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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Subamos a la TARDIS de nuevo y viajemos, esta vez, hacia el futuro. Inicio aquí una nueva OVA dentro de EXTRAS, la continuación de T'HY'LA. Durará tres capítulos, espero que sea de vuestro agrado.

 

Salir de la jaula en la que uno mismo ha acabado por encerrarse, levantando muros a su alrededor, es siempre un reto, toda una aventura. La vida no sería lo mismo sin esos cambios que todo lo trastocan.

 

* Contiene la letra de una canción de esas que te llegan al alma. Wish you were here, de Pink Floyd.

DESEARÍA QUE ESTUVIERAS AQUÍ


PARTE I - Salir de la jaula


 


CALDONIA, PLANETA MINERO DEL CUADRANTE DELTA


 


                                                                                                            Abrió los ojos y allí estaba, a su lado, tan hermosa tendida entre las sábanas blancas con su ajustado camisón de satén de color negro. Uno de los tirantes se deslizó suavemente por el hombro sedoso y redondeado. Con el pelo revuelto sobre la cara, las manchitas de leopardo en las sienes apenas se le notaban. Las del cuello y la clavícula que bajaban hacia el costado rodeando sus pechos, clamaban por un beso. Pero Erzi Dax dormía tranquila, tenía una dulce expresión en el armónico rostro. George se levantó de la cama procurando no importunarla y se encerró en el cuarto de baño para asearse. El niño pronto estaría despierto.


 - Así que crees que puedes distinguir entre la Gloria y el Infierno, entre el cielo azul y el dolor. ¿Puedes distinguir un campo verde de unos fríos raíles de acero? ¿Una sonrisa a través de un velo? ¿Crees que lo puedes distinguir?


          Recordando la letra de aquella vieja canción, el rubio se hablaba a sí mismo con rudeza mientras se afeitaba, como cada mañana durante las últimas dos semanas desde que el planeta había sido anexionado al Imperio Cardassiano. ¿Qué hacía George Kirk Marcus, un científico brillante y experto militar, en aquel perdido mundo del cuadrante Delta? Ocuparse del mantenimiento de una vieja explotación minera caldoniana y de que a su familia no le faltase nada; mantener a salvo a su mujer y a su hijo, poco más. Erzi y Jimmy eran lo primero, por ellos lo sacrificaría todo si hacía falta.


 - Te hicieron cambiar a tus héroes por fantasmas, cenizas ardientes por árboles, aire caliente por la fresca brisa, la fría tranquilidad por el constante cambio... E intercambiaste un papel secundario en la guerra por uno principal en una jaula.


          Una jaula. Erzi Dax era Betazoide pero también era Trill, un raro y único espécimen en todo el universo, la criatura más bella, sabia y bondadosa que había conocido jamás. La amó desde el instante en que puso sus ojos azules sobre ella y no se detuvo hasta hacerla su esposa. Los años pasaron y se sintió feliz, tuvieron un hijo y ahora esperaban otro. Al apartarse de todo lo que le era conocido, de su pasado, de su familia, George no había tenido la sensación de encerrarse en una jaula pero eso era exactamente lo que había sucedido. Caldonia, el mundo donde estableció un hogar junto a su nueva familia, había sido ocupado por la milicia cardassiana. La paz y la tranquilidad llegaban a su fin en aquel lugar olvidado por los dioses. Se sintió atrapado. ¿Qué hacer? ¿Cómo huir arrastrando a su familia al peligro? Sin embargo no había más remedio. Si los cabeza de cuchara descubrían su verdadera identidad le matarían, o acabarían primero con su mujer embarazada y el niño delante de sus propios ojos. Los malditos lagartos son capaces de superar cualquier crueldad que George pudiese imaginar, eso es algo que aprendió durante los meses que duró su cautiverio junto a Anton.


 - ¡Cómo desearía...! - Pensaba en su primo canturreando la canción, con los ojos cerrados casi podía ver los suyos aguamarina devolviéndole la mirada. - ¡Cómo desearía que estuvieras aquí! Tan sólo somos dos almas perdidas nadando en una pecera, año tras año, corriendo sobre el mismo viejo suelo. ¿Qué es lo que hemos encontrado? Los mismos temores de siempre...


          Se encontraba tan lejos de casa, que cuando cada noche contemplaba las estrellas antes de irse a dormir, observaba con infinita tristeza que el eje formado por el cinturón de Orión apuntaba a la derecha, justo al contrario de cómo se veía desde San Francisco en la Tierra. Era como estar en el lado equivocado del espejo.


          George abandonó la Flota Estelar tras la muerte de su abuelo Jim; decidió embarcarse en un carguero comercial y ver a dónde le llevaba su destino. Alejarse de Anton había sido lo más duro que había tenido que hacer en toda su vida. Todavía, en ocasiones, soñaba con él y aquella noche había sido una de ésas. En su... pesadilla, porque eso es lo que había tenido, su primo le llamaba a su lado con las manos cubiertas de sangre. Se sacudió con la imagen en la cabeza, sintiendo el dolor de la pérdida de algo muy querido. El mal presentimiento le causó un repentino dolor en las tripas.


 - ¡Desearía que estuvieras aquí! - Repitió invocando en una oración secreta a su primo Anton.


 


                       Al regresar al dormitorio comprobó que su mujer seguía dormida. Con sumo cuidado se sentó a su lado y retiró un poco las sábanas para acariciar el abultado vientre donde ella guardaba a su futuro hijo. Al rozar la piel estirada sintió una presión que venía de dentro de Erzi, apartó la palma de su mano y vio, asombrado, cómo otra mano, mucho más diminuta que la suya, se dibujaba igual que a través de un lienzo durante un breve instante.


 - Voy a sacaros de aquí, mi amor. - Le susurró al oído a su pareja, notando que empezaba a despertar. - Os llevaré a la Tierra donde estaremos a salvo de los cabeza de cuchara.


 - No los llames así, son cardassianos. - Protestó desperezándose, levantando los brazos por encima de la cabeza de George hasta alcanzar a enroscarse a su cuello con una sonrisa. - Sólo un humano podría hacer un comentario tan racista.


 - ¿Racista yo? - George recibió su beso en la nariz y se levantó en pleno ataque de verborrea nerviosa. - ¡Uno de mis padres es un kazon, por todos los dioses! Tengo una prima romulana, el marido de mi abuelo era medio vulcano y su sangre verde aún corre por las venas de mi tía y mi primo...


 - No. - Erzi le interrumpió incorporándose hasta quedar sentada y apoyada contra el cabecero de la cama. - Anton es de sangre roja, no verde.


 - Es vulcano... - Arguyó. - ¡Y está casado con un klingon, además! Uno muy guapo... - No estaba muy seguro de haber dicho en voz alta aquellas tres últimas palabras. Por la cara de Erzi debía haberlo hecho.


 - Y tú con una trill-betazoide a la que supuestamente adoras pero... - Su marido había vuelto a sentarse a su lado y buscaba, con ojos de cordero, algo de compasión por su parte. - Aún así lo que has dicho está feo, no deja de ser un comentario xenófobo.


 - Son cabezas de cuchara pero ante todo son asesinos. Si se enteran de quién soy... - Los largos y delicados dedos de su mujer le acariciaban el nacimiento del pelo en la nuca. - Debemos irnos de aquí.


 - No sé si tus hijos y yo encajaríamos en la Tierra. - Fue fría, tal vez a causa de las hormonas alteradas en su estado de gravidez, quizás debido al temor irracional que sentía cada vez que George mencionaba a Anton.


 - Erzi, ¿cómo tengo que decirte que mi familia ni va a notar que no eres humana? - Le dijo con tono de fastidio y la boca retorcida en una pícara sonrisa. - Tus manchitas son encantadoras, parecen tatuajes, un camuflaje felino...


 - Anton estará allí, por eso no encajaremos. - Apartó la cara cuando George fue a acariciar sus marcas en la sien. Sujetándole la mano le habló enojada. - Ni siquiera le has dicho que estás casado, o que vas a ser padre por segunda vez.


 - No he hablado con nadie de mi familia desde hace casi cinco años, antes de conocerte... - Se excusó librándose de la mano de su esposa, poniéndose en pie y caminando nervioso por la habitación. - ¡Con nadie!


 - ¡Exacto! Tú eres el que quiso mantenernos al margen en primer lugar. - Le recordó echándole en cara el aislamiento autoimpuesto en su matrimonio. - Hablas de tu familia y sé que te refieres a los Kirk, no a mí y a tu hijo. ¿Cómo vamos a encajar?


 - Lo haréis. - Respondió apretando los puños. - Vosotros sois mi familia. Saldremos mañana, prepara tus cosas.


 - No. - Dijo con la boca ajustada y cruzándose de brazos.


 - ¿Cómo dices? - George la miraba desde la puerta del dormitorio con los ojos abiertos como platos.


 - He dicho que no. - Repitió con calma, doblando la sábana superior por encima de su vientre. - No voy a moverme de mi casa, éste es mi mundo, mi planeta...


 - ¡Naciste en una jodida nave, Erzi, igual que yo! - La contradijo malhumorado.


 - Pero aquí he tenido a nuestro hijo y es donde quiero que nazca la pequeña... - Se frotaba la barriga mientras hablaba con tono más dulce, al bebé no le gustaba oírles discutir y le había propinado una patadita. - Sí, querido. Ayer fui a visitar a la vieja Goully. Es una betazoide pura, ya sabes, puede leer la mente; así me dijo que lo que llevo en mi vientre es una niña. Quiero que venga al mundo aquí, en Caldonia, George... en nuestra casa, donde siempre hemos sido tan felices.


 - Uno no es de donde nace sino de donde está. ¡Y con los cabeza de cuchara campando a sus anchas por el planeta, aquí ya no estamos a salvo! - Era su última palabra, tragó saliva y evitó dar un portazo al salir. No deseaba sobresaltar más a sus hijos. - Nos vamos mañana y punto.


 


*********


 


BASE ESTELAR PRÓXIMA AL SISTEMA TELLAR


 


                                                                                         Desde que James T. Kirk se retiró del servicio activo, dejando al mando a Khan como almirante de Inteligencia, las cosas habían cambiado y mucho en el sistema Tellar. A pesar de la Alianza que los tellaritas firmaron durante aquella cena en la que se sirvió Acturian Fizz, y todos recordamos cómo terminó la cosa para Khan y su r'uustai, los porcino-humanoides finalmente cedieron ante el imparable empuje del Imperio Cardassiano. De nada sirvieron los posteriores esfuerzos diplomáticos de la Federación, ni la reciente política de presión económica ordenada por el actual almirante en jefe de la Flota, un cansado Peter Kirk a punto de jubilarse, dirigida a cerrar las fronteras de Tellar haciéndoles imposible el comercio fuera de la zona invadida por los cabeza de cuchara.


          La situación en el espacio neutral era muy tensa; la muralla Chekov, mejorada por Pavel en más de una ocasión, presentaba una débil defensa ante la siempre esperada intrusión cardassiana. Anton conocía cada circuito de la interfaz como la palma de su mano, no en vano había ayudado a su padre en aquel proyecto desde el principio. Como ingeniero, se encontraba prestando su servicio a la Flota Estelar en la base más próxima a los tellaritas, ocupándose de que ningún imprevisto pudiera poner en peligro la seguridad de los mundos que se hallaban a ese lado de la frontera.


 - Mami... - Klasha seguía llamándole así en privado, aunque delante de extraños le dijese “papa”. - ¿Los muros nos cercan o nos protegen del enemigo? A veces tengo la sensación de que estamos en una jaula.


 - El hombre siempre ha levantado muros para resguardarse del peligro que hay fuera. - Respondió sin dejar de revisar el panel de control que estaba arreglando. - Y siempre ha terminado por derribarlos cuando ha considerado que esos muros le privaban de su libertad.


 - Hasta que aparece un nuevo peligro. - El niño arrugó la frente mirando a su padre a los ojos, por alguna razón había dejado de lado su tarea para prestarle toda la atención a él. Eso le hacía sentirse importante. - La historia está llena de muros, mami. Siempre acabamos encerrados por el temor a lo desconocido.


 - Moy malen'kaya tribble! *(mi pequeño tribble) – Exclamó orgulloso apartando los rizos castaños de su frente y rozando sus marcas klingon con la yema de los dedos. - Nunca deja de sorprenderme lo que pasa por esa cabecita tuya.


          Klasha sonrió dejándose besar y achuchar por su padre. Los mimos de mamá le encantaban, le hacían reír. Con casi once años, su mente lógica dominaba su fiero instinto de guerrero klingon, una vez más los genes de Sarek lograban imponerse. Pero su parte humana, su herencia Chekov y Kirk, mandaba sobre todo lo demás a la hora de sentir emociones.


 - Mamá... - Le dijo sosteniendo su cara entre las manos y clavando la mirada en sus ojos aguamarina. - Sé que algo va a pasar, algo malo. He tenido sueños, el tío George...


 - No digas nada, yo también lo presiento. - Anton tapó la boquita de fresa de su hijo con la palma de su mano, temiendo que lo que iba a decir fuese tan horrible como lo que él mismo había soñado: sus propias manos cubiertas de sangre y el rostro de su amado primo George destrozado por el dolor.


 - ¿Y qué vamos a hacer, mami? - Le preguntó esperando una respuesta que no llegaba.


 - Ve con tu padre al hangar, creo que tienes clase de vuelo en el simulador. - Dijo con voz grave y regresando a su tarea con el panel de control. - Ya sabes que no debes llegar tarde. ¡Disciplina, moy syn! *(hijo mío) Disciplina... y orar a todos nuestros dioses, no podemos hacer más.


          Klasha dejó a su mami montando la consola con el destornillador sónico, tenía que darse prisa si quería llegar a tiempo a sus clases de vuelo, de lo contrario papá le castigaría con cien flexiones o algo peor.


 


*********


 


CALDONIA, PLANETA MINERO DEL CUADRANTE DELTA


 


                                                                                       El transporte de pasajeros seguía anclado en el muelle espacial, la última oportunidad para escapar de un planeta que acabaría expoliado en pro de los intereses de Cardassia. Miles de colonos, de casi todas las especies conocidas, habían abandonado sus hogares con la esperanza de liberarse del nuevo yugo que se les venía encima.


          George hacía cola para subir junto a su familia esperando un milagro: que el soldado de turno se tragase que aquel pasaporte bajorano era auténtico y que el sudor no terminase de despegar las tiras que se había colocado en la nariz para simular las arrugas características de esa raza. Dos milagros en realidad. Tres si contamos con que al pequeño Jimmy no le diese por hablar de más; se había pasado todo el día anterior y parte de la noche convenciéndolo de que aquello no era más que un juego y que si querían ganar tendría que estarse calladito. El niño prometió no abrir la boca; por el momento lo estaba cumpliendo, a pesar del pánico que le causaba la presencia de soldados cardassianos armados por todas partes.


 - Ro Laren... ¡Menudo nombre estúpido tienes, escoria bajorana! - El cardassiano introdujo en su pad los datos del documento identificativo que el rubio le entregaba, esperando los resultados le lanzó una mirada despectiva a la cara. - ¿Viajas a Tellar para implorar asilo político a su gobierno? Esos malditos cerdos te escupirán a la cara, lo único que les interesa son los créditos y tú no tienes aspecto de poseer ninguno. - Dirigiendo ahora la vista hacia Erzi y el pequeño, pareció sonreír por un momento. - La mujer no parece bajorana. Bonitos tatuajes... - Comentó el cardassiano señalando con desdén las marcas visibles alrededor de la cabeza y el cuello de la mujer. - Dí, ¿qué es ella?


 - Es betazoide, señor. - Respondió con voz queda, agachando la cabeza en señal de respeto como haría un auténtico bajorano. - Mi esposa tiene parientes en el cuadrante Beta, en realidad no vamos a Tellar sino a Kronos.


 - ¿Tu esposa? Entonces el niño... ¿es hijo tuyo? ¡Vaya una mezcla! - Negando con la cabeza soltó una breve carcajada que sonó bastante ofensiva, a decir verdad. - A Kronos, ¿eh? ¡Pues peor para ti! Los klingons son escoria igual que tu pueblo, Ro Laren. Aunque plantean una mayor resistencia que la que presentaron los bajoranos; son guerreros, no como tú, esclavo. - Le llamó así burlándose de la actitud sumisa propia de su raza. - Klingons y romulanos nos combaten apoyándose en la Federación pero no tardaremos en someterlos a todos, humanos incluidos. - Un pitido agudo en el pad indicó que la información introducida no era correcta. - Quieto ahí..., espera un minuto. Échate a un lado de la cola.


 - ¿Ocurre algo, soldado? - Erzi había sentido el miedo en la mente de su esposo y se acercó a ver qué pasaba. - Hemos de subir a esa nave, en Tellar nos esperan para llevarnos a Kronos. ¿Acaso no está todo en orden?


          La morena se frotó el vientre y suspiró, su esposo la había tomado de la cintura intentando simular que tenía la situación bajo control. Gracias a sus poderes empáticos, Erzi sabía que no era así en absoluto. El cardassiano fue a consultar con un superior, sospechaba de una irregularidad en el pasaporte: George y su familia estaban perdidos.


 - Jimmy, agárrate a mamá y no te separes. - El rubio metió la mano disimuladamente por debajo de su sencillo chaleco marrón, en su costado izquierdo, donde sujeto a la camisa gris ocultaba un fáser cargado en modo letal. - Vamos a tener que correr, querida.


 - No. - Dijo su mujer soltando al niño y dirigiéndose con paso firme a los soldados. - Tú déjame hablar a mí.


 - ¿Mami? - El pequeño Jim buscó donde aferrarse y encontró en el pantalón de su padre un lugar seguro, se escondería tras sus piernas si los hombres malos venían a por él.


 


                      George esperó aguantando la respiración, su esposa solía sorprenderle a menudo. Siendo medio betazoide, Erzi no puede leer el pensamiento como solía hacer antes de convertirse en trill, pero sus habilidades empáticas le permiten reconocer las emociones que sienten aquellos que la rodean. Era hora de probar si también podía captar las de los cardassianos.


 - Soldado, como habrá observado me encuentro encinta. - Mencionó con una amplia sonrisa frotándose la barriga. - Es mi deseo parir junto a los míos.


 - ¿En Kronos? - Inquirió el sargento cardassiano al que el primer soldado había ido a informar. - ¡No hay demasiados betazoides allí!


 - Mi tía fue consejera de la Emperatriz Azetbur durante muchos años, nos recibirá en su casa. - Intuía que el soldado raso había sido padre hacía poco, sintió algo cuando le vio mirar su tripa de embarazada. Tal vez se compadeciese de ella. - Oigan, sé que somos una familia un tanto peculiar pero mi esposo es ingeniero de minas y trabaja aquí desde hace años, tenemos intención de regresar a casa después del parto, créanme. - Erzi apoyó la mano en el fuerte brazo del sargento cardassiano, tratando de empatizar con él. - ¡Oh, mírennos! No somos refugiados políticos como toda esa chusma, nosotros tenemos billetes de ida y vuelta. Y si durante mi estancia en Kronos yo, por casualidad, observara algo... digamos... “interesante” para el glorioso Imperio al que por fin pertenece Caldonia, mi hogar...


 - Ro Laren... - Masculló el sargento con cara de pocos amigos. - Su esposo ha elegido un nombre bajorano al azar con muy mala fortuna, señora.


 - Lo cierto es que, con honor, mi marido lleva el nombre de su antepasado: un valiente capitán muerto bajo el ataque de una nave romulana, como usted bien sabe. - Curiosamente la historia de aquel bajorano ilustre coincidía, salvo en los detalles, con lo que le sucedió a George Kirk, el bisabuelo de su esposo, cuyo nombre realmente llevaba su marido con honor. Erzi Dax, echando mano de su valiosa memoria, ni siquiera había tenido que mentir.


 - ¡Un momento! - El sargento escrutó los ojos azul oscuro de aquella mujer tan orgullosa en busca de respuestas. - Señora mía, como betazoide estoy seguro de que está usted leyendo mi mente.


 - Nunca se sabe. El Comando Central tiene oídos por todas partes, ¿no es cierto? Yo podría ser uno de esos “oídos”. Usted piensa que mis habilidades así lo permiten. - Lo único que verdaderamente podía leer en aquel ser, era su ambición; el sargento soñaba con llegar a general algún día. Tenía que jugar esa baza. - La Orden suele recompensar a quienes la sirven fructuosamente. - Susurró cruzando los dedos índice y corazón de su mano izquierda, en un gesto sutil pero inconfundible para cualquier cabeza de cuchara.


 - Creo que quiere decir que es una agente doble, señor. - Murmuró el soldado a oídos de su superior, observando la señal secreta que solamente un miembro de la Unión Cardassiana podría conocer.


          Erzi tal vez estaba yendo demasiado lejos. Fingir que era una espía, miembro de la Orden de Obsidiana, la central de inteligencia de Cardassia Prime, quizás era un pelín arriesgado. Sin embargo ya no había vuelta atrás. Tenían que subir a ese condenado transporte, la trill-betazoide se mantuvo firme con la cabeza alzada en un ademán cargado de prepotencia.


 - ¿Y bien? Mi marido es un simple ingeniero bajorano, nada que ver con el glorioso pasado del Ro Laren cuya biografía usted conoce, sargento. Él ni siquiera sospecha de mis actividades clandestinas. - Comentó lanzando una mirada de desprecio a George en la distancia para luego ponerle una falsa sonrisa de complacencia. - He de llegar a Kronos cuanto antes, al bebé no le queda mucho tiempo. - Remató volviendo a acariciar su abultado vientre.


 


                       El soldado raso cardassiano se vio arrastrado de repente hacia un rincón, su sargento tenía algo que decirle en privado. Ambos invasores discutieron en voz baja por un buen rato, volviendo el rostro de vez en cuando a Erzi y mirándola de soslayo. De allí solamente le llegaban dos claras emociones: la ambición desmesurada del suboficial y el amor que por su propia familia sentía el soldado. La astuta morena tragó saliva y esperó que aquello fuera suficiente.


 - Está bien, señora mía. - Entregándole el pasaporte y los billetes, que sí eran de ida y vuelta como pudo comprobar, el sargento cardassiano la acompañó en persona hasta las puertas de embarque. - Vaya junto a su familia tan peculiar a Tellar y haga lo que quiera que tiene que hacer en Kronos. - Murmuró cruzando también sus dedos índice y corazón, azuzándola después hacia el bajorano y el niño que la aguardaban con impaciencia. - Mi nombre es Elim Garak, por si quiere usted mencionárselo a alguien... digamos “importante”.


 


                      A George le dio un vuelco el corazón cuando, con su pequeño Jimmy en brazos, cruzó por fin las tan anheladas puertas de embarque y caminó firme, seguido de su inteligente y sabia esposa, por el pasillo que les conduciría a la libertad. Erzi lo había conseguido una vez más. Sus habilidades empáticas de betazoide habían funcionado a la perfección con los cabeza de cuchara. Y su parte trill de nuevo les había sacado del apuro, haciendo uso de los recuerdos acumulados en su extensa experiencia vital.


 - En nuestro anterior huésped conocimos a alguien que pertenecía a la Orden de Obsidiana. - Susurró con la cabeza sobre el hombro de su marido, cómodamente sentados ya en la nave transporte que les llevaba rumbo a Tellar. - Recordar su señal secreta nos ha sido muy útil.


 - No me gusta cuando hablas de ti en plural, cariño. Me hace pensar en esa horrible cosa que llevas dentro. - Farfulló el rubio acariciando las manchitas de leopardo sobre el hombro de su esposa. - Pero yo también me alegro de que seas una trill, Erzi. Todo irá bien a partir de ahora.


          En su regazo descansaba la cabecita rubia de su hijo. Jimmy dormía plácidamente, soñando tal vez que habían ganado el juego al lograr subir a la nave. George suspiró acariciándole el pelo, sabía que aún les quedaba mucho por hacer.


 


(Continuará...)


 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.

 

Y ánimo con esos comentarios, vamos... que es gratificante y saludable expresarse.

 

 - Porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa, porfa... - Empieza a ponerse morada por falta de oxígeno y termina desmayándose.

 

 - ¿Capitana Keep...? - Klasha se acerca y le propina una patadita. - ¡No, mami, no se ha muerto!


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