a la cocina para coger algo para los dos. Tomé dos vasos, un tetabrick de leche, cereales, galletas, dos cucharas y un bol. Me limité a subir rápidamente para que tu madre no nos pillara. En mi cabeza repasé varias veces las palabras que debía pronunciar para pedirte perdón. Pero cuando entré a tu cuarto una gran angustia me invadió. Tu tez era pálida y todas las sábanas estaban manchadas de sangre. Todo lo que llevaba encima cayó al suelo. Los vasos se rompieron, mas no me importó. Fui enseguida a tu vera. Posé mis manos en tu rostro, era caliente y estaba envuelto en sudor. Seguías vivo pero la sangre continuaba corriendo. Me desesperé. <<Alibaba, despierta>> Gritaba desolado. Comencé a pensar con la cabeza fría, como normalmente solía ser. Rompí parte de mi manga y te tracé un vendaje de urgencia en el trasero. Escondí las cosas bajo tu cama y salí disparado a llamar a tu madre. La desperté, ¡y por poco se muere del susto! Te llevamos al hospital. Le mentí. Le dije que me contaste que tenías problemas de hemorroides y diarrea, y que te daba vergüenza contárselo a alguien más. Le dije : <<He llegado a la conclusión, de que la diarrea que ha sufrido ha desencadenado todo esto>>. Al médico le conté la misma milonga, también me creyó. Supongo que en este pequeño pueblo no ha habido muchos desgarres anales debidos al sexo homosexual. Por lo que no tendrá la experiencia.


 


-Ya veo-dije totalmente consternado por sus palabras. Aunque no sabía el porque. Tal vez fuera por mi mismo, o por él.


 


-Alibaba-tomó mi mano y me miró a los ojos-, perdóname. Yo nunca quise causarte daño alguno. Yo... yo... aquella noche estaba mal, realmente mal. Fui hasta ti para buscar tu consuelo. No para provocarte ningún daño corporal o emocional-apartó su cabeza en mi hombro y yo lo abracé-. Incluso he llegado a poner tu vida en peligro, soy despreciable.


 


-No, no lo eres-comencé a oler su cabello. Rojo como el infierno y suave como el mismo cielo. A pesar de todos lo pensamientos negativos que había tenido de él durante la mañana, todo se había esfumado en un segundo. Realmente estaba prendado de él. Una sola palabra suya podía dominarme por completo.


 


-Alibaba-él comenzó a acariciar mi melena. Sus labios estaban muy próximo a mi oído izquierdo, lo que me producía un pequeño cosquilleo-, yo nunca podré perdonarme el daño que te he hecho. Quiero recompensarte, déjame volver a intentarlo.


Separo su cabeza de mi cuerpo para poder mirarme directamente a los ojos. Yo asentí tímidamente. Coloqué mis manos en su nunca y le sonreí. No entendía muy bien lo que estaba pasando. Él comenzó a mojar sus propios labios con la lengua. Después, sin que yo lo esperara me robó un beso. Y con aquel beso inesperadamente robado, me robó por completo el alma.


 

Notas finales:

Espero vuestra opinión en los comentarios. Nos leemos próximamente. Espero que les haya gustado. Besos!!


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