Ahora que Castiel es definitivamente humano, puede enumerar muchas cosas que le gustan de su actual condición. Una de ellas era dormir con Dean en una misma habitación y sentir la forma en que sus cuerpos se ajustaban durante las horas de sueño o amanecer la mayoría de los días con las manos entrelazadas en esa unión tan fuerte y misteriosa que ellos todavía no comprendían en su totalidad. Castiel se quedo por un buen tiempo mirando ese rostro lleno de vivencias y expresiones. Miles de historias por ser contadas.
Él amaba todo de Dean.
—Si no supiera que eres tu… esta situación de observarme al dormir puede ser friki espeluznante, Cas—murmuró de repente Dean, aún con los ojos cerrados.
—Lo siento, Dean. No quise perturbarte.
—Está bien, Babe—sonrió—. Ya estoy acostumbrado—el hombre se acercó un poco más y le dio un beso de los buenos días.
Castiel ya no podía ver su alma, pero los ojos de Dean reflejaban felicidad y amor.
Todo era tan nuevo.
Diferente.
Bueno.
Ideal.