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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Me gusta la canción , me hizo pensar en estos dos la primera vez que la oí. Anton y Jadzia forman una pareja peculiar, algo insólita. Los klingon no llevan demasiado tiempo en la Federación, no es muy habitual ver una relación mixta y menos del mismo sexo. Imagino a los dos muchachos apartados de sus compañeros de clase, acostumbrados a recibir miradas de extrañeza y a escuchar críticas sobre su especial amor, tanto por parte de sus colegas estudiantes como de los adultos que les rodean. Un klingon y un humano... que además es un octavo vulcano... ¿Podrá salir bien semejante rara mezcla?

 


HABLANDO, SOLOS TÚ Y YO


 


                                                                                   De pie allí plantado, con el tazón en una mano, Anton mareaba los cereales con la cucharilla sin probar un solo bocado; tenía la mirada perdida en el trozo de cielo azulado que se avistaba por la ventana de la cocina. Sulu se comía un bol de arroz con nato *(soja fermentada) y clara de huevo. Manejaba con habilidad los palillos, sentado, con los pies colgando, sobre la parte de la encimera que daba al salón a modo de barra. El japonés se entretenía en ver cómo padre e hijo evitaban rozarse, o mirarse siquiera, en un extraño baile mientras Pavel intentaba hacer café.


 - ¿Qué tipo de drogas? - Preguntó Anton de repente. - Mencionaste las anfetaminas, ¿algo más?


 - Anton, termina el desayuno o llegarás tarde a la Academia. - Respondió Sulu, al ver que su amada rosa blanca palidecía algo más de lo normal.


 - Dijiste que si tenía alguna duda te podía preguntar, pues bien: ¿qué otras drogas? - Insistió el chico girándose para mirar a su padre que seguía pasmado delante de la cafetera.


 - Alussinógenas, estimulantes, sedantes... de todo un poco. - Mascaba las palabras, con la vista fija en el chorro negro que destilaba la máquina. - No me acuerdo, moy syn... *(hijo mío) ¿Qué importanssia tiene? Sólo quería evadirme...


 - ¡Tiene mucha importancia! ¿Estuviste años consumiendo? Tu cerebro estará afectado por todo eso. - Anton dejó los cereales en el fregadero y, acercándose a su padre, le dio un pequeño capirotazo de los de su abuelo Bones. - ¿Quién dice que lo de tu telequinesia no haya tenido que ver?


 - Tú no tomas drogas y también tienes ese poder. - Sulu saltó de la encimera para interrumpir aquella conversación. Señaló a sus dos rosas con los palillos poniéndose serio. - ¿Quieres dejar a tu padre en paz y marcharte a clase de una vez?


 - Herencia y ambiente, Sulu, ambos factores influyen en... - Anton intentaba explicarle a dónde quería llegar y por qué le parecía crucial saber qué se había metido exactamente su padre.


 - ¡Vete de una vez! - El japonés lo emperchó del jersey rojo y lo echó, literalmente, de la cocina. - ¡Y promete que nunca probarás las drogas! - Le gritó enojado.


 - Sabiendo lo que le han hecho a su cabeza me mantendré alejado, no temas. - Anton, señalando a su padre con un gesto de su cabeza, sonreía con la característica boca torcida de los Kirk mientras se acercaba al furioso Sulu para darle un beso en la mejilla. - Lo prometo, otôsan. *(papá en japonés)


      Muy pocas veces le llamaba así, estaba acostumbrado a escucharles decir “Sulu” a sus padres desde siempre, pero de vez en cuando, si quería derretir su corazón, usaba la palabra japonesa que le abría cualquier puerta. Una palabra que había aprendido de su hermana Demora.


 - Lárgate, zubutoi. *(sinvergüenza) - El enfado había desaparecido, una tierna sonrisa ocupaba su lugar en la cara de Sulu. - Y ten cuidado por ahí... - Añadió acariciándole los rizos mientras se iba.


          No tardó ni cinco segundos. Pulsó el botón que apagaba la cafetera y se lanzó a los brazos de su amante buscando el amor y la comprensión que siempre le brindaba. El jardinero tuvo que acomodar los rizos entre su cuello y su barbilla, los pelos de Pavel le hacían cosquillas en la nariz.


 - Por lo menos todo esto ha servido para mantenerlo alejado de los estupefassientes... - Murmuró besando aquella prominente nuez a la vista.


 - Así me gusta Pasha... - Estaba a punto de soltar un gemino. - Que te centres en lo positivo de las cosas.


 


                         De camino se encontró con Jadzia y, después de un fuerte abrazo y unos cuantos besos, quince horas separados se les había hecho eterno, continuaron juntos hacia la Academia. Y tuvieron que apretar el paso, los autobuses habían descargado ya en el patio cuando llegaron, todos los alumnos subían las escalinatas. Anton le contó a su novio, brevemente, la conversación que había mantenido con su padre la noche anterior.


 - Dijo que solamente quería evadirse. - Hablaba del tema “drogas”, aquello realmente le traía de cabeza. - Olvidar el dolor, la soledad, la ausencia de mi padre, que mi madre fuese una niña... todo eso.


 - Debió ser muy duro para él. - El klingon se paró en mitad de la escalera durante un instante. Ahora entendía por qué su futuro suegro le miraba como le miraba. - Esclavo sexual en Kronos... - Murmuró.


 - Eso puedo entenderlo, deseaba expiar su culpa. Pero drogarse... destrozarse la mente así. ¡Es un genio! - Se giró para mirarlo a los ojos, agarrándole el brazo derecho a Jadzia al tiempo que alzaba la voz. - ¡Es como si tú te dedicases a matar cada uno de tus nervios y hacer inútiles todos tus músculos! Estropear un recurso tan valioso como el intelecto no es lógico.


 - Hablas desde tu octavo vulcano, Anton. - El muchacho apartó la mano de su novio con una caricia en el dorso. - Una parte de ti muy importante, de la cual tu padre carece. ¿Y de verdad piensas que mi recurso más valioso son los músculos? - Ahora le miraba con algo de furia en los ojos grisáceos. - ¿Es eso todo lo que soy? ¿Un fortachón?


 - Llego tarde al hangar de pruebas, hoy por fin me toca el simulador de vuelo. - Anton sonrió de medio lado y le besó en la frente, sobre las marcas de su raza. Estaba dos escalones más arriba y no tuvo que ponerse de puntillas. - Te veo en el descanso, Orión mío. - Pensó usando el vínculo.


 - Sí claro... mi recurso más valioso... - Jadzia se quedó allí un momento viendo desaparecer a su novio por los pasillos de la Academia. Estiró su brazo y apretó sacando bíceps, una bola de músculo apareció sin apenas esfuerzo. - HoS! *(fuerza, klingon) – Exclamó sonriendo con sus dientes afilados.


 


                    Dejó la mochila tirada en el suelo nada más entrar al hangar y se dirigió apresuradamente al enorme aparato con forma de media lanzadera. Solamente la cabina con los mandos, el resto no era preciso en las simulaciones. Estaba deseando sentarse allí. Hasta ahora no se lo habían permitido, centrando su formación académica en estudios de física avanzada, matemáticas, electrónica, historia, lingüística y música. ¡Tanto aprender a tocar el violín y el piano le tenían harto! ¡Era el hijo de Amy Kirk, la mejor piloto de la Flota, por todos los dioses! Ahora que había crecido unos centímetros más, sus tutores escolares ya no tenían excusa para no apuntarlo a clases prácticas de vuelo.


 - ¡Vaya! ¡Menudos ánimos traes, chaval! - El instructor vio pasar una sombra a su lado mientras ajustaba los parámetros de la simulación, no llegó a verle la cara, sólo unos mechones de rizos castaños que le parecieron familiares. - Soy Antaak, de la casa de Schuck y estoy encantado de tener al fin un alumno que demuestra verdadero entusiasmo a la hora de pilotar.


 - Yo soy Anton Sarek Singh Chekov, tengo quince años y me muero por volar. - Había asomado la cara por la ventanilla del simulador, se echó a reír cuando vio al profesor klingon con los ojos abiertos de par en par. - Sí, Amanda Kirk es mi madre, supongo que lo llevo en la sangre.


 - Chekov... - Pronunció el nombre y carraspeó, un nudo de vergüenza se le embrolló en la garganta. - Siéntese a los mandos y siga mis instrucciones. Si de verdad lo lleva en los genes no le será difícil aprobar mi asignatura.


 


                           Durante el descanso, entre la multitud de jóvenes que charlaban y reían disfrutando del almuerzo, buscó a la sombra de los naranjos; sabía que a Jadzia le incomodaba el sol y estaría debajo de alguno de ellos. Corrió a acurrucarse a su lado, su novio comía a solas un sándwich de mantequilla y gagh hervidos, algunos gusanos se le escurrían entre el pan, no era algo agradable de ver para los humanos.


 - ¿Quieres un mordisco? - Le ofreció sabiendo la respuesta, a veces era un poco sádico con Anton.


 - Ni hablar... y no me beses hasta que te hayas lavado los dientes. - Dijo con cara de asco, sacando de su mochila un bocadillo de pollo y mayonesa.


 - ¿Qué tal tu clase con Antaak? - Le sonrió Jadzia. - Es un buen profesor, a mí me ha enseñado mucho.


 - Nada mal. - Respondió encogiendo los hombros. - Sólo me he estrellado un par de veces. Me cuesta coordinar, ya sabes.


 - No, no sé. - Su tono de voz sonaba a puro sarcasmo. - Igual porque como sólo soy un montón de músculos...


 - Y dos kilos de rencor. - Sonrió arrugando la nariz, su novio le miraba desde arriba. - No eres tonto pero tampoco un genio, Jadzia. Moy papa *(mi padre) sí lo es, siempre lo ha sido, y aun sabiéndolo se drogó, alteró su mente... no lo entiendo.


 - ¿Sigues con eso? - Volvió a dar un mordisco a su sándwich y tuvo que sorber, uno de los gagh se quedó colgando por fuera de sus labios.


 - A veces me pregunto qué hago contigo... - De nuevo su cara de asco más genuina. - Oye, si es cierto que los klingons sois tan fieros y salvajes en el sexo... ¿de dónde has sacado tú toda tu ternura? Y deja el sándwich a un lado para contestar, por favor.


 - Una cosa es el instinto, que está ahí, naturalmente, y otra la voluntad. - Jadzia engulló el último bocado de su peculiar almuerzo y masticó bien antes de tragar. - ¿Tienes refresco de cola, de ese que fabrica Scott?


 - Sí, espera... - Buceó en su mochila hasta dar con una lata. - Toma. Límpiate ahí... te ha quedado una cabeza de gusano entre los dientes. Así que básicamente, lo que me estás diciendo, es que sí tienes el impulso de ser un animal conmigo en la cama pero que lo reprimes.


 - Como los vulcanos con sus emociones, aunque no me resulte tan difícil. - Dio un buen sorbo al refresco antes de continuar. - Te tengo en mi cabeza además de en mi corazón, ¿cómo iba a dejarme llevar por un instinto primitivo y hacerle daño a lo que más amo en el universo? ¡Ah, esta bebida está buenísima! Scott debería comercializarla, sacarla de su garaje... tendría mucho éxito.


 - ¡Eso mismo pienso yo! Pero Scotty dice que aún no está lista, que no es “coca-cola” todavía. - Anton sonrió, su novio le amaba de verdad. - Lleva años peleándose por dar con la fórmula exacta, no le hables del tema, suele perder los nervios.


 


                          Despedirse al atardecer era lo peor. ¿Hasta cuándo tendrían que seguir durmiendo separados? La estúpida costumbre klingon de que el primogénito debía “guardar la casa” hasta el regreso del cabeza de familia... Anton protestó de nuevo por ello.


 - Cuando está tu padre, sí puedo quedarme a dormir contigo pero si él falta, no puedes permitir a ningún hombre entrar a tu vivienda. ¿Hay algo más absurdo? - Se cruzó de brazos mientras refunfuñaba, aquella norma le sacaba de quicio.


 - Es la ley... - Jadzia intentaba ser paciente.


 - ¡Esto no es Kronos! - Le espetó de pronto.


 - Te veré mañana, estrella mía. - Apretándolo entre los brazos con fuerza, besó su coronilla rizada.


 - No me gusta. Quiero dormir contigo. - Rezongó mimoso.


 - Lo que no quieres es entrar a tu casa y volver a discutir con tu padre por lo de las drogas. Deberías hacer caso a Sulu y olvidar el tema. - Jadzia bajaba y subía sus manos por los brazos de Anton en una caricia. Empezaba a refrescar, allí en el porche de la casa del japonés.


 - Hikaru tiene razón. Mi padre es como es. - Se encogió de hombros. - No importa si por haber consumido durante años o si ya venía así de fábrica... Es raro, hay que aceptarlo.


 - Tú sí que eres raro. - Rió el klingon. - Te obsesionas siempre por las cosas más extrañas, intentas ser lógico pero eres totalmente impulsivo: quieres ser piloto, explorador, ingeniero e inventor como tu padre, músico en un grupo, capitán de nave estelar, médico como tu abuelo y tu tío...


 - Lo sé, tarde o temprano tendré que elegir camino pero... - Girando el cuello se acercó para besarle. - Jadzia, lo único que me importa es andar ese camino contigo.


       Al fundir sus labios en la cálida caricia, sus mentes quedaron unidas: podían sentir lo que el otro sentía, escuchar sus más profundos pensamientos... y algo que captó el klingon en la cabeza de Anton le hizo romper el beso, mordiendo sin querer la amada carne. Un hilo de sangre roja corría por la pálida barbilla, Jadzia sacó la lengua y lamió el débil rastro así como la herida.


 - Lo siento, es que... - Trató torpemente de disculparse, aún tenía en el cerebro aquella imagen tan esperpéntica. - ¿Te he hecho daño?


 - Un mordisco de nada, no tiene importancia. - Respondió ignorante de lo que su novio había visto. Al separarse, sus mentes ya no se escuchaban. - Puedes ser un poco fiero conmigo de vez en cuando, no me voy a morir por eso.


 - Sabe a hierro... - Murmuró algo aturdido. - Tu sangre.


 - ¿Y a qué sabe la tuya? - Quiso experimentar curioso. - Vamos, muérdete un poco, quiero probarlo de tu boca también.


       El klingon obedeció. Aquellos ojos aguamarina, tan enormes y brillantes, le eran irresistibles si su novio le pedía algo con cara de cachorrillo abandonado. Cuando el espeso líquido violeta brotó de su labio, cerró los ojos. La caricia de la lengua de Anton no tardó en llegar.


 - Mmm... - Degustó a milímetros de su boca. - Otro mineral, además del hierro... ¿Silicio? - Jadzia asentía, Anton estaba descifrando la química de su sangre. - Mi amor... ¡Tienes las venas llenas de amatista! Eres precioso... por dentro... y por fuera... - Ahora acariciaba las marcas de su raza en la frente, pudiendo compartir el tel. *(vínculo)


 - ¿Qué es esto? - Gritó al sentir de nuevo aquella imagen mental que le trastornó. - ¡Responde! - Le zarandeó tomándolo por los brazos.


      Anton le miraba asustado, los dedos clavados en la piel dejarían marcas. ¿De qué estaba hablando Jadzia? No entendía nada...


 - He visto a tu padre en... no a Chekov, al otro... Khan... golpeando a tu abuelo Kirk y aplastando la cabeza de un oficial de alto rango entre sus manos... y luego la de un klingon... - Dándose cuenta de que estaba haciéndole daño, le soltó. - Sé que mató a B'Etor, mi padre me lo dijo, lo hizo apretando con sus propias manos hasta romperle el cráneo. Ese traidor se lo merecía pero... ¿quién es el hombre de la Flota al que mató del mismo modo? ¿Y la mujer rubia que chillaba llorando? ¡Tu abuelo estaba allí... Jim Kirk... y no lo impidió!


 - El almirante Alexander Marcus. - Pronunció el nombre con la voz rota. Así que era eso: imágenes de lo que Khan le había contado, filtradas en la breve fusión mental. Ni siquiera era consciente de haber pensado en ello.


 - El abuelo de tu tío... ¿Tu padre mató al abuelo de tu tío David? La mujer rubia debía ser Carol, su madre... - Jadzia estaba realmente desconcertado.


 - Es una historia muy larga, ya te la contaré otro día. - Trató de acercarse a su novio, acariciarle, calmarlo... su mano fue apartada con un aspaviento.


 - ¿Cómo la conoces tú? - Le chilló con enojo. - El señor Chekov no ha sido el único en tener una “conversación” contigo... ¿Me equivoco? Khan también lo ha hecho.


 - Fue el día de mi cumpleaños... - Admitió cabizbajo.


 - ¿Por qué no me dijiste nada? Siempre tan reservado. - Se quejó del carácter introvertido de Anton. - ¿Qué te ha contado tu padre? ¡Por Kahless, dímelo! *(personaje fundamental de la mitología Klingon) – Posando las manos sobre los hombros de Anton, buscó su mirada. - Estrella mía... ¿Qué era eso que he visto?


 - A Khan Noonien Singh acabando con el loco que le despertó para empezar una guerra contra el Imperio Klingon. - Respondió abrazándose a su pecho. - No sabía cómo decirte... Es mi historia también, la historia de mi familia. Me daba miedo que si conocías todos los detalles, si supieras realmente de dónde vengo... ya no quisieras salir conmigo.


        Jadzia lo apartó un momento, negando con la cabeza a la par que lo miraba de arriba abajo. ¿Quién era aquel chico en realidad y por qué se sentía tan unido a él? Ahora sabía que uno de sus padres, el insólito señor Chekov, se había dedicado por un tiempo, en Kronos, a ofrecerse como esclavo sexual para divertimento de los más fieros y depravados especímenes de su raza; y que su otro padre, el sobrehumano Khan que un día fuera el mejor de los tiranos en la Tierra, había dado muerte con sus propias manos al abuelo de su tío David; y para rematar estaba lo de Amanda Kirk, “la cazadora,” como era conocida en todo el cuadrante Delta, una soldado implacable que compartía su vida con Ne'mah, la fiera guerrera romulana íntima amiga de su propia madre.


 - Me gustan las mezclas raras... - Se dijo a sí mismo en un susurro, volviendo a abrazar el cuerpecillo enclenque de su guapo novio. - Tienes que hacer pesas, estrella mía. Yo te ayudaré a ponerte fuerte.


 - ¿No te importa nada, mi historia? ¿Te acuerdas del temblor que provoqué con mi Pon farr al interaccionar con mi telequinesia? - Anton apretaba el jersey negro de Jadzia con los puños, levantando la voz. - ¿Es que no te asusta ver la clase de monstruo en la que me voy a convertir?


 - No, un klingon no tiene miedo a nada. - Buscó los nerviosos labios y los dibujó con la punta de su lengua en una caricia. - QaparHa'qu', *(te quiero) Anton. Si te vas a transformar en lo que sea, yo estaré ahí, a tu lado. Lo he jurado en lengua vulcana, ¿recuerdas?


 - Terau ek'wak... *(juntos por siempre) – Musitó Anton con dulzura.


 - Y un klingon no falta a su palabra. - Remató con voz grave y solemne.


        Estaba a punto de cumplir los dieciocho años, su MajQa *(ceremonia de iniciación klingon) se acercaba. Probablemente en cuanto su padre regresara del sistema tellar le llevaría a Kronos, el planeta natal de su raza, para dejarle solo a los piés del volcán No'Mat en el interior de las cuevas de lava. Allí daría el paso a la edad adulta. Jadzia desconocía qué visiones le hará tener el calor, las enseñanzas que extraiga de ellas serán sólo para él, no habrá de compartirlas ni con su padres ni con su pareja... aunque, si Anton aceptara convertirse en su r'uustai *(hermano guerrero) podría contarle todo, igual que había hecho él. De todos modos, con el tel, *(vínculo) acabaría por enterarse tarde o temprano. Es algo de lo que debo prevenir a mi padre, pensó. Mezclar las culturas klingon y vulcana, no iba a ser nada sencillo.


 


                       Seguían abrazados en el porche cuando las estrellas empezaron a asomar, Pavel les miraba desde la pequeña ventana del sótano. Podía verles de pies a cabeza desde su peculiar perspectiva, los de Jadzia, dentro de sus botas, eran enormes comparados con los finos y descalzos de su hijo. Había estado escuchando casi toda la conversación.


 - ¿Qué haces ahí arriba? - Hikaru se sorprendió de encontrarlo encaramado a la estantería como si fuese una araña.


 - Ssshhh... Sulu. - Cerrando con cuidado la ventana saltó al suelo y corrió a taparle la boca. - Los chicos están ahí fuera.


 - Lo sé, llevan horas despidiéndose. - El japonés se echó a reír, no era el único que había estado espiando.


 - Moy syn *(mi hijo) es un tipo con suerte, Jadssia le ama de verdad. - Pavel le agarró por la cintura y buscó la boca para besarla y morder el labio inferior con ternura. - Con todo lo que sabe de nosotros y no ha salido corriendo...


 - Vamos a cenar, rosa mía. - Devolvió el mordisco y añadió un buen apretón en la nalga izquierda de Pavel, levantando poco a poco la mano, colándola por debajo de la camiseta gris hasta rozarle el tatuaje con forma de trisquel. - Creo que Jadzia ya se ha ido y Anton ha entrado en casa.


 


 


                                                           A cientos de miles de parsecs de distancia, una nave envuelta en misteriosa oscuridad, orbitaba en torno a una estrella en formación dentro de la nebulosa Cabeza de Caballo. Habían vuelto allí después de lo ocurrido con la Olympia. En el puente de mando, Apolo desconectaba las imágenes de la pantalla pulsando uno de los botones de su trono. Girando la silla dorada hacia la izquierda, buscó la complicidad en la mirada de su hermana gemela, Artemisa asentía con austeridad.


 - Capitán, la estrella ya casi está completa. - Atenea atravesó las puertas del turbo ascensor como una exhalación, venía envuelta en uno de sus peplos azul cielo y pisaba fuerte con sus sandalias doradas. - He logrado acelerar considerablemente el proceso, las instrucciones de padre fueron muy precisas: todo debe estar a punto para el MajQa de Jadzia. *(ceremonia klingon de iniciación a la edad adulta)


 - ¿Pongo rumbo a Kronos, señor? - Consultó Hércules, prudente antes de maniobrar.


 - No... - Apolo levantó su mano derecha deteniendo al piloto. - ¿Ves esa nube de polvo estelar que empieza a compactarse alrededor de la nueva estrella? Posiciona la Pantheion en línea con su epicentro, hay algo que debemos colocar en su interior.


 - Está bien, pero desde Orión tardaremos bastante en alcanzar el planeta klingon. Para empezar habrá que atravesar la nebulosa en la que nos encontramos y luego la otra que la contiene... a no ser que prefieras dar un rodeo por Sirio y entrar en velocidad de curvatura, crear un agujero negro y... - El de la cabeza leonada se quejaba, como siempre, de las complicadas órdenes de su hermano mayor.


 - Haz lo que Apolo dice y no temas. - La diosa de la caza le interrumpió, se había acercado a enredar los dedos en los ensortijados cabellos del navegante. - Llegaremos a tiempo a esas infernales cuevas de lava y Cassandra inspirará la visión del muchacho.


 - ¿La inspirará? - Apolo se puso en pie, dejando atrás la silla de mando encaminó sus pasos al frente, pasando junto a Ares para acercarse al monitor principal. - Haremos mucho más, hermanita. ¡Aquiles y Troilo, juntos, vencerán a los cardassianos!


 - ¡Condenados cabeza de cuchara! - El dios de la guerra golpeó, con el puño cerrado, la pantalla de su consola. - ¡Ni siquiera tienen dioses, estúpidos reptiles venidos a más!


 - Luego son ciertos los rumores, se avecina una guerra... - Farfulló Hércules, odiaba ser el último en enterarse de las novedades. - Ya estamos alineados. ¿Qué vas a dejar caer ahí, Apolo?


      El rubio de ojos azules sonrió con la boca torcida, un haz de luz partió del vientre de la Pantheion formando una bola brillante que quedó atrapada en el núcleo de aquel futuro planeta.


 - El recipiente adecuado... - Susurró. Sabía que Cassie ya había soltado la carga de la bodega. - Bien, Herc, ahora sí: rumbo a Kronos. Puedes rodear la nebulosa si te da la gana, no me importa. Tenemos dos semanas para esa ceremonia klingon de paso a la edad adulta. ¿Alguien más tiene hambre? Me apetece un sándwich de pollo...


 - ¿No prefieres gagh con mantequilla? - Bromeó Artemisa.


 - Gusanos de serpiente con grasa de leche de vaca batida... - Apolo puso cara de repugnancia. - ¡Pues sí va a ser verdad que a ese chico le gustan las mezclas raras!


 - Hacen buena pareja: fuerza e inteligencia. - Atenea parecía conmovida, cualquiera hubiese dicho que lo estaba al ver el brillo especial en sus ojos glaucos. - Tienes razón, hermano. Troilo y Aquiles, juntos, serán invencibles.


 - Mi fría, virgen y sabia hermanita... - El rubio le acarició uno de los bucles dorados que le caían en cascada, sobre la nuca, desde su alto recogido. - No cambies nunca, me desconcertaría.


         Artemisa se echó a reír disimuladamente, tapándose la boca con la mano. No quería enemistarse con su hermana. Siguió los pasos de Apolo hacia el turbo ascensor y dejó que él la apretara contra su cuerpo agarrándola de la cintura. Desconocía con exactitud los planes de su gemelo, ¿qué habrían abandonado en el centro del planeta en formación? Algún don oculto de los dioses esperando ser descubierto en un futuro. Tal vez Anton y Jadzia acaben pasando por allí mientras combaten... no, mientras ganan la inminente guerra contra el Imperio cardassiano.


 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.


Hoy, dos de noviembre, he cometido un error garrafal a la hora de actualizar el fic. El resultado es que fue eliminado. La memoria caché del navegador me ha permitido rescatar los comentarios a este capítulo. Imaginad cómo me he sentido al ver que todo desaparecía ... citando a Khan: ¿Cómo he podido ser tan estúpida? *(golpea su frente una y otra vez)


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