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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

[Reviews - 54]   LISTA DE CAPITULOS
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Notas del capitulo:

Nos transportamos ahora a bordo de la TARDIS hasta el pasado, un año antes del nacimiento de Amy, aproximadamente. Sulu sufre un accidente laboral y es sometido a una extraña cura por parte del médico. Este capítulo no contiene nada especial y al mismo tiempo sé que os va a encantar, o al menos eso espero. Se tocan varios temas, hay que estar atento... muy atento a los breves guiños que ojalá os hagan reír. Feliz día, lectores.

 

UN GOLPE TRAS OTRO

 

 

 - ¿No eres mi novio?

 - Moy drug... *(amigo mío) Tú no tienes novio. Ni siquiera eres gay...

 - McCoy me ha tomado el pelo, ¿verdad?

          ¿Cómo podía ser tan perverso? De pronto lo recordó todo, la jugarreta del médico había surtido efecto. Pavel le miraba incrédulo, aguantándose la risa y con algo de preocupación. Tenía la cara más rara que le había visto jamás, si es que algo así era posible. Le conocía desde que, a los quince años, llegó a su clase en la Academia en su segundo curso y dejó en evidencia al maestro de física; en todo ese tiempo había sido testigo de un amplio repertorio de gestos y muecas por parte de su expresivo amigo, y, en aquel preciso instante, los recordó todos de una vez, pasando rápidamente por delante de sus ojos. La cascada de imágenes le provocó un ligero vahído.

 - Sulu, ¿estás bien? - Jim lo sostuvo de la cintura, su teniente parecía estar a punto de desmayarse otra vez.

 - Tres años ya... Han pasado tres años... - Susurró mirando a su joven amigo a los ojos aguamarina abiertos de par en par, como dos faros anunciando los escollos en el mar. - “Puede volver a su asiento, Chekov. No tengo intención de utilizarle como perchero.”

 - Eso es lo que me dijo el profesor de física cuando nos conossimos. - Murmuró Pavel. - Moy drug! *(amigo mío) ¿Se te ha pasado? ¿Te acuerdas ya de todo?

 - Tal pregunta carece de lógica, alférez. - La voz de Spock sonó hueca a su espalda. - ¿Cómo va a recordar algo que ha olvidado? Es imposible saber si lo recuerda todo, su memoria a largo plazo puede que no esté dañada pero...

 - Spock... Sulu ya está mucho mejor, creo que el pequeño shock que le he provocado ha sido suficiente para hacerle reaccionar. - Se jactó el doctor McCoy de su pericia con una risita mal disimulada.

        Pavel avanzó unos pasos y le tendió las manos. La sonrisa en su rostro, tan inocente, tan pura en los sonrosados labios que acababa de besar... hizo que a Sulu se le paralizase el corazón. Fue menos de un segundo, nadie se dio cuenta salvo McCoy. Al médico, el latido perdido del japonés al rozar los largos y finos dedos del joven alférez Chekov con los suyos, no le pasó desapercibido. Por mucho que ambos disimularan después, riendo y dándose un abrazo en el que palmearon sus espaldas.

 

                     Todo había terminado bien. La expedición de aterrizaje en aquel maldito planeta del cuadrante Beta, casi acaba con la vida de tres miembros de la tripulación. Entre ellos Sulu, quien sufrió un traumatismo craneal que le dejó inconsciente unos minutos y bastante confuso durante las siguientes seis horas. McCoy le sometió a un reconocimiento después de reanimarlo y le advirtió que su memoria podía haber resultado dañada. El japonés no le dio demasiada importancia, salvo cuando le preguntaron por su nombre, rango y número de serie en la Flota Estelar.

 - Me llamo... - Chasqueó la lengua y sonrió a la rubia enfermera, le parecía preciosa, era la primera vez que la veía, o al menos eso creía él. - Mi nombre es...

 - ¿Número de la Flota? - Siguió Christine con el cuestionario.

       Hikaru, incapaz de responder a nada de lo que la hermosa mujer de azul le estaba preguntando, sonrió con cara de circunstancias.

 - Está bien... ¿Sabes al menos dónde estamos? - Esperó unos segundos, la negativa de su cabeza fue suficiente. - Doctor, el escáner muestra...

 - Lo estoy viendo, enfermera Chapel. - Refunfuñó McCoy llevándose las manos a la cintura y contemplando la pantalla junto a la camilla. - Lo dicho, amigo. Necesitas tiempo, no te agobies y tómalo con calma, es una orden. Si no te recuperas del todo, tal vez sí logres recordar lo suficiente como para mantener tu puesto en el puente.

 - ¡Estamos en una nave! - Contestó con entusiasmo y bastante retraso a la tercera cuestión del test de la enfermera. La rubia le sonrió con amabilidad. El médico, en cambio, no dejaba de gruñir.

 - ¡Y tú eres el condenado piloto, amigo! El mejor que tenemos, así que... ¿qué tal si te das una ducha y te relajas? Toma, aquí tienes, un uniforme limpio. - Dijo azuzándolo hasta un baño allí al lado, entregándole unos pantalones negros, los calzoncillos reglamentarios del mismo tono y un jersey amarillo además de un par de calcetines.

 - Soy piloto... ¡Y teniente! - Sonrió al ver los galones en la manga, como si sus sueños de la infancia acabaran de hacerse realidad.

        Jim y Spock habían entrado a la enfermería. Mudos testigos de aquella última frase del japonés, antes de encerrarse en el aseo para tomar una ducha, el rubio se echó las manos a la cabeza y el vulcano se las llevó a la espalda para entrelazarlas. Torciendo el cuello a un lado, el de azul levantó su picuda ceja derecha mirando fijamente al oficial médico jefe.

 - ¡No puedo hacer milagros, Spock! ¡Soy médico, no mago! - Protestó ante aquella mirada recriminatoria. - Enfermera Chapel, lleve las muestras del teniente Sulu al laboratorio... gracias.

        La rubia recogió una bandeja de plástico y un par de tubos. Antes de salir, agitando ligeramente el cabello al caminar, sonrió al médico por haber recordado que le podía solicitar lo que quisiera que hiciese, sin tener que rugir la orden. Al menos, por esta vez, el gruñón había dado las gracias.

        Spock se hizo a un lado para dejarla pasar. Christine rozó levemente su mano al hacerlo, con la que sostenía las muestras y sintió una sacudida al contacto de la cálida piel vulcana. ¿Sería cierto lo que su amiga Nyota le había contado de él? ¿Que su sangre era capaz de arder de deseo si no llegaba a culminarlo? La puerta automática se cerró a su espalda y los tres hombres se miraron unos a otros en silencio: primero Jim a Spock, luego los dos al médico.

 - ¿Cómo está? - Preguntó al final el rubio temiéndose lo peor. Quedarse sin su mejor piloto, su hombre de confianza, sería un duro golpe para él.

 - Ya lo has visto, Jim. - McCoy se acercó a su mesa para pulsar el intercomunicador. - No se acuerda de nada.

 - Aquí el puente de mando. Adelante, enfermería... - Una voz femenina respondió al otro lado del altavoz. - ¿Qué ocurre, doctor McCoy? ¿Cómo está el señor Sulu?

 - Bien, Uhura. Aunque algo desmemoriado... - La tranquilizó el médico. - Oye, mándame a ese chico, el artillero. Le necesitamos aquí abajo.

 - Sí, doctor. - Nyota sonrió, su gesto llegó hasta el médico en su voz. - El alférez Chekov va corriendo hacia ahí ahora mismo. Corto.

 - ¿Qué pretende, doctor McCoy? - Spock había cruzado los brazos por delante del pecho, no apartaba sus ojos oscuros de la cara del médico.

        Leonard McCoy, como buen sureño orgulloso y petulante, no podía desperdiciar esta oportunidad de pavonearse delante del estirado vulcano, disfrutaba demasiado haciéndole rabiar. Exudando misterio por cada poro de su piel, con una forzada expresión de interesante en el rostro, se paseó por la sala hasta la pared opuesta.

 - ¿Conoce usted, Spock, esa teoría de que una mancha de mora con otra mora se quita? - Dijo en su tono más cínico.

        Hacía meses que Spock había roto con Uhura y nadie sabía que ninguno de los dos hubiera emprendido otra relación. McCoy miró a Jim guiñándole un ojo con complicidad, esperando una sonrisa suya como respuesta, pero en su lugar le vio apartar la mirada. ¿Era rubor lo que aparecía en sus mejillas?

 - Eso es un refrán terrícola, no una teoría. - Le corrigió Spock con su más pedante tono de sabelotodo. - Como siempre manipula usted las palabras para hacer que lo que dice parezca otra cosa.

        El vulcano se la había devuelto. McCoy carraspeó y miró al techo, “touché”, debió pensar. Jim resopló aliviado y sonrió a Spock sin que su amigo le viera hacerlo.

 - Da igual cómo se la llame, una rosa siempre olerá como una rosa. - Murmuró el doctor avanzando hacia la puerta de la izquierda. - Mi hipótesis, duende de sangre verde y orejas puntiagudas, es que si un clavo saca a otro clavo...

 - Te he dicho ya que no le digas eso... ¡Joder, Bones! - Le reprendió Jim. Empezaba a detestar que su amigo llamase así a su primer oficial, se lo había recriminado en varias ocasiones. - ¿Quieres dejarte de metáforas y hablar claro de una vez? ¡Esa maldita costumbre tuya me saca de quicio! ¿Qué es lo que has pensado hacer para arreglar la cabeza de Sulu? ¡Le necesito!

        McCoy asomó la punta de la lengua para mordérsela, él no podía llamar “duende” al maldito duende pero Jim sí podía llamarle a él “huesos”. Apretó los puños y respiró profundamente por la nariz, no estaría bien visto por la Flota que golpease a su capitán en los morros. ¿Por qué últimamente cada vez que tenía una discusión con Spock, el rubio se ponía de parte del vulcano?

 - El teniente Sulu se ha dado un golpe en la cabeza, no pretenderá, doctor, darle otro para que recupere sus recuerdos. Eso le podría provocar un nuevo traumatismo, o agravar la contusión que ya tiene, dejarle en coma e incluso matarlo. - El vulcano había bajado los brazos, ahora le miraba con su ceja picuda de punta y la cara ladeada.

 - ¡Nada de golpes! ¿Por quién me tomas? - Le miró de arriba abajo negando con la cabeza. ¡Soy médico, no un cromañón con un palo!

        Alejándose unos pasos abrió la puerta del baño, por debajo del sonido del agua se oía un canturreo que le hizo sonreír. El japonés tarareaba en la ducha, algo muy normal, y lo hacía cada vez más fuerte y más claro, confiado en no ser escuchado desde fuera.

 - Golpearé sus emociones, comprenderás que así... - Entrando en el aseo, McCoy se giró con una cínica sonrisa, Spock le miraba boquiabierto. - ¡Ah, no! Tú no lo puedes entender. - Le espetó cerrando en sus narices.

 - No tienes emociones... - Jim miró de reojo a su primer oficial, con la boca retorcida en una sonrisa de comemierda tremendamente sexy. - Spock... - Se arrepintió del comentario, sabía muy bien que no era cierto. Girando el cuerpo medio lado, le enfrentó cara a cara hasta que la mirada azul se hundió en los profundos pozos que eran sus ojos negros. - Eso que cantaba Sulu... ¿no era Hot Summer Nights, de Miami Sound Machine?

        Spock abrió la boca para decir algo, cogiendo aire la cerró de nuevo. No tenía la cultura musical de su capitán, estaba a años luz de eso.

 - Creo que salía en la banda sonora de la película antigua que vimos la semana pasada. - El rubio siguió hablando... solo, mirando hacia ninguna parte. - Ya sabes... Top Gun, sí esa, la del piloto que se enamora de la chica rubia y su mejor amigo se muere. La mujer de su amigo era muy guapa... Oye, si Sulu recuerda esa canción de la película es posible que...

        El primer oficial empezaba a pensar que aquello venía a suceder cada vez que algo le ponía terriblemente nervioso. Tratando de detener su charla, le llamó la atención sobre el hecho de que el alférez Chekov acababa de llegar a la enfermería. El muchacho venía sofocado por la carrera. Lo que dijo Nyota de que había salido corriendo, debía ser cierto.

 - El teniente Sulu está en el baño, alférez. Dándose una ducha con el doctor McCoy. - Informó el vulcano al joven ruso que, de repente, enrojeció como una fruta madura a punto de explotar.

 - No, Spock. Sulu se está dando una ducha y el doctor McCoy ha entrado al baño para hablar con él. - Le corrigió Jim.

 - Es lo mismo que yo he dicho. - Reclamó el vulcano.

 - Sí claro, comandante... - La mirada azul de soslayo y la sonrisa retorcida, otra vez fueron recibidas con un alzamiento de la ceja puntiaguda. ¿Cuándo iba a aprender a reconocer el sarcasmo? Lo que peor llevaba Spock de los humanos, era su complicado sentido del humor. - No es lo mismo, créame.

 - Sí lo es. - Insistió el moreno en voz baja.

 - No... - Jim levantó su mano izquierda mostrándole el dorso, con gesto de ordenar que se detuviera.

 - Lo es... - Susurró Spock. - ¿No lo es? - El rubio seguía negando con la cabeza.

      Curiosamente Pavel recuperó la respiración a la par que su color habitual, pálido y casi transparente. Una sonrisa asomó a sus labios, le divertía ver a Jim dando lecciones de sintaxis a Spock.

 - Se está duchando... y el doctor McCoy está ahí dentro. - Su voz, ronca y quebradiza, vibró con una risa a punto de brotar. - Pero no se están duchando juntos, comandante.

 

 

               Sulu cantó el estribillo otra vez, “Top down under the lights... Feel the heat, wild and sweet”. McCoy reprimió una carcajada, podía ver la silueta a través de la cortina, bailando desnudo bajo la ducha.

 - “Hot summer nights!” - Coreó el travieso médico uniéndose al japonés, haciéndole dar un respingo por el susto.

        Sulu cerró el grifo y asomó la cabeza con cara de sorpresa. El doctor le ofrecía una toalla, invitándolo a salir de la bañera.

 - ¿Puede darse la vuelta, señor? - Le pidió intentando no mostrar sus vergüenzas al oficial de azul allí plantado.

 - ¡Por el amor de Dios, Sulu! Sabes que soy tu médico, ¿verdad? - Se mordió el labio pensando que seguramente, el pobre, no lo recordaba. - No voy a ver nada que no haya visto antes.

 - Aun así... ¿Le importa? - Insistió el japonés, aquella situación ya era bastante incómoda.

 - Está bien, pero vístete y sal. El capitán, su “vulcano” primer oficial y el jovencito de tu “novio”, te están esperando fuera. - Subrayó las palabras vulcano y novio por diferentes motivos, saliendo del baño cerró con un portazo.

         Pavel le aguardaba allí para interrogarlo con la mirada, los ojos aguamarina totalmente abiertos y clavados en los suyos. El chico había levantado las cejas arrugando la frente, manteniendo los labios juntos, el inferior sobresalía un poco, como si estuviera conteniendo la respiración a la espera de una respuesta. Su rostro reflejaba que, con todo su corazón, deseaba que su diagnóstico como médico fuesen buenas noticias.

 - Ahora mismo sale. - Murmuró echándose a un lado y sin decir nada sobre el estado de su paciente.

           No tardó ni dos minutos. Se había vestido a toda prisa y el jersey se le quedó arrugado sobre el ombligo, dejando al aire unos tonificados abdominales dignos de admiración. El japonés observó que el hombre rubio que tenía en frente, llevaba los galones de capitán en las mangas del uniforme amarillo; el otro tipo de azul, además del médico que vigilaba cada uno de sus movimientos apoyado en su escritorio, era vulcano, luego debía ser el primer oficial. Y allí estaba el muchacho del que el doctor le había hablado, un jovencísimo alférez que intentaba sonreír y respirar al mismo tiempo. Habría jurado que, cuando le puso la vista encima, el chico apartaba los brillantes faros que tenía por ojos de su vientre plano. Bajándose el suéter para cubrirlo, se acercó a él y le besó.

          Sólo tuvo que levantar el brazo hasta alcanzar su nuca, tirar suavemente de ella para tenerle más cerca, cerrar los ojos y dejar que sus labios se rozasen. Si ese joven era su novio, como había dicho el médico, hacer algo así le ayudaría a recordar. Además no quería preocupar al chico, le pareció muy vulnerable, sería mejor fingir que sí se acordaba de él.

 - ¡Por todos los dioses! - Exclamó Jim ante aquella insólita escena. - ¡Sulu! ¿Qué estás haciendo, hombre?

        Fue a separarle del muchacho; Pavel estaba tenso como una vara, con la cara más roja que antes cuando Spock dijo que McCoy se estaba duchando con Sulu.

 - ¡Quieto ahí, Jim! - La mano del médico le detuvo, sujetándolo con rudeza de un brazo le atrajo a su lado. - Veamos qué pasa, siempre he tenido mis dudas sobre estos dos.

 - ¿Éste es el golpe emocional? - Murmuró Spock metiéndose en medio casi a la fuerza, invadiendo el espacio entre ambos. No le gustaba el modo en que McCoy trataba a veces a su capitán.

        Entretanto, Sulu acabó dando un paso atrás al no sentirse correspondido en el beso. ¿Por qué el chico le miraba con aquella cara de auténtico pavor?

 - ¿No eres mi novio? - Preguntó tragando saliva, algo estaba a punto de estallar en su cabeza.

 - Moy drug... *(amigo mío) – Dijo en un susurro mientras llevaba su mano a la frente de su compañero para acariciarle la herida. - Tú no tienes novio. Ni siquiera eres gay...

 - McCoy me ha tomado el pelo otra vez, ¿verdad? - Y allí estaba, un blanco chasquido que lo colocó todo de nuevo en su lugar dentro de su mente.

          El japonés miró a su alrededor. ¿Por qué el capitán se reía a carcajadas y el vulcano y el médico intercambiaban miradas de afirmación y reconocimiento? Una oleada de imágenes rompió en su cerebro. Se vio a sí mismo sentado en clase, en la Academia. El profesor de física había cometido un error al escribir la fórmula en la pizarra y Pavel lo corrigió. Luego sintió un ligero mareo, las manos del capitán sosteniéndole con fuerza, el breve intercambio de palabras con su mejor amigo recordando la primera vez que se vieron, la aburrida parrafada de Spock sobre la lógica y la consiguiente interrupción por parte del médico. Y entonces, por fin, el tacto de su piel y su preciosa sonrisa. Pasha... pensó. Un latido se le escapó. Luego se echó a reír y le dio un fuerte abrazo.

 - Alférez, llévese al teniente Sulu a la cama y acuéstense. - Ordenó el primer oficial cometiendo el mismo error sintáctico que antes.

 - Quiere decir que acompañes al teniente Sulu a su camarote, Pavel, y luego te retires también a descansar. - Rectificó Jim. - Es muy tarde, ha sido un día condenadamente largo.

 - Todos los días tienen veinticuatro horas, capitán. - Spock se había vuelto a perder la sonrisa retorcida del rubio, éste había agachado la cabeza con resignación.

 - Sí, señor. Me lo llevo a la cama... ¡A su cama! Le llevo allí y me voy a mi habitassión. - Las miradas de sus superiores y la carcajada del médico, que se había dejado caer sentado en su sillón, le estaban poniendo nervioso. - Dabai, moy drug. *(vamos, amigo mío) Y por favor, Sulu... no vuelvas a besarme en público. - Bromeó tomándolo de la mano y saliendo con él de la enfermería.

 

 

                  El japonés le seguía a duras penas, Pavel había metido el turbo por el pasillo. Alcanzaron el ascensor en apenas diez segundos, la sonora y vibrante risa de McCoy les llegaba desde el fondo del corredor, ahora solapada con la más aguda de Jim.

 - Estupendo, tendremos burlas para rato. - Se lamentó echándose sobre la pared luminosa.

       Resopló hacia arriba, haciendo que se le agitase el lacio flequillo por encima de la frente. Después de la ducha no se había puesto su gomina y no lo llevaba de punta, como de costumbre. Pavel le sonrió, debía tener una pinta graciosa. El muchacho volvió a rozar la brecha en su cabeza, con la misma ternura que antes. Y esta vez, fue él quien se acercó.

       Dio un pequeño paso, no había sitio para más dentro del turbo ascensor. Había agotado su espacio personal y, aunque no se atrevió a tocarle, su nariz acabó rozando involuntariamente la del piloto. Entornó los ojos y buscó su boca, regalándole un tímido beso que, por un instante, hizo soñar a su amigo. Sulu imaginó que lo que había dicho McCoy era cierto y que él era su novio... hasta que reaccionó con violencia y separó a Pavel de un empujón.

 - ¿Se puede saber qué haces? ¡Ya he recuperado la memoria! - Le miraba furioso, pero no estaba enfadado con él, sino consigo mismo. - Soy el teniente Hikaru Sulu, número de serie de la Flota Estelar...

 - Yepa, yepa, yep! - Le interrumpió con su boba interjección rusa. - Está bien, tienes rassón. - Rió dándose la media vuelta, habían llegado a la cubierta de suboficiales y las puertas automáticas sisearon al abrirse. - Supongo que podrás llegar tú solito a la cama. No voy a calentar algo que no me voy a comer.

       Dijo aquello con cierto tonillo de desprecio y se largó dando largas zancadas por el pasillo. Sulu se quedó un rato mirando aquellos pasos irregulares, Pavel tenía una forma algo peculiar de caminar.

 - ¿Calentar algo que no te vas a comer? - Se dijo llevándose la mano a la frente, donde tenía la brecha, le dolía la cabeza una barbaridad. - ¿Qué quiere decir? No me ha calentado... no me ha calentado en absoluto.

          Negando una y otra vez se repitió aquella frase camino de su camarote. Después de la dura expedición al planeta con el golpe en la cabeza, la consecuente pérdida de memoria y el shock emocional que había sufrido al recordar, todo gracias a la malintencionada broma del doctor, Sulu estaba realmente agotado. Se metió entre las sábanas deseando dos cosas nada más. Una, dormir al menos ocho horas seguidas y dos... entender qué diablos había querido insinuar McCoy cuando le dijo a Jim que "siempre había tenido sus dudas" sobre ellos dos, refiriéndose al ruso y a él mismo. Cerrando los ojos, no pudo evitar volver a ver aquella imagen, suya y de Pavel, que su beso acababa de evocar en el turbo ascensor. Mi novio... pensó quedándose profundamente dormido abrazado a su almohada, resollando suavemente al respirar hasta que aquel murmullo se convirtió poco a poco en un ronquido.

 

 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.

Después del disgusto de ayer, ha sido un placer colgar este capítulo apacible y encantador.

Espero comentarios, prometo no volver a perderlos... jajaja


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