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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

 ¿Y por qué no? Hacer que fuese Jim quien acuñara el término, me pareció una idea divertida. Los cardassianos poseen una extraña marca en su frente que les parte de la nariz y tiene esa forma ridícula de cubierto para la sopa. Desde hace tiempo, o más bien de aquí en adelante, según el universo en que uno esté, la raza alienígena sería popularmente conocida en toda la Galaxia como los “cabeza de cuchara”... a saber.

CABEZA DE CUCHARA


 


                                                                                                La oscuridad se había vuelto tan espesa que ni siquiera Jadzia con sus iris grisáceos, tan poco comunes entre los de su especie y que le permitían captar más luminosidad que el resto de klingons de ojos oscuros, podía ver por mucho que se esforzase, absolutamente nada. Era obvio que ya no estaban en la casa de Sulu, dónde se encontraban, sin embargo, no dejaba de ser un misterio.


 - Ha' naDev SoH Sumqu'... *(ven aquí, te necesito) – Le susurraba Anton en su lengua con una voz inusitadamente grave.


 - Esto es muy raro, mi amor. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? - Le planteó.


 - No me importa, yo sólo quiero...


          Le estaba desnudando, como casi siempre. Sólo que esta vez con total resolución; rápidamente se deshizo de su jersey, ahora se peleaba con la bragueta de los pantalones. A pesar de la total oscuridad, los ojos aguamarina de Anton podían distinguir las voluminosas formas de su novio. Deseaba tanto tenerle dentro, sentir cómo se completaba su vínculo y alcanzar la plena unión con él. Ardía en fiebre y estaba desesperado.


 - Creo que alguien nos observa, casi puedo captar su olor. - Musitó tanteando en las tinieblas. - ¿Quién anda ahí?


 - Jadzia... no hay nadie. - Anton se había arrodillado ante él. - Dabai... *(vamos) ¡Dámelo! ¡Quiero lamerte entero y escupir tu semilla después! - Una vez le oyó a Khan decir algo muy parecido mientras se llevaba a su padre en brazos al dormitorio.


      Aquellas palabras le hicieron arder de pasión. Sujetando los rizos de Anton pudo entrever sus preciosos ojos, poco a poco todo su cuerpo quedó a la vista. Aparecía tan hermoso, desnudo y vulnerable, suplicando que él también se entregara al amor.


 - ¡Mi sol, tu luz es tan intensa que puedo verte en la oscuridad! - Se asombró ante tanta belleza. - Te amaré siempre, eres la estrella más brillante del universo.


 - Y tú eres mi constelación... - Anton se acercó unos centímetros más. - Envuélveme entre tus brazos, sé tú mi Orión y yo seré tu Sirio...


 - ¿Mi perro fiel? - Bromeó rascándole la cabeza.


 - Da... dabai... *(sí, vamos) – Respondió acercando la boca a sus ingles desnudas, había ido tirando del pantalón, arrastrando la ropa interior.


        Cumplió su deseo y lamió aquella envergadura hasta sacarle el primer jugo. Los gemidos de Jadzia, sus jadeos, el constante vaivén de sus caderas y el empuje que ejercía con los dedos enredados entre sus rizos castaños, hizo que todo fuese breve pero sumamente intenso.


 - Ahora tómame, Jadzia... - Se tendió sobre un blando lecho cubierto de suaves sábanas de satén negro. Esperaba sentir el suelo bajo la espalda pero aquello era infinitamente mejor. - ¿De dónde ha salido esta cama?


 - Tu fiebre no te deja pensar con claridad, estrella mía. - El klingon sonrió echándose sobre el cuerpo desnudo de su amante, abrazando la ardiente piel que cubrió con su propia desnudez.


          La sacerdotisa había recogido la semilla del klingon en el cáliz, ninguno de los dos se dio cuenta de nada. Ahora se alejó unos pasos, dejando la sala fue a guardar aquel preciado don en el mismo centro del laberinto. Allí la simiente estaría segura hasta que Apolo diese orden de utilizarla.


 


 


                                                          Los cardassianos, una raza prácticamente desconocida para la Federación de planetas, habían desafiado a la Flota Estelar invadiendo aquel sector del cuadrante Gamma. Se trataba de una especie humanoide de ascendencia reptil, al igual que los gorn, aunque con características muy diferentes. Para empezar, si bien un gorn puede parecer un lagarto por su color verdoso y su cola, un cardassiano se asemeja más a un klingon de piel grisácea, cuyas marcas dibujasen formas simétricas en su cara, hombros y cuello. Su evolución había ido por distintos caminos.


          El mundo de origen de los cardassianos, Cardassia Prime, estaba situado dentro del cuadrante Alfa en su frontera con el Gamma, donde últimamente se desarrollaban demasiados conflictos. El ideal de todo cardassiano era el de una existencia sacrificada al servicio del Comando Central, una casta militar que mantiene el más férreo control sobre la vida y las actividades de todos los ciudadanos del planeta y, cuya sed de poder, hacía palidecer la ambición del desaparecido Tal'Shiar.


          En esta ocasión, los incautos reptiloides ignoraban con quién tendrían que vérselas. Nada menos que con el Almirante James T. Kirk, el hombre con más victorias a sus espaldas, conocido y temido en toda la Galaxia.


 - Retire sus naves, comandante Gul Damar... - La voz del rubio tronó en los altavoces del puente de mando a bordo del crucero de guerra cardassiano. ¿Cómo habían conseguido piratear sus frecuencias? - Está usted ante una nave insignia de la Flota Estelar, nos encontramos armados y dispuestos a expulsarles de aquí por la fuerza si es preciso. Le recomiendo que abandone el cuadrante y regrese a su territorio... de lo contrario, aténgase a las consecuencias. James Kirk, almirante al mando de la USS Olympia, ha hablado. - Hizo su acostumbrada seña de “corten” con los dedos índice y corazón a su espalda. Dando una palmada se levantó de la silla. - ¿Ha quedado lo suficientemente varonil? De un tiempo a esta parte dicen que me he vuelto algo amanerado, no sé... He sido madre y todo eso pero... - Todo el personal en el puente le observaba desconcertado. - No, en serio... ¿ha resultado lo bastante “macho alfa”? - Añadió haciendo el gesto de las comillas con las manos.


 - Señor, los cardassianos... - Señaló el navegante a la pantalla principal. El comandante Damar, en un gesto de sentir vergüenza ajena, se llevaba la mano a la frente para cubrirse los ojos.


 - ¿Qué espera, teniente? ¿Un edicto real? - Gritó Jim histérico. - ¡Por todos los dioses, corte la comunicación de una vez!


 - Señor, su sobrino pide permiso para salir del hangar. - Le informó la teniente de comunicaciones después de cerrar el canal con el enemigo. - El señor Sulu pilota una de nuestras Chekov y él mismo ocupa el puesto de artillero.


 - No, que esperen sentados un poco más, no se van a cansar. - Había regresado a su silla de mando, tuvo que volver a estirar la chaqueta, le hacía un pliegue sobre la tripa.


 - Están virando las naves, almirante. - El joven artillero pulsaba los botones de su consola sin parar, tratando de entender a qué se debía tal movimiento.


 - Se preparan para el ataque. - Pateó el suelo con rabia inclinándose hacia delante, esperaba no tener que llegar a combatir. - No dispararemos primero, arriba escudos y espere mis órdenes, alférez.


          Jim se devanaba los sesos, buscando algo más que pudiese hacer... algo que pudiera decir... pero sabían tan poco acerca del enemigo que no se le ocurría absolutamente nada.


 


 


                                                             Como al amanecer sigue el día, a su esbozo de unión siguió la plena comunión del plathau. *(consumación) Sus brazos y piernas se entrelazaron en el más íntimo de los abrazos, a Anton no le costó demasiado recibir en su interior el considerable miembro del klingon. Jadzia había sido muy paciente y cuidadoso, apenas si le dolió y eso que era la primera vez que hacía algo así. Ahora le sentía tan dentro que ya era parte de él. Su vínculo se abrió como una flor en el infinito cielo, esparciendo los azulados pétalos que flotaban a merced del viento. Sus mentes se fundieron en una sola, ya eran un todo en cuerpo y alma.


          Cassandra accionó los mandos y el teletransportador se activó. Un manto de luz oscura les envolvió para llevarles, sanos y salvos, de vuelta a la habitación de Anton en la casa de Sulu.


 - ¿Lo tienes? - Preguntó Apolo, sorprendiéndola a su espalda.


 - ¿Lo dudabas? - Fingió ofenderse dándose la vuelta y rodeando el cuello del dios entre los níveos brazos. - La semilla de Aquiles se encuentra segura en el interior del laberinto.


 - Bueno, la de Aquiles y la de Troilo... espero. - Añadió él buscando la boca para besarla.


 - ¿Troilo? - La sacerdotisa se apartó retrocediendo un paso, el labio inferior le temblaba. - No dijiste nada de su semilla, mi señor.


 - ¿Qué? ¿Y cómo esperas que lo hagamos? - Inquirió clavando sus dedos alrededor de la muñeca de su amante.


 - Lo siento, yo... - Se había precipitado, confundió las órdenes. - “Cuando hallen el tel *(vínculo) trae a Anton y a Jadzia a bordo y asegúrate de recoger su semilla.” Fue lo que dijiste. Pero era “su” de ambos, no sólo de Jadzia... He cometido un error, lo lamento muchísimo. Quedo a tu disposición para ser castigada.


 - ¡Oh, bien...! - Llevándola casi a rastras consigo, emprendió el camino hacia su camarote. - Tengo un par de ideas para hacer que no vuelvas a equivocarte así.


 - Haré lo que me pidas, capitán. - Sonreía ansiosa, hacía tiempo que no disfrutaba de una de sus sesiones de castigo. - Pero ¿qué haremos para subsanar mi error? ¿Cómo vamos a hacer para que los muchachos tengan a su descendencia?


 - Ya nos ocuparemos de eso cuando llegue el momento, no te preocupes. - El dios no estaba muy seguro de sus palabras. Sólo contaban con la mitad del ADN para crear vida, tendrían que apañárselas así. Pero... ¿cómo? - Buscaremos una solución, algo se nos ocurrirá.


 - Deja que sea yo tu musa, oh Apolo... - Cassandra retiró la fíbula con forma de trisquel, el quitón cayó al suelo dejando al descubierto una perfecta desnudez. - Que Zeus permita que al tomar de mí la inspiración, nazca la obra que tienes en mente.


 - Te preñaré, si es lo que quieres... ¡Oh, Cassie...! - Susurró con lujuria deshaciéndose ya de sus ropajes.


          Tal vez malinterpretase sus palabras, o quizás ésa era precisamente la solución. El resultado sería, de cualquier modo, una nueva vida a bordo de la Pantheion pues Cassandra, la de los ojos violeta, acabó quedándose embarazada tras la noche de ataduras, latigazos y ardiente pasión que compartió con su amado dios.


 


 


                                                             James Kirk no dejaba de estrujarse la cabeza, literalmente, con ambas manos. Su alférez artillero le miraba esperando una orden. La nave cardassiana apuntaba a los deflectores traseros, si los alcanzaba quedarían indefensos a la hora de intentar la huida.


 - Teniente, abra el canal. - Girando la silla para mirar a la mujer, añadió con una pícara sonrisa. - Y fíjese bien cuando le haga la señal de “corten”, ¿de acuerdo?


 - Sí, señor. - Asintió la muchacha, no debía tener más de veinticinco años.


 - Y tú, Pavel... digo alférez, prepare los fáser para una descarga de advertencia. - Estiró la chaqueta y levantó la barbilla con confianza, la cara del comandante cardassiano se dibujaba ya en la pantalla principal. - ¡Hola de nuevo, amigo mío! ¿Sigue usted en sus trece, no piensa retirar sus naves?


 - Almirante, no veo el motivo de que me llame “amigo”. - Gul Damar le miró con desprecio. - Estamos aquí para quedarnos, puede usted comunicarle eso a la Flota. Hay un viejo proverbio cardassiano, según el cual “nadie debería morir antes que sus enemigos”. Espero que se cumpla, no hay nada que me causara más placer que su muerte, James Tiberius Kirk.


 - ¿Cómo lo sabe? - Interrumpió Jim poniéndose en pie. - Mi segundo nombre, yo no se lo he dicho...


 - Ni yo le dije el mío, y usted sabe bien que soy el comandante Gul Damar. - Le rebatió frunciendo el ceño.


 - Sí, lo escuchamos en su radio-frecuencia pero... - girando sobre sus talones, abrió los brazos y describió un círculo completo mientras hablaba, - ...nadie aquí ha dicho mi nombre completo ni una sola vez, estoy convencido de que muchas de estas personas ignoraban lo que significa esa T entre James y Kirk... - Volvía a estar frente a la pantalla principal, se acercó pasando junto al puesto de artillero, donde, con disimulo, señaló el punto al que deseaba que el joven alférez disparase. - ¿O acaso me he vuelto tan famoso que hasta los cardassianos me conocen?


 - He oído hablar de usted, sí. - Admitió el enemigo, sus crestas a ambos lados del cuello parecían palpitar.


 - Entonces sabrá que nunca he perdido una batalla... ¡Ahora! - Dio la indicación al artillero y un disparo de advertencia cegó durante unos segundos a su interlocutor. - Fuegos artificiales, nada más... pero puede usted hacerse una idea de cómo me las gasto.


 - ¡Bobadas! - Espetó el cardassiano. - Es usted tan arrogante, estúpido y fanfarrón como le imaginaba, Tiberius. ¡Y bastante más gay de lo que cabría pensar! Ni siquiera será un honor matarle, más bien será... ¡Un alivio!


          El comandante Damar cerró esta vez la comunicación desde su nave, recuperando el control sobre su radio-subespacial. En menos de un segundo, una ráfaga de disparos llovió sobre las cubiertas principales, la Olympia estaba siendo atacada.


 - ¡Condenado cabeza de cuchara! - Maldijo Jim al comandante cardassiano, mofándose de la marca con esa forma en su frente al tiempo que se arrastraba hacia su amada silla. Las sacudidas de la nave le habían tirado al suelo, como a todo el personal que estuviera de pie en ese momento. - Teniente, que la Chekov salga ahí fuera. Páseme con Sulu, rápido. Y usted, alférez, ¿a qué espera para devolver el ataque? Torpedos de fotones... - Poniéndose ya el cinturón apretó los puños al dar la orden. - ¡Fuego! - Gritó arrugando la nariz.


 - Jim, salgo de tu cola, voy hacia el crucero más grande. - Era Sulu informando desde la Chekov. - Tienen una batería lateral a estribor pero creo que podremos destruirla.


 - Olvida eso, amigo mío y ve directo a la especie de antena parabólica que tienen en la popa. - Jim tenía uno de sus presentimientos. - Seguro que es algo importante...


 - Pero tío Jim... esos fáser podrían acabar perforando las defensas de la Olympia. - Peter se metió en la conversación.


 - La maldita antena, Peter... - Le estaba viendo por el monitor, la cabeza del pelirrojo se agitaba diciendo que no. - ¡Tú cárgate esa cosa y luego haz lo que te dé la gana con su batería de estribor! - Acabó chillándole.


 - ¡Está bien! Como quieras... - Refunfuño el pelirrojo. - Pero con esta nave podríamos meternos entre los mismísimos cañones sin sufrir un sólo rasguño.


 - Lo sé, Pavel hizo un gran trabajo. - Comentó Jim orgulloso. - El sistema Nirshtoryehat también está instalado en la Olympia, así que olvídate de sus fáser y destruye esa cosa. Aguantaremos el meneo sin marearnos. - Rió entre dientes, mordiéndose el labio inferior al observar el vuelo de la Chekov entre el fuego enemigo. - Artillero, ¿preparada otra carga de fotones?


 - Sí, almirante. - Respondió el alférez con una leve sonrisa, estaba terriblemente asustado ante su primer combate real, pero la seguridad que exudaba aquel hombre le hacía sentirse a salvo.


 - Pues añada unos cuantos torpedos y dispare a la cubierta inferior de ese monstruo. - El crucero de guerra cardassiano seguía escupiendo rayos hacia la Olympia, los impactos eran cada vez más fuertes y certeros.


 - ¡Me encanta esta nave! - Sulu sonreía de oreja a oreja pilotando la Chekov. - Es rápida, manejable... con un motor potente y un armamento considerable para su pequeño tamaño.


 - Y además es indestructible, sí. ¡Bien por Pavel! - Rió al volver la cara medio segundo hacia el japonés y verle disfrutar como un si fuese un crío. - Tengo el objetivo en pantalla, voy a disparar.


 - ¡Adelante, Peter! - Ordenó Jim a voz en cuello desde el puente de la Olympia. - ¡Acaba con ellos!


          Sulu, con sus reflejos felinos y su amplia experiencia como piloto, fue capaz de esquivar la onda expansiva y ponerse a salvo detrás de la Olympia, pero ésta... sin su capacidad de maniobra, absorbió de lleno la explosión del crucero cardassiano y resultó gravemente dañada en el casco de proa. El puente fue la zona más afectada. El japonés lo vio al sobrepasarlo, la barrera perforada y un enorme boquete, negro y humeante, donde debía estar la silla de mando.


 - ¡Tío Jim! - Peter se echó a temblar, también se había fijado. Se puso pálido y se quitó el cinturón para pegarse a la plataforma de salida.


 - Aquí la Chekov. Jim... Teniente Garland... ¿hay alguien ahí? - Al japonés le temblaba la voz. Peter empezaba a patear la puerta metálica. - ¡Espera a que estemos en el hangar, no vayas a saltar en marcha! - Le gritó sin pensar. - Sulu desde la Chekov, vamos a entrar... ¿me oye alguien?


 - Aquí el comandante Quiroly desde ingeniería. - La voz familiar estaba cargada de emoción. - He asumido el mando temporalmente, señor Sulu. A su llegada... se lo entregaré a usted.


 - ¡Edward, me alegra que estés bien! ¿Cuáles son los daños? - Preguntó ajustando los impulsores al rayo tractor. - ¿Cuántas bajas?


 - Lo desconocemos por el momento, señor, pero... - El experimentado ingeniero jefe de la USS Olympia, parecía estar secándose las lágrimas al otro lado del intercomunicador. - Nadie responde en el puente.


 - ¡Joder! - El pelirrojo volvió a golpear con la punta de su bota el casco de la nave. - Joder... joder... ¡Joder! - Gritó desesperado por subir él mismo a buscar a su tío.


 - No puede ser.... Por favor, no... - Sulu empujó el llanto a lo más hondo de la garganta, tenía que completar la maniobra de aterrizaje. En su interior sintió que algo se había roto. - Jim...


 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.


...


¿Será éste el final de James Tiberius Kirk?


Hoy, dos de noviembre, he cometido un error garrafal a la hora de actualizar el fic, el resultado es que todo fue eliminado. La memoria caché del navegador no me ha permitido rescatar los comentarios a este capítulo. Lo lamento.


 


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