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Oportunidades por lizergchan

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Disclaimer: Los personajes de Sherlock Holmes no me pertenecen, sino a su autor Sir Arthur Conan Doyle. La serie “Sherlock” pertenece a la BBC.
Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Personajes: Sherlock, John Watson y otros.

Aclaraciones y Advertencia: Este fic contiene slash, romance, angustia, quizás algo de comedia, entre otras cosas.

 

 

 

Resumen:Incluso lo que consideramos eterno se puede destruir, y lo que creíamos olvidado puede regresar.

 

 

Beta:Lily Black Watson

 

OoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoOoO

 

 

Oportunidades

 

 

 

 

Capítulo 3.- Regresa

 

 

 Víctor tomó un cuaderno y el bolígrafo para comenzar a escribir el último mensaje de su compañero.

»Había una vez, un wendigo que se ocultaba en las sombras para devorar a las pequeñas criaturas que la magnífica y noble águila del norte protegía, cuando el ave descubrió los cadáveres de sus protegidos, envió al Halcón a encontrar al responsable… Sin embargo, el wendigo era astuto y no estaba solo; la hiena, el buitre y el dragón rojo le acompañaban. Juntos engañaron a su perseguidor, atrapándolo en una jaula para obligarlo a pelear contra otras criaturas, aunque el Halcón fue capturado, logró descubrir los planes del wendigo y enviar un mensaje al Lince: Ve a visitar  la rosa cuyos pétalos son de sangre… El Gran Ben… «

 

—El wendigo, tiene referencia a Hannibal Lecter, lo mismo que el Dragón Rojo. La hiena y el buitre, son carroñeros…

—La Rosa Roja es Inglaterra, la flor oficial —lo interrumpió Sherlock —. El Halcón y el Lince…Es obvio que habla de ustedes dos —dijo en tono aburrido y Víctor asintió con la cabeza.

—Al parecer, Morgan encontró la guarida de nuestros sospechosos en Londres. En cuanto lo supe, me contacté con Scotland Yard y a su vez, con el Inspector Lestrade, quien me sugirió pedirle asesoría a usted.

 Trabajaron un poco más en las pistas que Morgan y Víctor habían recabado durante el tiempo que persiguieron a Hannibal Lecter; ahora con la ayuda de Sherlock, parecían adquirir nueva luz.

 Eran más de las diez de la mañana (del día siguiente). Trevor se había quedado dormido revisando viejos archivos de casos que él creía, podrían estar relacionados con los asesinos de su compañero. Despertó de golpe debido a su móvil anunciando la entrada de un nuevo mensaje; maldijo para sus adentros, cuando su Tablet (que descansaba en sus piernas) terminó en el suelo; por suerte, la protección evitó que el aparato se dañara. Se estiró un poco para que sus huesos se acomodaran. Sherlock estaba en el sofá, cuan largo era, usando sólo una sábana para cubrirse, aparentemente dormido, pero algo le decía a Víctor que no era así.

 

—Maldita sea —gruñó al revisar el contenido del texto que le había llegado. Entró al baño para lavarse el rostro; una vez listo, tomó sus cosas y salió apresuradamente del piso, sin despedirse «estaba seguro que no iba a recibir respuesta». Ya le enviaría un mensaje después.

 

 

 

 

Era sábado por la mañana, John Watson y la pequeña Emma llegaron al 221B de Baker Street; la niña estaba realmente emocionada. Iba a pasar todo un fin de semana con su papá Sherlock, quizás la dejara acompañarlo a uno de sus casos o tal vez, experimentar un poco en la cocina y tomar chocolate caliente mientras él le gritaba al televisor. Iban subiendo las escaleras  rumbo a su antiguo piso. John, estaba un tanto preocupado del estado en el que podría encontrar a su ex esposo «luego de todo lo que Mycroft y Lestrade le contaron/reclamaron»; sabía que dejar a Sherlock podría ser perjudicial para éste, pero, permanecer con él por más tiempo, sin duda iba a destruirlos a los dos.

 

—Oh. Buenos días —aquella voz, tan masculina y que sin duda, sería el sueño húmedo de cualquier jovencita (o jovencito). John observó detenidamente al hombre: cabellera rizada y negra, ojos verdes en conjunto con un rostro y cuerpo que sin duda iría perfecto en cualquier prestigiosa revista de espectáculos o modas. Sus ropas, arrugadas y fuera de lugar; la estampa común de alguien que a… no. Imposible.

—Ehmm, si busca a Sherlock Holmes, él… está algo indispuesto —dijo Víctor posando una mano en su nuca, en un gesto que John interpretó como el de alguien que salía a hurtadillas de la casa del hombre con el que tuvo sexo la noche anterior y era descubierto por la ex pareja. Aunque, lejos de eso, Trevor estaba un poco preocupado por su apariencia y las condiciones en las que Sherlock se encontraba en esos momentos.

—Su bragueta —habló Emma, ocultándose tras su padre, eso siempre la ayudaba a evitar los recuerdos de su vida antes de ser adoptada por Sherlock y John. El agente del FBI bajó la mirada, deshaciéndose en disculpas por tan bochornoso espectáculo. Se dio la vuelta para subir el cierre de sus pantalones.

 

Vaya primera impresión.

 

—Con permiso —dijo Víctor y se apresuró a poner distancia entre él y el 221B.

 

Aquello fue extraño y daba pie a imaginar muchas cosas, la mayoría nada santas. John negó con la cabeza. Ignoró la opresión en el pecho; tomó a su hija en brazos «era una suerte que la niña no hubiera entrado en crisis». Subieron hasta lo que —meses atrás—, fue su hogar junto a Sherlock. Usualmente dejaba a Emma en la entrada y se iba sin siquiera intercambiar media palabra con Sherlock, pero la intromisión de ese hombre… Sólo necesitaba asegurarse que el piso fuese seguro para su hija, sí, solo por eso iba a entrar.

 

 La nostalgia invadió al médico tan pronto entró. Todo estaba tal cual lo recordaba, igual a cuando llegó por primera vez a los territorios del excéntrico detective (aunque con algunos ligeros cambios). Había pilas de periódicos. Junto a su sillón rojo se encontraba un bolso negro con el logo del FBI y sobre el mueble, una Tablet con la misma marca. Entonces, John comprendió que el hombre de las escaleras era un agente de esa organización estadounidense, pero, ¿por qué la pinta de haber tenido sexo la noche anterior?

 

—Papá —dijo Emma sacando a John de su tren de pensamientos. Watson observó a la niña que estaba parada junto al sofá donde Sherlock descansaba ¡desnudo!, bueno, no del todo, una ligera sábana lo cubría. John cerró los ojos, tratando de calmarse y recordar que ellos estaban divorciados, sin mencionar que era Sherlock, por Dios; él acostumbraba a pasearse por el lugar sin más ropa que una sábana, incluso había ido al palacio de Buckingham así. Aun así, no podía evitar pensar cosas extrañas. Ajena a las cavilaciones de su papá, Emma comenzó a picar la mejilla de su padre para despertarlo, cuando eso no funcionó, le cubrió la nariz, pero éste solo abrió la boca.

 

—Emma, no hagas eso —la reprendió con cariño. Era ya obvio que Sherlock no estaba dormido (al menos no del todo), sino en su palacio mental.

—Víctor —murmuró Sherlock haciendo que John se quedara de una pieza.

 

 

 

 

 Trevor se dejó caer en la cama de la habitación del hotel en la que se estaba hospedando, había pasado alrededor de tres días en casa de Sherlock; investigando en la web y cotejando la información que Morgan y él habían obtenido desde que estaban en el caso. Llevaba la misma ropa desde pisó Baker Street, para concentrarse en la investigación y sólo se refrescaba un poco, pues no quería desperdiciar tiempo regresando a su hotel para darse un baño o cambiarse la ropa.

 Nunca se había sentido tan cansado, ni siquiera cuando ingresó a la academia o en los entrenamientos de fútbol americano que su padre lo obligó a tomar a pesar de su aberración por dicho deporte «eres hombre y el fútbol americano es un juego para machos, solo las maricas practican voleibol ». Su padre siempre decía cosas así, era después de todo, un homofóbico extremista, al igual que su madre. Aún recordaba que se habían mudado de Inglaterra cuando él apenas tenía 6 años, pero Víctor estaba seguro que la verdadera razón, era su amigo, ése del que a duras penas recordaba su sonrisa y nada más, ni siquiera su nombre había logrado perdurar en sus memorias luego de tantos años.

Cerró los ojos, sus labios se curvaron en una sonrisa triste. Su madre había muerto unos pocos meses después de haber reunido el valor para contarles de su relación con Morgan, obviamente, su padre lo culpó por ello y ni él ni sus hermanos le permitieron estar presente en el funeral. No lo golpearon, pues Morgan siempre lo defendió.

«Aunque hubiera preferido que me rompieran los huesos, con tal de que me dejaran despedirme de mamá».

 

Era mejor no pensar cosas tristes que no se podían remediar. Tal vez un baño lo ayudaría a relajarse.

—Al menos tengo el fin de semana para descansar —Sherlock le había dicho que no trabajaba ni los sábados, ni domingos y recordando a la niña de las escaleras, comprendía la razón: pasar tiempo con su hija.

 

 Mientras el agua recorría su cuerpo, Víctor no pudo evitar pensar en cómo hubiese sido su vida y la de Joshua si hubiesen adoptado; el dolor causado por la muerte de Morgan no hubiese sido tan difícil de sobrellevar, habría alguien a su lado para amortiguar el dolor.

 

—La soledad no calaría tanto —susurró, dejando que sus lágrimas se confundieran el agua que mojaba su cuerpo.

 

 

 

 

Contrario a lo acontecido en los últimos meses, John no se fue; muy por el contrario, se paseó por su antiguo hogar, limpiando o preparando alguno que otro bocadillo. Una extraña actitud que, por supuesto no pasó desapercibida para Sherlock.

 

—Agente especial del FBI: Víctor Trevor —dijo Holmes cuando John cambió de lugar el bolso del mencionado, por tercera vez, obviamente incómodo con dicho objeto; pero Holmes no se permitió deducir la razón. No quería darse falsas esperanzas.

—Oh… ¿Un caso? —preguntó John. Sherlock asintió con la cabeza, tratando de ignorar aquel brillo en los ojos de su esposo… Ex esposo (debía recordarlo); el mismo que siempre tenía cuando iban juntos a alguna escena de crimen.

— ¿Vas a atrapar a un hombre malo, papá? —habló Emma mirando a Sherlock con admiración, éste tan sólo asintió con la cabeza. John entonces se dio cuenta de las fotos pegadas en la pared detrás del sofá (donde el detective consultor había estado momentos antes de desaparecer en la que una vez fue la habitación que compartieron tantos encuentros amorosos); retratos de victimas antes y después que encontraran sus cuerpos, sin mencionar los lugares donde fueron descubiertos. Ver toda esa información hacia que Watson añorara sus aventuras con Sherlock, tanto que incluso pensó en ofrecer su ayuda.

 

— ¿No tenías una cita con Laguna? —cuestionó Sherlock, ya completamente vestido y arreglado. John no se sintió con ganas de recordarle a Holmes que el nombre de su novia era Lorelay.

—Si estás en un caso, yo podría…

—Trevor me es suficiente —le cortó inmediatamente. No es que Sherlock no deseara trabajar nuevamente en un caso con John, el universo entero sabía que no era así, pero tenerlo ahora tan cerca, solo le generaría ilusiones que irremediablemente, lo lastimarían.

Lo que más deseaba Sherlock, era volver a esos días en los que él y John iban a escenas de crimen y resolvían casos de los que posteriormente Watson escribía en su blog. Los días en los que solo estaban juntos fueron ciertamente felices, pero no se comparaban a cuando llegó Emma a sus vidas; esa niña había traído la luz que ninguno sabía que necesitaban.

La vida en familia era algo tan irreal, que jamás Sherlock pensó experimentarla en carne propia. Un hermoso sueño que fue destruido por una mujer.

Una simple y burda mujer que ni siquiera se podía comparar a la difunta Mary.

 

 

—Creo que… —John se aclaró la garganta —. Debo irme. Tengo consultas que atender.

 

 Era mejor irse, no era bienvenido ahí, ya no. Él mismo había ocasionado todo y no tenía derecho de sentirse desplazado « ¿no había sido él quien hizo eso con Sherlock en primer lugar?». Con el pecho oprimido y la garganta en un nudo, se despidió de su hija con un beso en la frente, recordándole que debía portarse bien. Dio un asentimiento de cabeza en dirección a Holmes y se fue. Necesitaba urgentemente poner distancia entre él y Sherlock, de lo contrario, no sabía de lo que era capaz.

 

 

Continuará…

 

 

 

 

Nota de la autora:

Primer capítulo del año. Espero se la pasaran bien con sus familias y les deseo un excelente año.


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