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Morado y Gris. por Alexia Ashford

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Notas del fanfic:

Este fanfic forma parte de una serie que estoy empezando, "Riko Aida y sus intentos con Momoi".

 

Riko prepara una cena para Momoi llena de diversos afrodisiacos, lista y preparada para su noche llena de acción... Hasta que los chicos de la GoM llegan a su casa y se terminan todo lo que había servido.

Las cosas entre las diversas parejas quizá se salgan un poco de control.

Esta pareja tiene un capítulo único debido a que planeo publicar un one-shot por el mes MuraHimu el día 25. ¡Disfrútenlo!

 

Dedicado a; ti, que estás leyendo. :D

Notas del capitulo:

TERCER INCIDENTE; MURASAKIBARA ATSUSHI X HIMURO TATSUYA.

CASO 3:

MORADO Y GRIS.

 

Sintió los fuertes brazos de su novio rodearle. Himuro esbozó una sonrisa ligera con delicadeza. Le miró por encima del hombro, mientras el gigante le miraba a su vez con atención.

 

—Muro-chin… Quiero hacerlo—murmuró el más alto.

 

Himuro casi alzó una ceja, miró a su alrededor.

 

¿Sería muy malo admitir que él también deseaba coger ahí mismo?

 

Quizá debería cambiar de trabajo. Pensó el pelinegro observando los alrededores de la pastelería. Era algo problemático tener ese tipo de deseos en un sitio tan inapropiado.

 

Incluso si tenían cuidado…

 

—Muro-chin…—gimoteó el peli-morado, apegándose más a su novio.

 

El mencionado sintió entonces el verdadero problema del otro, ahora si no pudo evitar mirarlo con interés. Murasakibara lo miraba apenado, sonrojado a más no poder, con el deseo escrito en los ojos ocultos tras la vergüenza de tal situación.

 

—Vamos a la cocina—fue lo único que dejó oír Tatsuya.

 

No podía evitarlo.

 

Murasakibara siempre lucía tan endemoniadamente sexy en el trabajo.

 

La ropa blanca, pulcra. Las mangas arremangadas. El cabello atado en una descuidada cola de caballo. Sus labios tan apetitosos. Las usuales manchas de dulce en el rostro. Y esos ojos…

 

Lo tomó de la pequeña corbata negra y le arrastró consigo hasta la parte de atrás.

 

Correría el riesgo.

 

Hasta donde recordaba no tenían muchos pedidos para esa tarde, y, la mayoría de las entregas ya habían sido enviadas a sus respectivos clientes.

 

Analizó apenas por un segundo antes de dejarse llevar al sentir los labios del más alto sobre los propios. Abrió un poco la boca, permitiendo que el otro le explorara como más deseara.

 

Sintió las manos ansiosas recorrer su cuerpo.

 

La forma en que tocaban su espalda, como descendían hasta su trasero. La forma en la que se perdían entre sus ropas, bajando los pantalones y bóxer en el proceso.

 

Sus propias manos acariciaban el pecho de su gigante, antes de batallar un poco con la ropa del pastelero. Coló sus manos tras dicha prenda, deleitándose con la suave piel del otro.

 

Sintió como Murasakibara le hacía unir aún más su cuerpo, pegándose hasta lo inimaginable. Eso lo excitó más.

 

Podía sentir la dureza de Atsushi restregándose contra su miembro, que poco a poco comenzaba a despertar igual de necesitado de atención.

 

Gimió cuando sintió uno de los dedos del mayor penetrarlo.

 

—Atsushi…—musitó, entre necesitado y dolido.

 

—Lo siento—se disculpó con sinceridad el otro, sin embargo no cesó sus movimientos.

 

Tener a Muro-chin ahí para él… No era capaz de contener ese sentimiento.

 

El deseo no era una sensación desconocida para el peli-morado.

 

Conocía bien esa clase de necesidad. Necesidad de tocarlo, de amarlo, de hacerlo suyo como nadie nunca haría. Siempre se sentía así con respecto a Muro-chin. Pero esta vez era distinto.

 

No era simplemente un sentimiento amoroso, era algo más pasional.

 

Eso lo asustaba un poco.

 

Pero no era capaz de detener su cuerpo. Sus movimientos.

 

Dos de sus dedos preparaban la entrada de Muro-chin mientras que con la otra mano batallaba para quitarle la estorbosa camisa. Sentía las manos de Muro-chin en su cuello, queriendo unirlo aún más.

 

El pelinegro trataba de abrir un poco más las piernas, procurando facilitar la preparación. Los gemidos se le escapaban de tanto en tanto, y Murasakibara sentía un deseo aún mayor al escucharlo.

 

Quería oír más de eso.

 

Usó un dedo más, para luego bajar su mano libre hasta el miembro erecto de Muro-chin.

 

Lo atrapó en su mano, y apretó un poco. El gruñido que provocó en su pareja pareció mandar un espasmo directo a su pene. Repitió el movimiento mientras comenzaba a masturbarlo con lentitud.

 

—Atsushi…—gimió ahora con sorpresa el pelinegro.

 

Era un cambio agradable, debía admitir.

 

Pero quizá era más de lo que su cuerpo podía soportar.

 

El sonido de los dedos de Atsushi entrando y saliendo de su cuerpo, la sensación de placer que producía, el delicioso vaivén de la mano del otro.

 

Sintió los labios de Murasakibara sobre su cuello, como besaba para luego mordisquear ligeramente. Como se restregaba casi imperceptiblemente contra su pierna.

 

Con manos temblorosas descendió hasta la necesitada erección de su pareja, apenas y fue capaz de tomarlo en sus manos cuando escuchó el gruñido del otro. Comenzó a masturbarlo a duras penas.

 

Las sensaciones que producía el mayor en su cuerpo le volvían imposible hilar más de dos pensamientos, coordinar sus acciones.

 

Murasakibara le cambió de posición entonces, sintió como le volteaba hasta dejarlo apoyado sobre la pared más próxima. Himuro soltó un gemido de sorpresa ante el repentino movimiento, al sentirse vacío de pronto y soltó un gruñido aún más alto cuando sintió que volvía a penetrarle con sus largos dedos. Se mordió el labio mientras descansaba el rostro contra la superficie.

 

—Para…—murmuró a como pudo, sintiendo un escalofrío.

 

Si Murasakibara seguía tocándolo así, tratándolo así…

 

—Atsushi…Ahh… Pah.. pa…ra—repitió, volvió a morderse los labios.

 

Aquellos gemidos, esos gruñidos tan inesperados.

 

¡Él nunca había hecho esos sonidos antes!

 

Cuando sintió la mano del peli-morado rodear su sexo de nuevo no faltó mucho más para que sintiese como se corría en ésta. Soltó un gruñido mientras dejaba escapar el poco aire que seguía en sus pulmones.

 

De no ser porque continuaba en brazos del otro estaba seguro de que sus piernas habrían fallado y habría terminado en el suelo.

 

Su cuerpo entero continuaba temblando, sentía las gotas de sudor por su frente, deslizándose igualmente por su pecho desnudo.

 

Respiró con dificultad, tratando de recomponerse.

 

—Muro-chin…

 

El solo tono utilizado por su novio le provocó un temblor.

 

Le miró por encima del hombro, aún con el pecho subiendo y bajando irregularmente.

 

—No hemos terminado… —le dijo, pegándose al trasero del otro, recordándole su gran problema.

 

Himuro se sonrojó de pies a cabeza mientras ocultaba una sonrisa.

 

No sabía qué mosca había picado a Atsushi, pero definitivamente le gustaba.

 

 

 

 

 

 


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