Las antorchas ardían intensamente en los corredores del castillo, era la única luz que lo iluminaba, no había ventanas que dejaran entrar ni el más mínimo soplo de viento en esa oscura noche de invierno, ni se escuchaba más ruido que los pasos de la princesa que caminaba despreocupada por todo lo largo del pasillo, sabía que esa noche irían por ellos, intentarían derrotarlos y quitarles todo, pero ella no estaba preocupada, sabía que su padre, el gran rey Zagreb, tenía a los mejores guerreros y hechiceros que derrotarían a los que intentarán oponerse, como siempre lo habían hecho, se detuvo un momento en el pasillo y sonrió
-¡No podrán vencernos nunca!-gritó al vacío corredor estirando los brazos hacia ambos lados y luego rió fuertemente, pero casi inmediatamente su risa se vió interrumpida por un fuerte dolor en el pecho, la princesa se llevó ambas manos a donde estaba la herida y sintió una espada que se clavaba muy al fondo, mientras un hilillo de sangre salía de su boca.
Delante de ella estaba un hombre joven de pelo claro que la miraba burlonamente, sujetaba la espada que la atravesaba con la mano derecha y en la izquierda sostenía una segunda espada idéntica a la otra.
-Ahí es donde te equivocas “princesa”-dijo al momento que sacaba la espada de su pecho velozmente.
La princesa, que había estado mirando al pasillo todo el tiempo no lo había visto un momento antes, a pesar de la intensa luz de las antorchas que alumbraban todo el frío corredor de piedra, el hombre se alejó de la princesa caminando con su espada aún cubierta de sangre mientras está lo seguía con la vista y se llevaba una mano a la herida mortal, sujetándola fuertemente, como si así pudiera detener el sangrado, al momento que se desvanecía lentamente en el duro piso, lo último que vio antes de cerrar los ojos para siempre fue un ejército de hombres surgiendo de la nada, apareciendo en los pasillos y llegando de ningún lado, era como si en sólo un segundo hubieran aparecido ahí como fantasmas vengativos, todos con sus armas en alto.
Dewitt, que era el nombre del chico de pelo claro, estaba limpiando su espada que aún tenía la sangre de la princesa recargado en la pared de piedra, mientras escuchaba los pasos de los otros llegando por atrás, era un ejército enorme de hombres que habían entrenado durante años, a escondidas para ese día.
-¡Eh, Dewitt! ¿Ya te has encargado tan pronto dela princesa?-gritó un hombre de las filas delanteras, llevaba como todos una armadura de hierro, cubierto de un hechizo que les permitía que no se congelaran y tenía un gran mazo recargado en el hombro derecho.
Dewitt sonrió, ese día sería recordado por generaciones como aquel en el que al fin habían derrocado al rey Zagreb, aquel que había atemorizado al reino entero por generaciones, la magia que había usado en sí mismo le había permitido a él y su familia vivir por décadas y nadie se había atrevido nunca a desafiarlo, pero esta vez era diferente, esta vez venían preparados y sabía que ganarían porque al fin habían descubierto su punto débil, levantó su espada, la que aún tenía unas pequeñas manchas de la sangre de la princesa mientras todos se reunían y gritó:
-¡Luchen con sus vidas señores, el día en que derrotaremos a Zagreb al fin ha llegado!
Todos en unísono hicieron un grito de guerra y atacaron el castillo