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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

«Tengo el ojo del tigre, el fuego, bailando entre el fuego, porque soy una campeona y me vas a escuchar rugir. Más fuerte, más fuerte que un león, porque soy una campeona y me vas a escuchar rugir.» Un estribillo pegadizo, alegre y que le sube a una la moral cuando lo grita en inglés a pleno pulmón. A Pavel le habría venido bien conocer la canción de la Perry... cuando tragó saliva y dijo: “Yo maté a Christine Chapel.”

UNOS ESCOCESES MUY MORENOS


 


 


                                                                                            Desde su regreso había visto cómo Anton pasaba más tiempo con Jadzia, ambos dormían juntos cada noche, bien allí mismo, bien en casa del coronel Klaa. Sulu cerraba la puerta de la habitación al fondo del pasillo, decepcionado por no poder darle las buenas noches a su Ichiban.


 - Khan... - Le llamó entrando a su dormitorio. - ¿Otra vez pasará Anton la noche fuera, con Jadzia?


 - Tiene quince años, Sulu, está en la edad de disfrutar del amor... o al menos eso dice Bones. - El sobrehumano terminaba de ponerse el pijama, sus marmóreas y curvilíneas nalgas desaparecieron cubiertas por el pantalón de color lila. - Yo a los quince aprendía a matar sin sentir piedad.


 - Tu infanssia y tu adolessensia no fueron normales, moy lyubov... *(mi amor) - Intervino Pavel saliendo del baño. - No puedes comparar.


 - Lo sé, por eso me gusta charlar con Bones de estas cosas. Llevo años haciéndolo, desde que Anton nació. - Sulu y Pavel le miraban desconcertados. Sonrió enseñando los hoyuelos y se acercó a la cómoda para darle la vuelta a Kermit y ponerlo de cara a la pared. - ¿De qué os sorprendéis? Bones es un buen psicoanalista, me ha ayudado mucho.


 - Y yo que venía a quejarme... - Se lamentó Sulu. - ¡Ah, violeta mía! Haces que todo problema parezca insignificante.


       El japonés se acercó a Khan y, sentándose detrás de él en la cama, lo abrazó con todo su amor. Asomando la cara por la izquierda de su cuello, acarició la mejilla con un parpadeo de su ojo derecho. El moreno sonrió ante la cosquilla de las pestañas.


 - ¿De qué deseabas quejarte, anata? *(cariño) - Preguntó agarrando las muñecas que rodeaban su pecho.


 - Me fui dejando a un niño y me he encontrado a un hombre. - Respondió con un hondo suspiro. - Mi pequeña rosa... ¡ya se afeita! Y yo me lo he perdido...


 - Bah, sigue siendo un crío. - Pavel hizo un gesto de desprecio con su mano. - Son cuatro pelos de rata, Hikaru... nada más.


       Los tres se echaron a reír, fuerte al principio, suavemente al final, hasta que la risa se les heló en los labios convirtiéndose en una mueca ridícula mientras pensaban en los hechos: Anton se hacía un hombre. Ya nada sería lo mismo.


 - Voy a tener que hablar con Bones, yo también. - Añadió el japonés buscando la mano de su rosa. - Ven, Pasha... Supongo que lo habrás pasado mal, lo de su compromiso con Jadzia te habrá recordado ciertas cosas que...


 - Niet! *(no) – Mintió, no quería preocupar a nadie y menos a su amante. - Está bien, es su t'hy'la... lo entiendo. Y lo suyo con Jadssia no tiene nada que ver con lo mío con los klingons.


 - Por supuesto que no. Jadzia “ama” a Anton. - Khan ya se colaba entre las sábanas, aguardando a sus amantes para arroparse juntos los tres.


 - Disse que le ama más que nadie en el mundo... - Pavel se metió en medio, apoyando la cabeza en el hombro de su marido esperaba sentir el acostumbrado abrazo de Sulu a su espalda. - Pero no le quiere más que tú, moy drug... *(amigo mío) Eso es imposible.


      Hikaru sonrió echando el brazo alrededor del pecho del ruso. Olió el perfume a rosas de sus cabellos y suspiró tranquilo. Estaba en casa.


 - Sulu... - Musitó Pavel con los ojos cerrados, a punto de quedarse dormido.


 - Estoy aquí, Pasha. - Susurró a su oído. - Estoy aquí.


 


 


                                                         Todo el mundo les conocía allá donde fuesen, los hermanos Scott eran famosos por su valentía, su arrojo, su peculiar sentido del humor y el aguante que ambos demostraban a la hora de beber whisky. Su ascendencia swahili-escocesa tenía mucho que ver con todo eso.


 - No podrás tumbarlos, Robert. ¿No has oído hablar de ellos? - El camarero tellarita se burlaba de aquel tipo, un militar retirado de la Flota Estelar que ahora capitaneaba una nave mercante dedicada al transporte de minerales.


 - ¿Otra botella? - Bean se reía a carcajadas, su hermano mayor acababa de darle un codazo en las costillas. - Está bien, quien caiga redondo paga las rondas.


 - Teniente Scott... - La voz de Tuvok sonó a su espalda, ambos se volvieron a mirar. - Teniente Cayden Scott, - aclaró, - hemos recibido un mensaje desde el Cuartel General. El capitán reclama su presencia.


 - Subo enseguida, cuñado. Tú vigila a éste... - Dando una palmada en la espalda de Bean, guiñó un ojo al vulcano. - Creo que vas a tener que llevar a tu novio, a bordo, en brazos otra vez.


      Se marchó dando grandes zancadas y dejando atrás a un Tuvok con la ceja derecha levantada y las manos entrelazadas a la espalda. Bean vaciaba otro vaso de whisky ante la mirada desafiante del capitán Robert Picard.


 - Taluhk, *(cariño) ya está bien de ingerir alcohol, recuerda tu última resaca... - Le suplicaba utilizando el tel *(vínculo) sin apartar la mirada serena de sus ojos avellana.


 - ¡Puedo con éste tipo y con dos más como él! - Protestó en voz alta sin ningún control de sí mismo.


 - Te encuentro algo pálido, voy a subirte a la enfermería. - El vulcano puso la mano en la clavícula de su pareja y le aplicó la pinza vulcaniana, dejándolo inconsciente. Mientras le sostenía para que no cayese al suelo, pulsó el intercomunicador. - Doctor Tuvok a USS Farragut-B, teletransporte para dos, energicen. - Solicitó autoritario.


 - ¿Pálido? - El capitán Picard no daba crédito. - ¡Pero si es mulato!


 - Robert... - El tellarita soltó su bayeta y le plantó la zarpa en el hombro. - ¿Te voy haciendo la cuenta?


 


          Cayden se echó a reír al ver a su cuñado cargando con el cuerpo inerte de Bean, se cruzó con ambos por el corredor B camino del hangar. Como jefe de seguridad de la nave, había sido convocado por su capitán para ir a recoger a un par de pasajeros en la Base Estelar XXIII.


 - Cuando se despierte dile que se dé una ducha y se afeite. Nuestro tío viene desde la Tierra, no debería recibirle con esa cara. - Dijo con una cínica sonrisa, burlándose de su hermano pequeño.


 - Estará decente, no he permitido que bebiese más. - Respondió Tuvok con su expresión adusta.


 - ¿Cómo le has convencido para que lo dejara? - Se asombró de aquel prodigio, Bean era tan testarudo como podía serlo él mismo.


 - Pinza vulcaniana, nunca falla. - Se jactó Tuvok elevando las comisuras de sus labios, ligeramente, durante una fracción de segundo. - ¿Y cuál de vuestros tíos nos visita?


 - El mejor de todos... - Cayden echó a correr hacia el turbo ascensor, su equipo le esperaba al fondo del pasillo. - ¡Khan! - Gritó desapareciendo ya tras las puertas deslizantes.


 


 


                                                           Las chispas de la sierra de disco saltaban por todas partes, Pavel llevaba sus gafas protectoras y los guantes pero Spock tuvo que dar un salto hacia atrás, apartándose de la trayectoria de las virutas metálicas.


 - Con cuidado, no vayas a dañar los circuitos. - Le dijo con su tono calmado habitual.


 - ¿Qué? - Gritó el ruso. - ¡No te oigo, Spock!


      El infernal ruido de la hoja que giraba a más de cien metros por segundo, era ensordecedor. Cuando la chapa pudo soltarse Pavel detuvo el aparato y, poniéndose las gafas sobre la cabeza, la cogió con ambas manos. Un buen mechón de sus cabellos quedó disparado de punta por encima de los lentes.


 - Ahora hay que tener mucho cuidado, no queremos dañar los sircuitos. - Murmuró mientras destripaba los restos del crucero cardassiano en los sótanos de la Academia. - Vamos a ver qué tesoros escondes...


 - ¿Reconoces la impresión? Parece muy compleja. ¿Serás capaz de descifrarla? - El vulcano observaba los endiablados circuitos sobre la placa, diminutos laberintos de un metal que, a simple vista, no reconoció. - ¿Con qué está fabricada?


 - ¡Con muy mala leche! - Protestó el genio dando una patada a la estructura con forma de antena parabólica. - Yebat! *(joder) Lo imaginaba...


 - ¿Qué es? - Consultó paciente, esperando que el ruso apartase la vista de las tripas de aquel engendro capaz de quebrar el Sistema Nirshtoryehat.


      Pavel levantó la mirada y se pasó la mano por la cara, secándose el sudor. Spock le observaba impertérrito, aguardando una respuesta del ingeniero.


 - Un amplificador de potenssia, emite una señal que hase a sus fasers acoplarse a las frecuenssias de los deflesstores traseros. - Volviendo a patear el metal estuvo a punto de escupir sobre el arma que habían desarrollado los enemigos. Si no lo hizo fue por respeto a su vulcano amigo. - ¡Condenados cabessa de cuchara!


      Spock se echó a reír sin apartar sus ojos oscuros de los aguamarina de Pavel, sacudiendo los hombros con una incipiente carcajada.


 - Anda, deja que te ponga bien el pelo. - Le quitó las gafas de la cabeza y acarició los rizos aplastándolos, peinándolos con la palma de la mano. - Tenías una pinta ridícula, Pavel. Como un Albert Einstein castaño. - Comentó aún riendo, recordando el desaliñado pelo frito del genio del siglo XX.


 - ¡Las grandes mentes nos paressemos! - Exclamó el ruso, para él había sido todo un halago.


 - ¿Quieres llevarte la placa base a casa y estudiarla con calma? - Le preguntó conociendo la respuesta de antemano.


 - Da, *(sí) bueno... si das tu permiso, Director General. - Añadió con una brillante sonrisa.


 - Pavel, no dudo que serás capaz de inventar algo que neutralice este amplificador. - Palmeándole el hombro volvió a reír. - Los cabeza de cuchara no olvidarán el nombre de Chekov.


 


 


                                                            La noche del sábado, Hikaru Sulu se sentía inmensamente feliz con la compañía. Les tenía a los dos, sus preciosas rosas, presos de su abrazo en el sofá. Por la mañana Khan había partido rumbo a Tellar junto a Klaa, siguiendo las órdenes de Jim, y Jadzia, como primogénito de la casa de Mogh, debía permanecer en su domicilio cuidando de su madre y de su hermana pequeña. No es que lo precisaran, Bazthum era una experta guerrera y además no corrían ningún peligro en el barrio residencial de San Francisco, se trataba más bien de una vieja tradición de su pueblo.


 - Es una tontería, esto no es Kronos... - Se quejaba Anton refunfuñando y poniendo morros.


 - No deja de ser una costumbre klingon y... ¿Sabes qué? - Sulu le pellizcó la mejilla hasta hacerla enrojecer. - Me alegro de que tú te quedes a dormir en casa y solito para variar.


 - No os vendrá mal descansar un poco, moy syn... *(hijo mío) – Rió Pavel viendo la cara de disgusto de su retoño. - Desde lo de vuestro compromiso lleváis dale que te pego todos los días... ¡Ya está bien!


 - Tengo quince años. - Se justificó el chico.


 - Y yo sincuenta y sinco... - Añadió Pavel haciéndose el importante.


 - ¡Basta ya! Pasha... Ichiban... tengamos la noche en paz. - Sulu tironeó de ambas cabelleras rizadas con media sonrisa. - Podemos charlar un rato antes de irnos a la cama, como en los viejos tiempos... cuando aún no te afeitabas, Anton.


 - ¿Me echas de menos, Sulu? - El muchacho se revolvió juguetón entre sus brazos, buscando acaparar todos los mimos del japonés apartó a su padre a un lado. - Yo siempre voy a ser tu niño, Hikaru. Aishiteru... *(te quiero) – Murmuró dándole minúsculos besitos por toda la cara.


 - Niet! *(no) – Pavel protestaba peleando por su lugar entre los brazos de su amante. - Ahora quieres a un klingon... Udalyat'! *(quita)


 - Papa... me tienes muy harto... - Su voz no se elevó en un grito como cada vez que Pavel decía algo sobre la raza de su novio, ahora sonaba seria y muy grave, totalmente varonil. - A ver, ¿qué tiene de malo amar a un klingon? Tú quieres mucho a Azetbur, la Emperatriz te aprecia como si fueses de su familia... y Korrd, el abuelo adoptivo de Jadzia, te quería como si fueses hijo suyo.


 - ¿Hijo suyo? ¡Eso me convertiría en hermano de Klaa y a ti y a Jadssia en primos! ¡No digas barbaridades! - Gritó Pavel tratando de liar a su hijo para salirse por la tangente.


 - ¡Rosas mías...! - Sulu se puso en pie, mirándolos a ambos bufó con paciencia. - Ha llegado el momento de que tengáis esa conversación.


 - ¿Te refieres a la que dejamos pendiente por mi cumpleaños? - Anton sabía bien de qué estaba hablando Sulu.


 - La misma. - Asintió clavando la mirada en Pavel.


 - Niet... *(no) No puedo moy drug... *(amigo mío) con todo lo que ha pasado... - Su voz se había vuelto ronca, quebrada por el nerviosismo, el ruso estaba a punto de echarse a temblar.


 - Precisamente por eso, Pasha. - Posando su mano encima del hombro de su amante le confortó. - Se acabó el dejarlo para otro día. Estaré en el dormitorio, no quiero verte aparecer por allí hasta que Anton sepa qué tienes en contra de los klingons y por qué.


      Hikaru había hablado. Subió las escaleras en un ligero trote, dejando atrás a sus dos rosas con los ojos aguamarina abiertos de par en par.


 - Ay, yebat! *(joder) - Pavel se estremeció, su hijo se había vuelto hacia él y le miraba esperando sus palabras, un nudo se hizo en la garganta del ruso y tuvo que tragar saliva antes de empezar. - Yo maté a Christine Chapel. - Susurró bajando la vista hasta clavarla en los pies desnudos de ambos.


 


 


                                                          Saltó a sus brazos en cuanto le vio salir de la lanzadera en el hangar. Hacía mucho tiempo que no le veía y le echaba de menos. Se enroscó a su cuello y levantó las piernas para rodear las caderas de aquel hombre entre sus muslos. Tuvok le observaba unos pasos más atrás, junto al intercomunicador en la pared. Puso los ojos en blanco un momento antes de saludar.


 - Larga y próspera vida, Inspectores Khan y Klaa. - Dijo alzando su mano, palma extendida y dedos corazón y anular separados con forma de uve. - Ruego disculpen los modales de mi pareja, el teniente Bean Scott es muy impulsivo y sus emociones, en estos momentos alegres, le tienen embargado.


 - Hola cuñado, ¿novedades? - Cayden le palmeó la espalda bajando de la plataforma de la pequeña nave. - Iré a ver al capitán, seguro que tiene algo para mí. ¿Me acompañas, Klaa?


 - Doctor... - El klingon se llevó la mano al pecho devolviendo el saludo de modo formal al pasar por su lado. - Sí, presentémonos ante el oficial al mando.


 - ¡Bean, por favor! - Khan tuvo que agarrarlo por la cintura y dejarle en el suelo, a un paso de distancia, para poder tomar algo de aire. - ¡Que ya no eres un crío, deja de achucharme!


 - Te quiero, tío Khan... - Volvió a abrazarle para separarse, ahora definitivamente, mirándolo a los ojos azul hielo. - ¡No sabes cómo me alegro de verte!


 - Me hago una idea. - Musitó entre la sonrisa que dejaba a la vista sus preciosos hoyuelos. - Tus padres te envían recuerdos y algo más que ya os daré luego a ti y a tu hermano. - Agregó haciéndole un guiño.


 - ¿Bridies? *(empanadillas de carne picada típicas de escocia) – Preguntó relamiéndose. - Dámelas ya, el estirado de mi hermano no tiene por qué enterarse...


 - Eso no estaría bien, t'hy'la. - Le interrumpió el vulcano. - Seguro que tu madre las ha preparado con amor para ambos, no sería justo privar a Cayden de su degustación.


 - ¿Y tú, sobrino postizo? - Khan se acercó para revolver el escrupuloso peinado con raya a la izquierda que gastaba el médico. - ¿Probarás una?


 - ¿Qué? - El joven teniente se echó a reír a carcajadas. - Mi novio sigue siendo vegetariano, tío Khan...


 - Algo de carne seguro que ha probado. - Murmuró con picardía volviendo a guiñar uno de sus ojos azul pálido a su querido sobrino Bean.


 


          Los tres subieron al puente de mando donde Klaa acababa de presentarse al capitán Edward Quiroly. Tras lo sucedido a la USS Olympia, el comandante fue ascendido y reasignado a capitanear la USS Farragut-B.


 - ¡Vaya! - Exclamó Khan nada más verle. - ¿Han puesto al cargo a un “descerebrado”? - Bromeó echándole los brazos.


 - ¡Señor Black! - Dijo el nombre entre risas poniéndose en pie para recibirle. - ¡Un placer tenerle a bordo!


 - Espero que los tellaritas también se alegren de nuestra visita. - Carraspeó Klaa haciéndose a un lado, el capitán y su compañero de viaje se palmeaban las espaldas mutuamente, fundidos en un amistoso abrazo.


 - Esos narices de cerdo son muy pendencieros a la hora de negociar. - Comentó Bean con una mueca en su cara que recordaba bastante a la sonrisa tensa de su padre, el ingeniero Montgomery Scott.


 - Hemos estado tanteando el terreno, Khan. - Ahora Quiroly regresaba a su silla de capitán. - Cayden, Bean y Tuvok han llevado las negociaciones. A mí, la verdad, no me agrada demasiado la raza tellarita y el clima, ahí abajo, me resulta insufrible.


 - Alergias varias. - Intervino Tuvok. - Los distintos tipos de polen, ácaros, algunas comidas típicas de Tellar... A mi capitán le costaría una enfermedad tener que aterrizar en el planeta.


 - Entiendo. - El sobrehumano apoyó la mano en la espalda del vulcano. - Eres un buen médico, Tuvok, pero ¿para qué arriesgarse con algo así? Klaa y yo nos encargaremos de todo ahora. Para eso hemos venido.


 - ¡Lo cual no deja de ser un verdadero alivio! - Espetó Bean dándole un buen codazo a su hermano mayor.


      Cayden asintió, estaba de acuerdo. Los hermanos Scott eran hombres de acción, no de palabras. Y aunque el natural carácter pacificador del vulcano había sido muy útil a la hora de establecer relaciones con los tellaritas, su idiosincrasia, desprovista de la vileza del engaño, le impedía ser un buen negociador. El coronel Klaa, fiero guerrero klingon y su tío Khan, ex-príncipe de más de cuarenta naciones, lo harían infinitamente mejor. O al menos eso pensaban los dos morenitos escoceses.


 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.


Hoy, dos de noviembre, he cometido un error garrafal a la hora de actualizar el fic, el resultado es que todo fue eliminado. La memoria caché del navegador no me ha permitido rescatar los comentarios a este capítulo. Lo lamento.


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