Frunció el ceño mientras veía como las copias de Timmy caminaban de un lugar a otro sirviendo a las personas, o seres que habitaban el triángulo de las bermudas con él. Se sentía... aburrido.
Solo hacia hace un par de años que tuvo que pedirle ayuda a Jorgen Von Strangle ya que había comenzado a crecer; él le había explicado que, aunque ya no era considerado por Timmy su amigo imaginario, seguía siendo parte de él. Pudo ser que Gary no dijera nada, pero eso se le había echo interesante. Y hace sólo unas semanas atrás había comenzado a sentir algo más, pero esta vez no le pregunto a Jorgen, ya que sabía que era:
Sueños húmedos.
Como era de esperar, las copias de Timmy también tuvieron cambios en su estructura, mostrando como era actualmente, y eso a Gary le había gustado, pero a la vez no. Podía ver como algunos de los otros deseos desechados se masturbaban pensando en él. No era que fuera un pervertido, claro que no, solo que sus compañeros no eran muy discretos que se diga. El que más le molestaba, sin embargo, era Nega-Timmy.
Podría ser parte de Timmy, incluso más que él —aunque esto último no lo admitiría nunca—, pero eso no le daba ningún derecho a besar a las copias del dienton.
Camino a su cabaña; desde hace algunos días, cuando ya casi atacaba a Nega-Timmy por estar con una copia de Timmy, y está teniendo las mejillas sonrojadas, decidió que era momento de ejecutar un plan, y en este estaban involucrados los Pixies.
Era sencillo el trato: ellos lo llevarían cerca de la casa de Timmy, y él solo tendría que enamorarlo. Al principio creyó que había gato encerrado, pero después de pensarlo un tiempo (y espiar una que otra reunión de los Pixies, por supuesto), decidió que si podía aceptar el trato.
Cuando entro ya estaban H. P y Sanderson. Ambos tenían una pequeña sonrisa; después de días de duro trabajo por fin podrían cumplir el plan, y si todo salía bien, y sabían que iba a ser así, podrían por fin tener un poco más de poder en el mundo mágico.
—Muy bien muchacho, estas listo —preguntó con voz monótona el líder.
—Por supuesto que si —respondió arrogante Gary.
Los Pixies, ignorando esto hicieron un portal con sus varitas; este era una combinación de color rojo, negro y verde, y mientras más grande se hacía, con más facilidad se podía ver la casa de los Turner.
—No olvides el plan. —Fue lo último que escucho Gary antes de traspasar el portal.
Sonrió de manera triunfal al estar en frente de esta. Por suerte, nadie había visto como un adolescente vestido estilo Elvis Presley aparecía de la nada, ya que o estaban en el colegio, trabajo, o disfrutando que aún tenían días libres.
Con tranquilidad entro a la casa de Timmy, sintiéndose orgulloso, ya que tantos años en el Triángulo de las Bermudas no habían sido en vano, y allí había aprendido uno que otro truco. Vio que la casa no había cambiado casi nada, y si no fueran por las nuevas fotos, en donde se veía el cambio de Timmy, dirían que no había pasado ni un año desde la última vez que lo vio.
Subió por las escaleras para así entrar a él cuarto de Timmy. Se podría decir, que este fue el único cuarto que sufrió cambios, leves, pero que una persona como él, que había estado desde los cinco allí, podía notarlo.
Las paderes habían dejado de ser azules para pasar a un color plateado con destellos dorados. La cama ahora era más grande, y vio con espanto que aún estaban la pecera, por lo cual dedujo que aún Timmy los conservaba. Aguanto la respiración por unos segundos, no era que les tenía miedo, sino que no quería que interfieran en su plan de darle una sorpresa a su Timmy.
Suspiro aliviado al ver que no daban señales de notar su presencia; de seguro estaban con Timmy o cuidando a su mocoso (gracias a Sanderson lo sabía).
Paso a la habitación de los padres; siempre los había odiado. No importaba si su relación que Tommy hubiera terminando, ya que aún así veía a esos adultos como completos idiotas incompetentes sin capacidad de pensar algo profundo por más de dos minutos. Por eso («y por tus deseos sexuales —dijo una voz burlona en la mente de Gary»), que había vuelto. El era una de las pocas personas que sabían cuando Timmy se sentía mal. Pero ya nunca se sentiría así, ya que él estaba allí.
Salió de la casa, había en un reloj que ya estaba cerca la hora para que Timmy volviera del instituto; quería ser lo primero que viera.
Se preguntó como reaccionaria. «Seguramente quiera salir corriendo —bufo su conciencia». A pesar de que Gary sabía que tenía razón sonrió, igual quería ver su reacción.
Él sería el único que conocería todas sus reacciones. Era una promesa que se había hecho a si mismo.