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¿Esto es amor verdadero? (En proceso de edición) por Princesa de los Saiyajin

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Notas del capitulo:

Hola, ¿cómo están? Sé que me quieren matar porque mi última actualización fue hace varios meses, pero tengo la excusa perfecta.

En mi país está la tradición de los XV años, y tuve mucho estrés con los preparativos, estaba muy limitado mi tiempo a la organización del evento y a hacer la tarea.

Además, como estoy en tercer año de secundaria, necesitaba estudiar para el examen de admisión a la preparatoria, y de eso me encargué los meses restantes (abril, mayo, junio).

Actualizaré todos mis fics entre hoy y mañana, en verdad estoy muy arrepentida por mi ausencia.

Sin más, les traje el capítulo que tantas personas ansiaban (¿a quién engaño? Nadie sigue mi fic T^T)

 

 

8

Sólo te amo a ti...

 

 

***

—James… te amé tanto, pero ahora amo a Antonio… Y lo estoy lastimando porque no puedo corresponderle completamente…—decía Alex de pie frente a una lápida, en la cual estaba escrito: “Aquí yace James Mitchell, un gran hijo, amigo y hermano”.

El viento soplaba con fuerza, el cielo estaba completamente cubierto por grisáceas nubes. El pasto se movía hacia la misma dirección que las corrientes de aire. Y unas cuantas gotas de agua fueron cayendo, para aumentar de intensidad esa lluvia. Sin embargo, al pelinegro no le importaba que se estuviera empapando. Una sombra apareció frente a él, para después aclararse y convertirse en la imagen de un chico.

—¿J-James?—murmuró atónito.

—Sí, soy yo, amor… Debes dejarme ir…—dijo con voz suave y serena.

—No puedo hacerlo…

—Claro que puedes… Yo estaré bien. Pero si no arreglas las cosas con Antonio, lo perderás. A mí me perdiste de una manera inevitable, pero con él las cosas sí pueden funcionar… Sé feliz. Ámalo y demuéstraselo… Prométeme que se amarán…

—Yo…

—Prométemelo.

—Yo… yo prometo que lo amaré .y lo cuidaré… Gracias por todo, James…—fue lo último que alcanzó a murmurar antes de que todo su ambiente y ese entorno se perdieran en una especie de vacío…

***

 

 

—Ah—despertó sobresaltado. Estaba completamente solo en la cama, y la luz del sol entraba por la ventana. Se fijó en el reloj que estaba colgado en la pared, y pudo ver que aún era temprano. 

Se levantó de la cama, y salió de la habitación de su hermana. Bajó a la cocina, y pudo verla comiendo galletas. Pero no sólo eso, sino que su padre estaba frente a ella sentado y leyendo el periódico. Con una seña, le dijo a ella que lo siguiera, y así lo hizo. Subieron hasta la alcoba de él.

—¿Qué te pasa?—preguntó viéndolo algo confundida. Su rostro aún tenía esas marcas de pelea.

—Iré y le demostraré lo mucho que lo amo. James fue una parte importante en mi vida, y jamás lo olvidaré; pero debo continuar mi vida—dijo con una sonrisa.

—Me alegra que lo hayas entendido al fin—dijo con una sonrisa. —Por favor, ya deja de comportarte como un idiota. Arréglate y ve con Antonio—dijo y caminó a la puerta, para abrirla. —Yo entretendré a Mike—dijo y salió.

Bajó a la cocina, para seguir desayunando bajo la mirada de ese hombre. Sonreía un poco, ya estaba pensando cómo qué cosas decirle o hacerle para distraerlo durante tantas horas, o al menos las suficientes como para que su hermano arreglara las cosas. Minutos después bajó Alex; estaba vestido con pantalones de vestir color negro, zapatos de ese color, y una camisa blanca con los tres primeros botones desabrochados. A pesar de que prefería mil veces más andarse en ropa deportiva, sabía que este asunto era muy importante y debía vestirse lo mejor posible sólo por tratarse de su hermoso español.

—Saldré—dijo y se fue, dejando a padre e hija solos en la mesa.

Ella esperó unos minutos, en los que terminó de comer. Se puso de pie, y caminó hacia el refrigerador. Se sirvió en un vaso jugo de naranja y lo colocó sobre la mesa. Pero, a propósito, hizo que se cayera y pareciera un accidente; el líquido se esparció por toda la superficie, llegando hasta el hombre y mojando el periódico que tenía apoyado sobre ésta.

—Ups, fue in accidente—dijo mostrando inocencia. Sabía que ella sería quien terminaría limpiando todo, pero era algo que siempre hacía, por tanto debía aprovechar la oportunidad.

—Enana malcriada—dijo mientras se ponía de pie y movía los brazos de arriba abajo, intentando escurrirse el jugo que le cayó.

—Pero no fue mi intención—dijo con el mismo tono, aunque por dentro se estaba mordiendo la lengua para no soltar una carcajada.

—Hmp…. Me cambiaré e iré al bar. Tú limpiarás todo y me lavarás toda mi ropa sucia—le ordenó mientras salía de la cocina muy molesto, dispuesto a irse a su habitación.

Una vez lejos, ella sacó de su bolillo su teléfono celular, para después marcar un número.

—Contesta…—murmuraba mientras movía su pie de arriba abajo, con un poco de desesperación.

—Diga—se escuchó una voz masculina, se oía cansada, como si lo hubieran despertado.

—Logan, necesito un favor—dijo mientras se asomaba sigilosamente por la puerta, cerciorándose de que el hombre no vinera.

—A- Alice… sí, el que quieras—dijo con una voz algo nerviosa, que la extrañó un poco, pero decidió dejarlo pasar ya que no tenía tanto tiempo.

—Vives cerca del bar, ¿verdad?

—Sí, ¿por qué?

—Podrías asegurarte de que la “rata” vaya. Y en caso de que no llegue, avísame. ¿Sí?

—Ah, era eso—se escuchó decepción. —Sí, yo te aviso.

—¿Pasa algo?

—No nada—dijo y se escuchó un bip.

—Me colgó—dijo mientras veía la pantalla. Escuchó pasos acercarse, así que guardó el aparato y tomó un trapo, para empezar a limpiar.

—Ya me voy—dijo y se fue.

 

 

 

*****

Alex caminaba por las calles, viendo al suelo. Estaba muy pensativo, tenía que elegir las palabras correctas para disculparse con Antonio. Las chicas que pasaban cerca de él le coqueteaban, sin duda alguna se veía muy apuesto, pero él las ignoraba, ya había alguien en su vida y no lo dejaría por nada en el mundo. Vio a un hombre vendiendo rosas, así que se acercó a él.

—Disculpe, ¿cuánto cuesta el ramo?—preguntó.

—Pues depende de cuántas rosas quiera—dijo y les echó un poco de agua. Tenía un pequeño puesto, por así decirlo; sus flores las tenía sobre una mesa, apiladas por color.

—Veinticuatro rojas—dijo mientras sacaba su cartera.

—Adivinaré. La regaste con tu novia—dijo mientras tomaba las flores con cuidado.

—Algo así—dijo. No, no estaba diciendo que Antonio era chica, pero tampoco podía ir por toda la ciudad diciendo que arruinó la relación con su novio, principalmente por la gran homofobia de la mayoría de la gente.

—Uff—suspiró pesadamente. —Las mujeres son difíciles. Siempre quieren tener la razón, y siempre la tienen, no sé cómo es posible eso, pero así es. Lo que ellas quieren es que uno les pida perdón en lo que ellas chillan para chantajearnos y hacernos sentir mal.

—Lo sé, tengo una hermana qué aguantar a diario—dijo riéndose un poco.

—Pero para contentarlas, debes ser sincero. Te lo digo por experiencia, ellas lo saben todo, sólo esperan que se lo digas. Y, me imagino que tú también te guardas tus comentarios para no ser tan cursi, ¿verdad?

—A veces…

—Pues díselos todos y ya verás que las cosas por lo menos se solucionan un poco—dijo y le entregó el ramo, el cual en lugar de tener únicamente las rosas también tenía claveles y florecillas blancas.

Alex le pagó y le dio también el cambio. Comenzó a caminar en dirección al edificio donde vivía su amado chico. Llegó a la calle del parque, lo que significaba que faltaban sólo dos cuadras para llegar. A cada paso que daba, sus nervios aumentaban. Sentía que su corazón se saldría de su pecho debido al pulso tan acelerado que tenía.

Y al fin llegó. Estaba de pie frente a ese lugar de doce pisos, muy lujoso. Suspiró hondo y entró. Una recepcionista le habló antes de que pudiera dirigirse completamente a las escaleras, haciendo que su corazón casi diera un vuelco por el susto.

—Disculpe, joven. ¿Viene de visita?

—Sí. Vengo a visitar a mi… amigo Antonio. Es del apartamento 8-B—dijo algo nervioso, además haciendo una pausa antes de decir qué tipo de relación tenía con el susodicho.

—¿Y esas rosas?—preguntó. Alex se había olvidado completamente de que llevaba un ramo en las manos.

—Es que… él se las llevó a mi hermana, y ya le había dicho que no podía cortejarla… Así que se las traje y le diré que ya no le envíe más…—dijo un poco nervioso inventándole todo.

—Ah, eso explica por qué la carita de enamorado que traía casi desde que llegó—dijo riendo un poco. —El ascensor está aquí, en ese pasillo—dijo señalando un pasillo que estaba a su derecha.

—Gracias—dijo y caminó hacia donde ella le había dicho.

Entró al elevador y presionó el botón del octavo piso. Las puertas se cerraron, así pudo suspirar. Sus manos estaban sudando y temblando. Las puertas se abrieron al cabo de unos segundos, salió y comenzó a buscar el apartamento B. Y lo vio hasta el fondo. Caminó hacia él, pisando esa alfombra beige con detalles color rojo, y viendo a los lados de las paredes amarillas mesitas de madera con mancha color chocolate y barnizadas que tenían jarrones con flores arriba. Al estar frente a la puerta, la golpeó con su puño cerrado dos veces. La puerta se abrió, dejando ver al chico castaño vestido con un pantalón café, y una camisa azul claro, además de esos lentes que lo hacían ver más intelectual.

—Alex…—murmuró. —No debéis estar aquí—dijo con cierto dolor.

—¿Puedo pasar?—preguntó con un nudo en el estómago por los nervios.

—¿Eh? Sí, claro—dijo haciéndose a un lado. El pelinegro entró y observó el lugar en el que vivía su amado.

—Antonio… lo siento. Debí ser completamente honesto desde un principio—dijo y él lo vio con confusión. —Admito que James fue importante para mí, y me dolió mucho que haya muerto. Pero, ¿sabes una cosa? Creí que fue su muerte la razón por la cual no podía entregarme completamente a ti, pero estaba equivocado. Tenía miedo, miedo de perderte a ti también. Y fue ese miedo el que me hizo casi perderte—dijo con toda la sinceridad.

—Alex… yo…

—Shhh—lo calló sutilmente colocando su dedo sobre sus labios. —Y también debes saber que ahora estoy dispuesto a amarte como mi corazón me lo permita—dijo y le acarició la mejilla.

Pip Pip, se escuchó un sonido proveniente de la laptop que estaba en la cocina.

—Tengo que hablar con el encargado de los intercambios. Espera mi respuesta para saber si quiero regresar a España o si me quiero quedar—dijo mientras se dirigía a la cocina para hablar por video-chat con el hombre.

Mientras tanto, Alex se quedó ahí, observando el lugar. Las paredes estaban pintadas de color blanco, en el piso había una alfombra color café claro; a su derecha, a unos metros, estaban dos sofás, uno grande y uno mediano, frente a frente, de color chocolate, con una mesita de vidrio entre ellos; frente a él, al otro lado de esa habitación, había una mesa blanca circular con cuatro sillas de ese color alrededor. En la pared de la izquierda había una puerta, la cual dirigía a la cocina, fue por ahí donde el castaño pasó. Y en la pared de la derecha, había dos puertas, pero no sabía de qué eran.

Cada segundo que transcurría era un martirio para él. La curiosidad lo carcomía por dentro.

Tic

Tac

Tic

Tac

El sonido del reloj de manecillas que estaba en la pared retumbaba en sus oídos, volviendo el ambiente más tenso para él.

 

Escuchó unos pasos acercarse, lo que hacía que se sintiera todavía más nervioso. ¿Qué respondió? Se hacía mentalmente esa pregunta. Sentía que devolvería el estómago, tenía náuseas y sus manos temblaban.

—El señor Cullen dijo que, si creía que era una buena decisión, podría llevarla a cabo—dijo, causando aún más intriga en el más alto.

—¿Y… y qué respondiste?—preguntó titubeante.

—“Lo siento…—dijo, —

 

***

 

—¿La rata no ha llegado al bar?—preguntaba una pelinegra a su amigo. Ella estaba lavando ropa mientras lo llamaba por teléfono.

—No… Espera, ya lo vi…  Pero no entró, se quedó hablando con un muchacho en la puerta… Oh, no…

—¿Qué pasa?

—Es… es ese muchacho con el que peleaste…

—¿Ese idiota?

—Parece que están hablando de algo importante… Y entraron al bar…

—Bueno. Gracias por todo, Logan. En caso de que ocurra algo, yo me encargo. Te debo una—dijo y colgó, para continuar con sus actividades.

 

 

***

—¡No te vayas!—decía Alex mientras se arrodillaba frente a él y lo abrazaba, pegando su cabeza con su pecho, causando un gran sonrojo en él; soltó las rosas y las arrojó a un costado. Sí, causó un gran dolor ese “Lo siento” que había dicho.

—¿Podéis dejarme terminar de hablar?—pidió. Suspiró y continuó hablando. —Le dije: “Lo siento… pero no quiero regresar a España. Quisiera quedarme mucho tiempo aquí; pero, aun así, le agradezco por todo”—dijo y cerró los ojos. Una sonrisita y un color carmín aparecieron en su rostro. —Vos sois el amor de mi vida y no quiero abandonaros.

Alex no lo podía creer. Había derramado lágrimas de dolor por él cuando se enteró de lo de James. Había sufrido tanto por él. Y ahora… dejó su nación por él. Dejó a su familia por él. Dejó su hogar por él. “Tengo al mejor novio del mundo”, fue lo único que pudo pensar. Se puso de pie, y lo abrazó con fuerza, seguido de unos repetitivos “Te amo” susurrados en su oído.

—Y también…—dijo viendo al suelo, mientras se desabrochaba la camisa, —quisiera reafirmar nuestro amor—. Sus mejillas no podían estar más rojas.

—Antonio, yo no quiero presionarte. Si no estás listo, o si te sientes inseguro, puedo esperar—dijo y el menor lo vio a los ojos.

—Alex… Sí quiero hacerlo—dijo y se acercó a la puerta principal, para cerrarla con seguro.

Comenzó a caminar hacia una de las puertas de las que Alex no sabía de qué eran. Entró y el pelinegro lo siguió. Y pudo ver que era una habitación; tenía una enorme cama con base de madera pintada color encino. No tenía ventanas, por lo menos nadie se enteraría de lo que hicieran… o al menos no los verían.

—Alex…—murmuró con la cara roja de vergüenza. Se sentó en la cama y volteó a ver al suelo.

Sin pensarlo más, se acercó y lo besó suavemente en los labios. Lo fue recostando sutilmente sobre la cama sin romper esa unión de labios. Se separaron y se vieron fijamente a los ojos. Alex fue el primero en reaccionar; comenzó a pasear sus manos sobre el torso del menor, para después comenzar a desabotonarle la camisa. Abajo no llevaba ninguna playera, ni siquiera una interior, lo que le permitió el acceso a su piel. Acarició cada centímetro, disfrutando de la tersidad de ésta. Vio sus pezones rosados, así que comenzó a pellizcarlos con cuidado, causando un sobresalto en el castaño.

—Alex—murmuró entre pequeños suspiros. Cerró los ojos, intentando disfrutar esa sensación.

Los abrió de pronto cuando sintió algo húmedo en su pecho; el pelinegro había sustituido sus manos por su boca, haciendo que la sensación fuera mayor. Lo tomó del cabello y lo atrajo hacia sí, para besarlo. El ambiente subía de temperatura, incluso la ropa ya parecía estorbosa.

Antonio enredó sus dedos en la cabellera de su amante, y el más alto bajó sus manos para poder quitarle el cinturón. Fue bajándole lentamente los pantalones y los boxers, para que después cayeran al suelo. El menor, por su parte, estaba más nervioso que nunca. Iba a hacer algo que quería, pero tenía un poco de miedo.

—Alex…—dijo rompiendo ese beso.

—¿Qué pasa, mi amor? ¿No quieres que continúe?—preguntó, haciendo que el menor se sonrojara.

—No, no es eso… Sí quiero hacerlo, pero…—sus mejillas adquirieron un intenso tono carmín. —¿Podéis… estar… abajo…? Apoyáis mucho peso sobre mí—dijo desviando la mirada.

—Lo que quiera mi príncipe—dijo y le besó la mejilla.

Lo abrazó por la cintura, y, de un solo movimiento, giró y lo colocó arriba de él.  Logró moverse hacia atrás, quedando completamente recostado sobre la extensión del colchón. Se quitó rápidamente la camisa blanca y la playera interior que llevaba. Dejó a la vista del menor su cuerpo marcado y algo fornido debido a los grandes entrenamientos que llevaba a cabo. A pesar de haberlo visto ya así muchas veces, no pudo evitar ponerse nervioso, aunque lo que veía le parecía demasiado varonil y hermoso a la vez. Tragó saliva y, temblorosamente, comenzó a quitarle el cinto color negro. Sobre la tela se marcaba ya el miembro erecto de su novio, haciendo que el temor se apoderara un poco de él. Le bajó los pantalones junto con la ropa interior, sacando al aire su hombría.

Si antes estaba asustado, ahora quería salir corriendo. Era algo grande para su edad. Se le quedó unos segundos viéndolo, lo tomó con sus manos, y fue acercando su rostro a ese pedazo de carne.

—A-Antonio ¿qué haces?

—Bueno, es un órgano sensible ante los estímulos. Usualmente, en el acto sexual con una mujer, que es lo “normal”, las mujeres segregan unos fluidos viscosos y transparentes, creando un ambiente algo húmedo para el pene—dijo como siempre hablaba científicamente. —Así que causaría algo parecido y que causara el mismo placer—dijo.

—Pero no tienes que a… ah… ah…—dijo, pero no pudo terminar de hablar al sentir que ese ojiazul se había introducido su masculinidad en su boca.

Tenía razón, era una sensación sumamente placentera. No pudo evitar gemir ante eso. Era húmeda y cálida. El castaño comenzó a chuparlo como si de una paleta se tratara. Tenía un sabor con un toque salado, nada desagradable. Sintió un poco de líquido pre-seminal, así que intentó hacer las cosas un poco más rápido. Lo sacó de su boca y lo volvió a introducir, simulando leves embestidas. Deslizó su lengua desde la base hasta la punta, donde se detuvo a succionar, luego volvió a la parte de abajo, para lamer los testículos cuidadosamente, haciendo que el mayor se tensara por todo ese placer.

Alex lo retiró de su pene, haciendo que él  lo viera con un poco de confusión ante su acción, porque hace apenas unos segundos estaba gimiendo y ahora le pedía que se detuviera.

—¿No lo hice bien?—preguntó.

—A… Antonio yo… si me corro… podría quedarme dormido… y no quiero quedarte mal—dijo entre jadeos.

El menor asintió con una leve risita. Creía que ahora él ya no lo querría besar por haber introducido ese órgano en su boca, y que además su saliva se haya combinado con sus propios fluidos, pero estaba equivocado. Él lo besó de manera fogosa, incluyendo su lengua para entrelazarla con la suya. Sus mejillas estaban en un tono carmín, y sus ojitos cerrados.

El más alto lo atrajo un poco más, posicionándolo. Se movió un poco, para quedar sentado, y él frente a sí y sentado en sus piernas. Lo tomó de la cadera,  y puso su miembro en su trasero, justo en “ese lugar”. Lo vio a los ojos, para él era aún más importante su bienestar que su propio placer, así que quería cerciorarse de que estuviera de acuerdo. Él asintió, así que comenzó a meterlo en su entrada.

Era obvio que era virgen, le costaba mucho trabajo introducir siquiera la punta. El pre seminal ayudaba, pero era muy estrecho por dentro. Conforme entraba más, Antonio encajaba más sus uñas en la espalda ancha de su novio. Apretó los ojos, dejando que unas cuantas lágrimas corrieran por sus mejillas. Las paredes internas lo apretaban de una manera exquisita y deliciosa para él; estaba haciendo un gran esfuerzo por no comenzar a moverse o entrar de una sola estocada, pero amaba tanto a su chico castaño que no se perdonaría si lo lastimaba.

Cuando por fin entró por completo, se esperó unos segundos. Lo tomó de la barbilla y lo besó, intentando hacerlo olvidar del dolor. Lo empezó a masturbar rítmicamente, causando que a los pocos minutos él se sintiera mejor.

Empezó con el vaivén, sacando la mitad y volviéndola a introducir, marcando un compás placentero para ambos. Antonio gemía con cada estocada que el mayor marcaba. Ambos cuerpos comenzaron a perlarse de gotas de sudor. La habitación comenzaba a llenarse únicamente del sonido peculiar de sus cuerpos chocando y de los gemidos roncos de los dos jóvenes.

—Ah… Alex… AHHH—gimió con más fuerza cuando tocó un punto específico.

Y fue ahí donde el pelinegro comenzó a marcar más rápido las embestidas, tocando sólo en ese mismo lugar. Su novio sólo gemía sonoramente ante sus movimientos. Su cuerpo comenzó a temblar, avisando que el clímax llegaría, y no sólo para él, sino para ambos. Una vez más bastó para que el castaño arqueara su espalda y liberara toda su semilla entre ambos cuerpos. Y el mayor también liberó su esencia, pero lo hizo en el interior de su novio. Cayó hacia atrás con Antonio encima suyo, intentando regular su respiración. Tomó la sábana blanca que estaba doblada a un lado suyo y tapó con ella a ambos. Salió de su interior.

Una vez que se calmó un poco, le acarició la cabellera, para después besarle la cabeza.

—Te amo, Antonio…

—Te amo, Alex…

 

***

La mañana llegó, y como su cuerpo ya estaba acostumbrado, Antonio se levantó temprano. Su sorpresa fue que no encontró a su chico de ojos azules a un lado suyo, pero se despreocupó al percibir un aroma dulce proveniente de la cocina, supuso que le estaba preparando el desayuno. Entró al baño de su habitación, para darse una ducha. Sin embargo, a los pocos pasos cayó arrodillado al suelo, sentía que iba bajando el semen de su entrada y se escurría por sus piernas. Se levantó, aun con sus piernas temblando. Se duchó lo más rápido y bien que pudo, limpiando esos pequeñitos residuos de esa placentera mañana de placer.

—¿Acaso dormí un día entero?—se preguntaba mentalmente al ver que de nuevo era de día. —Bueno, no importa…

Se colocó únicamente unos boxers, unos calcetines, y una playera blanca que pertenecía a Alex, esa que una vez le dio cuando fue a su casa. Sin duda alguna esa prenda le quedaba grande, pero no le importó. Caminó restregándose un ojo con su puño hacia la cocina. Al llegar, lo pudo ver preparándole hot-cakes.

—Hola, amor—saludó con una gran sonrisa. Se acercó a su chico castaño y le besó la mejilla, luego le dio un vaso con jugo de naranja recién exprimida en la mano.

—Gracias—dijo con una sonrisa. —Alex, creo que vos debéis aprender a cocinar otras cosas—dijo con una risita.

—¿Para qué? Si yo sé que amas mis hot-cakes en todas sus presentaciones—dijo y él rio.

—Sí, lo admito—dijo y bebió un trago de jugo.

—Por cierto, recibiste varios mensajes en tu correo, lo revisé porque creí que podrían ser importantes, pero no lo eran. Pero vi algo que me llamó mucho la atención, ¿quién es Josh Maxwell?—preguntó viéndolo a los ojos.

Antonio, por su parte, al escuchar ese nombre palideció un poco. Soltó el vaso, haciendo que el cristal cayera y se rompiera en mil pedazos, haciendo que también ese líquido se esparciera por el piso…

Notas finales:

-Por fin se entregaron por amor, ahora nadie los separará (?).

-¿Quién es ese tal Josh Maxwell? ¿Por qué Alex lo mencionó? ¿Acaso le envió un correo y lo leyó? Pero, si es así, ¿por qué Antonio se preocupó mucho al escucharlo?

Una vez más les pido disculpas, a la próxima no digo que actualizaré pronto ¬-¬

P.D. Pésimo lemon, lo sé. A la hora de escribir lemon lo importante es que tengo salud, hasta yo sé que doy vergüenza ajena :/


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