Las clases habían terminado y el pelirrojo caminaba enfurruñado y en ocasiones asustados rumbo a su casa. ¿La razón? Al salir de clases con su amigo el peli celeste, se encontraron con que el novio de este último lo estaba esperado.
Kuroko le había rogado, suplicado al pelirrojo que por favor cuidara al canino que tenía por mascota, pero al sufrir el rotundo no por parte del mas grande no hayo nada mejor que dejar al asesino en brazos de kagami y salir corriendo.
Kagami lo soltó como quien hubiera recibido algo caliente en sus manos, pero antes de que este callera y se golpeara, lo sujeto y dejo en suelo tomándolo de la correa. Sí, le tenía miedo, pero no quería que se lastimara. Con el tiempo le había agarrado un inevitable cariño.
Por ese mismo motivo kuroko sabía que a pesar de su fobia a los perros, Nigou no podía estar en mejores manos.
He ahí el principal motivo de que kagami ahora caminara de mal humor por el parque. Se detuvo al ver que el perrito se sentaba y luego se echaba en el pasto.
—¡Oi! ¡Camina! — Le gritó y tiro de la correa pero este le ignoro, una vena se asomó por su frente —¿Estás cansado? — naturalmente no hubo respuesta, pero si un suspiro. Kagami se sentó en una banca que se encontraba cerca y suspiro.
A unos metros de ahí caminaba un chico de cabello rubio cenizas y ojos de igual color. Al reconocer al pelirrojo y notar que se encontraba solo, no dudo en acercarse silenciosamente por un lado. Quedándose quieto a solos unos pasos cuando escucho su tosca vos, se extrañó e interiormente se preguntó ¿a quién rayos le hablaba?. Asombrado quedo cuando vio y noto que le hablaba al perrito a su lado.
—Sé que estás cansado… —suspiro llevando su mano a su cuello en señal de ofuscación— estás acostumbrado a que kuroko te cargue, pero yo no puedo hacer eso así que coopera ¿si? — el perrito se sentó mirándolo directamente a los ojos — ¿me comprendes? ¡Vamos! — le animo— si caminas a mi casa, te prestare mi cama para que duermas y descases mientras esperamos a tu dueño ¿te parece? — el canino se levantó moviendo su cola alegremente, kagami sonrió al darse cuenta o al menos creer que le había entendido.
Se paró de sus asiento y al retomar su camino se topó con un chico al cual estaba seguro conocía pero no se acordaba de donde, pero por ahora su mente estaba demasiado ocupada en esperar de que aquel sujeto de menor estatura que lo miraba como si tuviera tres cabezas, no hubiera escuchado nada de su patética conversación con el de ojos azules.
Por otro lado Kensuke Fukui estaba en cierta manera enternecido por aquella escena y ahora no dejaba de asombrarse al ver ese rostro sonrojado y avergonzado por saberse descubierto y es que simplemente jamás se imaginó ver una faceta así en el as de seirin y estaba seguro de que muy pocos siquiera lo pensaban.
—Hola kagami —lo saludo rompiendo aquel incomodo silencio, y sonriéndole para darle tranquilidad, ya que lo notaba demasiado tenso.
—Hola…
—Fukui, Kensuke Fukui —Le aclaro un poco decepcionado al darse cuenta de que no se sabía su nombre.
—Ahh ya recordé ¿de Yosen verdad? —Dijo un tanto despistado y apenado.
—Así es —silencio incomodo nuevamente — ¿paseando a tu perro?
—No es mío si no de kuroko.
—O ya veo… —ahora era que se preguntaba por qué demonios se había acercado con la intención de hablarle, si no sabía siquiera que tema tocarle.
—Bueno adiós —se despidió queriendo retomar su camino, pero el canino se lo impidió, sentándose nuevamente —¡ahh, en qué quedamos! — Le grito enojado, siendo ignorado nuevamente.
—¿Está cansado, por no lo llevas en brazos? —Kagami se tensó.
—Él y yo no congeniamos muy bien — Dijo mirando hacia otro lado para ocultar su vergüenza.
—Si quieres puedo llevarlo yo — no sabía que era lo que lo motivaba, pero de repente la sola compañía del pelirrojo se le hiso muy agradable, y si podía alagarlo de alguna manera lo aprovecharía.
Por otra parte kagami pareció pensarlo, de otra manera no llegaría nunca a su casa, el cargarlo él mismo estaba totalmente descartado y tampoco encontraba razonable arrastrar al can por todo el parque hasta llegar a su casa así que asintió resignado.
Fukui le sonrió y tomo al perro delicadamente, pero este en cuanto estuvo en su pecho empezó a removerse, para él era un completo extraño por lo que asustado, se impulsó en su brazos y salto hacia el pelirrojo, de la impresión y del susto que conllevo esa acción, el pelirrojo retrocedió enredándose y en un intento nefasto del rubio por querer detener la inevitable caída fue a parar encima del pelirrojo.
El resultado fue un Kagami recostado el suelo, con Nigou en su pecho y Fukui sentado en su cadera y con su rostro muy cerca del suyo, cerro sus ojos con dolor ante el golpe en su espalda, al abrirlos se encontró con los cenizas que lo miraban preocupados.
—¿Te encuentras bien?
—s… — hubiera contestado de no ser por un ladrido muy cerca de su ser que lo asusto de tal manera que congelo sus nervios e hiso que su cuerpo se encorvara hacia delante por el reflejo de arrancar. Provocando el choque descomunal de sus vidas.
Sus rostros se encontraron sin reparos, sus labios llegaron a los contrarios como si de una pared se trataran, el golpe había sido fuerte provocando solo dolor, separándose al instante y los dos llevando sus manos a ellos con el fin de apaciguar la molestia permanente.
Luego de procesar el dolor llego la vergüenza al comprender que se habían dado un beso, accidental, pero un beso al fin y al cabo.
—Lo… lo siento mucho — se disculpó apenado, levantándose cuando su cuerpo fue liberado.
—N.. — titubeo un poco en shock, aclaro su garganta — No te preocupes kagami fue un accidente — le miro y noto con una minúscula hilera de sangre salía por la comisura de sus labios, llevando unos de sus dedos para limpiarla.
Por tal acto quedaron mirándose nuevamente, la tensión había desaparecido, kagami de alguna manera se sintió más relajado mientras le sonreía avergonzado y se perdía en esos ojos.
—Bueno ahora si es mejor que me valla —¿Qué rayos había sido eso?, tomo al canino y literalmente arranco de ahí.
—Adiós — contesto perplejo por la actitud, mientras veía como ese chico se alejaba.
Ambos retomaron sus caminos en diferentes direcciones pero con la misma sensación.
Extrañeza, confusión… sus dedos ahora trazaban sus propios labios sintiendo una dolorosa calidez que hizo que en ambos rostros se formara una indescifrable sonrisa, mientras negaban con la cabeza y se disponían a “quizás” y solo quizás, olvidar el suceso.
Fin.