Otro día, ningún dólar. Rayos, ¿qué es lo que debe hacer un adolescente en spandex con superpoderes para merecer un mísero “gracias”? Aceptémoslo, hasta que el señor dulzura (Jameson, sí no me entienden) deje de hablar pestes de mí, nadie me respetará como héroe.
O sea, no espero ser príncipe de todo un reino, dueño de una compañía multimillonaria, ni siquiera ser condecorado por el gobierno; lo único que me gustaría es que la gente diga: “¡Miren, nuestro héroe! ¡Spiderman!”, y no: “¿Quién es ese tipo ridículo? ¿Por qué no vienen los vengadores?”
En verdad, es deprimente que las personas que salvas a diario sean tan groseras. ¿Acaso no les enseñan modales en la escuela? ¡La escuela! ¡No puede ser, llegaré tarde otra vez! Me cambiaré aquí mismo (techo de un rascacielos), estoy en la esquina de la 5ª con la 86 Este, tal vez sí me apresuro . . .
— Ojalá tuviera una mochila cohete o algo por el estilo – me columpié entre varios edificios, amo mis lanza-telarañas (¿Les conté que yo mismo los inventé?).
Más tarde (7:10 A.M)
— ¿Se puede, Profesor Connors? – odio llegar tarde a bioquímica.
— Pase señor Parker, no nos haga perder más tiempo – parece molesto.
— Gracias – busco mi lugar preferido, hasta adelante con la hermosa Gwen. Esperen, ¿qué demonios hace Flash en mi lugar?
— ¿Algún problema, Parker? – maldito gorila, si no fuera por que . . .
— Hey, Peter. Aquí hay un lugar – Harry es mi mejor amigo, no se que sería de la escuela sin él.
— Gracias, Harry – digo en voz baja para que el profesor no nos regañe - ¿De qué me perdí?
— No mucho, algo sobre procariontes y ucareontes.
— ¿No serán eucariontes?
— Cierto, Pete – Harry tiene una gran sonrisa.
— Señor Parker, señor Osborn, ¿hay algo que quieran compartir con la clase? – odio cuando todos se me quedan viendo.
— Sólo le explicaba a Peter el tema – hay Harry, eres pésimo mintiendo, incluso cuando dices la verdad.
— Si profesor, me explicaba la estructura celular de los organismos procariontes y eucariontes.
— Sabe señor Parker, sí no fuera un alumno tan brillante . . . – levantó la ceja, eso nunca es buena señal – En cuanto a usted, señor Osborne, ya que sabe tanto de las diferencias entre organismos unicelulares . . . – oh oh – espero un ensayo de veinte mil palabras acerca de las diferencias estructurales, morfológicas y fisiológicas entre ambos tipos de células, para el viernes.
— ¡Pero! – no lo hagas, Harry.
— ¡No proteste o lo entregará mañana!
— Está bien, profesor – que cara de decepción.
La clase pasó tranquila, la mayoría se quedaron dormidos, no los entiendo, el tema fue genial. Creo que a veces soy demasiado nerd, tal vez por eso Gwen me ve sólo como su amigo, ¿cómo podría competir contra Flash Thompson? En fin, me prometí no lamentarme más por eso.
Llegó la hora del almuerzo, Harry y yo nos dirigimos a la mesa más cool de la cafetería, la nuestra. Todo iba muy bien hasta que recordé que no empaqué nada para desayunar.
— No puede ser – mi cara muestra toda mi pena, detesto no poder desayunar.
— ¿Qué pasa?
— No es nada.
— Olvidaste tu almuerzo, ¿verdad? – en verdad que me conoce.
— Si.
— Te puedo compartir del mío.
— No es necesario, Harry – me da mucha pena aceptar su comida, no quiero ser el amigo pobre (aunque en verdad lo soy).
— No seas penoso, Pete. – abre su ¿lonchera?, y saca un apetitoso sándwich que parece ser de pavo y queso, en verdad que tiene buen gusto – Ten.
— Muchas gracias – ésta vez ganó mi hambre sobre mi orgullo. Me dispongo a dar un gran mordisco al regalo de mi amigo, cuando . . .
— ¿Qué hay, chicos? – siento una mano sobre mi hombro.
— Mary Jane – respondemos al unísono con una gran sonrisa (llena de comida).
— ¿Qué tal su día? – nuestra amiga se sienta del lado de Harry.
— Regular – volvemos a contestar juntos.
— ¿Se ponen de acuerdo para contestar? – se burló de nosotros – Cualquiera diría que son novios.
— ¡¿Qué?! – mi recatado amigo alcanza a reprochar, yo me ahogo con mi bocado de emparedado.
— ¿Estás bien? – me preguntan preocupados.
— Si – controlo mi respiración - ¿cómo se te ocurre decir eso?
— Sólo bromeo, chicos. – no le da importancia a su incómoda “indirecta” – Oigan, les tengo una sorpresa.
— ¿Qué pasa? – preguntamos juntos de nuevo, nos miramos con molestia y cruzamos los brazos. Parece que le hicimos la mañana a Mary.
— Adivinen.
— ¿Reprobaste cálculo? – pregunté un tanto fatalista.
— No.
— ¿Estás embarazada? – what the fuck, Harry?!
— ¡No!
— Lo siento – que pervertido.
— ¿Entonces? – no tengo idea de la sorpresa.
— ¡Conseguí el trabajo! – nos muestra su identificación de reportera.
— ¡Felicidades! – Harry la abraza, yo no estoy muy contento.
— Pero, ¿por qué en el Bugle?
— Ya te lo había explicado, el señor Jameson no es tan malo.
— Sí claro – pienso en voz alta.
— No sé por qué lo odias tanto – están sospechando, debo salir de ésta.
— No lo odio, sólo no confío en los tipos con bigote - ¿enserio?
— ¿Eso que tiene que ver? – por el amor de Dios, Harry.
— Sólo bromeo, me da gusto que hayas conseguido el trabajo. Sólo espero que no te vuelvas tan gruñona como tu jefe.
— Claro que no, le daré buena reputación a la Amenaza Arácnida. – todos comenzamos a reír, pero nos interrumpe el timbre que da fin al almuerzo.
— ¿Tan pronto? – aún no pude terminar mi delicioso sándwich.
— No tienes remedio – pareces mi tía, Mary.
— ¿Qué clase tienen? – Harry se levantó de la mesa.
— Arte – mi amiga me ganó a contestar.
— Yo tengo álgebra – se nota su entusiasmo - ¿nos vemos al terminar las clases?
— No creo, hoy comienzo en el Bugle, y no pienso llegar tarde – comenzamos a caminar en los pasillos.
— ¿Tú, Pete? – odio que ponga esa cara, no puedo decirle que no.
— Yo . . .
— Anda, hoy es lunes de pizza.
— ¿Qué no eran los martes? – Mary Jane tiene razón.
— Lunes, martes, ¿cuál es la diferencia? Además, me la debes. – Cierto, cada que quiero pasar tiempo con él, aparece un villano y arruina nuestros planes.
— Está bien, te veo en tu casillero.
— Genial. Bueno, yo me quedo aquí – que rápido llegamos al salón de Harry.
— Nos vemos mañana, niño rico – amo la forma de ser de ésta chica.
— ¡Te oí! – nuestro amigo entró a su salón, nosotros seguimos caminando por el corredor.
— ¿Hay algo que quieras contarme, Tigre? – ¿de dónde saca ese apodo?
— ¿Cómo qué?
— Algún sentimiento, algún secreto . . . – siempre que habla así, se me eriza la piel.
— ¿Sentimiento? – perfecto Peter, tartamudear es lo más sexy del mundo.
— Si, desde que tú tío . . . – no se atrevió a mencionarlo.
— Oh sí, ya estoy mucho mejor, gracias por preguntar.
— ¿De verdad?
— Si, aún lo extraño mucho, y creo que siempre lo haré. Pero, ya puedo dormir tranquilo, puedo disfrutar lo buenos momentos – sonrió por mi actitud.
— Eso es perfecto, Tigre – amo como me abraza, sí tan sólo le gustaran los chicos.
Entramos a nuestra clase, me aburre tanto. Y no me malentiendan, me gusta el arte pero, mi profesora es una mujer de noventaitantos que se la pasa dormida mientras nos pone documentales que son más viejos que mi tía. Mary Jane y yo nos pasamos el rato jugando gato (tic-tac-toe), además de fantasear con su futuro en el Bugle.
Cuando por fin terminó el día, acompañe a mi amor platónico hasta la salida, se veía tan emocionada. Cuando nos despedimos, regresé a la zona de casilleros para encontrarme con Harry. Sin embargo, para mi suerte, tropiezo con la persona más odiosa y molesta que he conocido.
— Perdón – trato de suavizar la situación con Flash.
— ¿Parker? ¡Estás muerto! – sí que lo estoy, cierro los ojos y lo último que veo es su puño acercarse a mi rostro. Espero con temor el golpe, pero nada. ¿Qué demonios pasa? Tal vez se apiadó de mí . . . nah. Abro los ojos para saber lo que sucede, me encuentro con mi ¿héroe?
— Deja a Peter tranquilo - Harry se interpuso entre Thompson y yo.
— Miren quien llegó, el niño rico. ¿Vienes a salvar a tu novia? - ¿novia?, que demonios les pasa a todos.
— ¿Y sí así fuera, qué?
— ¡Harry tiene novio! – no podrías ser más patético, Flash.
— ¿Qué sucede aquí? – esto se pone interesante . . .
— Gwen, amor. ¿No estabas en el laboratorio? – parece que este perro tiene correa.
— ¡Eugene Thompson! ¡¿Qué te dije sobre molestar a mis amigos?! - ¿Eugene? No puede haber algo más gracioso. Todos comenzamos a reír.
— Anda, Eugene. Haz caso a tú novia – ¡combo-breaker de Harry!
— ¡Tú y yo debemos estudiar para el examen de mañana! – mi rubia amiga jaló su novio por el pasillo, sólo volteo para guiñarnos el ojo.
— ¿Estás bien, Pete? – olvidé que sigo en el suelo, mi héroe me ayuda a pararme.
— Si, muchas gracias Harry.
— Y bien, ¿nos vamos?
— Claro, ¿caminaremos? – nos dirigimos a la salida.
— Claro que no, hoy vino la limo. – amo ir en limosina, y él lo sabe.
— Genial – subimos a la limo, y me recuesto en uno de los asientos.
El trayecto fue un tanto aburrido, Harry parecía más distraído de lo normal, apuesto que es culpa de su padre. No entiendo cómo puede ser tan cruel con su hijo, es un chico genial. Yo prefiero no meterme en sus asuntos, el señor Osborn nunca ha sido grosero conmigo, al contrario, pareciera que yo soy su hijo.
Al fin llegamos a la residencia Osborn, la casa (mansión) de mi mejor amigo es un paraíso, tienen una sala de juegos más grande que mi casa, además, ¡tienen su propio cine!
— Y bien, ¿qué tienes planeado? – espero que no juguemos tennis, me aburro tanto (en parte porque siempre tengo que dejarlo ganar, por eso de los poderes).
— ¿Qué te parece un maratón de películas de terror?
— Genial, sólo espero que no te pongas a llorar.
— ¿Yo?, pero sí tu eres quien sale corriendo después de la primer escena de miedo – alzó la ceja, ¿con qué me está retando, señor Osborn?
— Ya lo veremos, gallina.
— ¿Te recuerdo aquella vez que tuve que llevarte a casa? Tu tía me regañó por dejarte ver películas de terror – eso fue un golpe bajo.
— Eso fue hace años . . . – me cruzo de brazos, ¿qué clase de amigo se burla de algo tan íntimo?
— No te enojes, Pete, sólo bromeo – me toma el hombro, como odio que me tome del hombro.
— Sí claro, mejor ve a pedir la pizza mientras yo le aviso a mí tía que llegaré tarde – saco mi celular.
— Está bien, no tardo – sale al pasillo para llamar a su mayordomo.
Mi tía es tan genial, nunca se enoja por que llegue tarde, supongo que le cae bien Harry. Como siempre, me da permiso de quedarme, con la condición de no hacer un desastre en la casa del señor Osborn. Al poco tiempo regresa Harry con una pila de pizzas.
— ¿No son muchas? – me acercó a ayudarle.
— Para nada, hoy es Lunes de Pizza, y por dios que comeremos pizza.
La diversión comenzó con un clásico: “La noche de los muertos vivientes”; un pizza de pepperoni, otra de doble queso, otra de pepperoni, así hasta comernos cuatro pizzas. Debo decir que nunca me había sentido tan lleno en toda mi vida.
Llegó la noche e íbamos ya por la tercer película (“Pesadilla en la calle del infierno”), decidimos no comernos las últimas tres pizzas, ya saben, la dieta.
Harry no se inmutaba por las escenas de la película, yo me ponía muy nervioso cada vez que mataban a alguien. Para colmo, tenemos las luces apagadas y está comenzando a llover, todo parece conspirar para que me de un infarto. De pronto se escucha un fuerte relámpago.
— ¡Ah! – gritamos al unísono mientras notamos que se fue la luz. Nos abrazamos el uno al otro, que maldita vergüenza.
Sinceramente, jamás había notado lo fuerte que es. Inclusive con mi fuerza, puedo sentir sus músculos apretarme. Creo que me falta el aire, todo lo que alcanzo a oler es su fina colonia (que por cierto, no huele nada mal).
— Harry – voltea a veme – necesito oxígeno.
— Perdón – al fin me suelta, suspiro profundamente al sentir el aire entrar a mi pecho.
— ¿No se supone que tu casa tiene un generador?
— Se supone, debería ir a bajar al sótano para ver que sucede – se dispone a irse.
— ¡No te vayas, Harry! – demonios, ahora parezco princesa en apuros.
— ¿Acaso tienes miedo? – detesto que se burle.
— Yo . . .
— El pequeño Pete está asustado – se vuelve a sentar a mi lado.
— ¡No estoy asus . . .! - ¿qué te pasa Harry? ¿Por qué me abrazas? En verdad que mi amigo sabe dar un buen abrazo, me siento tan tranquilo, por primera vez en mucho tiempo, me siento protegido.
— ¡¿Qué está pasando aquí?! – un relámpago ilumina la habitación mientras vemos la figura de un hombre en la entrada.
— ¡¡¡Ah!!! – volvemos a gritar, esta vez nos abrazamos como esas parejas de las películas de terror. Creo que mi corazón no aguantará más sorpresas . . .