MOMENTOS EN LA NÉBULA
II – Présteme a su Chekov
Nada más salir al pasillo de la cubierta de oficiales, Anton y Jadzia tropezaron con los primos Kirk, que también habían abandonado su cena a medias y se dirigían a toda prisa al turbo-ascensor.
- ¿Sabéis qué narices está pasando? - Preguntó el médico pelirrojo sin aflojar el paso.
- ¡Espero que no sea un ataque cardassiano! - Exclamó George con media sonrisa, propinando una sonora palmada a la espalda del klingon.
- Demora nos informará. - Respondió Jadzia sin inmutarse por el golpetazo.
Durante los segundos que duró el trayecto, ninguno de los cuatro dijo una sola palabra más. Las miradas de Anton y el klingon se cruzaban y se apartaban una y otra vez en silencio, aquello inquietó más al rubio.
- ¡Por todos los dioses, que no sea un ataque cardassiano! - Rogó apretando los puños en tensión, dando saltitos con los brazos estirados junto al cuerpo. Su sangre estaba a tope de adrenalina bombeada con rapidez por su corazón.
- Tenientes Kirk, Chekov y De Mogh en el puente, capitana. - Informó la oficial andoriana a cargo de las telecomunicaciones en cuanto los vio aparecer por las puertas del ascensor.
- ¡Demora! ¿Qué está pasando? - La interrogó el rubio corriendo a su puesto de oficial científico.
- ¡Eso me gustaría a mí saber! - Gritó nerviosa y apuntando con el dedo la pantalla principal del puente, donde una extraña nube de color violeta oscilaba peligrosamente cerca de la nave.
- ¿Alguna formación de energía cósmica? - Anton, inclinado junto a su primo sobre la consola científica, se aventuraba en lanzarle hipótesis de manera retórica, sin esperar respuesta, analizando codo con codo datos y más datos. - Negativo, George. Su origen no es natural.
- Se mueve como si fuese una especie de plasma... ¡Eh! ¿Qué pasa con la energía? - El rubio se giró para ver la cara de susto de su capitana y tembló con ella. Todas las luces del puente se estaban apagando una tras otra.
- La está absorbiendo... esa cosa... - Demora sacudió la cabeza y golpeó con su puño el reposabrazos de la silla de mando. - ¡Aléjenos a toda velocidad, piloto! - Ordenó.
- Es tarde... ¡Los motores no responden, capitana! - El joven alférez se volvió encogiendo los hombros con impotencia: no podían salir de allí, estaban atrapados.
- ¡Atención, nave forastera! - Una voz metálica se escuchó en el puente. Nadie, ni siquiera la alférez andoriana experta en comunicaciones, sabía de dónde podía proceder. La mujer azul pulsaba los botones de su consola de manera frenética. - ¡Están ustedes en mi poder! ¡Ríndanse!
- ¿Quién habla? ¡Responda! Soy la capitana Demora Sulu, al mando de la USS Reliant, nave de la Flota Estelar... - Recuperando la compostura, la digna hija de Hikaru trató de presentar cierto aplomo ante la desconcertante situación. - Muestre su rostro, hablemos. Venimos en misión de paz, no con intenciones bélicas. Nos dedicamos a la exploración científica, no a la guerra. Sin embargo, he de advertirle que no estamos indefensos...
- ¿Flota Estelar? - La voz metálica vibró de nuevo en sus oídos. - Y diga, capitana Demora Sulu... ¿hay algún Chekov a bordo de su indefensa nave? - Preguntó recalcando las últimas palabras.
- ¿Cómo conoce ese nombre? - Mirando a su hermano menor, de pie a su derecha, le vio arquear las cejas con asombro. - ¿Quién es usted? ¡Identifíquese!
- ¿El del mejor ingeniero del cuadrante Alfa? ¡Oh, es un nombre muy conocido! - La voz metálica pareció reír, o tal vez fuera alguna interferencia. El puente estaba prácticamente sin energía. - Necesitaría de sus servicios, ¿me lo presta? Si su Chekov fuera tan amable de venir a mi nave...
- ¿Eso es una nave? - George abrió los ojos como platos, no parecía haber nada sólido tras la nube de plasma violeta que oscilaba, sinuosa y amenazante, frente a ellos.
- Lo es, la mejor que existe en este plano de la realidad. - Respondió el extraño henchido de orgullo. - Aunque ha tenido tiempos mejores, la verdad. Ha sufrido una avería que, estoy convencido, su Chekov podrá solucionar. Vamos, préstemelo un momento nada más.
- ¿Pretende que envíe a uno de mis mejores hombres a arreglar su nave, cuando ni siquiera tiene usted la deferencia de mostrarnos su rostro? - Demora se levantó de su silla, con la cabeza erguida miraba a la pantalla principal, sus ojos rasgados estaban llenos de furia. - ¡Dé la cara de una vez!
- No está usted en condición de exigir nada, capitana. - A la par de aquellas palabras, la tripulación en el puente de la Reliant comenzó a acusar una preocupante falta de oxigeno. Hubo mareos, toses, vahídos y ahogos, y la alférez andoriana cayó redonda al suelo por debilidades propias de su raza. - Si su Chekov accede a venir a mi nave restableceré el suministro de aire, de lo contrario...
- ¡Basta! - Gritó Anton con su voz rota. - Iré con usted pero devuélvanos el control de los sistemas vitales... - Rogó a aquel ser extraño que amenazaba con matarlos a todos.
- ¿Quién ha hablado, capitana? - El aire volvió a fluir por los conductos de ventilación. - Ese hombre... ¿es su Chekov?
- ¡Sí, soy un Chekov! - Afirmó rotundo, cuadrándose y golpeando el suelo con el tacón de su bota militar. - ¡El único aquí!
- De momento... - Murmuró Jadzia por lo bajo.
- ¿Lo sabes? - Sam, dejando en su asiento a la alférez andoriana, que se recuperaba con normalidad al volver a respirar, le tiró del brazo con violencia llevándose al klingon aparte. - ¿Te lo ha dicho? ¡Ya era hora!
- Sí, en la cena. No hemos tenido mucho tiempo para discutir los detalles pero... - Jadzia cayó en la cuenta, el médico ya estaba al corriente del estado de su novio. - ¡Oye! ¿Tú lo sabías?
- ¿Quién crees que hizo el diagnóstico? - Le chilló en un susurro, propinándole un capirotazo al más puro estilo de su abuelo McCoy. - ¡No puedes dejarle ir a esa maldita nave, Jadzia! - Gritó preocupado por su paciente.
- Mi Chekov no va a ir a ninguna parte... - Intervino Demora, haciéndoles notar a ambos con un dedo apuntando hacia arriba, que el extraño amenazador podía escucharles. - No él solo. Ya que no queda otro remedio, dos hombres más y yo misma le acompañaremos. ¡Quiero verle la cara, señor!
Su intención era llevarse a George y a Sam, dejando a Jadzia al mando en el puente pero los acontecimientos se precipitaron y no pudo hacerse oír.
- Sea pues, capitana. - Consintió la voz metálica. - Les transportaré a la bodega de carga donde serán descontaminados, no quiero virus humanoides flotando por toda mi nave. Cójanse de las manos.
- ¿Así, sin más? - Demora ya le daba la mano a George y éste a su vez a Anton. Con un gesto de su cabeza llamó al médico a su lado.
- ¿Y si ese tipo tiene la fea costumbre de devorar humanos? - El rubio, temiendo por sus vidas, apretó entre sus dedos los de su primo y su capitana. - Seguro que hay por ahí cosas peores que un cabeza de cuchara...
- ¡Anton, no! - Sam iba a prohibirle ir pero, agarrándolo del brazo, se vio arrastrado junto a Jadzia y los demás por una suave luz violeta que les teletransportó. El klingon no se quedó atrás. - ¡Por todos los dioses de Asgard! ¿Dónde narices estamos?
(Continuará...)