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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

«Nosotros, dos muchachos, abrazándonos mutuamente,
Sin separarnos jamás uno del otro,
Recorriendo juntos los caminos, realizando excursiones de norte a sur,
Complaciéndonos en el vigor, ensanchando los codos, apretando los dedos,
Armados y sin temor, comiendo, bebiendo, durmiendo, amando.
Sin admitir más ley que la nuestra, navegando, soldadescos, robando, amenazando,
Alarmando a los avaros, serviles sacerdotes, tomando aire,
Bebiendo agua, y bailando en los prados o en las playas,
Inquietando las ciudades, desdeñando la quietud, mofándonos de las estatuas, disipando la debilidad,
Colmando nuestra aventura.»
 - Walt Whitman (1819-1892) -

¿POR QUÉ A MÍ?

 




 - No podemos... no deberíamos... - Intentaba deshacerse del insistente roce de aquellas manos en sus costados. - Esto no está bien, ni siquiera somos de la misma especie.
 - En mi familia eso no es problema. - Bromeó volviendo al ataque. - Tenemos sangre vulcana, un kazon y un par de romulanas.
 - ¿Tu madre sigue con Ne'mah? - Aprovechando la pregunta se alejó un paso volviendo a colocarse la camiseta. - Creí que no iban en serio.
 - No vendrá a mi cumpleaños, ¿tú qué crees? - Se metió las manos en los bolsillos del pantalón, estaba claro que el otro no quería ser desnudado. - Definitivamente se ha instalado en HarOs con ella.
 - Es amiga de mi madre... Ne'mah, digo. - Los enormes ojos de aquel humano le devoraban como si pudiera ver a través de su uniforme. - Y mi padre y el tuyo trabajan juntos en Inteligencia... ¿cómo vamos a ocultarles a todos ellos...?
 - ¡No lo haremos! - Le interrumpió con decisión. - Hablaré con mi familia y tú con la tuya. ¿O prefieres cambiar?
 - Mi padre te golpearía tan duro contra la pared que tu silueta quedaría marcada en la pintura. - Se jactó orgulloso de la fuerza de los de su raza.
 - Y el mío podría hacerte reventar el corazón dentro del pecho. - Le advirtió divertido.
 - ¿Khan puede hacer eso? - Se preguntó en voz alta, había oído que como superhumano era muy fuerte pero...
 - ¡Moy papa puede! - Rió el chico a carcajadas. - Bah, no será para tanto. Al fin y al cabo tendrán que aceptar... “esto”.

    Con una dulce sonrisa Anton acarició la mejilla del klingon y acercó los labios para recibir su beso. Jadzia acudió a la tácita llamada y colmó de caricias aquella boca. Tenían quince y diecisiete años respectivamente. La miel más dulce, la de la juventud. Ambos habían coincidido en la misma clase en la Academia y, con historias familiares comunes, no tardaron en congeniar. El padre de Jadzia, el comandante Klaa, era buen amigo de la familia a pesar de que, como le contara su dedushka, *(abuelo, en ruso) un día juró matar a todo Kirk que se cruzase en su camino. Pero de aquello hacía mucho tiempo.



                                Hasta los seis años Anton fue el rey del mundo. Un leve gesto, un puchero tan sólo, y cualquier cosa que deseara se hacía realidad. Había sido así desde siempre, antes incluso de lo que podía recordar.  Unos berridos y ya tenía un pañal limpio, ahora unas lágrimas con un llanto estridente y conseguía un biberón, un parpadeo acompañado de un gritito agudo y ya llegaba Sulu para darle un abrazo. Con arrugar la nariz obtenía la sonrisa de papá y lo que más le gustaba era engatusar a su papa ruso sacando el labio inferior para que éste le regalase un paseo por los aires con su telequinesia. Cómo disfrutaba riendo a carcajadas mientras todo el mundo regañaba a Pavel cuando le sorprendían haciéndole volar. ¡Ah, aquello era el paraíso!

    Y en casa de los abuelos él era la estrella. Todo lo que hacía era recibido como un auténtico milagro: “mirad a Anton, oh... ¿no es un encanto? ¡Es el niño más precioso del mundo!” Y lo único que había hecho era comerse él sólo un yogur.



                                Al empezar el preescolar pasó una mala época. Allí no le conocían, no era el niño mimado de nadie. En la escuela fue donde Anton empezó a tomar conciencia de sí mismo. Con sólo tres años entendió que una cosa es la familia y otra muy distinta el mundo real.

 - Anton Sarek Singh-Chekov, no serás el rey del mundo pero eres mono y eres listo, te irá bien. - Se dijo a sí mismo frente al espejo del baño cuando volvió a casa tras su primer día de colegio.

    Su padre, que le había visto desde el pasillo, no pudo evitar sonreír al reconocerse a sí mismo en su pequeño.

 - Me voy a casa de los abuelos, papa. - Le comentó bajando la escalera tras pasar por su lado. - Sa'mekh'al *(abuelo, en vulcano) tiene unos pleenoks *(puzzles) nuevos que quiero resolver.

    En realidad, después del frustrante día de colegio, necesitaba sentirse el rey del mundo una vez más y rodeado de sus tres abuelos le sería fácil conseguirlo.

 - Ponte unos ssapatos si vas a salir a la calle, Anton... - Tuvo que recordarle a su hijo, de nuevo sonriendo al ver su cara de despistado.
 - Creo que no le ha gustado la escuela. Ha venido callado todo el camino, como si estuviera tramando algo... no sé, me tiene preocupado. Le he dicho: “ichiban, *(número uno) ¿en qué piensas?” Y me ha contestado que él no es ningún ichiban. He intentado sonsacarle pero no me ha dicho nada más. ¿Te ha comentado algo a ti?

    Sulu le atosigaba a preguntas en el pasillo mientras Pavel trataba de llegar hasta la taza del water, se estaba haciendo pis hacía rato.

 - Se acostumbrará, no te preocupes, moy drug. *(amigo) – Contestó dejando caer el chorro con alivio. - Yo tampoco lo pasé demasiado bien en la escuela...
 - Y así has salido. - Murmuró con algo de pena.
 - ¿Qué quieres dessir?
 - Nada. Lávate las manos.

    Pavel se quedó un momento mirándose al espejo mientras cumplía con la orden de Sulu en el lavabo.

 - Eres mono y eres listo, te irá bien. - Se repitió las palabras de su hijo y volvió a sonreír.



                                La barbacoa humeaba en el jardín impregnando el aire con los aromas de la carne a la brasa. El bol de ensalada estaba ya por la mitad, un par de platos rebosantes de comida esperaban a que se sentasen a la mesa.

    Bones le miraba y asentía sonriendo. Jim le acababa de guiñar un ojo y Spock adoptaba un gesto adusto con las manos a la espalda, como esperando escuchar sus palabras.

    Su padre, Khan, había saludado con un gesto de su cabeza a Jadzia. El joven klingon correspondió llevándose el puño al pecho como era costumbre entre los suyos. Sulu llegaba detrás de ellos desde la cocina con una bandeja de sándwiches variados entre los que no tardarían en desaparecer los de pollo, los favoritos de los Kirk. El tío Peter ya le había echado mano a uno y se ocupaba de que Sam no se llenase la tripa sólo con las patatas fritas. Detrás de ellos, junto a la piscina, Freya danzaba en círculos haciendo flotar su larga falda azul cielo ante la mirada de admiración de su padre, Alex y la de su tío Pavel.

        Ya no era el único nieto de la casa, hacía tiempo que eso había cambiado. Cuando llegó Freya, la huérfana romulana que sus tíos Peter y Alex habían adoptado, él tenía seis años y ella tres. La pequeña pasó a ser la reina del mundo y Anton supo hacerse bien al papel de príncipe destronado. Una vez incluso llegó a colocarla en el teletransportador y marcar las coordenadas de Rómulo con la firme intención de enviarla de vuelta con los suyos. No soportaba que su dedushka *(abuelo, en ruso) le riese todas las gracias a la niña, pero a Jim le recordaba tanto a Amy... Por suerte Sulu sospechó del excesivo silencio que llegaba del sótano y acudió a tiempo de detener el envío.

    Anton descubrió lo duro que era no haber heredado las orejas puntiagudas de su madre y Spock tuvo que hacerle entender que, aunque poca, poseía algo de sangre vulcana corriendo por sus venas. Con siete años sa'mekh'al *(abuelo, en vulcano) dirigió su ceremonia de vimeilaya *(iniciación) y a partir de ahí siguió con sus enseñanzas en la mística vulcana. El control de sus emociones era algo que le fascinaba casi tanto como sus incipientes habilidades tacto-telépatas. Algo que le fue muy útil cuando un buen día su tío David se presentó en casa con un esposo, el tío Jabin, y un bebé, George: su nuevo primo, un verdadero Kirk tal y como pudo comprobar al acariciar por primera vez su frente y sentir sus pensamientos.

        El joven Chekov lamentó que ninguno de los tres estuviera allí, en su fiesta de cumpleaños. El kazon había tenido que acudir a Ocampa junto a su marido y su hijo, pues su hermano Haron acababa de tener descendencia.

 - Familia... ya conocéis a Jadzia, hijo de Klaa de la casa de Mogh. - Le presentó formalmente, aunque no fuera necesario Anton pensó que la situación así lo exigía. - Él es... - Titubeó algo nervioso, de pronto sintió los dedos índice y corazón de su compañero acariciándole el dorso de la mano. - Es mi novio.
 - ¿Qué? - La voz ronca de su padre se había desgarrado al gritar. Tras un leve carraspeo encaminó sus pasos hasta su hijo para mirarle cara a cara. - ¿Tu qué?
 - Su novio, Pasha... - Intervino Sulu soltando la bandeja de sándwiches sobre la mesa. - Ya le has oído.
 - Es un niño, no puede tener novio. - Protestó soltándose de la mano del japonés que trató en vano de atraparle el brazo. -  ¡Y menos un klingon!
 - ¡Padre! - Exclamó Anton. - ¡No te tenía por un racista!
 - Y no lo es. - Khan tomó por la cintura a su marido y susurró con voz grave al lunar de su nuca. - Tranquilo, moy muzh. *(esposo mío) No montes un numerito...
 - Pavel te pide disculpas por su brusca manera de hablar, Jadzia. - Sulu se interpuso entre su amada rosa, que había vuelto a sacar las espinas, y el joven klingon. - Bienvenido a la familia. - Agregó con una sonrisa.

    El muchacho asintió y acabó enlazando sus dedos en ozh'esta con los de Anton, podía sentir cómo las miradas de todos se clavaban sobre aquel gesto que les salía inocentemente del corazón.

 - ¡Bien! Vamos, a la mesa... - Ordenó Jim con una pícara sonrisa y una palmada. - No te preocupes, Anton. Tu padre acabará por aceptar a tu novio como a un miembro más de la familia.
 - Un klingon... - Murmuraba el ruso tomando asiento custodiado por Khan y Sulu, uno a cada lado. - ¿Por qué a mí me tiene que pasar esto?
 - No lo entiendo, papa. - Su hijo le miraba con infinita curiosidad. Su padre era el salvador de Kronos, sabía que había vivido allí un tiempo trabajando al servicio de la Emperatriz klingon... ¿qué podía tener en contra de los de la raza de su enamorado?
 - ¿Sabes cada vez que tu padre ha interrumpido alguna de nuestras historias con su famosa frase “no hablamos de eso”? - Le preguntó socarronamente McCoy a su nieto.
 - Bones... - Khan le ofreció un vaso de cerveza romulana tratando de hacerlo callar. - Tengamos la fiesta en paz.
 - Sólo digo que Pavel debería mantener una conversación con su hijo. - Se defendió el médico.
 - Sí... - Asintió Sulu. - Una muy larga...
 - ¡Un momento! ¿Es que ya lo sabíais todos? - Pavel elevó el tono de voz. - No paresse que os haya sorprendido a ninguno...
 - Yo... - Balbuceó Anton. - Se lo comenté a dedushka, *(abuelo, en ruso) papa. Es su casa, tenía que pedirle permiso para traer un invitado.
 - Y Jim nos lo dijo a nosotros. - McCoy se señalaba a sí mismo y a Spock.
 - A mí me lo ha dicho tu padre esta mañana, Jadzia. - Khan le sonreía mostrándole los marcados hoyuelos. - Llegó al cuartel de Inteligencia muy temprano y con cara de no haber pegado ojo.
 - Sí, hablé con él y con mi madre anoche. Bueno... en realidad... no se lo tomaron muy mal. No hubo gritos, aunque tampoco risas... - Farfulló el joven klingon sintiéndose algo menos incómodo con la calidez en la mirada azul pálido de su futuro suegro.
 - Y Khan me lo dijo a mí, Pasha. - Terminó Sulu.
 - O sea... que todos lo sabíais menos yo. - Refunfuñó cruzando los brazos sobre el pecho.
 - También ha sido una sorpresa para nosotros, Pavel. - Peter le miraba con la boca torcida en una sonrisa cargada de cinismo, señalando a su marido y a sus hijos.
 - Me refería a... - Pavel había vuelto a picar. El pelirrojo se estaba carcajeando a su costa. - Yebát, *(joder) Peter! Ya sabes a qué me refería...
 - Para ser klingon es un chico muy guapo. - Comentó Freya por lo bajo, haciendo reír a los adultos con su vocecilla de niña descarada.
 - Puedo entender que no te guste que tenga novio, aún me tratas como a un crío. - Los ojos aguamarina de Anton reflejaban los de su padre con tanta intensidad que parecían estallar en una profunda luz azulada. - Pero ¿por qué te molesta tanto que me haya enamorado de un klingon?
 - Ya hablaremos de eso, ahora no. - Sentenció el ruso soltando un suspiro antes de prepararse una hamburguesa y darle un buen mordisco.
 - Es todo lo que le sacarás por ahora, hijo. - Susurró Khan acariciando la mejilla del chiquillo. - Anda, come... y feliz cumpleaños.
 - Sí, feliz cumpleaños ichiban takaramono *(mi más precioso tesoro) – Sulu alzó su vaso y todos le siguieron en el brindis.
 - Que cumplas muchos más y que todos nosotros, y los que hoy están ausentes, podamos celebrarlo contigo. - Remató Jim poniéndose en pie.



                                En el cielo de aquella tarde de marzo el sol brillaba sobre San Francisco, alargando las sombras en el jardín de James Kirk. Unos cientos de miles de kilómetros por encima de sus cabezas, en la Pantheion, *(la nave oscura) sus extraños habitantes también alzaban los cálices que contenían el delicioso néctar.

 - ¡Por los jóvenes enamorados! - Animó Hermes, el de los pies alados, a sus hermanos. - ¡Que su amor dure mil años!
 - Mi querido Troilo, esta vez tú y Aquiles tendréis una oportunidad. - Murmuró Apolo llevándose la copa a los labios sin apartar la vista de la imagen de Anton en el monitor.
 - Sí, Jadzia... Aquiles, eso es... - El dios de la guerra se relamía como el gato que estaba a punto de comerse al canario. - ¡Qué gran guerrero vas a ser! Khan te adiestrará, yo me ocupo.
 - ¿Aquiles? Porque es el novio de Anton, que si no... - Artemisa no podía olvidar que aquel klingon no era otro que la reencarnación del hijo de Peleo, quien diera muerte a su amado Hector en otra vida.
 - Todo será diferente, querida. - Sentenció la sacerdotisa Cassandra con su mirada violeta tornándose blanca, estaba teniendo una visión. - Todo será muy diferente esta vez...



                                Ocultos en el rincón detrás del sofá chester, sentados el uno junto al otro sobre la alfombra, ambos se miraban con la ternura del primer amor. Sus primos les estaban buscando por todas partes, jugaban al escondite. Era la única forma de tener algo de paz con Sam y Freya en casa.

 - ¿Lo ves? No ha sido para tanto. - Cuchicheó Anton acariciando las marcas en la frente del kilngon con delicadeza.
 - ¿Por qué tu padre se ha comportado así? - Preguntó en voz muy baja, atrapando aquellos largos y finos dedos para besarlos esperando una respuesta.
 - No tengo ni idea, por lo visto moy papa tiene algunas cosas que explicarme. - Pensó abstraído. Lo cierto es que en lo que conocía sobre las vidas de sus padres había algunos huecos, en el caso de Khan enormes pues ocupaban cientos de años.

    Fuera, en el jardín, Sulu sorbía su taza de té sin apartar la vista de su rosa blanca. Khan, medio tumbado a su lado, le estiraba el flequillo hacia arriba como solía hacer. El moreno tampoco dejaba de observar a Pavel, incluso había intentado entrar en su cabeza pero su esposo le rogó que no lo hiciera, así pues no insistió más.

 - Tendrá que hablar con él, contarle... todas esas cosas que siempre se calla. Y no sé si estará preparado. - Susurró el japonés soplando su infusión para enfriarla un poco.
 - Tiene quince años pero es un niño muy maduro, yo creo que está listo para conocer la verdad. También yo debería tener esa conversación con él, he evitado contarle muchas cosas de mi vida.
 - Estupendo, violeta mía. Hazlo. Pero yo me refería a Pavel, no sé si él estará preparado.

    En aquel preciso momento el ruso abrazaba a su ranita Kermit sentado sobre el césped del jardín, su muñeco era el único con el que compartía sus temores y ansiedades. Con sus ojos saltones y su verde sonrisa siempre le devolvía un gesto amable, algo por lo que merecía la pena seguir adelante.

 - ¿Por qué a mí, Kermit? ¿Por qué mi hijo está saliendo con un... con un...? Ah, yebát. *(joder) No sé por dónde empessar a contarle a Anton lo mío con los klingon... ¿Qué disses? Por el prinssipio, claro... ¿cómo no se me había ocurrido? - Pensaba para su querida ranita.
 - Lo hará, Sulu. - Murmuró Khan con una sonrisa. - Nuestro Pavel es un buen padre.
 - Mi preciosa rosa, ¡oh pero qué tierno es! - Exclamó lleno de amor por él.

 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.


Hoy, dos de noviembre, he cometido un error garrafal a la hora de actualizar el fic, el resultado es que todo fue eliminado. La memoria caché del navegador no me ha permitido rescatar los comentarios a este capítulo. Lo lamento.


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